La comunidad parroquial de San José Obrero celebra con alegría y júbilo la ordenación diaconal de Fray César de Nazareth
De manos de Mons. Casimiro López Llorente
Ayer tarde se celebró con gran alegría la solemne Eucaristía en la que, de manos del Obispo de la Diócesis, se ordenó diácono a Fray César de Nazaret, de la Orden religiosa de los Padres Mercedarios de Santa María de la Merced, con sede en la Parroquia de San José Obrero, en Castellón.
A la celebración se sumaron los fieles de la comunidad parroquial, así como algunos sacerdotes diocesanos, padres mercedarios y novicios de la Orden religiosa en una ceremonia que lo es de gran importancia por el significado que, en sí mismo, tiene el rito de la ordenación diaconal. De hecho, los diáconos se ordenan mediante la imposición de las manos heredada de los Apóstoles, en el caso de ayer tarde, de manos de nuestro Obispo, para desempeñar eficazmente su ministerio por la gracia sacramental.
La ordenación, para la que se ha preparó con oración la comunidad parroquial de San José Obrero, se celebró durante la celebración de la Misa, tras la liturgia de la Palabra y previa a la liturgia Eucarística, en la que ya pudo participar el ordenado cumpliendo así con una de sus funciones como diácono.
Así lo expuso D. Casimiro durante una homilía que se caracterizó por el cariño fraterno que, como pastor de la Iglesia diocesana, manifestó el Obispo hacia el joven mercedario. Unas palabras en las que recordó el Salmo que se había entonado minutos antes y que hicieron tener muy presente a los fieles que «nada nos separará del amor de Dios».
Por ello nuestro Obispo mostró un profundo agradecimiento a Dios por la familia del joven, «que supo acoger tu vocación para dar una respuesta afirmativa a la llamada del Señor». Un agradecimiento que se hizo extensivo «por la ayuda que en el camino de maduración de la vocación» le han prestado al joven «las comunidades mercedarias, así como los compañeros y los formadores que a lo largo de los años previos el Señor ha puesto en tu camino y que te han convertido en tierra buena donde la semilla ha dado sus frutos».
D. Casimiro no ocultó que la celebración era «motivo de alegría y esperanza para la Orden de la Merced y también para la Iglesia», pues sirve de consuelo «a pesar de la penuria vocacional que padecemos en este contexto que es adverso a la vocación cristiana, a la sacerdotal, a la vida consagrada, incluso al matrimonio y a la familia cristiana». Y es que con la ordenación de ayer «vemos cómo Dios sigue llamando y, pese a las circunstancias adversas, hay todavía tierra buena donde la semilla de la vocación es acogida, va madurando y dando sus frutos».
Así exhortó a los jóvenes, cuya presencia fue muy notoria en la celebración, «a acoger la vocación que les llama a vivir el amor que Dios nos tiene y a vivirlo a través del amor fraterno que se vive en comunidad, o través del amor conyugal que se vive en el matrimonio».
D.Casimiro expuso también durante la homilía, el importante significado del Rito de la Ordenación que a continuación se iba a celebrar resaltando cómo, a través de la imposición de las manos y de la unción consagratoria «el Señor derramará sobre ti el Espíritu Santo y participarás para siempre de los dones del Ministerio que los apóstoles recibieron del resucitado siendo, en la Iglesia y en el mundo, signo del Señor resucitado que vino al mundo no a ser servido, sino a servir».
En este sentido aseguró que el diaconado «imprime un carácter de servicio al Señor y a su Iglesia para que, con el ejemplo de tu vida, seas siervo de Él, hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe para que otros muchos al verte se acerquen al Señor y se adhieran a Él por la fe».
Durante la predicación D. Casimiro subrayó cómo, al ser ordenado diácono, el joven es «consagrado y enviado para ejercer el triple servicio de la palabra, la liturgia y la caridad», y así, fortalecido con el don del Espíritu Santo ayudar al Obispo y a los sacerdotes » en el anuncio de la Palabra, en el servicio del Altar, y en el ministerio de la caridad, mostrándote en todo momento servidor de todos y, en especial, de los más pobres y necesitados».
Como servidor de la Palabra, al recibir el Evangelio de Cristo «serás destinatario y mensajero de la misma para hacerla viva». Para ello D. Casimiro le exhortó a tener delicadeza espiritual y «la misma humildad que se nos recuerda en la Carta de Santiago, con valentía y dejando de lado la vanidad, la envidia, el egoísmo, la comodidad y el afán de poseer». Ser mensajero de la Palabra, «que no es nuestra palabra sino la suya», incidió el Obispo, «una palabra viva y eficaz, incisiva y capaz de dar paz a las conciencias, cortar la ambigüedad y sanar los corazones endurecidos», y, recordando al Papa Francisco, en ese servicio «no imponer la fe, sino proponerla».
Como servidor de la liturgia, a través de la celebración Eucarística, «te conviertes en colaborador y servidor del Señor llevando con honor y gozo a los fieles el alimento de Cristo». De esta forma, le ha exhortado a «tratar los santos misterios en íntima adoración, con recogimiento exterior y devoción de espíritu, consciente de la alta dignidad de tu tarea».
También se refirió al ministerio de la caridad, que se encuentra en el «origen de la institución de la diaconía y mana de la misma Eucaristía que es fuente de la vida y misión de la Iglesia y, por tanto, de comunión de los fieles con Cristo, y de comunión con los hermanos». Otro de los signos distintivos del diaconado, dijo D. Casimiro, «es atender a los pobres y necesitados, teniendo en cuenta las penas y sufrimientos de los hermanos siendo capaz de entregarse en bien del prójimo, porque el amor al prójimo no se debe solo proclamar, sino, ante todo, practicar con el ejemplo».
En este triple servicio, el Obispo recordó el pasaje evangélico de San Mateo (25, 35-39) que es en sí mismo referente del carisma de la obra mercedaria para que, en su condición de siervo lo haga «unido a Cristo, fiel a la liturgia de las horas, recogido en oración fijando la mirada en Dios». Para concluir, D. Casimiro, elevó oración de intercesión «a la Virgen María, Nuestra Señora de la Merced, para que siendo sierva y esclava del Señor, interceda para que recibas la efusión del espíritu Santo y la mantenga viva a lo largo de tu vida».
Fray César de Nazareth tuvo la primera llamada en unas convivencias vocacionales celebradas en 2011 en las que participó en el seminario mercedaria San Pedro de Nolasco, en Venezuela. El discernimiento de esa llamada lo hizo en acompañamiento de los padres mercedarios de San Juan. Ya en 2012, con 16 años ingresó en el seminario y como resaltó ayer nuestro Obispo, Dios fue cuidando de él a lo largo de estos años de maduración de la vocación a través de los estudios de filosofía, durante el noviciado y el estudiantado hasta que, en abril de 2022, profesó los votos en Castellón.
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