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La estima y atención de los ancianos

2 de enero de 2021/1 Comentario/en Sin categoría, Cartas 2020, Noticias, Noticias destacadas, Obispo/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Al inicio del nuevo año os deseo a todos y cada uno de vosotros que “el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Nm 6, 24. 26). Así bendecían los sacerdotes al pueblo de Israel al final de las grandes fiestas litúrgicas, especialmente en la fiesta del año nuevo. Hoy invoco sobre todos vosotros la bendición del Señor para el nuevo año en medio de la pandemia con sus crisis añadidas: sanitaria, laboral, económica, social y política. Que con la ayuda, la luz y la protección divinas pronto las veamos superadas. Fijemos nuestra mirada en el Niño, nacido en Belén: Él es el Emmanuel. Dios está con nosotros y nunca nos abandona. No tengamos miedo. El Niño-Dios es nuestra esperanza, el príncipe de la paz y la luz para nuestro camino. 

De modo especial deseo la bendición y la protección de Dios para los enfermos y los ancianos, tan necesitados de nuestra estima, atención, cariño y cuidado, siempre y más en estos tiempos de pandemia. Con dolor hemos visto que nuestros mayores han sido los más afectados por la pandemia y, en muchos casos, han sido descartados de un modo muy egoísta y poco humano. Tiene que cuestionar nuestra conciencia el hecho de que las residencias de ancianos hayan sido las más afectadas por la pandemia; ha sido cruel que, en algunos casos, hayan sido abandonados o que no se les admitiera en los hospitales. Esto no puede volver a suceder. Gracias a Dios, parece que serán los primeros en recibir la vacuna. 

Nuestros ancianos son un tesoro para la familia, la Iglesia y la sociedad. Ellos se merecen todo nuestro aprecio y cuidado siempre y en particular en la soledad, en la debilidad, en la enfermedad y también al final de sus días en esta tierra. Se lo merecen por lo que son, por su vida entregada al servicio de todos y por lo que nos siguen ofreciendo: su experiencia, su cuidado, lleno de cariño hacia los nietos, su implicación en la transmisión de la fe y su esfuerzo impagable en la construcción de la sociedad. Seamos agradecidos. Nuestros mayores nunca pueden ser descartados y menos aún abandonados.

La propia familia es la primera interpelada. La Palabra de Dios nos dice: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada” (Eclo 3, 12-14a). Los padres deberían educar siempre a sus hijos, con su ejemplo, en el respeto, la consideración, el aprecio, la atención y el cuidado de los abuelos. No podemos dejarlos solos, y, cuando sea necesario llevarlos a una residencia, la familia no los puede olvidar. ¡Nos han dado tanto! Seamos agradecidos. Aceptemos su experiencia y su sabiduría tan necesarias para la vida.

En una sociedad, en la que prima lo joven y lo útil, los mayores nos ayudan a valorar lo esencial y a renunciar a lo transitorio. Ellos nos enseñan que el amor y el servicio a los suyos y a los restantes miembros de la sociedad son el verdadero fundamento y apoyo para acoger, levantar y ofrecer esperanza a nuestros semejantes en medio de las dificultades de la vida. Y nos ayudan a mirar a la trascendencia.

Es doloroso constatar a menudo el poco aprecio hacia nuestros mayores en la vida pública. En palabras del papa Francisco: “en una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta civilización lleva consigo el virus de la muerte” (Audiencia 4.03.2015). De modo especial, esmeremos nuestro cuidado por los ancianos que están enfermos o viven solos.

Nuestra Iglesia diocesana celebra este lunes, 4 de enero, la fiesta de santa Genoveva Torres Morales, la primera santa de Segorbe-Castellón. Su experiencia personal de dolor, con una pierna amputada, graves problemas familiares y la soledad, la dispusieron para acoger la obra a la que Dios la había destinado: ser consuelo de las ancianas y de las personas afligidas. El pueblo fiel la llamaba ‘el angel de la soledad’. En su canonización, Juan Pablo II dijo de ella que “fue instrumento de la ternura de Dios hacia las personas solas y necesitadas de amor, de consuelo y de cuidados en su cuerpo y en su espíritu. La nota característica que impulsaba su espiritualidad era la adoración reparadora a la Eucaristía, fundamento desde el que desplegaba un apostolado lleno de humildad y sencillez, de abnegación y caridad”. Este es su legado para sus hijas, las ‘Angélicas’, para nuestra Iglesia diocesana, para nuestras parroquias y para cada uno de nosotros.

Con mi afecto y bendición,

+ Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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La familia cuida de toda vida humana con amor

26 de diciembre de 2020/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias destacadas, Por la Vida/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este domingo después de la Navidad celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y por ello también la Jornada de la familia. Fue en el seno de una familia, la familia de Nazaret, donde Jesús fue acogido, nació y fue protegido, huyendo a Egipto, ante la intención de Herodes de matarlo. En esta familia creció Jesús y se preparó para su misión. Su madre, la Virgen María, lo acompañó no sólo en la alegría de las Bodas de Caná, sino también en el dolor de la muerte en el Gólgota. La familia de Nazaret cuidó de Jesús siempre, nunca lo abandonó, tampoco en el dolor y la muerte.

La familia de Nazaret nos enseña a todos, y en particular a las familias cristianas, que toda vida humana ha de ser acogida, protegida, cuidada y acompañada en todo momento por la familia, en particular cuando es más vulnerable y más lo necesita: al comienzo, en la discapacidad, en la enfermedad, en el dolor y en la muerte.

Toda vida humana tiene un valor y una dignidad inviolables, desde su concepción hasta su muerte natural. Esta afirmación no es exclusiva de los católicos y creyentes de otras confesiones y religiones. Es algo que se descubre por la sola razón, como recuerda el papa Francisco; “pero si además la miramos desde la fe, toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre” (EG 213).

El rechazo de la eutanasia no es cosa sólo de los católicos o de la fe cristiana, no es algo confesional, como afirman algunos. El mismo Comité de Bioética de España -adscrito al Ministerio de Sanidad- en un Informe de 20 de octubre de este año, aprobado por unanimidad, rechaza la ley de eutanasia aprobada y que se considere la eutanasia como un derecho; y no lo hace por razones religiosas o partidarias. En este informe se puede leer: “… existen sólidas razones para rechazar la transformación de la eutanasia y/o auxilio al suicidio en un derecho subjetivo y en una prestación pública. Y ello no solo por razones del contexto social y sanitario, sino, más allá, por razones de fundamentación ética de la vida, dignidad y autonomía. El deseo de una persona de que un tercero o el propio Estado acabe con su vida, directa o indirectamente, en aquellos casos de gran sufrimiento físico y/o psíquico debe ser siempre mirado con compasión, y atendido con una actuación compasiva eficaz que conduzca a evitar los dolores y procurar una muerte en paz. Sin embargo, tal compasión no consideramos que legitime ética y legalmente una solicitud que, ni encuentra respaldo en una verdadera autonomía, atendido el contexto actual de los cuidados paliativos y socio-sanitarios, ni, además, queda limitada en sus efectos al propio espacio privado del individuo” (p. 73).

Ya nuestra actual legislación regula algunos medios para los casos de gran sufrimiento físico y/o psíquico que conducen a evitar los dolores y procurar una muerte en paz, sin tener que acudir a la eutanasia. A ellos podemos recurrir. Estos medios son: la sedación paliativa y la limitación del esfuerzo terapéutico para evitar el enseñamiento, que, aunque puede prolongar algo la vida, no va a conseguir recuperación funcional y puede ocasionar sufrimiento adicional. Además existe y deberíamos hacer uso de la voluntad vital mediante un documento donde el paciente expresa sus preferencias en los cuidados que desea recibir en caso de perder la capacidad de decisión. Y finalmente están los cuidados paliativos de los que hay un enorme déficit y por el que claman con insistencia los médicos; unos cuidados que tienden a mejorar la calidad de vida del paciente que se enfrenta a una enfermedad terminal; son un acompañamiento integral pues, junto a los fármacos que alivian el dolor, implican el acompañamiento de médicos, familiares, psicólogos y sacerdotes; se trata de cuidar la vida y acompañar al enfermo con cercanía y con amor para dignificar el final de su vida terrenal y pueda morir en paz. Todas ellas son actuaciones ética y legalmente correctas.

Nuestro rechazo a la ley de eutanasia no es una intromisión indebida en el debate político; es nuestra aportación en conciencia al bien común de toda la sociedad. Todos, especialmente la familia, hemos de cuidar a los más vulnerables, débiles o marginados: a los que están por nacer, a los que nacen en situaciones de máxima debilidad, a los que tienen condiciones de vida indignas y miserables, a los aquejados de soledad, a los ancianos descartados, a los enfermos desahuciados o en estado de demencia o inconsciencia, a los que experimentan un dolor que parece insufrible, a los angustiados y sin futuro aparente.

Trabajemos por el cuidado de toda vida humana. Intensifiquemos nuestra oración, que, hecha con fe, insistencia y perseverancia, dará siempre fruto. Puede que ante los poderes de este mundo nos sintamos como David frente a Goliat; pero la fe en el Dios del amor y de la vida nos dice que al final la cultura de la vida triunfará sobre la ‘cultura’ de la muerte.  

Con mi afecto y bendición, en especial para las familias

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Navidad también en tiempos de pandemia

19 de diciembre de 2020/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Navidad, Noticias destacadas/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Navidad está a las puertas. Y muchos se preguntan cómo será este año la Navidad a causa de la pandemia del Covid-19. Porque sigue habiendo muchas personas contagiadas y fallecidas a causa del virus en todo el mundo; el futuro económico, social y político en nuestro país es incierto y provoca en muchos miedo y desesperanza; vivimos en estado de alarma y de restricción de movimientos; hemos de usar mascarillas, mantener la distancia social y esmerar la higiene; está limitado el número en las reuniones familiares y sociales. Todo esto hará que cambien también muchas cosas que han proliferado y desfigurado la auténtica Navidad, como el consumo desmesurado, las fiestas, las comilonas o las cabalgatas despilfarradoras en muchos casos.

 Seguro que nuestra forma de vivir, celebrar y festejar la Navidad será distinta este año. Pero lo que no cambiará es el misterio de fe, que celebramos cada año en Navidad. Siempre, también este año, habrá Navidad. Y la situación causada por el Covid-19 nos puede ayudar a centrarnos en lo fundamental.

En Navidad resuena el anuncio del ángel a los pastores. “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11). Este es el centro y esta es la buena noticia de la Navidad, la razón más profunda de nuestra alegría navideña, que es motivo de nuestra esperanza, siempre y en estos momentos de obscuridad. Como los pastores, los creyentes escuchamos con estupor este anuncio y acudimos con gozo al belén a contemplar este misterio de salvación: el Hijo de Dios se hace carne y acampa entre nosotros. Dios mismo se hace uno de los nuestros y se queda con nosotros, porque este Niño es el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Dios se hace hombre para hacernos partícipes de su misma vida divina y de su gloria eterna.    

Ese Niño, que yace humilde y pobre en el portal, es el Mesías esperado, es la luz para el pueblo que camina en tinieblas (cf. Is 9, 1). Al pueblo oprimido y doliente se le apareció “una gran luz”. Es la luz de la nueva creación. En el Niño de Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer para la humanidad y despeja las tinieblas del mal, del pecado y de la muerte. La luz radiante de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de vida y de esperanza, de amor y de fraternidad universal, basado en el perdón, la reconciliación y la solidaridad. Es la luz divina que da valor, dignidad y sentido a la vida de todo ser humano y a toda la creación; sin ella todo estaría desolado; nada tendría sentido.

El Niño-Dios no es una idea o una invención humana, sino que es el mismo Dios que por amor se hace presente entre nosotros. El viene para alumbrar nuestra noche, para orientar nuestros caminos y para llevarnos por la senda de la verdad y del bien. Él viene para sanar nuestras dolencias y perdonar nuestros pecados, para darnos la vida misma de Dios. En medio de la noche fría y oscura, nace Dios. También en estos momentos de pandemia, nace Dios, hay Navidad. Dios nunca nos abandona.

Este es el mensaje y la realidad que emanan del portal de Belén, que nos introduce en el misterio del Emmanuel, el Dios-con-nosotros, despertando nuestra capacidad de asombro y llamándonos a la caridad, la generosidad, la solidaridad con los más desfavorecidos, que sufren, que viven en el abandono y el desconsuelo, y los efectos del Covid-19. El Niño-Dios nos invita con fuerza a contemplar y acoger en Él el amor de Dios, a dejarnos transformar por él y amar a nuestros hermanos como Él. Muchos dicen que no necesitan de Dios y se empecinan en vivir de espaldas a Él. Pero el ser humano, pese a todos los cambios y progresos, permanece siempre el mismo; sufre porque le falta amor; necesita amar y ser amado, ser perdonado y perdonar; todo hombre y toda mujer reclaman consuelo en su sufrimiento y en su soledad, y piden solidaridad en la necesidad material y espiritual.

En Navidad, Dios sale a nuestro encuentro porque nos ama sin condiciones. Es preciso dejarse encontrar y amar por Él. El Amor misericordioso de Dios, que cura, sana y salva, ha venido en Jesús al mundo. Algo ha cambiado definitivamente desde entonces. Y algo puede y debe cambiar en nuestra vida, si contemplamos, adoramos y acogemos al Niño-Dios: las desgracias se tornarán en gracia, la muerte en vida, el sufrimiento en gloria, la tristeza en alegría, el odio en amor, la esclavitud en libertad, los llantos en alegría, y los rencores en fraternidad.

Os deseo a todos feliz y santa Navidad.

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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No podemos callar

18 de diciembre de 2020/4 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias destacadas, Por la Vida/por obsegorbecastellon

Castellón de la Plana, 17 de diciembre de 2020

Hoy es un día de luto para España. Lamentablemente, el Parlamento español ha aprobado el proyecto de Ley de eutanasia y suicidio asistido, que no tardará en convertirse pronto en ley tras su rápido paso por el Senado. Llámese y véndase como se quiera, esta ley va a provocar muerte. Parece como si nuestros políticos no tuvieran suficiente con los miles y miles de personas muertas a causa de la pandemia del Covid-19. Quieren más. Los legisladores se han endiosado y se creen señores de la vida y de la muerte ajena.  

Esta ley se está tramitando por la vía de urgencia; se nos roba así un debate serio, sobre lo que está en juego en esta ley: es decir, sobre el valor de toda vida humana, en especial de los más vulnerables y necesitados de nuestro cuidado. La solución no es matar por falsa compasión a un ser humano –que de eso se trata en la eutanasia activa y en el suicidio asistido-. Se cambia así uno de los pilares fundamentales de la convivencia y de una sociedad humana: la acogida, el respeto y el cuidado de todo ser humano y de toda vida humana. No existe un derecho a matar o a pedir que te maten; es una invención. Sí que hay, por el contrario, un derecho a ser cuidado en la enfermedad y una obligación de la sociedad, la familia y la Iglesia a cuidar y acompañar a los enfermos, y en especial a los enfermos incurables o a las personas con alguna discapacidad. ¿Por qué no una ley de cuidados paliativos? Toda vida humana es un don sagrado, que hemos de acoger, proteger, y cuidar.

Para el trámite de esta ley se ha aprovechado además el momento de la pandemia, en el que los ciudadanos y la sociedad estamos preocupados por otras cosas: por la lucha contra el virus, por las penurias económicas, por el empleo y el futuro económico y social, o por la celebración de la Navidad este año. Y se ha aprovechado el estado de alarma, en el que está muy restringido el derecho de manifestación, para no dejar hablar a la sociedad.

Ante esta tropelía, los católicos, los cristianos en general, los creyentes de otras religiones y las personas de buena voluntad no podemos callar. Cada uno verá cómo mostrar su desacuerdo.

Por mi parte he ordenado que las banderas de la casas episcopales en Segorbe y en Castellón de la Plana ondeen a media asta y con crespón negro; e invito a quienes estén a favor del cuidado de toda vida humana a poner un crespón negro en las ventanas o balcones de sus casas, y en este tiempo de Navidad en el tapiz del Niño Jesús. Pido a todos sacerdotes que en las iglesias, especialmente en las parroquiales, mañana día 18, y todos los días 17 de cada mes se toquen las campanas (toque de difuntos o de clamor) a las 13:00 horas durante tres minutos.

Finalmente pido seguir rezando todos los días, y de forma especial los días 17 de cada mes, para que el Señor inspire a nuestros gobernantes leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana. SÍ al cuidado de toda vida humana. NO a la eutanasia y el suicidio asistido. SI a los cuidados paliativos. Muchas gracias a todos por vuestra implicación en estos gestos en favor de la vida.

Con mi afecto y con mi deseo de una feliz y santa Navidad,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón 

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Adviento: invitación a la alegría del espíritu

12 de diciembre de 2020/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Paso a paso nos vamos adentrando en el Adviento, tiempo para la Esperanza. El Adviento nos llama, en efecto, a dejar que se encienda o se avive en nosotros la fe para creer y acoger al Niño-Dios que nace en Belén: Él es la esperanza que no defrauda. En Navidad, Dios se hace unos de los nuestros en Jesús, para mostrarnos que Dios es Amor y darnos este amor; Dios crea todo y a todos por amor, Él nunca nos abandona y quiere hacernos partícipes de su misma vida para siempre. La vida eterna, la vida misma de Dios, es la única capaz de saciar nuestro deseo de amor, de vida y de felicidad.

