HOMILÍA EN LA EUCARISTÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS
POR EL CENTENARIO DE LA DECLARACION PONTIFICIA DE LA VIRGEN DE LLEDÓ
COMO PATRONA PRINCIPAL DE LA CIUDAD DE CASTELLÓN
Santuario-Basílica de Lledó. Castellón de la Plana de Segorbe – 13 de noviembre de 2022
(Judit 13, 17-20; Romanos 5, 12.17-19; Lucas 1, 39-47)
Amados hermanos y hermanas en el Señor!
1. El pasado martes, 8 de noviembre, celebrábamos con un memorable acto en la Sta. Iglesia Concatedral de Santa María el Centenario de la declaración de la Santísima Virgen de Lidón como Patrona Principal de nuestra Ciudad de Castelló por el Papa Pío XI. Esta mañana estamos convocados a esta solemne Eucaristía para la acción de gracias: gracias damos a Dios por el patrocinio de la Mare de Déu del Lledó sobre la Ciudad. A ella la hemos cantado con las palabras de libro de Judit: “Tú eres el orgullo de nuestro pueblo”. En este día de fiesta recordamos y agradecemos la cercanía maternal de la Virgen; con su “magnificat”, cantamos a Dios porque ha estado grande con ella y nos ha dado a tan dulce madre; a María, la Virgen de Lidón, le damos gracias por tantos favores recibidos por intercesión suya; a ella le confiamos la vida de nuestra Ciudad y de sus habitantes, de nuestras familias y de nuestras parroquias.
2. La Santísima Virgen de Lledó es nuestra Patrona. Pero ¿qué significa tener a la Virgen de Lledó como Patrona? Patrona quiere decir defensora, protectora, abogada e intercesora ante Dios, pero también significa guía. En ello quiere detenerme esta mañana. En el mundo de la mar, el patrón o patrono de un barco es aquel que lo guía con destreza y seguridad hacia buen puerto, especialmente en la tempestad. Como un buen patrón, María nos protege y guía en el proceloso mar de esta vida por el camino seguro para llevarnos a buen puerto: ella dirige y orienta nuestra mirada y nuestra vida hacia su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida, la Esperanza que no defrauda. Esta es la razón del patrocinio de María; éste es el motivo profundo de nuestra devoción y de nuestro amor a la Virgen de Lledó. Que no queden reducidos a un mero sentimiento pasajero, como una flor que se marchita o una lágrima que se evapora.
Vivimos “tiempos recios”, como diría Santa Teresa de Jesús. Tiempos de crisis económica, laboral, política, social y eclesial, que pueden generar incertidumbre y temor ante el futuro. Estamos inmersos en un ‘cambio de época’ donde todo parece tambalearse. Predominan el sentimiento y el deseo, el individualismo y el relativismo; se posterga la razón y no se acepta la realidad de las cosas y ni la evidencia de la naturaleza, especialmente del ser humano. Domina por doquier la corrección política y la cancelación de lo cristiano, en el pasado y en presente. En muchos, esta situación está provocando el alejamiento de la fe y vida cristiana, el abandono de la Iglesia, de los principios, de las virtudes y de los valores cristianos. Con frecuencia nos adaptamos al ambiente social descristianizado y secularista, donde Dios ha sido marginado: se intenta vivir como si Dios no existiera.
Esta mañana queremos contemplar de nuevo a María como nuestra patrona y guía. Ella camina con nosotros en el peregrinaje de nuestra vida personal, familiar, eclesial y social. A la Mare de Déu del Lledó debemos acudir siempre, y en especial en los momentos de debilidad o de aflicción, de dificultad o de incertidumbre, de duda o de desconcierto. Somos peregrinos hacia la plenitud en Dios en la vida eterna junto con María. La Virgen de Lidón es nuestra Patrona porque guía nuestros pasos hacia esa meta con sus palabras y con su ejemplo de fe viva y vivida. Ella nos guía y alienta para que seamos fieles a nuestra condición de cristianos, discípulos misioneros del Señor; ella guía los pasos de nuestras familias cristianas, para que sean fieles a la vocación que Dios les ha dado, de nuestras parroquias, para que sean presencia de la Buena Noticia, y de nuestra Ciudad para que sea más humana y fraterna.
El Evangelio de la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, que hemos proclamado, ilumina el significado y el alcance del patrocinio de la Virgen. Tres palabras sintetizan la actitud y el comportamiento de María: creer, acoger y actuar. La Virgen cree en Dios y se fía de Él. María acoge la llamada de Dios. Y María actúa, sale y se pone en camino para servir a su prima Isabel, llevando en su seno al Hijo de Dios. Estas actitudes y estos comportamientos de la Virgen nos indican el camino a seguir por todos nosotros.
María cree en Dios y a Dios.
3. “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1,45), le dice Isabel a María. La Virgen cree en Dios y a Dios que le habla a través del ángel Gabriel. María, porque es humilde, está abierta a Dios y a su designio en su vida: escucha a Dios, pregunta y disipa sus dudas, y, finalmente, con un acto de plena libertad se fía de Dios. Ella cree que será la Madre del Salvador sin perder su virginidad; ella, la mujer humilde, que se sabe amada por Dios y deudora de Dios en todo su ser, cree que será verdadera Madre de Dios; cree que el fruto de su seno es realmente el Hijo del Altísimo. María se adhiere desde el primer instante con toda su persona al plan de Dios sobre ella, un plan que trastoca el orden natural de las cosas: una virgen madre, y una criatura madre del Creador y Redentor.
