El 15 de julio comenzará el emocionante “Torneo de Verano de Fútbol Sala Mater Dei» organizado por el Seminario Menor Diocesano, abierto a participantes a partir de 13 años, contando con varias fases de grupos que culminarán en una gran final, el día 28 de julio a las 11:00 horas
Los premios del torneo se repartirán del bote recaudado, excluyendo el pago de seguro e instalaciones, de la siguiente manera: 60% para el primer clasificado, 30% para el segundo clasificado, y 10% para el tercer clasificado.
Las inscripciones están abiertas hasta el sábado 13 de julio, y solo podrán participar aquellos equipos que completen el pago antes de esta fecha límite. Para inscribirse, los interesados deben enviar un correo electrónico a seminariomenorsegorbecastellon@gmail.com para recibir toda la información necesaria (precio por equipo, reglas, avisos…).
No pierdas la oportunidad de participar en este evento deportivo del verano. ¡Forma tu equipo, inscríbete y demuestra tu talento en el campo!.
En una emotiva ceremonia celebrada ayer en la Concatedral de Santa María de Castellón, el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, presidió la ordenación sacerdotal de tres nuevos presbíteros: Álvaro González, José Salas y Pablo Durán.
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Familiares, amigos, comunidades, fieles, con la concelebración de un gran número de sacerdotes, participaron en esta ceremonia que alegra, fortalece y alienta a la Iglesia de Segorbe-Castellón gracias a la generosa respuesta de los tres jóvenes a los que hoy Cristo ha consagrado y enviado a la misión sacerdotal por la fuerza del Espíritu.
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A partir de hoy, Álvaro, José y Pablo harán presente a Jesucristo sirviendo a la Iglesia, cumpliendo así con la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo entre las gentes de la Diócesis, anunciando el Evangelio como ministros de los sacramentos y de la Eucaristía.
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El Rito de Ordenación
Los candidatos realizan una serie de promesas, incluyendo el voto de obediencia al obispo y a sus sucesores. El rito central es la imposición de manos, donde el obispo coloca sus manos sobre la cabeza de los odenandos, invocando al Espíritu Santo para que descienda sobre ellos y los consagre como sacerdotes. Esta tradición, que se remonta a los apóstoles, simboliza la transmisión del poder sacerdotal y la gracia divina. A continuación, los nuevos sacerdotes son revestidos con las vestiduras litúrgicas, reciben la unción de las manos con óleo sagrado y participan en la celebración de la Eucaristía junto con el obispo y los demás sacerdotes presentes.
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Homilía
Durante su homilía, el Obispo subrayó la importancia de las vocaciones en tiempos de escasez y destacó la alegría y gratitud que siente la comunidad diocesana. “Demos gracias a Dios, porque en estos tiempos de escasez vocacional, nos vemos agraciados en vuestras personas”, expresó, agradeciendo además a todos aquellos que participaron en la formación de los nuevos sacerdotes. “Estoy seguro de que seguirán estando cerca de vosotros, con la oración y el apoyo humano y espiritual necesario para que perseveréis con alegría, fidelidad y generosidad en el ministerio sacerdotal”.
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D. Casimiro recordó a los nuevos presbíteros que su vocación es una elección divina, una iniciativa amorosa de Dios. Citando a Jesús, dijo: “No sois vosotros los que me habéis elegido a mí, sino yo quien os ha elegido a vosotros” (Jn 15,16), y enfatizó la importancia de mantener viva la amistad con Cristo, diciendo: “Ya no os llamo siervos, sino amigos. Este es el significado profundo de ser sacerdote: ser amigo de Jesucristo”.
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Asimismo, destacó que la unción del Espíritu Santo es esencial para su misión, señalando que esta unción debe impregnar todos los días de su vida sacerdotal. “La unción se mantiene fresca en una relación viva con Jesucristo y en la entrega alegre y amorosa al ministerio pastoral”, afirmó.
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Sobre la misión, el Obispo instó a los nuevos sacerdotes a ser pastores dedicados del Pueblo de Dios, enfatizando la importancia de enseñar, santificar y guiar a las comunidades. “Anunciar a Cristo Jesús vivo, la Buena Nueva de la Salvación, a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella, ésta será vuestra tarea”, destacó. Además, les recordó su papel como ministros de la misericordia divina: “Queridos sacerdotes: sed ministros de la misericordia divina. Ofreced el sacramento de la Reconciliación”.
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El Obispo concluyó su homilía pidiendo a la comunidad que ore por los nuevos sacerdotes y por nuevas vocaciones, citando a San Agustín: “Si hay buenas ovejas, hay también buenos pastores, pues de las buenas ovejas salen buenos pastores”.
