La procesión del Corpus regresa a las calles de Castellón
Nuestro Obispo, D. Casimiro, presidió ayer por la tarde la Eucaristía del Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón, que se encontraba abarrotada de fieles que no querían perderse la celebración. También la procesión por las calles del centro de la ciudad tras dos años sin poder celebrarse a causa de la pandemia.
Además de los sacerdotes concelebrantes participaron los niños y niñas de Primera Comunión de la ciudad junto a sus catequistas y familiares, los miembros de numerosas cofradías, movimientos y asociaciones, así como una representación de autoridades. La parte musical corrió a cargo de la Coral de Barreros, con Augusto Belau en el órgano.
Celebramos “la presencia real de Jesús en la Eucaristía”, decía el Obispo en la homilía. Se dirigió especialmente a los niños para hablarles del significado y de la importancia de la Misa y de la Eucaristía: “es memorial, es banquete y es presencia”. Es memorial porque “es un recuerdo que actualiza el sacrificio y la entrega de Jesús hasta el final para darnos el amor de Dios, perdonándonos los pecados, dándonos la amistad con Dios y con los hombres, y darnos la vida”.
Es banquete porque Jesús se nos da y nos dice: «Tomad y comed, porque esto es mi cuerpo. Tomad y bebed, porque esta es mi sangre». “Él mismo se nos da en la Eucaristía”, explicó D. Casimiro. Y suele ocurrir “que no valoramos el gran regalo que recibimos cada vez que nos acercamos a comulgar, es Jesús el que se nos da”, “ese es el mayor regaló – recalcó – porque el mayor tesoro que tenemos los cristianos es Jesús en la Eucaristía, que se une a nosotros”.
“Hoy es el Día de la Caridad”, recordó, “porque la Eucaristía vivida nos cambia y nos lleva a ver a los demás con los mismos ojos de Jesús, que se compadece y se entrega por todos, nos lleva a tener sus mismos sentimientos de compasión con el necesitado, nos lleva necesariamente a vivir la caridad”, porque “un culto sin caridad es un culto vacío”, y lo mismo ocurre en la caridad sin culto, si no va a beber de la fuente de la Caridad. Por ello, indicó el Obispo, “quien vive la Eucaristía hace el bien a todo aquel que está a su lado, tratándolo como a Jesús mismo: a los pobres, a los necesitados, a los ancianos, a los enfermos, a los que sufren la soledad, la gran pobreza de hoy”.
Y, por último, es presencia, “porque Él se queda entre nosotros para siempre, es presencia real y permanente de Cristo resucitado entre nosotros”, les decía hablándoles del sagrario, “donde el sacerdote deposita las formas consagradas, al Señor en la Sagrada Forma, para que vayamos a estar con Él, a la fuente para vivir la caridad, para que nos dejemos acompañar y alentar por Él”, decía exhortando a visitar el sagrario de vez en cuando.
Como consecuencia de todo ello, “hoy tenemos la procesión – indicó – y salimos a la calle con el Señor en la Eucaristía porque Él se ha quedado y camina entre nosotros, y nosotros vamos a caminar con Él, para sentir su presencia”. Pero también porque “es el tesoro más grande que tenemos y queremos llevarlo a los demás, para que los demás conozcan el amor de Dios”.
Esta mañana se ha reunido, en el Seminario Mater Dei, el Consejo Diocesano de Pastoral, el órgano consultivo del Obispo en el que están representadas todas las realidades de la Diócesis. La sesión comenzaba a las 10.30 de la mañana en la Capilla con la oración, y al finalizar, se daba paso al inicio de la sesión con la aprobación de la anterior.
Tras ello ha intervenido el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, que ha hablado del tema central del CDP: cómo favorecer la presencia pastoral y la acción misionera en los pueblos y parroquias pequeñas, y por extensión también en las comunidades más grandes. Todo ello en el contexto del Año Jubilar diocesano que estamos celebrando, y teniendo en cuenta la necesidad de cambiar ciertas actitudes y formas de trabajar.
Pero para ello es necesaria “una conversión pastoral, superar los individualismos y particularismos, y dejarse alentar por el Señor”, ha indicado el Obispo, teniendo de base la misión de la Iglesia, “que nos viene dada: acercar a las personas a Jesucristo – ha recordado – provocar ese encuentro renovador y transformador, que haga de la persona un creyente, un discípulo y un testigo del Señor”.
Entra aquí el papel fundamental de la pastoral vocacional, ha explicado, en el cuidado y acompañamiento de las vocaciones: al ministerio ordenado, a la vida consagrada y a la familia. “Una tarea que tenemos es cuidar el matrimonio y la familia, como vocación y como misión”, ha señalado, “donde se vive, se transmite la fe, y se ayuda a los hijos a descubrir la vocación”.
Tras las palabras de D. Casimiro se han reunido los miembros del CDP por grupos, para poder hablar y realizar propuestas concretas en relación al tema central de la reunión, guiados por el proceso de Reflexión que hemos llevado a cabo junto a la fase diocesana del Sínodo de los Obispos. Ello servirá también para poner los acentos de la vida de nuestra Iglesia durante los próximos años, que se centrarán en cuatro grandes ejes: el primer anuncio del mensaje evangélico, el acompañamiento en la fe y en la vida, la formación como proceso de configuración con Jesucristo y la presencia en la vida pública.
En relación al próximo curso pastoral 2022-23, la Diócesis se enfocará en la celebración del Jubileo; en la formación a través de varias catequesis de profundización en la Iglesia diocesana; y en el primer anuncio, para lo que se ha de trabajar en establecer unos objetivos y acciones concretas, comunes, claras y asimilables por toda la Diócesis. Ante las dificultades, el Obispo ha recordado que “el Señor ha resucitado, y juntos, alentados por el Espíritu, podemos caminar con esperanza y con alegría”.
Tras la puesta en común de las diferentes aportaciones de los grupos, el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, ha realizado una presentación de la Síntesis de la consulta sinodal, presentada por nuestra Diócesis a la Secretaría del Sínodo de la Conferencia Episcopal Española.
Este domingo celebramos el Corpus Christi, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este día nos convoca a renovar nuestra fe en el sacramento eucarístico. La Eucaristía es el corazón de la Iglesia, fuente y culmen de su vida y de su misión, el centro de la vida de todo cristiano y de toda comunidad cristiana. El Corpus nos invita a adorar al Señor, presente en la Eucaristía, a aclamarlo en nuestras calles y a configurar nuestra vida como una existencia eucarística.
Tres palabras resumen nuestra fe en el sacramento de la Eucaristía: memorial, banquete y presencia. La Eucaristía es memorial del sacrificio redentor de Jesús en la Cruz, que actualizamos de modo incruento en cada santa Misa; la Eucaristía es banquete de comunión del Cuerpo de Cristo, en el que el Señor mismo se nos da en comida; y la Eucaristía es presencia real y permanente de Cristo resucitado entre nosotros.
En el sacramento eucarístico, el Señor se ha quedado para siempre entre nosotros para que contemplemos su amor supremo, participemos de este amor comulgando y nos dejemos transformar por él para ser sus testigos comprometidos en el mundo. Por ello, el día del Corpus celebramos también el Día de la Caridad. Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente la entrega de Jesús en la Cruz por nosotros y por todos los hombres, haciéndose pan partido “para la vida del mundo” (Jn 6,51). De ahí la estrecha relación que existe entre el misterio eucarístico y el servicio de la caridad.
La Eucaristía es fuente y escuela de la Caridad. La participación en la Eucaristía nos enseña y nos envía a ser testigos de la compasión de Dios por cada hermano nuestro. La unión con Cristo al comulgar su Cuerpo y su Sangre conlleva la comunión de nuestros sentimientos con los suyos. Esto nos impulsa a mirar a nuestros hermanos con los mismos sentimientos, con los mismos ojos y con el mismo corazón de Jesús, amándolos también “hasta el extremo” de dar y de darse (Jn 13,1). “Somos lo que damos. Somos amor», es el lema de Cáritas diocesana para este año. La participación en la Eucaristía nos impulsa a hacernos, como Jesús, “pan partido” para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. En la Eucaristía el Señor nos invita a acercarnos con amor a los pobres y excluidos y nos dice como a los discípulos: “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). Quien se nutre del Pan de Cristo no puede permanecer indiferente ante quienes carecen del pan cotidiano. Por ello, la Eucaristía es fuente y al mismo tiempo exigencia de compromiso de los cristianos por la justicia y por transformar las estructuras injustas para restablecer el respeto por la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.
La Eucaristía sin la caridad se convierte en un culto vacío, denunciado tantas veces en la Sagrada Escritura. Pero también la caridad sin la Eucaristía se convierte en mera acción social, en pura filantropía. Por esta razón, la solemnidad del Corpus Christi es una oportunidad extraordinaria para afianzar la vinculación entre Eucaristía y caridad, de modo que la adoración al Señor nos lleve a descubrirlo en el hermano pobre y necesitado, y el ejercicio de la caridad revitalice nuestras celebraciones eucarísticas. La consideración de esta doble dimensión nos debe ayudar a todos a celebrar dignamente la santa Eucaristía, a favorecer el culto y la adoración eucarística fuera de la Misa y hacer todo lo que esté en nuestras manos como Iglesia diocesana para servir mejor a los pobres.
En este día del Corpus Christi pedimos al Señor que nos conceda unas manos generosas para compartir nuestros bienes, aún los necesarios, con nuestros hermanos necesitados. Le pedimos también que nos conceda un corazón capaz de conmoverse ante los pobres y los que sufren. Os invito a todos los fieles a ser generosos en la colecta de este domingo, destinada a Cáritas.
Además en este momento pido vuestra generosa colaboración para dos proyectos en marcha. En primer lugar, para la Casa de Acogida, San Pascual ‘El Patí’, en Vila-real, ya en avanzado estado de construcción, destinada a la acogida y acompañamiento de personas sin hogar para trabajar por su inclusión. Y, por otra parte, con motivo del Año Jubilar hemos puesto en marcha el Proyecto de vivienda Betania. A causa de encarecimiento del precio de los alquileres, nuestras Cáritas se encuentran cada día con más familias que no tienen donde vivir debido a su sueldo humilde o con familias que han dedicar gran parte de sus ingresos a la vivienda. De aquí surge este proyecto. Pedimos a nuestros fieles que ofrezcan las casas o pisos vacíos de su propiedad a Cáritas para un alquiler social. La encargada de gestionarlo será Cáritas Diocesana, que ayudará al resto de Cáritas en el acompañamiento de las familias y en la gestión de los contratos de alquiler social, y que afrontará posibles impagos del alquiler o deterioro en las viviendas. Cuento con vuestra colaboración. Muchísimas gracias y feliz día del Corpus Christi.
Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón atendió a cerca de 14.000 personas durante el año 2021
“Somos lo que damos, somos amor” es el lema de la Memoria 2021 de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, en la que se recogen y detallan las principales actividades realizadas en el pasado año por la Entidad en su continuada labor de ayuda a las personas más necesitadas, y que se ha presentado esta mañana en la Casa Sacerdotal «Hogar de Nazaret», en Castellón.
El acto ha estado presidido por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, y ha intervenido el Delegado Episcopal en Cáritas Diocesana, D. Sergio Mendoza, así como el Director de Cáritas Diocesana, D. Juan Manuel Aragonés.
En la Memoria “queremos plasmar la realidad que Cáritas ha ido realizando a lo largo del año 2021”, ha indicado D. Sergio, una realidad que “nosotros, por ser Iglesia, es sembrar el amor de Dios allí donde es necesario, en las personas más necesitadas”.
A continuación, ha informado sobre la Casa de acogida San Pascual “El Pati” de Vila-real, un centro de promoción y acompañamiento a personas en situación de calle, con el objetivo de realizar un itinerario de reinserción de hombres y mujeres sin hogar. “Se puede salir de la calle, y Cáritas esto lo hace realidad”, ha indicado.
