La Palabra de Dios, luz y alimento en el camino sinodal
Queridos diocesanos:
El Domingo de la Palabra de Dios nos recuerda el lugar fundamental de la Palabra de Dios para todo cristiano, para toda comunidad cristiana y para toda la Iglesia. Como Iglesia peregrina del Señor necesitamos la luz que ilumine nuestro camino personal, comunitario y pastoral, y el alimento para no desfallecer en el seguimiento del Señor y en la misión evangelizadora, que Él nos ha confiado. La Palabra de Dios es luz y alimento en nuestra vida personal, comunitaria y pastoral.
Es fundamental leer y conocer la Sagrada Escritura; de lo contrario no conoceremos a Cristo, sus palabras y sus obras, su muerte y su resurrección, que dan luz a nuestro caminar, que perdonan y salvan, que sanan y liberan; y tampoco conoceremos la misión que nos ha encomendado a todos los bautizados. Ya san Jerónimo dejó escrito: “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”. Y desconocer la Sagrada Escritura significa no conocer en profundidad la riqueza de la vida cristiana y de la misión de la comunidad de los discípulos de Jesús.
El Papa Francisco desea que el Domingo de la Palabra de Dios haga crecer en todo el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, y que la comunidad cristiana se centre en el valor iluminador que tiene la Palabra de Dios en su existencia cotidiana. La vida personal y eclesial nos plantea interrogantes e inquietudes. En la Palabra de Dios encontramos la luz que resuelve nuestras dudas, que responde a las preguntas y nos alienta en el caminar. Es necesario que como discípulos de Cristo procuremos alimentarnos de la Palabra con el fin de ser buenos hijos de Dios y afianzar nuestra comunión con Cristo desde un conocimiento cada vez mayor de su persona y su obra.
Por ello, unidos a toda la Iglesia en el proceso sinodal, nos estamos preparando para el Año Jubilar diocesano mediante un proceso de oración y reflexión comunitaria a la luz de la Palabra de Dios y dóciles a la acción del Espíritu Santo. Así queremos discernir juntos los caminos para la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana en el presente. Es preciso que nos pongamos a la escucha del Señor, y que abramos nuestras mentes y nuestros corazones a la moción del Espíritu Santo para dejarnos convertir al Señor y ser discípulos suyos para caminar juntos como Iglesia del Señor. La escucha de la Palabra nos llevará a atender los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir los caminos que Dios nos indica para vivir y anunciar hoy el Evangelio.
Estamos llamados a leer la Palabra de Dios personalmente y en comunidad, y a hacerlo con el sentir de la Iglesia. Como nos recordaba Benedicto XVI, leer la Sagrada Escritura no se puede hacer como cuando se lee un libro histórico cualquiera. Hay que leerla como Palabra de Dios, es decir, dejándose interpelar por Ella y entablando una conversación con Dios, que nos habla aquí y ahora. Antes de nada hay que ponerse en presencia de Dios y orar pidiéndole: “Ábreme la puerta. Ayúdame a entender tu palabra, lo que me quieres decir”. Además, la Sagrada Escritura nos introduce en la comunión con la familia de Dios, con la Iglesia. Por tanto, la Sagrada Escritura no se puede leer de forma individual. Es siempre importante leerla de un modo muy personal, en una conversación personal con Dios, pero al mismo tiempo hemos de leerla en compañía de las personas con quienes caminamos. Los grandes maestros de la “lectio divina” nos ayudan a penetrar en el sentido de la Sagrada Escritura, a comprenderla mejor y a aprender cómo se debe leer la sagrada Escritura. Pero sobre todo es importante y de modo especial leerla en la gran compañía del pueblo de Dios peregrino, es decir, en la Iglesia. Leamos la Sagrada Escritura en conversación personal con el Señor, acompañados por maestros que tienen la experiencia de la fe y en la gran compañía de la Iglesia. En la Sagrada Escritura, Dios habla realmente con nosotros hoy.
Hay tres pasos fundamentales en la lectura de la Palabra de Dios: primero hemos de leerla y estudiarla detenidamente para saber qué dice la Palabra de Dios; en segundo lugar, preguntémonos qué me y nos dice la Palabra de Dios, dejándonos interpelar por Dios; y, por último, veamos qué me y nos pide Dios en este momento.
Os animo a dialogar con Dios cada día a través de la Biblia, leyéndola no como palabra del pasado, sino como Palabra viva, que se dirige hoy a nosotros y nos interpela. Os aliento a la escucha dócil de la Palabra de Dios. Cada cristiano está llamado a acoger y a vivir cada día, con alegría y sencillez, la Palabra de verdad que el Señor nos ha comunicado. La Virgen María es nuestro modelo de escucha obediente de la Palabra. Aprendamos de Ella.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón