Comienza el Año Jubilar diocesano
Queridos diocesanos:
Nos disponemos a inaugurar el Año Jubilar diocesano para conmemorar el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe, y con ello el origen de nuestra Iglesia diocesana. La apertura tendrá lugar el próximo día 12 abril, fecha de la Bula de Inocencio IV por la que se creaba realmente la sede episcopal, y lo haremos con la celebración de la Misa Crismal en la Catedral de Segorbe. Nos ha parecido muy oportuno unir ambas celebraciones por el profundo significado que tiene la Misa crismal en la Catedral para nuestra Iglesia diocesana.
La Misa Crismal es, en efecto, la manifestación principal de nuestra Iglesia diocesana (cf. SC 41). Presidida por el Obispo, su Pastor, en nombre y representación del Buen Pastor, Jesucristo, esta Misa es concelebrada por los sacerdotes y participada por el resto de los fieles. La comunidad diocesana se reúne en su Iglesia madre- la Catedral-, en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, para consagrar el santo Crisma y bendecir los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Con el Crisma, aceite perfumado, que representa al Espíritu Santo, serán ungidos quienes reciban el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal; con el óleo de los catecúmenos serán ungidos quienes reciban el bautismo y con el de los enfermos quienes sufran grave enfermedad o las personas mayores. Todo el Pueblo de Dios está representado en la iglesia madre, la Catedral.
En la Catedral está la ‘cátedra’, la sede del Obispo y signo de su sucesión apostólica, cuya creación hace casi ocho siglos es el motivo de nuestro Jubileo. La Catedral es la casa de la familia diocesana que se edifica por la Palabra, la Eucaristía y los sacramentos; es, a la vez, su símbolo visible, porque la comunidad de bautizados que formamos esta Iglesia diocesana, está llamada a ser morada de Dios entre los hombres; es decir, un ‘templo de piedras vivas’, que, por su santidad, sea anuncio y presencia del amor de Dios, de su misericordia y de su salvación entre los hombres y mujeres de esta tierra. En esta Misa estaremos presentes las distintas vocaciones que conformamos esta Iglesia del Señor: el obispo, los sacerdotes, los diáconos, los consagrados, los laicos, los matrimonios y las familias. Todos juntos formamos la Iglesia de Segorbe-Castellón.
La Misa Crismal nos recuerda que también nosotros fuimos ungidos en nuestro bautismo, por el que renacimos a la nueva vida de los hijos e hijas de Dios y entramos a formar parte de su familia: y nos ayuda a tomar conciencia de que juntos formamos la Iglesia de Jesús de Segorbe-Castellón: cada uno según su vocación, carisma y ministerio, distintos pero complementarios; cada uno con sus dones y talentos, cada uno con una preciosa tarea y un hermoso destino: vivir la comunión con Dios y con los hermanos para salir a la misión siempre nueva de llevar el Evangelio a todas las gentes. Juntos formamos esta Iglesia que Dios ha puesto como levadura de Evangelio en la masa de la historia humana de esta tierra.
Vivimos tiempos recios para nuestra misión evangelizadora: por la indiferencia religiosa, por la increencia, por la secularización, por el peligro de la mundanidad en la Iglesia y bautizados, por nuestras tibiezas y pecados. En este contexto no podemos olvidar nuestra historia diocesana para dar gracias a Dios por los dones recibidos a lo largo de estos casi ocho siglos de historia diocesana y para volver nuestro corazón a Dios: su amor nunca nos abandona. Ayer, hoy y siempre Él está con nosotros. El Espíritu Santo continúa presente en y entre nosotros. El santo Crisma nos lo recuerda; es el óleo perfumado y consagrado, que representa al mismo Espíritu Santo. Con él somos ungidos en el bautismo, confirmación o en el orden sacerdotal. Él Espíritu Santo habita en nosotros. Fiémonos siempre de Él, de su presencia y de su fuerza en nuestra Iglesia diocesana. Seamos dóciles a sus mociones y dejémonos renovar personalmente por Él para experimentar la alegría del Evangelio mediante el encuentro o el reencuentro personal con Jesucristo.
Que este Año Jubilar nos ayude a una conversión personal, comunitaria, pastoral y misionera. Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque ‘él viene en ayuda de nuestra debilidad’ (Rom 8, 26)” (EG. 280). “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres”(Lc 4, 18). Estas palabras de Isaías, que proclamamos en la Misa Crismal, valen en primer lugar y ante todo para Jesús. Él es el Mesías, el Cristo, el Ungido por el Espíritu Santo. Pero valen también para todos los bautizados. La unción con el Crisma marca para siempre la persona de todo cristiano. El Espíritu del Señor está en nosotros y con nosotros. Dejémonos llevar por la fuerza y la sabiduría del Espíritu.
Que María, nuestra Madre y nuestra Patrona bajo la advocación de Cueva Santa, nos enseñe a abrir nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo. Acojamos las gracias especiales que Dios quiere derramar sobre nuestra Iglesia diocesana y sobre cada uno de nosotros en este Jubileo.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón