Infancia misionera, ¡Somos familia!
Queridos niños y niñas de Infancia misionera, queridos diocesanos:
Este Domingo, 17 de enero, celebramos la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. A causa de las restricciones por el Covid-19 no hemos podido tener el encuentro con los niños y niñas de Infancia misionera de nuestra Diocesis, que con tanto esmero preparábamos y celebrábamos otros años. Esta circunstancia no nos debe llevar a que la Jornada caiga en el olvido. Entre todos hemos de mantener vivo en familias, parroquias y colegios que nuestros niños/as de Infancia misionera son también protagonistas de la misión de la Iglesia: ellos rezan y se sacrifican por otros niños y por los misioneros, y piden y aportan de sus ahorros para ellos. Porque saben que la mejor ayuda que pueden ofrecer a otros niños y niñas entre nosotros y en tierras de misión es llevarlos a Jesucristo, que los ama de verdad y sana su corazón herido.
Este año, la Jornada nos acerca hasta Nazaret para conocer a Jesús en familia. De ahí el lema Con Jesús Niño a la misión. ¡Somos familia! Desde 2019 estamos ayudando a los niños a descubrir a Jesús Niño. En años anteriores hemos viajado a Belén y a Egipto con Jesús; este año nos fijamos en su vida oculta en Nazaret. La familia sagrada -Jesús, María y José- vuelve a casa, donde Jesús va creciendo en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres (cf. Lc 2,52). Esta es la misión de toda familia: crear las condiciones favorables para el crecimiento armónico y pleno de los hijos, con el fin de que puedan vivir una vida buena, digna de Dios y constructiva para el mundo.
En el hogar de Nazaret descubrimos el sentido misionero de la vida en familia y la infancia oculta de Jesús. Jesus, el Hijo de Dios, haciéndose hombre, compartió nuestra naturaleza humana. Nació, creció y se educó en el seno de una familia. Tiene una madre y un padre en la tierra, que le enseñan a ser persona y a aprender un oficio, que lo cuidan y sustentan; era la misión que Maria y José habían recibido de Dios. Así Jesús se va preparando, a su vez, para la misión que el Padre Dios le había encomendado. Desde entonces, la vida de familia se ha convertido en escuela de virtudes y actitudes misioneras para quienes amamos a Dios.
La familia cristiana es una iglesia doméstica, una escuela de fe y de formación de discípulos misioneros de Jesús. La vida de familia es el espacio donde descubrimos el amor gratuito, imagen del amor de Dios; donde aprendemos a rezar a Dios y a invocar a Jesús y a María; donde conocemos a Jesús y aprendemos a ser sus discípulos misioneros. En la familia aprendemos a amarnos y perdonarnos, a compartir nuestro tiempo y los bienes, a ayudarnos y cuidar los unos de los otros y a no tener vergüenza de manifestar lo que amamos y creemos; por eso aprendemos también a llevar el amor de Dios a quienes todavía no lo conocen. En la familia se nos enseña a ver a la Iglesia como la gran familia de los hijos de Dios por el bautismo, y a descubrir nuestra parroquia y nuestra Iglesia diocesana como una familia de familias, como el lugar donde aprendemos a amar al mundo entero y a todos los cristianos, estén donde estén.
Ser conscientes de que formamos parte de una familia de sangre y, a través de ella, sabernos miembros de la gran familia de los hijos de Dios es sentirnos queridos por quienes viven nuestra fe. Para ellos todos somos valiosos, y, cuando rezan, lo hacen también por nosotros. Y sentirnos queridos, lleva a participar en la vida parroquial y en la vida diocesana, como un miembro más, no como un invitado o alguien ajeno. Somos parte de una gran familia: y descubrimos que, si los niños faltan, las cosas no son iguales, porque también ellos son importantes.
Ayudemos a los niños a sentirse familia en casa, en la Iglesia, en Infancia misionera; será una forma de hacerles conscientes de su responsabilidad: ellos pueden y deben sentirse responsables de la vida y de la misión de su parroquia, de la diócesis y de la Iglesia universal en tierras de misión. Cada uno en su lugar, rezando y ofreciendo sus pequeños sacrificios, llevando a otros al encuentro con Jesús, colaborando en las Jornadas misioneras, los niños se convierten en misioneros en primera fila. Así aprenden a sentir como suya la labor de la Iglesia, a colaborar en ella, a saberse necesarios en el trabajo evangelizador de los misioneros.
Queridos niños y niñas de Infancia Misionera: ¡No perdáis vuestro espíritu misionero! Los adultos os apoyamos con nuestra oración, con nuestro aliento y con nuestra generosa aportación económica.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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