El virus no es Dios
CIENCIA Y RELIGIÓN UN ANÁLISIS DESDE LA PSIQUIATRÍA.
A PROPOSITO DEL DAÑO PSÍQUICO CREADO POR LA PANDEMIA COVID-19.
INTRODUCCIÓN
Desde hace un año venimos sufriendo la pandemia del Covid-19. Es un buen momento para hacer una reflexión sobre la misma y su repercusión en la vida psíquica y moral de las personas que la padecemos, con la finalidad de ayudar a los católicos de la Diócesis a afrontar de la mejor manera posible, las angustias que esta pandemia nos ocasiona.
Soy un psiquiatra formado en psiquiatría legal y en bioética, que desde hace algún tiempo, estoy desarrollando una psiquiatría centrada en la espiritualidad, que ayude al paciente movido por su dolor y a través de la introspección a realizar un encuentro interior con su espiritualidad, que abra un replanteamiento de vida, para que pueda afrontar sus vulnerabilidades y que se abra a una búsqueda de su trascendencia, para sanar su alma herida.
Actualmente hay diferentes autores y formulaciones asistenciales que realizan este camino en paralelo, buscando un encuentro entre la existencia y la espiritualidad. Las terapias dialécticas, el mindfulness, no son más que formulaciones filosóficas budistas, que buscan abrir en el paciente un mundo interior más espiritual, que le trascienda, mostrándose muy positivas y eficaces en sus aplicaciones terapéuticas.
Desde la perspectiva católica, la mística, conceptos como “alma encarnada”, definición que hace Julián Marías del concepto persona, o el concepto de López Ibor de angustia vital, junto a la aparición de los textos del antropólogo católico francés Rene Girard, sobre el pensamiento mimético, el fenómeno del chivo expiatorio y el sacrificio, abren toda una corriente de pensamiento sobre la que reformular las bases de un pensamiento psiquiátrico. Los textos de Girard son mas profundos que los conceptos de Freud sobre el eros y el tánatos. Cristo con su muerte en la cruz es el chivo expiatorio de la humanidad y su existencia nos permite profundizar en el conflicto y el enfrentamiento entre los seres humanos y constituye el remedio para sanar nuestras heridas del alma.
Dado que soy una persona de ciencia, voy a plantear este artículo como una búsqueda de la verdad con la esperanza de que ayude a encontrar la paz que necesitamos. Empezaré por establecer la resolución de la hipótesis, luego formularé las bases teórico doctrinales, realizaré la exposición de una búsqueda bibliográfica y terminaré exponiendo unas conclusiones.
RESUMEN E HIPÓTESIS
En cierta ocasión un grupo de psiquiatras tuvieron la oportunidad de preguntar al Papa Juan Pablo II, “¿por qué Dios permite que la enfermedad mental exista, pues con ella se arrastra a quien la sufre a una vida indigna?”; a lo que el papa contestó, “¿acaso yo soy indigno?”, pues si yo no lo soy el enfermo tampoco”. De lo que se desprende que la enfermedad mental, es la ocasión que nos da Dios para que no permitamos que la indignidad esté presente en nuestras vidas, hacienda digna la vida de nuestros hijos enfermos, de nuestros familiares enfermos y de nuestros conocidos enfermos. Si hacemos dignas sus vidas estamos dando un ejemplo de dignidad al resto de la sociedad.
Pienso que lo mismo pasa con el virus: si formulamos la pregunta de por qué Dios permite que el virus exista llenando de dolor nuestras vidas, creo que la contestación sería para que le glorifiquemos; el virus es la ocasión que Dios nos da para que le alabemos y adoremos.
Si repasamos nuestros recuerdos personales desde la implantación de la pandemia, con el miedo, la angustia que acompaña al confinamiento masivo de la sociedad, el cierre de los trabajos, del contacto interpersonal, de las iglesias, el miedo ante una muerte en soledad sin el acompañamiento de los nuestros, el no poder ser enterrado, la falta de consuelo, la desesperación ante las colas del hambre, vemos que ha hecho que todos vivamos en un estado que ha perturbado nuestras almas y nuestra mente.
Este dolor, como las imágenes en las residencias de hijos y padres en el exterior de las mismas tendiendo la mano para tocar al abuelo allí metido con la finalidad de trasmitirle vida y esperanza, como los sacerdotes fallecidos contagiados al acompañar a las personas contagiadas administrando la extremaunción sin equipos de protección o las palabras de ese médico mayor al joven “deja, yo me ocupo que tú tienes toda una vida por delante”, se transforma en la autentica alabanza que esta sociedad desde sus valores aún cristianos, le ha entregado a Dios y constituye el ejemplo en el que saber perseverar.
Desde la aparición del virus hablo con mis compañeros médicos, personas de gran inteligencia y saber, a los que les vengo preguntando, ¿qué estaríais dispuestos a ofrecer para que el virus desapareciera de nuestras vidas?, ¿estarías dispuestos a ofrecer dinero si ello hiciera desparecer el virus?. La mayoría me dicen que sí, para eso es el dinero para pagar las cosas que deseamos.
¿Tus bienes, estarías dispuesto a ofrecer tu casa, tu hogar, entregarlo para que el virus desapareciera de nuestras vidas?. Empiezan a pensar y algunos me dicen que ellos entregarían todo.
¿Tus deseos, estarías dispuesto a renunciar a la comida que te gusta, a las cosas que te hacen feliz?. En este punto apenas hay diferencias.
¿A tus hijos, entregarías tus hijos y renunciarías a tu familia, entregándola al estado y convertirte en un ser solitario con tal de verte liberado del virus?. Algunos señalan que lo
entregarían todo; hablo de personas cultas.
¿Tu genética, entregarías tu genética, la esencia de lo que somos para ser manipulada y con ello convertirnos en unos seres, no sabemos qué, pero supuestamente “superiores”, que puedan vencer las enfermedades que nos arrastran a una vida dura, difícil y a veces indigna?.
Les digo pues que a cambio, solo tenemos que ofrecer nuestra obediencia y agradecimiento a un gran “benefactor” de la humanidad, un ser-persona superior rodeado de otros seres-personas superiores que velarán permanentemente por nosotros. Solo tenemos que renunciar a Dios, porque de esto es de lo que se trata, de que cada uno de nosotros, infundidos por el miedo, renunciemos a la presencia de Dios en nuestras vidas.
Y la pregunta es en verdad “¿estamos dispuestos renunciar a todo lo que somos por el miedo que el virus nos crea?”.
Si repasamos la historia de la humanidad, en los momentos en que se han producido pandemias, siempre ha existido una crisis religiosa. En la peste del siglo XIV cuando la Iglesia vivía el cisma de Occidente, en el siglo XVII durante las guerras de religión; en el siglo XX durante la Gran Guerra y ahora en el siglo XXI con el olvido del Espíritu Santo en nuestras vidas y este deseo de construir el reino de Dios en la tierra pero sin Dios.
La tercera tentación de Jesús en el desierto dice así: Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Por eso creo que debemos de dejar de adorar al virus, no estar dispuestos a concederle nada, aceptar nuestra cruz y volver nuestros ojos a Dios para retomar con más fuerza que nunca nuestras alabanzas a él y que sienta de esta forma su inmensa gloria.
Dr. Ramón Palmer Viciedo
Nací en Nules el 29 de febrero de 1956, hijo de padres agricultores, estudié medicina en la Facultad de Valencia, me licencié en 1979, realicé la especialidad de psiquiatría en el hospital Clínico de Valencia, empecé a trabajar como psiquiatra en el hospital provincial de Castellón en 1985, me doctoré en 1995 realizando investigación de neuroimagen sobre la esquizofrenia, en 1996 me dieron el premio de la sociedad de psiquiatría de la Comunidad Valenciana, por una investigación sobre marcadores biológicos de la esquizofrenia, estudiando marcadores neurohormonales. En 1998 y 1999 realicé el master de psiquiatría legal de la Universidad Complutense impartido por el profesor Alfredo Calcedo y considerado en aquel entonces por las revistas especializadas como el mejor master de cualquier estudio suprior de España. En el año 2001 realicé el master de bioética que impartía el Instituto Juan Pablo II y en el año 2009 realicé el master en gestión clínica que impertía la Universidad Pompeu Fabra. En el año 1997 y 1998 realicé funciones de asesoramiento en la Conselleria de Sanidad, participando en la elaboración del segundo plan de atención psiquiátrica de la Comunidad Valenciana. Desde el año 2000 ocupo el cargo de jefe clínico de hospitalización psiquiatría agudos del Hospital Provincial. Siendo mi cometido el de estabilizar al enfermo mental en el proceso de descompensación agudo de la enfermedad. Desde la aparición de la ley de autonomía del paciente en el año 2002 he promocionado las figuras de apoyo al enfermo mental. He impartido clases sobre este tema, también sobre marcadores biológicos de la esquizofrenia y sobre la simulación en la práctica clínica. Estoy promoviendo el conocimiento de la valoración de la competencia de los pacientes para la toma de decisiones sanitarias. Soy miembro del comité de Bioética del Hospital Provincial de Castellón.
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[…] Bajo el título “Ciencia y Religión, un análisis desde la psiquiatría a propósito del daño psíquico creado por la pandemia Covid-19”, el Dr. Ramón Palmer nos ofrece esta nueva colaboración en la web diocesana, y que se publicará en cuatro partes durante las próximas semanas. La primera de ellas, ya disponible, lleva por título “El virus no es Dios”. […]
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