Visita de la Virgen del Lledó a la Ciudad
Queridos diocesanos:
Cercana ya la celebración del Centenario de la coronación canónica y pontificia de la imagen de la Virgen del Lledó, el día 4 de mayo, la Virgen dejará su santuario para visitar la Ciudad. Cada una de las comunidades parroquiales, varios colegios, nuestro Seminario diocesano Mater Dei, el Campus en Castellón de la Universidad CEU-Cardenal Herrera, el centro penitenciario, el centro de acogida Verge de Lledó podrán sentir la cercanía de la Mareta. Finalmente, la imagen llegará a la Concatedral de Santa María donde cuantos deseen acercarse al templo podrán sentir su protección y ayuda; especialmente podrán sentirlo los niños, los jóvenes, las familias, las personas de la tercera edad, los trabajadores y empresarios, y las cofradías marianas en los días de la novena.
Esta visita de la Virgen del Lledó trae a nuestra memoria y a nuestro corazón la escena evangélica de la Visitación de María a su prima Isabel. Lucas narra en su evangelio que el ángel Gabriel después de anunciar a María que había sido elegida y agraciada por Dios para ser la Madre de su Hijo en la carne por obra del Espíritu Santo, le dijo: “También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 36-37). Una vez concebido en su seno virginal a Jesús y ante la noticia del embarazo de Isabel en su vejez, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de alegría la criatura en su vientre al sentir la presencia de Jesús (cf. Lc 1, 39-44).
En esta escena del Evangelio aparecen las palabras prontitud, servicio y alegría; tres palabras que muestran la actitud y el comportamiento de la Virgen en la Visitación; tres palabras que deberíamos tener muy en cuenta en esta nueva visita de la Virgen del Lledó a la Ciudad para que no pase en vano.
María se levantó y se puso aprisa en camino para ayudar a Isabel. La Virgen entendió y acogió lo que Dios le pedía en ese momento a través de las palabras del Ángel. No esperó, no pensó en sí misma, ni en su embarazo, ni en las dificultades del camino. Se puso con prontitud en camino y fue a la montaña. La Virgen del Lledó es nuestra madre solícita, siempre pronta para ver y atender nuestras necesidades con amor maternal. Pongamos a sus pies nuestras penas, necesidades y dificultades. Ella nos enseña, a la vez, que hemos de estar atentos a los demás para ofrecerles con prontitud nuestra cercanía y ayuda, sin pensar en las dificultades.
La Virgen María se quedó con Isabel unos tres meses; la sirvió y ayudó tanto tiempo con Isabel como ésta la necesitó. María es para nosotros ejemplo viviente de amor y de servicio por su disponibilidad para ayudar a su pariente Isabel. A la Virgen del Lledó la tenemos siempre entre nosotros y siempre dispuesta a ofrecernos su apoyo y su ayuda. María nos enseña también a estar siempre dispuestos para servir y ayudar a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos, a los que sufren soledad, a los mayores y a los enfermos.
En su Visitación a Isabel, la Virgen María no sólo le prestó ayuda humana, sino que sobre todo le llevó a Jesús, ya presente en su seno virginal. “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lc 1, 44), le dice Isabel. Llevar a Jesús a aquella casa significó llevar la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban felices por el embarazo que parecía imposible a su edad; pero es la joven María quien les lleva la alegría plena, la que procede de Jesús y del Espíritu Santo. La Virgen de Lledó es la Madre de Dios, que en su visita nos trae y ofrece una vez más a su Hijo. Su deseo más ferviente es que acojamos a su Hijo y que nos dejemos amar por Él, para que nos dejemos encontrar o reencontrar personalmente con Cristo. Este encuentro con su Hijo vivo, porque ha resucitado, llena siempre el corazón de alegría, como ocurrió antaño con Zacarías e Isabel. Es una alegría que nos ayuda a superar la tristeza, la soledad y el sinsentido de la vida, que fortalece la esperanza y que nada ni nadie nos pueden quitar. Es la alegría que brota de saberse personalmente amados siempre y en cualquier situación por Dios y por nuestra Madre, la Mare de Déu del Lledó.
La Virgen viene a visitarnos a cada uno de nosotros, a nuestras familias, a nuestras parroquias, a nuestro pueblo. Ella quiere estar presente en nuestras vidas, con sus necesidades y dificultades, en las alegrías y en las penas; ella nos ofrece su protección, pero quiere ante todo llevarnos a su Hijo, fuente de amor y de paz, de esperanza y de salvación.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón