La Virgen del Carmen, estrella en la pandemia
Queridos diocesanos:
Un año más nos disponemos a celebrar la Fiesta de la Virgen del Carmen. La devoción a María bajo esta advocación está muy extendida en nuestra Iglesia diocesana, sobre todo en las parroquias del litoral. La gente de la mar la honran como su Patrona. Si el Consell no suprime la prohibición -limitadora de un derecho fundamental y discriminatoria-, de hacer actos de culto y, por tanto, procesiones en la vía pública, nos tocará celebrar esta fiesta en el interior de los templos. Pero no por ello será menos intensa, sino que debería ser, si cabe, aún más viva.
En estos momentos, todos necesitamos sentir la presencia amorosa de la Madre, que nunca nos abandona, y suplicar su protección ante esta pandemia, que tanto está afectando también al trabajo y a la economía de la gente del mar. A ella la miramos y le pedimos que sea la Estrella, que nos guie en este tiempo de crisis global y de desconcierto personal y social.
Recordemos que el origen de la devoción a la Virgen del Carmen está en el monte Carmelo, el monte sagrado que el profeta Elías convirtió en signo de fidelidad al Dios único y en lugar de encuentro entre Dios y su pueblo (cf. 1R 18,39). Como el profeta Elías, “abrasado de celo por el Dios vivo”, así también los ermitaños cristianos se refugiaron durante las cruzadas en las grutas de aquel monte y formaron la familia religiosa del Carmelo. El Monte Carmelo se convirtió en signo de la protección de Dios y del camino hacia Él.
La tradición relaciona a María con la nubecilla blanca divisada desde la cumbre del monte Carmelo cuando el profeta Elías suplicaba a Dios que pusiera fin a una larga sequía. Mientras Elías oraba a Dios, mandaba a su criado una y otra vez que subiera a la cumbre del monte. La séptima vez le dice el criado: «“Aparece una nubecilla como la palma de una mano que sube del mar”. En unos instantes los cielos se obscurecieron por las nubes y el viento, y sobrevino una gran lluvia”» (1 Re 18, 44). En esa nubecilla, como ‘la palma de una mano’ y cargada de lluvia, se reconoció la figura de la Virgen. Porque María por ser la Madre de Dios es la madre de todas las gracias; ella es la nube que nos da al Salvador. Él es el Camino y la Luz que nos guía en el mar, a veces tempestuoso, de nuestra existencia; Él es la Verdad que nos libera de la pandemia de la mentira sobre la realidad, sobre nuestro origen y nuestro destino; y Él es la Vida, que nos muestra que Dios nos da la vida, nos ama a cada uno y nunca nos abandona; Él nos alienta a cuidar la vida terrenal, como don de Dios, y nos llama a participar de su Vida, eterna y gloriosa, fundamento de nuestra esperanza y de nuestro consuelo.
María se convierte así en la “Stella maris”: la Estrella que guía el rumbo de nuestra existencia por las difíciles aguas del mar de la vida. Como los marineros de antaño, que leían la posición de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano, así la Virgen María como estrella del mar nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. María es la Madre de Dios; ella nos da, nos muestra y nos quiere llevar a su Hijo, el Hijo de Dios vivo. La Virgen del Carmen es camino privilegiado para nuestro encuentro con Cristo Jesús y también con el prójimo, para mostrarle nuestra caridad, solidaridad y generosidad.
La Virgen no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5). El verdadero cristiano se sabe llamado a escuchar a Jesús, a contemplar en Él el amor compasivo y misericordioso de Dios, a acogerlo y experimentarlo, a dejarse transformar y llevar a todos la alegría del Evangelio y ser testigo de la esperanza que no defrauda. El Señor nos enseña y capacita para ser mensajeros de la Buena Noticia, allá donde nos encontremos.
En este día tenemos muy presentes a los hombres y mujeres del mar. Y los encomendamos a su patrona, la Virgen del Carmen. ¡Que de sus manos descubran en sus duros trabajos la alegría, que suscita el saberse personalmente amados por Dios! ¡Que sientan la protección de la Virgen en estos momentos de especial dificultad sanitaria, laboral y económica! Nadie como María ha conocido la profundidad del amor de Dios; toda su vida estuvo llena de la presencia del amor de Dios y en su compañía podremos entrar seguros en este misterio de amor divino.
Pidamos por los hombres y mujeres del mar, y sus familias, para que experimenten en sus vidas el maravilloso don de la misericordia divina de la mano de su patrona, la Virgen del Carmen.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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