Medio centenar de feligreses de la Parroquia La Sagrada Familia de La Vilavella, junto a su párroco, D. Ignasi del Villar, viajaron el pasado fin de semana al Santuario de Lourdes para celebrar la festividad de la patrona de los enfermos. A ellos se sumaron fieles de otras parroquias de la Diócesis y el sacerdote de Segorbe, D. Juan Manuel Beltrán.
Viajaron durante la noche del pasado viernes en autobús para poder participar, ya el sábado 11 día de Nuestra Señora de Lourdes, de todos los actos programados por el Santuario con motivo de la celebración. De hecho en un solo día, peregrinos llegados de diferentes lugares, junto a los de nuestra Diócesis, participaron en todos los actos que se celebraron para venerar a la Virgen: Misa internacional, bendición del Santísimo a los enfermos y la procesión de las antorchas.
Los peregrinos diocesanos coincidieron con el Consiliario de la Hospitalidad de Segorbe-Castellón, D. José Luis Valdés, que se encontraba en Lourdes asistiendo a unas jornadas de formación. Ya el domingo por la mañana, los sacerdotes de la Diócesis concelebraron la Misa en la gruta, a los pies de la Virgen, junto al Consiliario de Valencia, que presidió la Eucaristía.
La enfermedad forma parte de nuestra condición y experiencia humana. Tarde o temprano toca a nuestras puertas. La pandemia del Covid-19 nos ha recordado que somos frágiles, vulnerables y mortales; y también que nos necesitamos los unos de los otros. El reconocimiento de esta realidad nos invita a ser humildes, a practicar la solidaridad y, sobre todo, a abrir nuestra mirada a Dios, que nunca nos abandona. A través de la experiencia de la fragilidad y de la enfermedad podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura. La enfermedad y el sufrimiento, si se viven en el aislamiento y en el abandono, si no van acompañados del cuidado y de la compasión, pueden llegar a ser inhumanos.
Los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos abandonarlos, olvidarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados. Su cercanía y compasión hacia los enfermos, sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).
En la fiesta de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo, que nos llama a cuidar de ellos, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10,30-37). Recordemos como dos transeúntes, considerados religiosos, ven a un robado y malherido por unos ladrones en el camino de Jerusalén a Jericó, dan un rodeo y no se detienen. Un tercero, en cambio, un samaritano, objeto de desprecio, siente compasión y se hace cargo de aquel forastero, tratándolo como a un hermano. Lo cura de sus heridas, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo lleva a una posada. “Cuida de él” (v. 35) es el encargo del samaritano al posadero, al despedirse al día siguiente. Jesús, al final de la parábola nos exhorta: “Anda y haz tú lo mismo” (v. 37). Se trata de un mandato incisivo porque, con esas palabras, Jesús nos indica cuales deben ser también hoy la actitud y el comportamiento de todos sus discípulos en especial con enfermos y los que sufren. El Samaritano, comentan muchos Santos Padres de la Iglesia, es el mismo Jesús. Mirando cómo actuaba Cristo podemos comprender el amor infinito de Dios, sentirnos parte de este amor y enviados a ser samaritanos con nuestra atención y nuestra cercanía a todas las personas que necesitan ayuda porque están heridas en el cuerpo y en el espíritu.
Jesús pide que nos acerquemos al enfermo, lo escuchemos y establezcamos una relación personal con él, que sintamos empatía y conmoción con la persona enferma, y nos dejemos involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacernos cargo de su cuidado. Este es el amor fraterno que todo cristiano, toda familia cristiana y toda comunidad cristiana hemos de tener hacia los enfermos. El cuidado cercano y fraterno de los enfermos, hecho con compasión y gratuidad, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas y de los cristianos, siguiendo las palabras de Jesús y su ejemplo, al modo del buen samaritano. Contamos con un buen número de visitadores de enfermos en muchas parroquias y, en los hospitales, con muchos voluntarios: junto con los sacerdotes y los capellanes, se acercan y atienden a los enfermos y a sus familias humana y espiritualmente. Pero cada vez hay más personas enfermas y solas a las que acercarse y cuidar.
El cuidado integral de los enfermos pide cuidar también la dimensión espiritual de los enfermos. La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, cura y sana, y da aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia. Es lamentable que haya quienes priven a sus familiares enfermos de la atención y cercanía del sacerdote o de los visitadores sea en casa o en los hospitales. No olvidemos que en todos los hospitales existe un servicio religioso católico, que se ha pedir expresamente en la recepción o en planta para que los capellanes o visitadores puedan acudir a las habitaciones.
Con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo oremos por todos los enfermos y sus cuidadores en el seno de las familias, en los centros sanitaros y residencias. Y damos gracias a Dios por todos cuantos trabajan en la pastoral de la salud: sacerdotes, religiosos y religiosas, voluntarios y visitadores de enfermos. Y damos gracias por el trabajo de todos los sanitarios. A todos los ponemos en manos de la Virgen, Nuestra Señora de Lourdes.
Tal y como ha confirmado Pascual Aznar, Presidente de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes, no habrá una celebración conjunta, aunque sí celebraciones puntuales en las Parroquias.
Es el caso de la Arciprestal San Jaime de Vila-real, donde esta tarde tendrá lugar una Eucaristía con Unción de enfermos, celebrada por el párroco, D. Javier Aparici. Tras la Misa, habrá exposición del Santísimo, rezo del Rosario de antorchas y procesión claustral.
El otro foco de la noticia está en el mismo Santuario de Lourdes, hasta donde se han desplazado los presidentes de las Hospitalidades españolas, incluida la de Segorbe-Castellón. Allí, Pascual Aznar, está participando desde ayer tarde en las jornadas de oración y trabajo en las que además se ha presentado el tema pastoral para los próximos tres años y que, durante el presente curso, se va a centrar en los sacerdotes. También se está ultimando en el planning de las peregrinaciones que se retomarán este año, tal y como se acordó en el 49º Congreso de Hospitalidades españolas que se celebró en Castellón en noviembre pasado. En este sentido, Pascual Aznar ha adelantado que, si todo transcurre como está previsto, la peregrinación de Segorbe-Castellón se celebrará entre el 27 de junio y el 1 de julio.
Los presidentes de las hospitalidades, consiliarios y directores participarán, a las 10h de esta mañana, en la Misa internacional que se va a celebrar en la Basílica Subterránea . A lo largo del fin de semana tendrán lugar el resto de las celebraciones que se van a poder seguir a través del canal de Youtube del Santuario.
Ayer por la tarde, la parroquia de La Asunción de Onda, municipio que se encuentra celebrando el Año Mariano de Ntra. Sra. de la Esperanza, acogió la celebración de la Festividad de la Virgen de Lourdes. Comenzó con el rezo del Santo Rosario, y posteriormente tuvo lugar la Eucaristía que presidió nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, y concelebrada por el párroco, Domingo José Galindo, y por el Secretario Particular, Ángel Cumbicos.
Pudieron acudir numerosos fieles, dentro de las restricciones, así como visitadores de enfermos y miembros de la Hospitaldidad Diocesana de Nuestra Señora de Lourdes, también su presidente, Pascual Aznar.
En el inicio de la homilía, D. Casimiro invitó a los fieles a unirse “como comunidad diocesana en la oración”, viviendo estos momentos trágicos “desde la fe”. El coronavirus “nos ha mostrado que somos frágiles, que somos vulnerables, que somos finitos, que somos limitados, que somos mortales, que no lo podemos todo”, indicaba, y que “nos necesitamos los unos a los otros”, tal y como indica el lema de este año en España para la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo, “cuídemonos los unos a los otros”.
Ante esta situación, invitó a vivirla, no desde el miedo que nos paraliza, desde la desesperanza, desde el desconcierto o desde la incertidumbre, sino “dejándonos llevar por la Palabra del Señor, desde el Evangelio, desde la fe”. Ante el pasaje evangélico proclamado de las Bodas de Caná, nos habla de “la presencia de la madre de Dios y madre nuestra” en primer lugar, y “de la presencia del Señor en nuestro caminar y en nuestro peregrinaje en esta vida”.
Esta presencia de la Virgen, recordaba el Obispo, es “la presencia de una madre preocupada, solícita”, y “ella ve hoy nuestra necesidad, nuestros miedos, nuestras angustias, y como madre solícita está también atenta a cada uno de nosotros, no le es indiferente nuestro sufrimiento”, ni el de “tantos enfermos y sus angustias”. Ante ello, «la Virgen se dirige a su Hijo, que es la fuente de la vida, la fuente de la esperanza, el Salvador, aquel que tiene la potestad de sanar, de curar, de aliviar, de darnos vida, no solo tras la muerte sino también en el presente”.
Lo que nos dice Jesús esta tarde, exhortaba, es “no tengáis miedo”, “creed de verdad, dejad que se avive en vosotros la llama de la fe porque no estáis solos, Él navega con nosotros”, “Él está acompañando a los enfermos, a los sanitarios, a las familias, a nuestra Iglesia, a toda la humanidad, Dios no nos abandona, nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, ni tan siquiera la enfermedad ni la muerte”. D. Casimiro también realizó una petición a las familias, “que no priven a los enfermos de la atención espiritual”, sería “una falta de respeto y de caridad”, pero “tampoco los podemos privar de la atención espiritual en los hospitales”.
“Nos hemos trasladado a Lourdes mentalmente», expresaba al final, «como si estuviéramos a los pies de la Virgen en la gruta”, pero hoy, desde aquí “le pedimos por los enfermos, por los sanitarios, por las familias que han perdido a sus seres queridos, para que ella también consuele y de esperanza a tantas personas que están dolorodidas”, y “le pedimos también que nos ilumine a todos para trabajar unidos por la vida, que ilumine a nuestros políticos para que sepan trabajar de verdad, para que ilumine a los científicos para que encuentren el remedio necesario para combatir esta enfermedad, y para que no olvidemos nunca a los más desfavorecidos, no pensemos solo en nosotros”.
