La otra Navidad de los enfermos, los ancianos, los marineros, los presos
¿Cuántas navidades se celebran a nuestro alrededor? Hay una que comienza en noviembre con el Black Friday, que sitúa a los españoles cuatro puntos por encima del gasto medio europeo, que este año crecerá un 2,4% llegando a los 554€ por persona, y que ya no espera regalos porque prefiere un sobre con dinero. Hay otra navidad, la que comienza a prepararse con el primer domingo de Adviento, que dispone el corazón a acoger al Niño Dios, y que vuelve la mirada y los brazos hacia las personas que están a nuestro alrededor.
En esta Navidad, la que de verdad llena de sentido la vida y da esperanza, están muchas personas que por diversas circunstancias viven al margen –en las periferias o descartados, diría el Papa Francisco- de la navidad del 2,4%. Ahmed y sus dos hermanos son niños refugiados pakistanís. El año pasado escribieron su primera carta a los Reyes dibujando lo que deseaban: un monopatín, una muñeca y unas deportivas. Cuando lo recibieron, lloraban de emoción.
Mari Carmen Sapiña, hija de la Caridad, explica la experiencia junto a las 40 personas que cada año se reúnen en estas fechas. Vienen del centro Marillach de acogida de personas enfermas sin domicilio y de los pisos sociales. Con la asociación “Reyes Magos de Verdad”, preparan unas cartas que familias se encargan de responder haciendo de auténticos pajes reales. “Nos dicen que no saben qué pedir. ¡No tienen nada y no saben qué pedir! Y cuando al final se deciden, piensan para otros”, exclama emocionada esta religiosa. Cristianos y creyentes de otras tradiciones, rezan ante el belén una oración y reconocen en la estrella un signo de esperanza que guía en la vida.
Desde la borda de los buques fondeados, la tripulación observa las luces de la ciudad de Castellón. En Navidad el puerto está cerrado, y los navíos se tienen que quedar fuera. “Están lejos de casa, y además deben quedarse recluidos en el barco. Esto es duro”. Así lo explicaba Albert Arrufat, delegado para la pastoral del mar y director del Stella Maris en la Diócesis, al recordar cómo el año pasado obtuvieron el permiso para celebrar la misa de Nochebuena para una tripulación de filipinos: “Son gente muy religiosa, pero esa noche no tenían ganas ni siquiera de cantar. Se les veía tristes, con mucha añoranza”. En los locales de la Stella Maris, los voluntarios han preparado regalos para los marineros: una bufanda y dulces. Es una manera de hacer más soportable la distancia en estos días.
Cuando lo que separan son unas rejas
“Hay familias que tienen un hijo estudiando lejos, o un amigo enfermo ingresado en el hospital; si a la separación añades un contexto que no conoces y que lo que te llega está lleno de crispación y desconfianza, se hace muy difícil”. Así describe Sonia Barreda, delegada de Pastoral Penitenciaria, la Navidad de las familias de los presos de los dos centros penitenciarios de la provincia de Castellón. Advierte que aunque el juez les prive de la libertad, no pierden la dignidad ni los sentimientos. Por eso este año la campaña de Navidad quiere promover esa dignidad en un aspecto muy concreto: Mejorar los pisos de acogida de hombres y el de mujeres con una cocina reformada y armarios nuevos. Hace unos días, dos internos discutían sobre qué es la libertad. Uno respondía que “es llegar al ‘habolo’ por la noche, que el cerrojo hace ‘clack’ y sabes que está en tu mano abrir y salir”. Mientras, desde detrás de las rejas, esperan.
La Madre Lucía Frutos asegura que les gusta ir a comer con la familia, pero que prefieren que no se los lleven unos días porque les rompe las rutinas. En el Hogar de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados Ntra. Sra. del Lledó, en Castellón, viven 130 personas. El perfil de los mayores ha cambiado; ahora hay muchos más que mantienen el contacto con los hijos y viven estos días con ilusión. El ambiente ayuda mucho: “Desde la Inmaculada comenzamos a decorar la casa, y varios de ellos ayudan a las hermanas. También se abren las visitas al belén, y muchos grupos pasan luego a cantar y a pasar un rato con los ancianos”, declara la superiora. Al mismo tiempo se siente la añoranza, el recuerdo de los que ya se han ido, o el paso del tiempo con sus achaques. Cada año el Obispo, mons. Casimiro López Llorente, celebra la misa del Gallo con ellos, y es la ocasión para animarles a vivir la Navidad con el Niño Jesús que los sigue queriendo.
Manifestaciones de la caridad
Esta Navidad es posible gracias a las realidades eclesiales comprometidas con la caridad hacia los más necesitados. En la carta de inicio del curso pastoral, dedicado este año precisamente a la caridad, el Obispo asegura que “El amor de Dios anunciado y celebrado ha de ser vivido y testimoniado por la caridad. Esta es la misión de cada cristiano y de cada comunidad eclesial, a la que somos enviados al final de cada Eucaristía”.
La Iglesia ha desarrollado a lo largo de los siglos la convicción de que la Buena Noticia lleva en sí unos principios de bien común, de destino universal de los bienes y opción preferencial por los pobres, de subsidiaridad, de participación, de solidaridad. Que los valores fundamentales de la vida social deben ser la verdad, la libertad y la justicia. Y que la vía por excelencia para el desarrollo social es la caridad.
Mons. López Llorente reconoce en su carta de inicio de curso que “podrá afligirnos la fuerza que cobran en nuestro mundo la indiferencia, el odio, el egoísmo, la pobreza, la injusticia y la violencia”. En estas lacras se encuentran a menudo los enfermos, los trabajadores de la mar, los presidiarios y los ancianos, junto con muchos otros colectivos de descartados. Pero “sabemos –afirma el Obispo- que el Señor, que murió por amor, nos ha enviado su Espíritu, más fuerte que este círculo inhumano que nunca podrá extinguir el amor de Dios, ni neutralizarlo sobre la faz de la tierra”. Navidad, la de verdad, es el anuncio de esta realidad.
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