El próximo sábado, día 22 de junio a las 11 h., la Diócesis de Segorbe-Castellón contará con tres nuevos sacerdotes. Se trata de Álvaro González, formado en el Seminario diocesano Mater Dei; y Pablo Durán y José Salas, formados en el Seminario diocesano y misionero Redemptoris Mater; que recibirán el sacramento del orden sacerdotal en una ceremonia presidida por monseñor Casimiro López en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María, en Castellón.
Como expresó el Obispo en su carta del pasado domingo, “su ordenación es un regalo de Dios: un motivo de gran alegría para toda nuestra Iglesia, pero, sobre todo, para la acción de gracias a Dios por su benevolencia y grandeza para con nosotros. En momentos de invierno vocacional, Dios nos sigue enriqueciendo con nuevos sacerdotes. Demos gracias a Dios”.
Tras unos años de discernimiento y de formación – en el que los tres candidatos han recibido educación teológica, filosófica, espiritual y pastoral – serán ordenados sacerdotes de manos del Obispo de la Diócesis, y comenzarán a desarrollar su ministerio al servicio del Señor y de su Iglesia, entregándole a Él su vida entera. La comunidad cristiana de Segorbe-Castellón celebra con inmensa alegría la entrega de estos tres jóvenes, y ora por su fidelidad y los frutos de su labor pastoral.
La celebración de la ordenación sacerdotal de Álvaro, Pablo y José también se podrá seguir en directo a través del canal diocesano en YouTube, en el siguiente enlace:
El próximo día 22 de junio, Dios mediante, nuestra Iglesia diocesana contará con tres nuevos sacerdotes. Su ordenación es un regalo de Dios: un motivo de gran alegría para toda nuestra Iglesia, pero, sobre todo, para la acción de gracias a Dios por su benevolencia y grandeza para con nosotros. En momentos de invierno vocacional, Dios nos sigue enriqueciendo con nuevos sacerdotes. Demos gracias a Dios
Cada uno de estos tres jóvenes tiene su propia historia personal, familiar, cristiana y vocacional. Sin embargo, los tres tienen en común haber sentido la llamada de Jesús, el Buen Pastor, a entregarle su vida en el sacerdocio ordenado al servicio de la Iglesia y de nuestras comunidades. Como aquellos pescadores de Galilea, también estos jóvenes se han encontrado con Jesús, se han dejado cautivar por su mirada y su voz, y han acogido su apremiante invitación: “Seguidme, os haré pescadores de hombres”. Jesús les ha llamado a estar con él y a compartir su misión. Los tres han acogido con generosidad y alegría la llamada, que han ido madurando en la oración, en la vida de comunidad, en el estudio y en diálogo abierto con el Señor y sus formadores. Todo un proceso de años, no exento de dudas y dificultades al comprobar su pequeñez ante la grandeza de la llamada de Dios y ante los retos de la misión de la Iglesia hoy entre nosotros y en la misión ad gentes.
Sabedores de su fragilidad, se preguntan cómo podrán acometer esta nueva etapa de su vida cristiana y ser fieles a la tarea que el Señor les encomienda. Nuestros nuevos sacerdotes son muy conscientes de que su ordenación es, antes de nada, un gran regalo de Dios, inmerecido por su parte, y un profundo misterio, porque sólo Dios conoce la razón por la que Él los ha elegido. Por ello la reciben con profunda gratitud y con humilde admiración. Saben muy bien que no son ellos quienes se hacen sacerdotes, sino que es Cristo mismo, Maestro, Sacerdote y Pastor, quien por la ordenación los incorpora al orden de los presbíteros para que hagan las veces de Jesús anunciando la Palabra de Dios, celebrando los Sacramentos y guiando al Pueblo de Dios. Es Cristo mismo quien los configura consigo, Cabeza y Pastor invisible de su Iglesia, y les capacita para representarle y actuar en su nombre, como alguien que está presente en ellos.
Los nuevos sacerdotes saben bien que sin Jesucristo y la acción permanente del Espíritu Santo, nada son y nada podrán hacer. En consecuencia desean vivir su sacerdocio anclados en Cristo, que se alimenta en el encuentro personal con Él en la oración diaria, en la meditación y escrute de la Palabra de Dios, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, y en su vida pastoral. Saben que el motor de su vida ha de ser un amor apasionado por Cristo, Maestro que enseña, Sacerdote que ofrece y se ofrece hasta el extremo, y Pastor que guía y acompaña con misericordia. Saben que esto les llevará a la verdadera caridad pastoral; es decir, a amar a los hermanos con los mismos sentimientos y la misma entrega de Jesús, el Buen Pastor. De su identificación existencial con Cristo y de su unión vital con Él brotará un amor apasionado por todos los hombres, especialmente por aquellos que Jesús a través de su Iglesia ponga en su camino, para llevarlos a Cristo, el único que puede curar, sanar, cambiar y salvar al ser humano.
Para ser fieles al don del ministerio ordenado deberán estar llenos de Dios, de Jesucristo y de la alegría del Evangelio, y tener una fe viva en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la vida del mundo. Es decir, deberán ser sacerdotes enteramente ganados por Cristo vivo que es el Evangelio perenne de Dios a los hombres, tal como se anuncia en la Iglesia católica y apostólica. Por ello deberán ser sacerdotes con un claro sentido eclesial, y vivir en comunión efectiva con la Iglesia en la fe y en la moral, en la disciplina y en la misión. De ellos se espera que crean en la necesidad de su ministerio ordenado para la Iglesia y la sociedad, y lo vivan con verdadera alegría; que en el ejercicio de su ministerio partan siempre del anuncio del kerigma cristiano que lleve al encuentro sanador, transformador y salvador con Cristo; que sean servidores de todas las vocaciones y carismas; que trabajen por generar verdaderas comunidades cristianas, fraternas, corresponsables y misioneras; que cuiden su formación ante la necesidad de revitalizar nuestras comunidades y de evangelizar la cultura; y que sean testigos de Cristo, la esperanza que no defrauda, en un mundo falto de esperanza.
Demos gracias a Dios y oremos por estos tres nuevos sacerdotes, para sean pastores según el corazón de Jesús y fieles al don recibido.
Ayer, domingo día 9 de junio, la parroquia de San Miguel Arcángel de Castellón acogió una celebración, organizada por la Delegación diocesana para la Pastoral Vocacional, en la que los tres diáconos que serán ordenados este mes dieron su testimonio sobre la vocación y sobre cómo, gracias a ella, han visto en sus vidas el amor de Dios.
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Se trata de Álvaro González, formado en el Seminario diocesano Mater Dei; y Pablo Durán y José Salas, formados en el Seminario diocesano y misionero Redemptoris Mater; que recibirán el sacramento del orden sacerdotal en una ceremonia presidida por monseñor Casimiro López en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María, Castellón, el día 22 de junio a las 11:00 h.
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El evento fue presentado por el Delegado diocesano para la Pastoral Vocacional, D. Ion Solozábal, y comenzó con la oración de las Vísperas y una catequesis que dio el párroco, D. Joaquín Tejedo, sobre la corona mistérica que hay en el ábside, y que gira en torno a los misterios de la vida de Cristo.
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Los que pudieron asistir tuvieron una oportunidad única y preciosa de escuchar las experiencias vocacionales de estos jóvenes diáconos, en las que se pudo constatar que, en un tiempo en el que parece que la voz de Dios parece haberse perdido, se sigue escuchando con fuerza.
“En mi vida ha parecido poco a poco el amor de Dios y me he sentido muy querido – concluyó su experiencia José Salas – El Señor lo hace todo nuevo, y estoy contentísimo”. Y animó a aquellos que tienen “alguna inclinación en el corazón y piensan que a lo mejor Dios les llama, que pongan esa inquietud a los pies de la Iglesia, porque Dios no defrauda”.
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Pablo Durán explicó que “el tiempo del Seminario ha sido un tiempo duro y largo en el que me he conocido, me han corregido y en el que el Señor me ha enseñado muchas cosas, a rezar, a tener intimidad con Él, a poder vivir con otros”. “Dios ha tenido mucha misericordia de mí y me ha dado una lección profunda de amor – concluyó- estoy muy contento y muy agradecido con la elección del Señor”, porque “no ha tenido en cuenta mis pecados y se ha fijado en mí, me ha demostrado que, a pesar de ser un desastre y de mi debilidad, Él me quiere y se hace fuerte”. Y animó a los jóvenes a levantar la mirada al cielo, “pídele al Señor que te conceda ver el amor que te tiene y conocer la vocación a la que te llama”.
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“Dios me ha prometido la vida eterna, y aquí en la tierra el ciento por uno – indicó Álvaro González – y eso en mi vida se está cumpliendo y por ello le doy muchas gracias”. “Yo solo puedo deciros que confiéis en Dios – dijo – porque igual que a mí me está haciendo muy feliz, y hoy doy testimonio de ello, con vosotros también quiere hacer lo mismo. Dejadle entrar en vuestra vida”.
La Diócesis de Segorbe-Castellón tiene una cita importantísima el día 22 de junio a las 11:00 horas. Álvaro González, formado en el Seminario diocesano Mater Dei; y Pablo Durán y José Salas, formados en el Seminario diocesano Redemptoris Mater; recibirán el sacramento del orden sacerdotal en una ceremonia presidida por monseñor Casimiro López en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María, en Castellón.
“Vocación, ¿te suena?”