También del “Proyecto de Vivienda Betania”, un proyecto social que nace con motivo del Año Jubilar, “en el que Cáritas queremos convertirnos en mediadores entre propietarios y personas que tienen problemas para acceder a una vivienda digna a un precio razonable”, decía el Delegado. Para ello, se está haciendo “un llamamiento a la comunidad cristiana a poner a disposición aquellas viviendas que están vacías para que puedan ser alquiladas a aquellas personas con opciones limitadas de acceso a la vivienda”.
A pesar de no haber salido del todo de la pandemia de la Covid, nos enfrentamos ahora a una grave crisis económica y social, ha señalado D. Casimiro, y por ello van a seguir apareciendo necesidades, porque están aumentando las personas con problemas de salud mental, las cifras del suicidio se están incrementando, también la soledad y el aislamiento social, las adicciones, los jóvenes necesitan ser escuchados en la familia… y “todo ello hay que tratarlo como una nueva pobreza”, decía el Obispo, “y las parroquias deben estar al tanto para percibir esas necesidades, con el fin de dar la respuesta correspondiente desde la comunidad cristiana”.
La Iglesia tiene tres elementos que no puede olvidar, explicaba, que son “la Palabra que ha de anunciar, la Liturgia que ha de celebrar, y la misión caritativa para con los más pobres”. Por ello, con motivo del Corpus, D. Casimiro ha realizado un llamamiento a la comunidad diocesana a ser generosa en las colectas de este día, que se destinan a Cáritas y su actividad sociocaritativa.
MEMORIA DE CÁRITAS DIOCESANA DE SEGORBE-CASTELLÓN 2021
A continuación, D. Juan Manuel ha presentado los principales datos de la Memoria de actividades y económica, como signo de transparencia con la ciudadanía y con la comunidad cristiana, destacando que Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón atendió a cerca de 14.000 personas durante el año 2021.
Este tiempo de pandemia ha puesto a prueba nuestra resiliencia y hemos visto que podemos resistir, que la vida sigue. Y con esta mirada no hemos olvidado lo esencial, lo que da sentido al vivir y a nuestra identidad y que no es otra cosa que el amor que damos. Las consecuencias de la profunda crisis causada por el impacto del coronavirus han estado muy presentes en el desarrollo de nuestras acciones durante estos últimos meses.
Hemos trabajado para crear una comunidad de personas que vele, cuide y proteja a los suyos, a la familia humana y a la casa común en la que vive, buscando lo mejor para la vida de nuestros hermanos desfavorecidos.
Esta fraternidad nos ha llevado a atender y acompañar a 13.892 personas atendidas y a 25.565 personas beneficiarias. Más allá del esperado incremento de la exclusión y la pobreza, el resultado más grave se traduce en el ensanchamiento de la exclusión social (el que era pobre, ahora es más pobre), sobre todo entre aquellas personas y familias que acumulan más dificultades de integración.
Las personas que acompañamos nos acercan en primera persona su propia realidad, las necesidades y dificultades que tienen para afrontar con dignidad el acceso a los derechos básicos y fundamentales del ser humano. De los beneficiarios atendidos el 52% han sido hombres y 48% mujeres, con un ligero incremento respecto al año pasado.
Crece la exclusión severa y la integración precaria, y se reduce la integración plena. Las consecuencias de la crisis que estamos viviendo ha afectado especialmente a las personas sin hogar siendo atendidas en el Servicio de Acogida 917 personas, de las que el 44% viven literalmente en la calle y el resto en vivienda precaria (chabolas, habitaciones…). El 24% de estas personas presenta problemas graves de salud, siendo el primero de ellos, la salud mental y la desvinculación de las redes de protección social (sin acceso al padrón municipal no es posible acceder a la mayoría de prestaciones básicas. Se han cubierto sus necesidades básicas de alojamiento, alimentación y cuidado de la higiene personal, sin olvidar poner todos los recursos humanos y materiales disponibles para que las personas albergadas puedan desarrollar sus capacidades a través de talleres y actividades educativas, de ocio y tiempo libre.
El Proyecto Bartimeo, que acompaña a personas que sufren un alto grado de deterioro y exclusión social, ha realizado un total de 370 intervenciones de calle. Se observa un notable crecimiento de la exclusión severa, respecto a la moderada, dentro del espacio de la exclusión social.
El Servicio Jurídico, con 390 personas atendidas, es el que cuenta con el porcentaje más alto de atención a personas inmigrantes, un 81%. De ellas un 32% son personas con irregularidad sobrevenida (proceso por el que personas extranjeras que en algún momento han tenido un permiso de residencia y/o trabajo en España no lo pueden renovar por cualquier motivo, que habitualmente suelen ser la falta de medios económicos, quedando en situación irregular).
El porcentaje de población afectada por problemas de empleo, según el último estudio de la Fundación Foessa, ha crecido en diez puntos en los últimos tres años, lo que supone un incremento del 61%. La tasa de desempleo de larga duración crece hasta el 7,5% en la Comunidad Valenciana, siendo las tasas de desempleo particularmente elevadas entre la población menor de 25 años y la población de nacionalidad extranjera. Se constata desde nuestras acogidas de empleo la difícil situación de la población inmigrante (con los peores indicadores de exclusión) para realizar los trámites administrativos en las oficinas de extranjería, al igual que para conseguir una cita, con el consiguiente retraso en la resolución de las tramitaciones.
Han sido 1.165 personas atendidas en el Servicio de Empleo, de las que el 53% fueron acompañadas en años anteriores, lo que da muestra de la temporalidad de los contratos en algunos sectores de actividad.
Se pone de manifiesto la importancia del desempleo como uno de los factores explicativos de la exclusión social. En la Comunidad Valenciana el 40% de los hogares en situación de exclusión social y el 50% en situación de exclusión severa, tienen a todas sus personas activas desempleadas.
Sin embargo, las situaciones de exclusión e integración no se distribuyen de forma aleatoria entre el conjunto de la población y dependen en gran medida de una serie de variables socio demográficas y socio económicas que se ponen de manifiesto en la realidad de nuestros pueblos. Ha aumentado, respecto al año anterior, el número de personas y familias atendidas en nuestras acogidas parroquiales, de las que el 63% ha sido mujeres y el 37% hombres. Los acompañamientos duran, la gran mayoría de las veces, más de tres años siendo los perfiles atendidos personas paradas de larga duración, con trabajos precarios o mujeres con hijos a su cargo.
