Pascua de Resurrección
A continuación, las palabras de la homilía que el señor obispo Monseñor Casimiro López Llorente ha dado en el domingo de resurrección del Señor Cristo nuestro Rey. Leer más
25 de marzo de 2018
(Is 50,4-7; Sal 21; Filp 2,6-11;Mc 14, 1-15,47)
Comienza la Semana Santa
1. Con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor comienza la Semana Santa. La llamamos ‘santa’ porque en ella recordamos, celebramos y actualizamos los misterios santos que la han santificado: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Ellos son fuente de vida y de salvación para todos.
“!Hosanna, el Hijo de David¡” y “!Crucifícalo¡ !Crucifícalo!” son las dos frases, que sintetizan la celebración de este Domingo. En la procesión hemos salido al encuentro del Señor con cantos y con palmas en nuestras manos. Hemos revivido lo que sucedió aquel día, en que Jesús, en medio de la multitud que le aclama como Mesías y Rey, entra triunfante en Jerusalén montado en un pollino. Tras la procesión de palmas nos hemos adentrado en la celebración de la Eucaristía, en que se actualiza la pasión y muerte en cruz de Cristo, que hemos proclamado en el relato de la Pasión, este año según San Marcos.
La Palabra de Dios fija nuestra atención en Aquel que va a ser el centro de cuanto vamos a celebrar en estos días santos. Cristo Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, fiel a la voluntad del Padre y por un amor infinito hacia la humanidad, sigue el camino que le llevará a la cruz con el fin de abrirnos las puertas del Amor de Dios y de la Vida.
Entrega de Jesús por amor a la humanidad
2. Jesús se entrega voluntariamente a su pasión; no va a la cruz obligado por fuerzas superiores a él, sino por amor obediente a la voluntad del Padre y amor hecho entrega total a la humanidad. “Cristo se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2, 8). Jesús sabe que ha llegado su hora, y la acepta con la obediencia libre del Hijo y con infinito amor a los hombres. Jesús va a la cruz por nosotros; él lleva nuestros pecados a la cruz, y nuestros pecados le llevan a la cruz: fue triturado por nuestras culpas, nos dice Isaías (cf. Is 53, 5). El proceso y la pasión de Jesús continúan en el mundo actual; lo renueva cada persona que, pecando, rechaza a Cristo y su amor, y prolonga así el grito de aquella gente amotinada: “No a éste, sino a Barrabás. ¡Crucifícalo!”.
Al contemplar a Jesús en su pasión, vemos en él los sufrimientos de toda la humanidad. Cristo, aunque no tenía pecado alguno, tomó sobre sí lo que el hombre no podía soportar: la injusticia, las mentiras, las violencias, los adulterios, el pecado, el odio, el sufrimiento y, por último, la muerte. En Cristo, el Hijo del hombre humillado y sufriente, Dios acoge, ama y perdona a todos. En la cruz, Dios restablece la comunión con los hombres y de los hombres entre sí, y da de este modo el sentido último a la existencia humana. No somos fruto del azar; somos creaturas del amor de Dios y estamos llamados a su amor. La cruz es el abrazo definitivo de Dios a los hombres. Desde ese abrazo de Cristo en la cruz lo más hondo del misterio del hombre ya no es su muerte, sino la Vida sin fin en el amor de Dios. La cruz ha roto las cadenas de nuestra soledad y de nuestro pecado; la cruz ha destruido el poderío del pecado y de la muerte. Desde la pasión del Hijo de Dios, la pasión del hombre ya no es la hora de la derrota, sino la hora del triunfo: el triunfo del amor infinito de Dios sobre el pecado y sobre la muerte.
La Semana Santa nos invita a acoger este mensaje de la cruz. Al contemplar a Jesús, el Padre quiere que aceptemos seguirlo en su pasión, para que, reconciliados con Dios en Cristo, compartamos con El la resurrección.
La Semana Santa: expresión de fe
3. “Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2,9). Estas palabras del apóstol san Pablo expresan nuestra fe: la fe de la Iglesia. La Semana Santa nos sitúa de nuevo ante Cristo, vivo en su Iglesia. El misterio pascual – la pasión, muerte y resurrección del Señor-, que revivimos durante estos días, es siempre actual. Todos los años, durante la Semana santa, se renueva la gran escena en la que se decide el drama definitivo, no sólo para una generación, sino para toda la humanidad y para cada persona. Nosotros somos hoy contemporáneos del Señor. Y, como la gente de Jerusalén, como los discípulos y las mujeres, estamos llamados a decidir si lo acogemos y creemos en él o no, si estamos con él o contra él, si somos simples espectadores de su pasión y muerte o, incluso, si le negamos con nuestras palabras, actitudes y comportamientos.
Como cada año, estos días santos quieren conducirnos a la celebración del centro de nuestra fe: Cristo Jesús y su misterio Pascual. Este es el centro de todas las celebraciones de esta Semana Santa, de las litúrgicas, de las procesionales y de las representaciones de la pasión. Pero ¿creemos de verdad en Cristo Jesús y en su obra de Salvación? Y, si es así, ¿ayudamos a otros a acercarse a Jesús para avivar y fortalecer la fe? Estas preguntas tocan el núcleo esencial de la Semana Santa, que con frecuencia queda olvidado, desdibujado o diluido. Vivamos el sentido genuino de estos días.
Llamada a vivir con fidelidad nuestro ser cristiano
4. En la pasión se pone de relieve la fidelidad de Jesús a Dios Padre y a la humanidad; una fidelidad que está en contraste con la infidelidad humana. En la hora de la prueba, mientras todos, también los discípulos, incluido Pedro, abandonan a Jesús (cf. Mt 26, 56), él permanece fiel, dispuesto a derramar su sangre para cumplir la misión que le confió el Padre. Junto a él permanece María, silenciosa y dolorosa. Aprendamos de Jesús y de su Madre, que es también nuestra madre. La verdadera fuerza del cristiano está en vivir fiel a su condición de cristiano y en su testimonio de la verdad del Evangelio, resistiendo a las corrientes contrarias o a las incomprensiones. Es el camino que vivió el Nazareno; es el camino de sus discípulos, los cristianos, de hoy y de siempre.
En su pasión y muerte, Jesús, el Hijo de Dios, nos ha abierto el camino para que todos podamos seguirle, con la certeza de que, por difícil y duro que nos parezca el camino, quien le siga encontrará en Él la Vida y la Salvación. Os invito a vivir estos días acercándonos al Sacramento de la Confesión, para que, purificado nuestro pasado, dejemos que Cristo brille en nosotros.
Exhortación final
5. En estos días santos se hace presente todo lo más grande y profundo que tenemos y creemos los cristianos. ¡Abramos las puertas de nuestro corazón a Cristo que nos ama! Que nuestra participación en las celebraciones nos adentren en un renovado despertar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor.
Así se lo pido a María que supo estar al lado de su Hijo Jesucristo. Que Ella, como buena Madre, nos ayude a ser fieles seguidores de su Hijo. Amén.
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Basílica del Lledó, Castellón – 30 de diciembre de 2017
****
(Si 3,2-6.12.14; Sal 127; Col 3,12-21; Lc 2.41-52)
Amados todos en el Señor, queridos niños, matrimonios y familias!
Dentro de la octava de Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Porque la Navidad es la Fiesta del Amor de Dios que se hace hombre para hacer partícipes a todos los hombres de su amor y de su vida y es en el seno de una familia, la Sagrada Familia, donde es acogido con gozo, nace y crece el Hijo de Dios, hecho hombre. Como, ya señaló Benedicto XVI, «Jesús se hizo hombre para traer al mundo la bondad y el amor de Dios; y lo hizo [en la familia] allí donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro a desvivirse por él y a anteponer el amor por encima de cualquier otro interés y pretensión». Por ello, en esta Fiesta celebramos también la Jornada de la familia.
****
(Is 52,7-10; Sal 97; Hb 1,1-6; Jn 1,1-18)
Amados hermanos y hermanas en el Señor!
“Os anuncio una gran alegría… hoy os ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11). Estas palabras del ángel a los pastores proclaman el gran acontecimiento, que hoy celebramos: el nacimiento de Jesús en Belén. El es el Mesías esperado, el Salvador de toda la humanidad, el Señor de tierra y cielo, de la historia y del universo. Jesús nace en una familia pobre, pero rica en amor. Nace en un establo, porque para Él no hay lugar en la posada (cf. Lc 2,7); es acostado en un pesebre, porque no tiene una cuna; llega al mundo ignorado de muchos, pero acogido y reconocido por los humildes pastores, que reciben con asombro el anuncio del ángel. Los ángeles revelan el misterio escondido en el nacimiento de este Niño y proclaman “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,14). La alabanza a lo largo de los siglos se hace oración que sube del corazón de todos aquellos, que siguen acogiendo al Hijo de Dios.
Valencia, Plaza de la Virgen, 20.10.2107
(Neh 8, 1-4a;5-6;8 Tim 1,1-11; Mt. 28,16-20)
****
¡Amados todos en el Señor! Sr. Cardenal-Arzobispo de Valencia, hermanos Obispos, y queridos sacerdotes, padres, catequistas y profesores cristianos:
Al comienzo de este Congreso Interdiocesano de la Educación, el Señor nos convoca esta tarde-noche para orar en torno a su Madre y Madre nuestra, la Virgen de los Desamparados. Antes de reflexionar sobre los retos de la educación hoy para los padres, la sociedad y la Iglesia, queremos abrir nuestra mente y nuestro corazón a Dios y a su Palabra; a Dios le pedimos luz para percibir y discernir los retos que nos plantea hoy la educación; por intercesión la Virgen le pedimos también luz para entender lo que es y significa educar; y le rogamos que nos conceda la docilidad necesaria para acoger sus caminos y fortaleza para afrontar nuestras las dificultades educativas. A los pies de la Virgen queremos mostrar nuestra alegría en la tarea educativa de nuestros hijos.
Pero, ¿qué es educar? Haríamos un flaco favor a nuestros hijos si limitásemos la educación a la instrucción, a la adquisición de conocimientos o de habilidades, a tener información. Lucas nos refiere en su evangelio que José y María, después de haber presentado a Dios en el templo a Jesús, regresaron a Nazaret y el niño iba creciendo en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres (cf. Lc 2,40). Aquí se nos dan unas pinceladas sobre la educación.
Educar es ayudar al educando a desarrollar todas sus capacidades -dones recibidos de Dios-, es llevarlo hacia la plenitud de la gracia de Dios que le hace crecer como persona. Educar es ayudar a alguien ser persona, ayudarle a que tenga criterio y dignidad. Por parte del educador es seducir al educando con los valores y atraerlo por encantamiento y ejemplaridad hacia lo mejor. Es ayudarle a descubrir e integrar su propia identidad como hombre o como mujer, a crecer en la libertad y en la responsabilidad basadas en la verdad, en el bien y en la belleza; es ayudar al educando a descubrir la razón de su ser en el mundo y el sentido de su existencia, para hacerle capaz de vivir en plenitud y con esperanza, y de contribuir al bien de la comunidad, de la sociedad y de la Iglesia. Educar es enseñar el arte de vivir.
No se trata simplemente de enseñar a «hacer» o a «saber» muchas cosas; se trata de ayudar s nuestros hijos a «ser» personas desde la verdad del ser humano, a desarrollar todas sus capacidades y dimensiones, desde su apertura a Dios en Jesucristo.
La tarea educativa hoy no es fácil; nunca lo ha sido. Necesita mucha entrega y paciencia; y, sobre todo necesita, mucho amor para dar lo mejor de nosotros mismos a nuestros hijos. Pero hoy la educación se ha convertido en un verdadero reto. El papa Francisco habla de desafío educativo, como el reto fundamental ante el que se encuentran los padres, las familias, la escuela y el resto de los educadores en la sociedad y en la Iglesia; un reto que se hace más arduo y complejo por la realidad cultural actual y la gran influencia de los medios de comunicación y redes sociales (cf. AL, 84). El papa emérito, Benedicto XVI, acuño el término “emergencia educativa”; se refería a las dificultades que encuentra hoy todo educador a la hora de transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento; esta emergencia se debe a la fractura entre las generaciones, y se debe, sobre todo, al relativismo, al subjetivismo o la exaltación de la autonomía absoluta de la persona; incluso para determinar la propia identidad de hombre o mujer, como proclama la inicua y destructora ideología de género, que mediante la ley se ha de enseñar e imponer en nuestra Comunidad a todos a través de los centros educativos con medios coercitivos y punitivos. Una imposición que atenta directamente contra el derecho fundamental de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas; ellos son los primeros y principales educadores de sus hijos; una imposición que atenta también contra la libertad religiosa e ideológica. Ante esta imposición nos queda el derecho a la palabra, a acudir a los tribunales y, en último término, el voto.
En este contexto se hace muy difícil una auténtica formación de la persona humana; una formación que capacite al niño, al adolescente o al joven para orientarse en la vida, para encontrar motivos para el compromiso y para relacionarse con los demás de manera constructiva, sin huir ante la dificultad y las contradicciones. Ante esta situación los educadores nos vemos muchas veces desbordados y fácilmente tentados a abdicar de nuestros deberes educativos. Sin embargo, cada día sentimos más la urgente necesidad de ayudar a nuestros hijos para que desarrollen global e íntegramente su personalidad, incluidos los valores humanos y espirituales.
Es preciso retomar la idea de la formación integral, tan querida en la tradición educativa de nuestra Iglesia; así lo propone el papa Francisco en el capítulo 7 de la Exhortación Amoris laetitia. La formación integral podríamos describirla como el proceso continuo, permanente y participativo que busca desarrollar armónicamente todas y cada una de las dimensiones del ser humano -ética, espiritual, cognitiva, afectiva-sexual, estética, corporal, comunicativa y trascendente-, a fin de lograr su realización plena. Todas estas capacidades deben responder a las preguntas más profundas del ser humano. A la vista de todos está la necesidad y la urgencia de ayudar a los niños, adolescentes y jóvenes a proyectar la vida según valores auténticos, que hagan referencia a una visión ‘alta’ del hombre. Como hemos escuchado en la primera lectura, también nosotros hemos recibido una tradición, una fe, un modo de entender la vida y la persona, que fundamenta una sociedad de libertad y de esperanza. Una familia una sociedad que educa transmite los valores que ha recibido de sus mayores.
Para los cristianos, Jesús es el modelo de persona, es el modelo educativo de referencia: sólo en Él se esclarece el misterio del hombre (cf. GS 22), sólo en él encuentra el ser humano su plenitud. En el Evangelio Jesús nos acaba de decir: «Id y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo«. (Mt 16, 21). Son palabras también validas para la educación en general, para la educación cristiana de los padres cristianos y de cualquier obra educativa de la Iglesia. Yo resumiría este pasaje evangélico en tres palabras: envío, tarea y promesa.
En primer lugar está el envío a la misión. Los Apóstoles, discípulos predilectos de Jesús, recibieron un día de Él la misión de proclamar la Buena Nueva; una misión que se continúa en la Iglesia del Señor. Todos nosotros somos enviados como discípulos suyos a evangelizar, a educar en su nombre. «Id», dice Jesús a sus Apóstoles; «Id», nos dice Jesús hoy a nosotros. Id y educad en la fe y la vida cristiana.
Pero antes de ser enviados a la misión, los Apóstoles han conocido a Jesús, han aprendido a amarle y han caminado con él; es decir: se han convertido en discípulos del Señor: creen en Él, lo aman y lo siguen: viven prendidos y enamorados de Aquel que los envía como el Padre lo envió a Él: Él es el Cristo, el Hijo de Dios, el Señor, el enviado por Dios Padre y el Ungido por Dios Espíritu para anunciar la Buena nueva, para ofrecer la Vida nueva que salva y plenifica. Como a los Apóstoles en su momento, Jesús nos invita a estar con Él, a intimar con Él, a conocerlo, a amarlo, a vivir unidos a Él: sólo así podremos comunicarlo a los demás. Esta unión a Cristo y a su cuerpo, la Iglesia, ha fundamentar y alimentar nuestro trabajo educativo diario, nuestras preocupaciones, nuestros anhelos y nuestra esperanza en la dificultad.
En segundo lugar está la tarea. Esta no es otra sino: «haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». No se trata sólo de transmitir una doctrina, unos valores, unos principios éticos; se trata en primer lugar de transmitir a Cristo, la Palabra, para ayudar a los educandos a ser discípulos de Jesús. Esto comienza llevándoles al encuentro personal con Él, ayudándoles a conocer a Jesús, sus palabras, su caminos y sus mandamientos, para así le sigan insertados vitalmente en su Iglesia, en su vida y su misión. En una palabra, educar significa ayudarles a ser cristianos de verdad, discípulos misioneros del Señor: Él es el Camino, la Verdad y la Vida
Y, por último, está la promesa. «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». El enviado a la misión de la educación sabe que no está solo; el mismo Cristo está con él, por la fuerza del Espíritu Santo. El educador cristiano nunca está solo.
Ante el contexto adverso a la educación, ante la indiferencia de muchos padres respecto de la educación de sus hijos, y ante las dificultades legislativas y las trabas administrativas podemos sentir la tentación del desaliento, o de sentirnos solos. No, queridos padres y educadores. No estamos solos: Jesucristo nos acompaña, nos conforta y nos alienta por la fuerza del Espíritu y la cercanía de su Iglesia. Él, que es más grande y más fuerte, está con, en y sobre nosotros inspirándonos las palabras qué debemos decir y las explicaciones que hemos de dar. Su fuerza persuasiva y efectiva actúa a través de nosotros.
Para sentir esa presencia es precisa una adhesión personal y firme a Cristo en el seno de su Iglesia que nos ayuda a brillar por dentro e iluminar por fuera. El testimonio de vida es el camino para seducir con los valores y atraer por encantamiento y ejemplaridad hacia lo mejor. Nuestra misión no se basa en el éxito fácil e inmediato, sino en la fuerza de la gracia de Dios y en nuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia.
No estamos solos. No nos faltará la presencia alentadora del Señor en forma de consuelo, de gozo y de paz. Contamos con la fortaleza del Espíritu Santo y del acompañamiento de la Iglesia. Que la Virgen, la Mare de Deú dels Desamparats , nos aliente y acompañe a lo largo de este Congreso y en nuestra tarea educativa, en nuestra tarea de anunciar la alegría del Evangelio. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
S. I. Concatedral, Castellón de la Plana, 28 de septiembre de 2017
(Ag 1,1-8; Sal 149; Mt 28,16-21)
***
Amados todos en el Señor, queridos sacerdotes, catequistas y profesores:
El Señor nos ha convocado para celebrar la Eucaristía, centro de la vida y misión de la Iglesia, de todo cristiano y también de vosotros, catequistas y profesores de religión y moral católica. En breve recibiréis a través de mis manos el encargo de catequizar en las parroquias o de enseñar en su nombre y en el de la Iglesia la religión y moral católica en la escuela de iniciativa pública o social, concertada o no concertada; esta celebración os debe llevar a todos a adquirir una conciencia más viva de vuestra condición de enviados por Cristo y por su Iglesia.
Un año más hemos querido hacer el envío conjuntamente para catequistas y profesores de religión, porque unos y otros participáis de un modo especial del ministerio de la Palabra que Jesús confía a sus apóstoles y sus sucesores, y a la Iglesia; y porque, aunque desempeñáis vuestra tarea en ámbitos distintos, todos lo hacéis dentro del proceso unitario de la iniciación cristiana y de la trasmisión de la fe cristiana: cooperáis así con la gracia de Dios a que se vayan generando verdaderos cristianos, es decir discípulos misioneros del Señor y miembros de una Iglesia viva y misionera; por ello unos y otros debéis hacerlo de un modo coordinado, es decir acordes y concordes en vuestra tarea, en comunión afectiva y efectiva con Cristo y con la Iglesia.
La Palabra de Dios que hemos proclamado ilumina algunos aspectos de nuestra celebración y de vuestra misión. En el Evangelio, Jesús nos decía: «Id y haced discípulos a todos los pueblos bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 16, 21).Yo lo resumiría en tres palabras: envío, tarea y promesa.
En primer lugar está el envío a la misión. Los Apóstoles, discípulos predilectos y cualificados de Jesús, recibieron un día de Cristo Jesús la misión de proclamar en su nombre y con su autoridad la Buena Nueva; una misión que se continúa en la Iglesia del Señor en el ministerio apostólico. Vosotros sois enviados como discípulos para cooperar en este ministerio y misión apostólicos. «Id», dice Jesús a sus Apóstoles y hoy os lo dice a vosotros. Y en palabras del profeta Ageo, en la lectura de hoy, os dice «construid el templo», construid la Iglesia, educad en la fe y la vida cristiana, llevad al encuentro personal con Jesús, la piedra angular sobre la que construye el edificio de la comunidad eclesial. Permitidme profundizar con vosotros un poco en este envío eclesial.
Antes de ser enviados a la misión, los Apóstoles han conocido a Jesús, han aprendido a amarle y han caminado con él; es decir: se han convertido en discípulos del Señor: creen en Jesús, lo aman y lo siguen: viven prendidos y enamorados de Aquel que los envía como el Padre lo envió a Él: Él es el Cristo, el Hijo de Dios, el Señor, el enviado por Dios Padre y el Ungido por Dios Espíritu para anunciar la Buena nueva. Como a los Apóstoles en su momento, Jesús nos invita a estar con Él, a intimar con Él, a conocerlo, a amarlo, a vivir unidos a Él, para poder comunicarlo a los demás. El alimento del enviado es hacer siempre la voluntad de Aquel que lo envió, como el Hijo, hace la voluntad del Padre movido por el Espíritu Santo. Ese es el alimento básico de todo discípulo misionero, de todo catequista y profesor de religión: vivir unido con la mente, el corazón y la vida a Cristo, que os envía a través de su Iglesia; esta unión a Cristo y a su cuerpo, la Iglesia, ha fundamentar y alimentar vuestro trabajo diario, vuestras preocupaciones, vuestros anhelos, vuestra existencia personal y vuestra esperanza en la dificultad.
Además, quien es enviado no actúa en nombre propio sino en nombre de Cristo y de su Iglesia, en la que Cristo sigue presente y actuante. Lo que el enviado ha de ofrecer y transmitir no son sus ideas, ni sus opiniones, sino a Cristo y su Evangelio. Es Cristo mismo quien ha de ser anunciado y transparentado por el enviado; es la enseñanza de Cristo mismo, la Buena Nueva, sus actitudes, sus sentimientos, su vida y su obra liberadora y salvadora, tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia bajo de la guía de los Obispos en comunión con el Papa; esto lo que habéis de transmitir y llevar a quien el Señor y la Iglesia pone en vuestras manos.
En segundo lugar: la tarea. Esta no es otra sino: «haced discípulos a todos los pueblos bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». Por eso San Pablo insiste a su discípulo Timoteo en que proclame la Palabra, es su tarea de evangelizador, ese es su ministerio y el vuestro. No se trata sólo de transmitir una doctrina sino de transmitirle a Cristo, la Palabra, para ayudar a los catequizandos y alumnos a ser discípulos del Señor. Esto comienza con el encuentro personal con Él, ayudándoles a conocer a Jesús, sus palabras y sus caminos y mandamientos, a seguirle en su vida, a insertarse vitalmente en su Iglesia, en su vida y su misión. En una palabra a ser cristianos de verdad, discípulos misioneros del Señor: Él es el Camino, la Verdad y la Vida
Y, por último, la promesa. «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». El enviado a la misión en la catequesis o en la escuela no sólo actúa en nombre de Cristo y de la Iglesia, sino que es el mismo Cristo quien actúa a través de él. El Espíritu Santo actúa a través de sus palabras, de sus gestos, de sus actitudes y de su cercanía. El nunca está solo.
Ante la indiferencia ambiental y de muchos padres, ante la falta de interés del alumnado y ante las dificultades legislativas, administrativas y culturales podéis sentir la tentación del desaliento, o de sentiros solos. No, queridos catequistas y profesores. No estáis solos: Jesucristo os acompaña, os conforta y os alienta por la fuerza del Espíritu y la cercanía de su Iglesia. Él, que es más grande y más fuerte, está con, en y sobre vosotros inspirándoos las palabras qué debéis decir y las explicaciones que tenéis que dar. Su fuerza persuasiva y efectiva actúa a través de vosotros.
Para sentir esa presencia es precisa una adhesión personal y firme a Cristo que nos ayuda a brillar por dentro e iluminar por fuera en la catequesis o en el ambiente escolar. En este sentido, un catequista o profesor de religión y moral Católica debe cuidar su vivencia interior de fe, su vida de oración y la participación en los sacramentos, su vinculación a la Iglesia y su conducta exterior. Un enviado por Jesús a través de su Iglesia, en misión eclesial y al servicio de los educandos, no puede hacerse ilusiones acerca del éxito. “No es el siervo mayor que su amo, ni el enviado más que aquel que lo envía”.
Como los apóstoles de la primera hora, también hoy, en el siglo XXI, os encontraréis a menudo con la indiferencia ante la fe, tendréis a veces la sensación de extrañeza en el entorno escolar e, incluso, puede que experimentéis una cierta minusvaloración o incluso menosprecio de vuestra tarea. Esta, en formas diferentes a lo largo de la historia, es una nota propia de los seguidores de Jesús y los enviados por la Iglesia. Pero no tengáis miedo. Vuestra misión no se basa en el éxito fácil e inmediato, sino en la fuerza de la gracia de Dios y en vuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Vuestro encargo no es recolectar, sino sembrar.
Con todo no estáis solos. No os faltará la presencia alentadora del Señor en forma de consuelo, de gozo y de paz. Contaréis con la fortaleza del Espíritu Santo y del acompañamiento de la Iglesia. El acompañamiento de vuestros sacerdotes, los encuentros periódicos en las Delegaciones, los diálogos con los delegados, las reuniones con otros catequistas o profesores y el aliento de vuestro Obispo y, sobre todo, el trato asiduo con el Señor os confortarán en vuestra misión.
Que la Virgen, la Madre del Señor, os aliente y acompañe a lo largo de todo este curso escolar recién comenzado. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales
📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️
#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria
💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️
Esta web utiliza 'cookies' propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Pulsando en "aceptar" consientes el uso de todas las cookies, pero puedes cambiar la configuración de 'cookies' en cualquier momento.
Aceptar todasOcultar notificaciónConfiguraciónComo la mayoría de los servicios en línea, nuestro sitio web utiliza cookies propias y de terceros para varios propósitos. Las cookies de origen son principalmente necesarias para que el sitio web funcione correctamente y no recopilan ninguno de sus datos de identificación personal.
Las cookies de terceros utilizadas en nuestros sitios web se utilizan principalmente para comprender cómo funciona el sitio web, cómo interactúa con nuestro sitio web, mantener nuestros servicios seguros, proporcionar anuncios que sean relevantes para usted y, en general, brindarle una mejor y mejor experiencia del usuario y ayudar a acelerar sus interacciones futuras con nuestro sitio web.
Algunas cookies son esenciales para que pueda experimentar la funcionalidad completa de nuestro sitio. Nos permiten mantener las sesiones de los usuarios y prevenir cualquier amenaza a la seguridad. No recopilan ni almacenan ninguna información personal. Por ejemplo, estas cookies le permiten iniciar sesión en su cuenta y agregar productos a su carrito y pagar de forma segura.
Respetamos completamente si desea rechazar las cookies, pero para evitar preguntarle una y otra vez, permítanos almacenar una cookie para eso. Puede optar por no participar en cualquier momento u optar por otras cookies para obtener una mejor experiencia. Si rechaza las cookies, eliminaremos todas las cookies establecidas en nuestro dominio.
Le proporcionamos una lista de las cookies almacenadas en su computadora en nuestro dominio para que pueda verificar lo que almacenamos. Por razones de seguridad, no podemos mostrar ni modificar cookies de otros dominios. Puede comprobarlos en la configuración de seguridad de su navegador.
Estas cookies almacenan información como el número de visitantes al sitio web, el número de visitantes únicos, qué páginas del sitio web se han visitado, la fuente de la visita, etc. Estos datos nos ayudan a comprender y analizar qué tan bien funciona el sitio web y donde necesita mejorar.
Si no desea que rastreemos su visita a nuestro sitio, puede deshabilitar el rastreo en su navegador aquí:
También utilizamos diferentes servicios externos como Google Webfonts, Google Maps y proveedores de video externos. Dado que estos proveedores pueden recopilar datos personales como su dirección IP, le permitimos bloquearlos aquí. Tenga en cuenta que esto podría reducir considerablemente la funcionalidad y la apariencia de nuestro sitio. Los cambios entrarán en vigor una vez que vuelva a cargar la página.
Google Webfont:
Google Maps:
Google reCaptcha:
Vimeo and Youtube videosembeds:
Puede leer sobre nuestras cookies y la configuración de privacidad en detalle en nuestra Página de Política de Privacidad.
Política de privacidad