Tras la Santa Misa se realizó una emotiva procesión claustral con la imagen de Ntra. Sra. de Lourdes.
El próximo jueves, 11 de febrero, es la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, y con ella se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Este año bajo el lema “Cuidémonos mutuamente”.
En su mensaje para la Jornada, el Papa Francisco destaca laimportancia de este momento para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. En particular, señala, a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados.
También nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, en su carta del domingo pasado nos decía que “los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos olvidarlos, ocultarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad”.
También recordaba que los enfermos y sus familias cuentan con “un buen número de visitadores de enfermos en muchas parroquias y, en los hospitales, con muchos voluntarios: junto con los sacerdotes y los capellanes”, que son quienes aseguran “un acompañamiento integral u holístico de los enfermos”, lo que implica “cuidar también la dimensión espiritual de los enfermos; es la mejor manera de tratarles con verdadera humanidad y caridad cristiana”.
Por ello, el jueves a las 18:30 h. se rezará el Santo Rosario en la parroquia Nuestra Señora de La Asunción de Onda, y a continuación se celebrará la Santa Misa, que presidirá el Obispo, D. Casimiro. En esta ocasión, dos televisiones locales, como son TV ONDA y Ondateve, retransmitirán en directo la celebración. Además, podrá seguirse por el canal en YouTube de la Diócesis y por los de ambas televisiones:
En la fiesta de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Este día es propicio para recordar, para traer a nuestra memoria y a nuestro corazón, a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias. Desde aquí quiero mostrar mi cercanía espiritual y la de nuestra Iglesia a todos los enfermos y de modo particular a quienes sufren los efectos de la pandemia del coronavirus, y a sus cuidadores. A todos les aseguro la solicitud, el afecto y el compromiso activo de nuestra la Iglesia, de las comunidades parroquiales y de cuantos la integramos hacia los enfermos, sus familias y sus cuidadores.
La pandemia del Covid-19 nos ha mostrado con toda claridad que somos frágiles, vulnerables y mortales; y que nos necesitamos los unos de los otros. Toda enfermedad es un signo de nuestra condición humana, finita y limitada, y de nuestra dependencia. También esta es una condición que caracteriza nuestro ser ‘creaturas’; no somos dueños de la vida. El reconocimiento de esta verdad nos invita a ser humildes, a practicar la solidaridad y, sobre todo, a abrir nuestra mirada a Dios, que nunca nos abandona. Así lo muestra la figura de Job. En la obscuridad de su enfermedad y en su aparente sinsentido, él pregunta. Al final, Dios mismo le confirma que su sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor: “Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos” (42,5).
Los enfermos no nos pueden ser indiferentes: no podemos olvidarlos, ocultarlos o marginarlos. Jesús siempre se acercaba y atendía a los enfermos, especialmente a los que habían quedado abandonados y arrinconados por la sociedad. La cercanía y compasión de Cristo hacia los enfermos, sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y del amor de Dios hacia cada uno de ellos. La compasión de Jesús hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36).
Ante los enfermos, que siempre tienen un rostro concreto, Jesús nos pide acercarnos y detenernos, escucharles y establecer una relación directa y personal con el enfermo, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio, como hace el buen Samaritano (cf. Lc 10,30-35). En la atención gratuita y en la acogida afectuosa de cada vida humana, sobre todo de la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para curarlos.
Este es el amor fraterno que todo cristiano y toda comunidad cristiana hemos de tener hacia los enfermos. El mismo Jesús encargó a sus discípulos la atención de los enfermos. Por ello el cuidado cercano y fraterno de los enfermos, hecho con compasión y gratuidad, no puede faltar nunca en nuestra Iglesia diocesana y en cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas y de los cristianos, siguiendo las palabras de Jesús y su ejemplo al modo del buen samaritano. Contamos con un buen número de visitadores de enfermos en muchas parroquias y, en los hospitales, con muchos voluntarios: junto con los sacerdotes y los capellanes, se acercan y atienden a los enfermos y a sus familias humana y espiritualmente. Cada vez hay más personas enfermas y solas a las que acercarse y cuidar.
Es lamentable que haya quienes priven a sus familiares enfermos de la atención y cercanía del sacerdote o de los visitadores sea en casa o en los hospitales. Muchas veces lo hacen en contra de voluntad del mismo enfermo, lo que denota falta de respeto y de verdadero amor. De otro lado, no olvidemos que en todos los hospitales existe un servicio religioso católico, que se ha pedir expresamente para que los capellanes o visitadores puedan acudir a las habitaciones y evitar trabas administrativas.
Un acompañamiento integral u holístico de los enfermos, pide cuidar también la dimensión espiritual de los enfermos; es la mejor manera de tratarles con verdadera humanidad y caridad cristiana. La fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, cura y sana, y da aliento y esperanza en la enfermedad al enfermo y a la familia.
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