Las dificultades con las que se encuentran nuestros equipos no hacen referencia únicamente a cubrir las necesidades básicas de las personas, sino que se encuentran con dificultades de carácter estructural, que dificultan el día a día de las personas atendidas.
Así, en una sociedad con el nivel de digitalización como el actual, la brecha digital se convierte en un motor de exclusión que reduce de forma grave las oportunidades de participación. Aunque la situación ha mejorado respecto al inicio de la pandemia, en la mayoría de los casos no contamos con dispositivos, conexiones o habilidades para manejarse en internet.
Se observa que el impacto del Ingreso Mínimo Vital y de la Renta Valenciana de Inclusión, prestaciones sociales diseñadas para dar respuesta a la pobreza estructural, no ha sido el deseado, encontrando muchas dificultades en su articulación con el resto de las prestaciones de garantía de ingresos.
La post-pandemia hace mella en la salud física y psicoemocional como consecuencia de situaciones de estrés y ansiedad provocados por la pérdida de empleos e ingresos y también por la gran cantidad de tratamientos de salud que han tenido que realizarse de manera telemática.
Se aprecia un agotamiento de la ayuda mutua y un aumento de la soledad. Las familias en situación de exclusión están perdiendo redes de apoyo, es decir, siguen teniendo buenas relaciones, pero la capacidad de apoyo material de estas redes es cada vez menor. Se constata que la crisis de la Covid-19 está tensando y erosionando con fuerza la calidad de las relaciones familiares. Por otro lado, el aislamiento ha afectado especialmente a personas mayores y a las que viven solas y aunque no es una realidad nueva, sí se ha visto intensificada.
La crisis y sus consecuencias, lejos de facilitar el acceso a una vivienda digna, está significando todo lo contrario. La vivienda es una pieza clave en las dinámicas de exclusión para muchas personas y familias que no logran, a pesar de sus esfuerzos, blindar ese espacio seguro, que es por otra parte un derecho social. El resultado es más y mayores dificultades de las familias para asegurarse ese espacio de protección, intimidad y desarrollo relacional. Alquileres fuera de las posibilidades de la economía familiar y gastos de suministros a los que no se puede hacer frente.
El desafío planteado ha llevado a Cáritas Diocesana a dedicar el 95 % de sus recursos a la Acción Social, para atender las necesidades básicas y de promoción de una población golpeada por la pandemia y evitar que las personas vulnerables y en riesgo de exclusión quedaran aún más al margen de la sociedad.
En la respuesta a las necesidades de la pandemia han jugado un papel decisivo las personas voluntarias, sin ellas no podríamos llevar a cabo nuestra misión, como sin los colaboradores, donantes, entidades y empresas convencidos del valor de la dimensión social de su generosidad, porque la pandemia nos ha mostrado que una sociedad fraterna, inclusiva, justa y de derechos se construye sobre la roca del bien común.
Esta memoria es también un sincero agradecimiento a quienes han dado lo mejor de sí mismos en un año en el que han aflorado las consecuencias de la pandemia y siguen colaborando y trabajando en favor de las personas más vulnerables de una sociedad que ENTRE TODOS Y TODAS debemos mejorar.
Colecta y rendición de cuentas
El Día de Caridad es la jornada en la que Cáritas solicita la colaboración económica de la comunidad cristiana para sostener su actividad sociocaritativa. Por ello, todas las colectas del día del Corpus, como también las de los primeros domingos de mes, se destinan a las más de 97 Cáritas Parroquiales, 6 Cáritas Interparroquiales y a Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón.
Y en este ejercicio de transparencia las diferentes Cáritas rinden cuentas ante sus comunidades informando del destino de la colaboración económica recibida y de su gestión en la acogida y el acompañamiento a las personas necesitadas, para que vean reconocidos sus derechos y puedan vivir con dignidad.
Llamamiento a la solidaridad
Juntos hemos hecho posible “ser amor”. Porque es el amor de Dios el motor esencial de nuestra vida y sentido primero y último de nuestra causa, lo que da sentido a lo que creemos, construimos o soñamos.
Las consecuencias más importantes han pasado para la mayoría de la población, pero no para la más vulnerable. Aquí radica el reto de los próximos meses y años, «que nadie quede atrás».
Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón ha vuelto a realizar un llamamiento a particulares y empresas para que se hagan socios de la entidad o efectúen donaciones para colaborar en la tarea diaria de ayuda a las personas más desfavorecidas.
Además de ayudar a las personas en situación de pobreza y exclusión social y participar en la transformación de nuestra sociedad con su aportación, los particulares y empresas que se hagan socios o realicen donaciones, disfrutarán de beneficios fiscales en la Declaración de la Renta.
La imagen de San Juan de Peñagolosa ha vuelto a la parroquia de Vistabella tras la restauración dirigida por la Delegación de Patrimonio de la diócesis de Segorbe-Castellón. Se ha llevado a término una actuación en la que ha primado el respeto por la imagen devocional, descartando intervenciones que pudieran desvirtuar la visión de los fieles, y preservando así mismo su gran antigüedad, tratándose de una escultura de finales del siglo XIII con un enorme valor como testimonio devocional e histórico.
La imagen de San Juan es uno de los primeros testimonios cristianos de nuestra Diócesis tras la conquista cristiana y, en torno a ella, se da uno de los cultos más arraigados y ricos de nuestras tierras. Hasta su Santuario, ahora en proceso de rehabilitación, acuden, desde hace siglos, múltiples rogativas y romerías de los pueblos vecinos.
Tras la documentación previa de la pieza histórica, la imagen ha sido sometida a un proceso de conservación preventiva, salvaguardando su autenticidad medieval con utilización de materiales similares a los originales y técnicas reversibles. Se ha consolidado el conjunto de la imagen, recuperado el dorado al agua en pan de oro de la base y retirado los añadidos desafortunados ajenos a la obra.
Con ocasión de la próxima fiesta de San Juan Bautista, el próximo 24 de junio, la imagen restaurada, ahora depositada en el templo parroquial de Vistabella, será llevada a su Santuario para presidir las fiestas en honor del titular.
El pasado 4 de junio celebrábamos, en la Diócesis de Segorbe-Castellón, la Asamblea de clausura de la fase diocesana del Sínodo, en la que se presentaron la principales aportaciones de los grupos que han participado, recogidas todas ellas en la “Síntesis Diocesana en el Proceso Sinodal”, remitida a la Secretaría del Sínodo de la Conferencia Episcopal Española.
El siguiente paso en todo este proceso, que se inició en octubre de 2021, se dio el sábado pasado en Madrid, en una Asamblea conjunta de todas las diócesis de España para concluir esta etapa del Sínodo. En ella se presentó una síntesis final, recogiéndose todas esas aportaciones recibidas de este proceso sinodal de la Iglesia en España, y que ahora se va a enviará a la Secretaría General del Sínodo.
En esta Asamblea participaron 600 personas de todos los ámbitos eclesiales en España. Estuvieron presentes 58 obispos; el nuncio apostólico en España; 80 sacerdotes; 360 laicos; así como más de 100 representantes de la vida consagrada: religiosas y religiosos, monjas de clausura, miembros de Institutos seculares, vírgenes consagradas; y miembros de otras confesiones religiosas. Entre ellos una delegación de la Diócesis de Segorbe-Castellón encabezada por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente.
Gran participación de personas y de grupos. El sínodo ha sido el acontecimiento eclesial que más gente ha convocado para un trabajo continuado en la experiencia de la Iglesia en España. Ha multiplicado por 7 el número de personas que participaron en el proceso del Congreso de Laicos.
En este camino compartido han participado en España 14.000 grupos sinodales que han implicado a más de 215.000 personas, en su mayor parte laicos, también consagrados, religiosos, sacerdotes y obispos. Se han involucrado las 70 diócesis, con 13.500 grupos parroquiales, numerosas congregaciones religiosas y 11 CONFER regionales, 215 monasterios de clausura, 20 Cáritas diocesanas, 37 movimientos y asociaciones laicales, 21 institutos seculares.
Lo más valorado ha sido el proceso mismo: una Iglesia que se encuentra para escucharse y ponerse en discernimiento. También la continuidad con el Congreso de Laicos de febrero 2020.
Ha crecido con el paso del tiempo. El movimiento sinodal ha ido creciendo con el paso del tiempo superando dificultades ocasionadas por la pandemia, por la fatiga sinodal (en diócesis que ya habían tenido sus procesos) y por la falta de entusiasmo de algunos sacerdotes.
Un tiempo de gracia y de agradecimiento. Ha sido un momento de gracia en la Iglesia en España. Los grupos han mostrado su profundo agradecimiento por este tiempo vivido: un momento de gracia, construido desde la escucha mutua, activa y respetuosa, la apertura para hablar con franqueza, compartiendo experiencias gratificantes y con intercambios constructivos.
Palabras que resuenan con fuerza: Comunión, comunidad, escucha y diálogo, discernimiento corresponsabilidad, formación, presencia pública y misión.
Más fuertes en la escucha que en el discernimiento. Lassíntesis son más un sumatorio de aportaciones, con el deseo de escuchar y recoger todas las voces, que el fruto de un ejercicio de discernimiento, tarea que también es necesaria ya que sinodalidad exige escucha y discernimiento.
Dos ideas fuerza para la misión de la Iglesia: conversión personal y proximidad. Avanzar en el cumplimiento de la misión de la Iglesia requiere por un lado, partir de una fuerte conversión personal, comunitaria y pastoral (oración, sacramentos, formación). Por otro lado; ser Iglesia próxima (prójima): Iglesia que escucha y acompaña. Resulta imprescindible la apertura, la escucha, ir allí donde están quienes nos necesitan y el acompañamiento espiritual.
Para ello:
Complementariedad y corresponsabilidad. Conviene recordar la complementariedad de las tres vocaciones: laicado, sacerdocio y vida consagrada, todas ellas son una llamada a la santidad en un camino concreto y las tres son imprescindibles: hay que evitar el clericalismo, la falta de compromiso laical o la vida consagrada poco consagrada. Cada uno tiene su identidad y su misión en el campo de la Iglesia.
Necesidad de la formación. Llamada a una formación continua de todos y en todos los temas de la vida pública y de la enseñanza de la Iglesia.
Temas con clara incidencia
El papel de los laicos y de la mujer, de manera muy especial, en los órganos de responsabilidad y de decisión en la Iglesia.
Los abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia, evidenciando la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación.
Necesidad de institucionalizar y potenciar los ministerios laicales.
Tres llamadas entrelazadas
Crecer en sinodalidad. y que este mismo espíritu guíe la vida diocesana y la de toda la Iglesia. Esto exige formación en sinodalidad, capacidad de acogida, escucha activa, comprensión, acompañamiento y discernimiento. Dar cabida a las preguntas con el fin de conocer, a partir de la escucha abierta a las aportaciones de todos, el plan de Dios para este tiempo y para este lugar.
Promover la participación de los laicos. Definir los asuntos respecto de los cuales la participación de los cristianos laicos tuviera carácter decisorio, especialmente en aquellos campos que son más propios de su vocación en el mundo.
Superar el clericalismo. Superación del clericalismo como una inercia de tiempos pasados, en los que todas las responsabilidades recaían en la figura del sacerdote. Esa superación implica también vencer la pasividad y la falta de implicación de muchos fieles laicos en la edificación de la Iglesia.
Finalizan los «Encuentros Matrimoniales» organizados con motivo del Año de la Familia
El pasado sábado,11 de junio, tuvo lugar la última sesión de los «Encuentros Matrimoniales» que, organizados por la Delegación diocesana para la Familia y la Defensa de la Vida, con la colaboración de las Hnas. de Nazaret y el equipo del Teen Star, se han venido celebrando a razón de un encuentro mensual desde el pasado mes de septiembre. La última sesión llevaba por título: «El matrimonio es cosa de tres: Dios, él y ella» en la que el Delegado diocesano para la Familia, D. Luis Oliver, ofreció una charla que tuvo como protagonistas al matrimonio formado por la Virgen María y San José.
Los protagonistas de las sesiones anteriores fueron otras nueve parejas bíblicas: Adán y Eva, Abraham y Sara, Rut y Booz, Abigail y Nabal, Tobías y Sara, Oseas y Gomer, Zacarías e Isabel, Ananías y Safira, Aquila y Priscila. A partir de la historia que narran las Sagradas Escrituras de cada una de estas parejas y de las catequesis de San Juan Pablo II sobre el matrimonio, casi 70 de matrimonios de nuestra Diócesis han ido profundizando en diversos aspectos de su vida conyugal, a la luz de los ejemplos facilitados, así como a mejorar la comunicación entre ellos. En este sentido, el Delegado diocesano para la familia, D. Luis Oliver, ha puesto de relieve que estos encuentros han sido «una ocasión de descanso, formación y oración para muchos matrimonios». De descanso «porque se rompe con la dinámica intensa de la vida laboral y familiar»; de formación, «porque se han recibido unos contenidos en las charlas de cada encuentro para profundizar en la vida conyugal de un modo concreto para ponerlo por obra en el día a día»; y de oración, «porque en cada sesión han tenido un encuentro con Dios, ha habido confesión, y sacerdotes disponibles para hablar».
Y estos aspectos son los que valoran los 67 matrimonios participantes. Así lo confirman David y Sara de 34 y 33 años, con tres hijos (Javier, Iván y Mateo), quienes pese a vivir una vida de fe (Camino Neocatecumenal) la experiencia les ha ayudado a «hacer frente a los ataques brutales que en la sociedad actual vive la familia y a crecer espiritualmente en comunión». En este sentido, ponen el acento «como el Espíritu Santo trabaja en cada uno de los movimientos de la Iglesia para crecer en comunión y así lo hemos experimentado en cada sesión al poner en común los aspectos trabajados en cada charla viendo como, en las diferentes circunstancias que vivimos cada pareja, el Espíritu Santo nos ha tocado el corazón en el mismo sentido a todos los matrimonios». A través de los encuentros mensuales, muchos matrimonios han podido conocer otras realidades como Proyecto Amor Conyugal, que también se inició en la Diócesis el pasado febrero, en cuyo retiro participaron, entre otras parejas, David y Sara. Tal como se diseñaron las sesiones, los matrimonios también han podido disponer de un espacio de calidad para orar ante el Señor. Cada una de las sesiones comenzaba con la oración de la mañana por los frutos de cada encuentro. A continuación tenía lugar la charla que servía también para interpelar a los participantes y así poder meditar y reflexionar en privado y en grupo junto a otros matrimonios aquellos aspectos de la vida conyugal que se han ido trabajando en cada sesión.
Un papel fundamental han tenido las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret (Benicàssim) que tal como expresó la superiora de la comunidad de Benicàssim, la Hermana Catalina, además de las prácticas comunes de la vida religiosa (orar por el mundo y crecer en comunidad por la misión que el Señor les ha encomendado) desde que llegaron, ahora hace cuatro años, desarrollan también su misión en distintos ámbitos de la Pastoral Familiar y de Defensa de la Vida, promoviendo, entre otras actividades encuentros para discernir la vocación.
En los encuentros de este año, además de preparar todo el material de trabajo para la reflexión de los esposos a partir de las catequesis de San Juan Pablo II, han atendido a los hijos de los matrimonios participantes con actividades y dinámicas que también les han permitido acercarse al Señor.
Peregrinación a Polonia tras las huellas de San Juan Pablo II
Los frutos de estos Encuentros ya se han producido pues, a raíz de los mismos este próximo mes de agosto, del 17 al 21, se ha organizado una peregrinación a Polonia que recorrerá Cracovia, Kalwaria Zebrzydowska, Eadowice, Lagiewniki, Czestochowa y Auschwitz siguiendo las huellas de San Juan Pablo II.
Está organizada por la Delegación diocesana para la pastoral Familiar y Defensa de la Vida y las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret. Para ampliar la información y reservar plaza: pastoralfamiliar@obsegorbecastellon.org
En el contexto de la celebración de la Semana de la Caridad y del Año Jubilar Diocesano
Ayer tarde la Catedral Basílica de Segorbe fue el escenario para inaugurar la Exposición del 65º Aniversario de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón. El acto estuvo presidido por Mon. Casimiro López Llorente, Obispo de nuestra Diócesis en el contexto de la Semana de la Caridad y la celebración de este Año Jubilar Diocesano.
La Exposición, tal como indicó el Delegado diocesano de Cáritas, D. Sergio Mendoza, se presenta en un total de 10 paneles a través de los cuales se visualiza el recorrido de Cáritas de Segorbe-Castellón, desde 1952 (año de sus inicios) hasta el momento actual. Muchas son las obras de caridad que se han realizado desde entonces hasta ahora, resultando imposible visualizarlo todo, pero sí es una muestra muy representativa de los hechos más destacados.
El Obispo de la Diócesis inauguró la muestra, que en el acto de ayer se recorrió panel a panel, viendo cómo desde que con D. José Pont i Gol siendo Obispo la Cáritas inicial era un Secretariado de Caridad comarcal, especialmente en las zonas del Palancia y el Mijares. La exposición muestra, cómo, en una segunda etapa (1960-1975) coincidiendo con la creación de la nueva Diócesis, el Concilio Vaticano II y la instrucción pastoral del Obispo Pont i Gol, se inicia un cambio de mentalidad que, sin dejar de atender actividades meramente asistenciales, se desarrolla progresivamente la promoción social.
La Exposición también recoge las etapas en las que siendo Obispos, D. José María Cases Deordal y D. Juan Antonio Reig, evoluciona afrontando retos tan importantes como la crisis provocada por el paro que se disparó del 4% al 21%, con la creación de albergues dependientes de distintas Cáritas Interparroquiales, pasando por el encierro de 300 inmigrantes en la Arciprestal de Vila-real que dió origen al proyecto Batnabá de vivienda de inserción semitutelada. Entre el 2002-2007, destaca el cambio de Estatutos promovido por D. Juan Antonio Reug Pla y el nombramiento de nuestro actual Obispo conn quien Cáritas ya celebró su 50 aniversario.