María persevera en la fe: cree cuando el ángel le habla, y sigue creyendo cuando el ángel la deja sola, y se ve rodeada de las humildes circunstancias de una mujer cualquiera que va a ser madre. María avanza en la peregrinación de la fe. Ni el plan de Dios sobre ella, ni la divinidad de su Hijo le fueron totalmente manifiestos; ella tuvo que fiarse de la Palabra de Dios. Ella vive apoyándose en la Palabra de Dios. El designio de Dios se le oculta a veces bajo un velo oscuro y desconcertante: la extrema pobreza en que nace Jesús, la necesidad de huir al destierro para salvarlo de Herodes o su sufrimiento al pie de la Cruz. María, aunque no entendía muchas cosas, no dudó que aquel niño débil e indefenso, era el Hijo de Dios. Creyó y se fió siempre de Dios, aun cuando no entendía el misterio.
María nos enseña a creer en Dios y a Dios, a fiarnos de Él y de Palabra, aunque a veces no entendamos. Maria nos enseña a contar siempre con Dios en nuestra vida y a vivir en Dios y para Dios.
María acoge el plan de Dios.
4. María, la llena de gracia, fue elegida para ser la Madre de Dios, según la carne; es su vocación, el plan de Dios para ella, el camino para ser feliz y dichosa para siempre. “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc. 1,42). Disipadas sus dudas, María contestó al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Como ninguna otra persona humana vivió la alegría y la libertad de su donación a Dios para realizar con Él lo que va más allá de toda expectativa y de todo sueño humano.
El diálogo que sostuvo con el ángel Gabriel nos entreabre una ventana para asomarnos a la espiritualidad de María, discípula del Señor. Su sinceridad no conocía límites: vivía en la verdad. Tampoco su voluntad de colaborar con Dios, su Esposo y Señor. Pero ¿cómo podría concebir si toda su vida le pertenecía virginalmente a su Señor? María necesita la palabra del ángel, y entender que para Dios no hay nada imposible. Desde entonces, desde la roca de esa confianza inconmovible, en cada una de las circunstancias de su vida, sobre todo en las más difíciles, con María deberíamos creer que “para Dios no hay nada imposible”, para responder también con ella: “He aquí a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
En la vida es difícil tomar decisiones. A menudo tendemos a posponerlas, a dejar que otros decidan en nuestro lugar, y preferimos seguir la moda del momento. A veces sabemos lo que tenemos que hacer, pero no tenemos el coraje o nos parece demasiado difícil porque seguir a Cristo quiere decir ir contracorriente. María en la Anunciación y en la Visitación se pone a la escucha de Dios, reflexiona y busca comprender la realidad, y decide confiarse totalmente en Dios y visitar, aun estando embarazada, a la anciana pariente.
Maria actúa, se pone de camino, sirve y lleva a Dios.
5. María “se puso en camino y fue aprisa a la montaña” (Lc 1,39). A pesar de las dificultades, no se detuvo ante nada. Cuando tiene claro lo que le pide Dios, lo que tiene que hacer, no se entretiene, sino que sale sin demora. El actuar de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras del ángel, pero unida a la caridad: va a Isabel para servir; sale de su casa, de sí misma, para servir por amor, y lleva cuanto tiene de más precioso: Jesús, el Hijo de Dios, ya presente en su seno.
Con frecuencia, nosotros no nos ponemos “aprisa” hacia los otros para llevarles nuestra ayuda, nuestra comprensión, nuestra caridad, y para llevarles también, como María, lo más precioso que tenemos: Jesús y su Evangelio; y hacerlo con la palabra y sobre todo con el testimonio concreto de nuestro actuar.
Hoy celebramos la Jornada Mundial de los pobres, bajo el lema “Jesucristo se hizo pobre por vosotros”. Somos invitados a tener la mirada fija en Jesús, el cual “siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9). El papa Francisco nos invita a compartir lo poco que podamos tener con quienes no tienen nada, para que a nadie le falte lo necesario y ninguno sufra; y nos llama a la solidaridad en medio de un mundo herido por la violencia, el odio y la guerra. La caridad no es una obligación sino un signo del amor, tal como lo han testimoniado el mismo Jesús y la Virgen. María nos enseña a salir de nosotros mismos, para ponernos en camino y servir a los pobres, necesitados y excluidos. Es el mismo Jesús, quien en ellos viene a nuestro encuentro y cuanto hagamos con uno de ellos con el mismo Cristo lo hacemos. María salió de Nazaret simplemente para servir. Servía a Dios y serviría a su pariente necesitada. Había tocado su alma el que vino a servir y no a ser servido, y al instante dejó la Virgen el calor del hogar. Optó por el riesgo del camino de Jesús.
6. Esta mañana le pedimos a nuestra Patrona:
Mare de Déu del Lledó, mujer creyente y discípula del Señor: ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que contemos siempre con Dios en nuestra vida, para que sepamos obedecer sin titubeos a la Palabra de tu Hijo Jesús; danos el coraje de creer en Dios y a Dios, y seguir a tu Hijo, de no dejarnos arrastrar por lo que se lleva y dejar que otros orienten nuestra vida.
Nuestra Señora de Lledó, enséñanos a abrir nuestro corazón para acoger con generosidad y vivir con alegría la voluntad y el plan de Dios para cada uno de nosotros: es el camino para ser felices y dichosos para siempre.
Virgen de Lidón, mujer sierva y servidora, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan sin demora hacia los otros, hacia los pobres y necesitados para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, en el mundo la luz del Evangelio. Amén
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón