Cuidar con amor a los enfermos
Queridos diocesanos
En la fiesta de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Este día es propicio para recordar, para traer a nuestra memoria y a nuestro corazón, a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias. Desde aquí quiero mostrar mi cercanía espiritual y la de nuestra Iglesia a todos los enfermos y de modo particular a quienes sufren los efectos de la pandemia del coronavirus, y a sus cuidadores. A todos les aseguro la solicitud, el afecto y el compromiso activo de nuestra la Iglesia, de las comunidades parroquiales y de cuantos la integramos hacia los enfermos, sus familias y sus cuidadores.
La pandemia del Covid-19 nos ha mostrado con toda claridad que somos frágiles, vulnerables y mortales; y que nos necesitamos los unos de los otros. Toda enfermedad es un signo de nuestra condición humana, finita y limitada, y de nuestra dependencia. También esta es una condición que caracteriza nuestro ser ‘creaturas’; no somos dueños de la vida. El reconocimiento de esta verdad nos invita a ser humildes, a practicar la solidaridad y, sobre todo, a abrir nuestra mirada a Dios, que nunca nos abandona. Así lo muestra la figura de Job. En la obscuridad de su enfermedad y en su aparente sinsentido, él pregunta. Al final, Dios mismo le confirma que su sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor: “Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos” (42,5).
Los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos olvidarlos, ocultarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos, sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).
Ante los enfermos, que siempre tienen un rostro concreto, Jesús nos pide acercarnos y detenernos, escucharles y establecer una relación directa y personal con el enfermo, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10,30-35). En la atención gratuita y en la acogida afectuosa de cada vida humana, sobre todo de la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para curarlos.
Este es el amor fraterno que todo cristiano y toda comunidad cristiana hemos de tener hacia los enfermos. El mismo Jesús encargó a sus discípulos la atención de los enfermos. Por ello el cuidado cercano y fraterno de los enfermos, hecho con compasión y gratuidad, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas y de los cristianos, siguiendo las palabras de Jesús y su ejemplo al modo del buen samaritano. Contamos con un buen número de visitadores de enfermos en muchas parroquias y, en los hospitales, con muchos voluntarios: junto con los sacerdotes y los capellanes, se acercan y atienden a los enfermos y a sus familias humana y espiritualmente. Cada vez hay más personas enfermas y solas a las que acercarse y cuidar.
Es lamentable que haya quienes priven a sus familiares enfermos de la atención y cercanía del sacerdote o de los visitadores sea en casa o en los hospitales. Muchas veces lo hacen en contra de voluntad del mismo enfermo, lo que denota falta de respeto y de verdadero amor. De otro lado, no olvidemos que en todos los hospitales existe un servicio religioso católico, que se ha pedir expresamente para que los capellanes o visitadores puedan acudir a las habitaciones y evitar trabas administrativas.
Un acompañamiento integral u holístico de los enfermos, pide cuidar también la dimensión espiritual de los enfermos; es la mejor manera de tratarles con verdadera humanidad y caridad cristiana. La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, cura y sana, y da aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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