Una de las etapas más difíciles, tal como recordó ayer D. Casimiro han sido estos dos últimos años de pandemia en que Cáritas, sus voluntarios, las empresas y las donaciones de los fieles han contribuido a disipar el agravamiento de la situación de las personas más desvaforecidas. De hecho, en la explicación de ayer por parte de responsables de Cáritas, se agradeció especialmente a nuestro Obispo la agilidad en resolver la situación crítica de los sin hogar cuando las autoridades sanitarias y políticas decretaron el confinamiento. «¿Cómo confinar en casa a quienes no tienen hogar? – recordó D. Casimiro – y ahí la acción de la Iglesia tuvo una respuesta para ellos».
Tras la inauguración de la Exposición, que va a ser itinerante y va a recorrer distintos espacios públicos en diferentes localidades, se celebró una Vigilia de Oración de acción de gracias a Dios por los 65 años de amor y de asistencia al sufriente y al necesitado, pero también para pedir al Señor, expuesto en el Santísimo Sacramento del Altar, que siga enviando su espíritu para poder seguir siendo guía en el futuro de nuestra Cáritas diocesana.
A partir de la lectura del Santo Evangelio (Lucas 6, 12-16) la reflexión se centró en cómo el Señor soñó con una comunidad y llamó a los doce apóstoles, y «hoy sigue soñando por eso nos llama a cada uno de nosotros y nos llama a ser agentes de caridad, nos llama a evangelizar por medio de la atención y el acercamiento al hermano necesitado».
En su meditación, D. Casimiro dio gracias al Señor, «presente en la Eucaristía como fuente de Cáritas, de la vida y la misión de la Iglesia diocesana». Presente entre los asistentes, «humilde y sencillo» dijo el Obispo, «unido al Padre y al Espíritu y que sacia nuestro deseo de más amor y el motor que nos ha de impulsar a ser hijos del amor de Dios».
La Adoración y contemplación al Señor, resaltó D. Casimiro, «la hacemos en representación de toda la comunidad de Segorbe.-Castellón en la Iglesia Madre de nuestra Diócesis». En este sentido, puso el acento en que la Hora Santa de ayer no era para la realización de una obra humana, «sino que hemos sido llamados como los apóstoles para ser transmisores del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús y que desde entonces hasta ahora ha ido creciendo como un don de Dios».
Varios fueron los pasajes bíblicos que se recitaron y se meditaron al caer la tarde ayer en Segorbe, que contribuyeron a manifestar que, una comunidad que sueña, compuesta por personas, está formada por creyentes llamados por Dios a formar un solo corazón junto al corazón de Dios.
Un corazón gigante ubicado junto al altar, sirvió para que los participantes, manifestaran simbólicamente que, efectivamente quieren formar una comunidad que haga visible el amor de Dios en medio de esta sociedad dolida, que tienen el deseo de trabajar por la unidad, en medio de un mundo dividido por las guerras y el egoísmo humano.
Este domingo, fiesta de la Santísima Trinidad, celebramos la Jornada ‘Pro Orantibus’, es decir, la Jornada por los que oran. Es un día para recordar con cariño a los monjes y monjas de vida contemplativa y para orar especialmente por ellos, que a diario rezan por nosotros en sus monasterios y conventos. Les queremos mostrar de este modo nuestra estima y gratitud. Y pedimos a Dios que suscite en nuestros jóvenes y en nuestras jóvenes vocaciones a la vida consagrada contemplativa, para que nuestros monasterios no se vean abocados a cerrar. Por falta de vocaciones, en nuestra Diócesis se han tenido que cerrar cinco monasterios de monjas en los últimos años.
Ante esta realidad hay que afirmar una vez más que los monasterios de vida contemplativa son y siguen siendo necesarios; y hoy, si cabe, lo son más que nunca. Cierto que hay quien no entiende su razón de ser ni el modo de vida de los monjes y monjas de clausura. Pero nuestra sociedad y también nuestra Iglesia necesitan lámparas en el camino que nos remitan a Dios y que nos ayuden a volver la mirada a Dios, al Dios Uno y Trino, que es Amor, la fuente y el manantial inagotable del amor.
Somos testigos y –muchas veces- víctimas de un contexto secularizado, que está marcando profundamente el corazón del hombre y de la mujer de hoy. Vivimos inmersos en un contexto que pretende entender el hombre, la sociedad y la historia como si Dios no existiera. Se propugna que la persona humana, su vida y su dignidad, su trabajo y sus relaciones, la educación, el matrimonio y la familia, la cultura, la economía y la organización de la sociedad se conciban sin referencia alguna a Dios. El hombre se ha convertido en absoluto y se ha creado sus propios dioses: el poder y el tener, el prestigio y el disfrute, el progreso sin meta. Dios es ignorado, cuando no rechazado, como Señor de la existencia humana, como su origen, su guía y su meta. Marginar a Dios es la tentación permanente del hombre que pretende ser dios al margen de Dios. Lo religioso y, especialmente, lo cristiano son silenciados o ridiculizados. Con frecuencia se hostiga a los católicos o se los combate abiertamente, cuando Dios, Cristo Jesús y su Evangelio incomodan las posiciones y cuestionan las libertades sin verdad y sin ética que defienden un estilo de vida sin Dios.
Pero el silenciamiento de Dios, de su voz y de su providencia sabia y amorosa abre el camino a una vida humana y a una sociedad sin rumbo y sin sentido; poco a poco se abre el camino a proyectos que acortan el horizonte y se cierran en intereses al servicio de ideologías de distinto tipo. El silenciamiento de Dios en nuestra cultura está llevando al ocaso de la dignidad humana. Reducido el hombre a su dimensión material e intramundana, expoliado de su profundidad espiritual, eliminada su referencia a Dios, se inicia la muerte del hombre.
En este contexto, los monasterios y conventos dedicados a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la sociedad y la Iglesia faros luminosos, y para la Iglesia motivo de acción de gracias a Dios y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura. En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen al crecimiento de la comunión y de la misión del Pueblo de Dios.