Por ello, la Delegación diocesana para la Pastoral Vocacional ha organizado una celebración, en la parroquia de San Miguel Arcángel de Castellón, en la que los tres diáconos darán su testimonio sobre la vocación y sobre cómo, gracias a ella, han visto en sus vidas el amor de Dios. Será el próximo domingo día 9 de junio a las 18:00 h., y comenzará con la oración de las Vísperas y una catequesis. Concluirá con un ágape.
¡Te esperamos!
Desde la Pastoral Vocacional realizan una invitación a quienes estén interesados en conocer más sobre la vocación sacerdotal, en especial a todos los jóvenes de la Diócesis, ya que se trata de una oportunidad única para escuchar los testimonios inspiradores de estos jóvenes diáconos y para reflexionar sobre la llamada de Dios en nuestras propias vidas.
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por la formación de religiosas, religiosos y seminaristas: “Oremos para que las religiosas, los religiosos y los seminaristas crezcan en su camino vocacional a través de una formación humana, pastoral, espiritual y comunitaria, que les lleve a ser testigos creíbles del Evangelio”.
2. […] Como tuve ocasión de destacar: «Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano II. Me animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la teología, la manera de hacer y del pensar creyente» (…)
3. Ha llegado el momento en el que los estudios eclesiásticos reciban esa renovación sabia y valiente que se requiere para una transformación misionera de una Iglesia «en salida» desde ese rico patrimonio de profundización y orientación, que ha sido confrontado y enriquecido —por así decir— «sobre el terreno» del esfuerzo perseverante de la mediación cultural y social del Evangelio, que ha sido realizada a su vez por el Pueblo de Dios en los distintos continentes y en diálogo con las diversas culturas.
En efecto, la tarea urgente en nuestro tiempo consiste en que todo el Pueblo de Dios se prepare a emprender «con espíritu» una nueva etapa de la evangelización. Esto requiere «un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma». Y, dentro de ese proceso, la renovación adecuada del sistema de los estudios eclesiásticos está llamada a jugar un papel estratégico. De hecho, estos estudios no deben sólo ofrecer lugares e itinerarios para la formación cualificada de los presbíteros, de las personas consagradas y de laicos comprometidos, sino que constituyen una especie de laboratorio cultural providencial, en el que la Iglesia se ejercita en la interpretación de la performance de la realidad que brota del acontecimiento de Jesucristo y que se alimenta de los dones de Sabiduría y de Ciencia, con los que el Espíritu Santo enriquece en diversas formas a todo el Pueblo de Dios: desde el sensus fidei fidelium hasta el magisterio de los Pastores, desde el carisma de los profetas hasta el de los doctores y teólogos.
Y esto tiene un valor indispensable para una Iglesia «en salida», puesto que hoy no vivimos sólo una época de cambios sino un verdadero cambio de época, que está marcado por una «crisis antropológica» y «socio-ambiental» de ámbito global, en la que encontramos cada día más «síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación, que se manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras». Se trata, en definitiva, de «cambiar el modelo de desarrollo global» y «redefinir el progreso»: «El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos».
Esta enorme e impostergable tarea requiere, en el ámbito cultural de la formación académica y de la investigación científica, el compromiso generoso y convergente que lleve hacia un cambio radical de paradigma, más aún —me atrevo a decir— hacia «una valiente revolución cultural». En este empeño, la red mundial de las Universidades y Facultades eclesiásticas está llamada a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por quienes viven su espiritualidad cristiana ayudados por la piedad popular, para que acogiendo la Palabra de Dios con fe y humildad, a ejemplo de María, crezcan en el conocimiento de la fe y la vivan con coherencia.”
La religiosidad popular es expresión de la búsqueda de Dios y de la fe cristiana de un pueblo de acuerdo con su idiosincrasia y su historia. Pablo VI escribió que “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (EN 48). Surge de la apertura a la Trascendencia, a Dios, propia de toda persona humana. En el ser humano y en los pueblos existe un hondo sentido de lo sagrado, que se expresa de diversas maneras, según las vivencias y la cultura propia del pueblo. La llamamos “popular” porque mediante ella el pueblo de Dios expresa su fe según los rasgos de la cultura propia de cada lugar; es una fe que se hecho cultura. En su origen es una expresión pública y compartida de la fe cristiana. Mediante ella el pueblo cristiano llano vive y expresa su relación con Dios, con la Virgen y con los Santos. Su fuente se encuentra en la presencia viva y activa del Espíritu de Dios en el organismo eclesial. Las formas auténticas de piedad popular son fruto del Espíritu Santo y deben ser consideradas como expresiones de la piedad de la Iglesia (Catecismo, 1674).
La religiosidad popular tiene, sin embargo, sus límites. Como todas las realidades cristianas no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en un sentimiento pasajero o en lo superficial, y quedar vaciada de su verdadero sentido y fin. La piedad popular necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico” (Juan Pablo II).
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