Los pilares básicos de su existencia son la escucha, la conversión y la comunión. Los monjes y monjas de clausura lo han dejado todo para contemplar al Señor se convierten en testigos de la Luz en medio del mundo y del Pueblo de Dios. Son como lámparas en el camino que llevan a lo más importante, a lo único decisivo, a la realidad por excelencia, a Dios mismo. Nada hace ensanchar el corazón humano tanto como la consideración de que Dios es el único bien (Sal 16, 2).
La vida contemplativa tiene mucho que decir hoy. Es una forma de vida que dirige nuestra mirada al manantial del ser y de la vida, a la comunión con Dios y los hermanos, al núcleo de la misión de la Iglesia. Y es también un servicio sagrado a los hombres, porque todo hombre lleva en lo más íntimo de su corazón la nostalgia de la máxima felicidad, la nostalgia de Dios.
En el contexto de la celebración del Año Jubilar Diocesano con motivo del 775º Aniversario de la Creación de la Sede episcopal en Segorbe, las monjas contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón celebraron ayer un encuentro con el Obispo, D. Casimiro en el que se tuvo muy presente la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia Católica celebra este domingo.
Así, una representación de las congregaciones de las Clarisas, Agustinas, Carmelitas y de la Fraternidad de la Paz, vivieron una jornada en la que obtuvieron la indulgencia plenaria y ganaron el Jubileo.
Dentro del programa que se organizó, en el que estuvieron acompañadas por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón, mantuvieron una reunión con D. Casimiro en la que pudieron departir animadamente sobre aspectos que les son comunes. Se les entregó la «Carta Pastoral» de nuestro Obispo así como el «Libro del Peregrino» que la Diócesis ha editado con motivo del Año Jubilar Diocesano.
La misma Catedral fue el escenario donde D. David Montolio, Dr. en Arte y miembro de la Delegación diocesana de Patrimonio, impartió la Conferencia Histórica que bajo el título «Segobricensis 775º Aniversario en el contexto del devenir histórico del Pueblo de Dios en la Diócesis de Segorbe-Castellón» se presentó como una oportunidad para hacer memoria agradecida del pasado favoreciendo la conversión personal y comunitaria, y asumir el compromiso misionero.
A partir de toda la documentación mostrada, referenciada y explicada, las monjas contemplativas de nuestra Diócesis pudieron comprobar el ser, el hacer y la misión de la Iglesia diocesana a lo largo de estos casi ocho siglos de historia. También, previo al peregrinaje hacia la Puerta Santa, visitaron el Museo Catedralicio y contemplaron, a través de las obras de arte, la esencia propia que conforma la Santa Iglesia Catedral Basílica como conjunto de un espacio de culto neoclásico.
La Eucaristía estuvo presidida por el Obispo, D. Casimiro, quien durante la homilía hizo referencia al objetivo de la peregrinación de las hermanas, que no es otro que «dejarnos purificarnos por el Señor para ser lo que estamos llamados a ser: signo e instrumento visible de la presencia de Dios en nuestro mundo», siendo ésta la razón de la Iglesia diocesana.
En este Año Jubilar, dijo D. Casimiro, «queremos dar gracias a Dios por esta historia de fe y de acción de Dios en nosotros porque nuestra Iglesia es, ante todo, un don de Dios». En este sentido, exhortó a vivir y sentir a nuestra Iglesia, «más allá del territorio, de la historia y de los cambios» que se han venido produciendo a lo largo de estos siglos, «somos el pueblo elegido de Dios para hacerle presente a Él, a su Misericordia y a su amor».
Este Año Jubilar, prosiguió, «nos llama a dejarnos convertir y evitar todo aquello que nos impide vivir la comunión con Dios y la comunión con ,los hermanos». Dejándonos renovar por el Espíritu del Señor, resaltó el Obispo, para que siendo dóciles a sus interpelaciones, nos vayamos dejando purificar alegrando los corazones».
En su predicación no fue ajeno a las dificultades que, en algunas circunstancias , como la falta de vocaciones «nos apagan y nos agobian, pero hay que vivir nuestra vocación de consagradas contemplativas, de sacerdotes y de cristianos para recuperar así la vida de nuestra Iglesia».
La fuente es «Cristo Jesús – dijo el Obispo – que nos une y nos reúne en torno a la mesa de la Eucaristía que nos lanza a la misión», haciendo así hincapié en el lema de este año jubilar «creciendo en la comunión para salir a la misión».
Esa misma es la encomienda que el mismo Jesús hizo a los Apóstoles y que ayer se recordó a través de la proclamación de la Palabra, en la que D. Casimiro puso el acento de su predicación y que no es ajena a la vida en los conventos pues la comunión lo es primero «con Dios, vuestro esposo, porque así es como se mantendrá viva la llama de la fe y de la gracia que el Señor insertó en cada uno de nosotros el día de nuestro Bautismo» y eso, prosiguió, «será la fuente de comunión entre las hermanas».
En este sentido, hizo alusión también a la dificultad que, en algunas ocasiones, supone la comunión fraterna día a día pero esa es la llamada del Señor para ser signos visibles de su presencia porque de lo contrario nos quedaríamos a medio camino. A partir de la intimidad con Dios desde la oración y la contemplación, las exhortó a «vivir la comunión desde la fraternidad con los demás porque la comunión es la expresión sincera de que estamos unidos a Cristo».
Nos debemos dejar purificar, convertir y renovar en nuestra vida y también en la tarea pastoral que cada uno tenemos porque como Iglesia, resaltó D. Casimiro, «no vivimos para nosotros mismos sabiendo que somos mediación, en colaboración con Jesucristo, para que la salvación y la renovación llegue a toda la humanidad».
La Eucaristía sirvió también para elevar petición por las vocación y «orar por los que oran» recordando así la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia celebra mañana domingo.
Al finalizar también pudieron contemplar la Exposición Histórica «Germen y Diseño» que está ublicada en el interior de la Catedral Basílica de Segorbe y que incluye diversos elementos que han ido construyendo nuestra Diócesis. De esta forma pudieron ver y conocer la narración y el sentido de cómo la Palabra ha sido acogida, difundida y realizada a lo largo de la comunión diocesana durante siglos.
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