Este tercer domingo de Adviento nos invita a la alegría del espíritu. Lo hace con las palabras de san Pablo a los filipenses: “Gaudete in Domino”, “Alegraos siempre en el Señor”, porque “el Señor está cerca” (cf. Flp 4, 4-5). Ya el profeta Sofonías, al final del siglo VII antes de Cristo, se dirige a la ciudad de Jerusalén y sus habitantes exhortándoles a la alegría: “Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, hija de Jerusalén. (…) El Señor tu Dios está en medio de ti como poderoso salvador” (So 3, 14. 17). Dios mismo “se goza y se complace en ti, te renovará con su amor, exultará sobre ti con júbilo” (So 3, 17-18). Esta promesa se realizó plenamente en Navidad, y la hemos de renovar en el “hoy” de nuestra vida y de nuestra historia.

La alegría que estas palabras han de suscitar en el corazón de los cristianos no está reservada sólo a nosotros: es un anuncio profético destinado a toda la humanidad, en especial a los más pobres. Pensemos en todos los que están sufriendo los efectos de la pandemia, en especial los contagiados y sus familias, los parados y un largo etcétera. También nosotros podemos estar atenazados por el miedo y la incertidumbre, por la tristeza y la angustia.

Algunos se preguntarán si no es cínico y fuera de lugar invitar a la alegría en medio de la tragedia del Covid-19. ¿Qué alegría podemos vivir en esta situación? Pensemos en los numerosos enfermos y los que les asisten, o en las personas solas que, además de experimentar sufrimientos físicos, sufren también en el espíritu, porque a menudo se sienten abandonados. ¿Cómo compartir con ellos la alegría sin faltarles al respeto en su sufrimiento? Y pensemos también en quienes han perdido el sentido de la verdadera alegría, especialmente si son jóvenes, y la buscan en vano donde es imposible encontrarla: en la autoafirmación y el éxito, en las falsas diversiones, en el consumismo, en los momentos de embriaguez, en los paraísos artificiales de la droga y de cualquier otra forma de alienación. No podemos menos de confrontar la llamada a la alegría de este Domingo con la realidad dramática de la pandemia y todas sus consecuencias.

Como en tiempos del profeta Sofonías, la palabra del Señor se dirige de modo privilegiado precisamente a quienes soportan pruebas, a los “heridos de la vida y huérfanos de alegría”. La invitación a la alegría no es un mensaje alienante, ni un estéril paliativo, sino más bien una profecía de salvación, una llamada a un rescate que parte de la renovación interior. Porque la alegría de que se aquí se trata no es algo superficial y efímero, como la que tantas veces nos ofrece nuestro mundo; se trata de una alegría profunda y estable, que llena la vida de paz y de sosiego. La alegría cristiana deriva de la certeza de que “el Señor está cerca” (Fil 4, 5); es la alegría, la paz y la serenidad de saberse siempre amados y nunca abandonados por Dios en su Hijo, Jesús. La fuente de la perenne alegría cristiana brota de lo hondo: de ese fondo de serenidad que hay en el alma, que, aún en la mayor dificultad, en la enfermedad y también en la muerte, se sabe siempre e infinitamente amada y protegida por Dios en su Hijo, Jesús. Él nace en Belén y muere y resucita, para hacernos partícipes de la vida misma de Dios.

La alegría que el Señor nos ofrece debe hallar en nosotros un corazón agradecido y dispuesto a acogerle. El Adviento nos llama a preparar los caminos al Señor, nos llama a la conversión de corazón y de vida a Dios, el único que puede purificar verdaderamente la vida y llenarla de alegría y de paz. Somos frágiles, limitados, finitos y pecadores; pero gracias al Hijo de Dios, que nace en Belén, puede resplandecer en nosotros el amor y la vida de Dios, que llena nuestro corazón de alegría.

Para transformar el mundo, Dios eligió a una humilde joven de Galilea, a María de Nazaret, y le dirigió este saludo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. En esas palabras está el secreto de la auténtica Navidad, de la auténtica alegría. Con san Pablo os digo a todos: “Alegraos, porque el Señor está cerca”.

 

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Carta del Obispo ante la inminente aprobación de la Ley de la Eutanasia

11 de diciembre de 2020/2 Comentarios/en Noticias, Cartas, Cartas 2020, Obispo, Por la Vida/por obsegorbecastellon

Castellón del Plana, 11 de diciembre de 2020

Ante la inminente aprobación de la Ley de la Eutanasia

 A todo el Pueblo de Dios en Segorbe-Castellón   

Queridos diocesanos todos:

Lo que se venía anunciando, se va a convertir en una triste y dolorosa realidad: el Congreso de los Diputados va a aprobar en breve la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.

En unión con toda la Iglesia católica, con el Santo Padre y el resto de los Obispos, en mi carta semanal de 4 de octubre pasado, os recordaba que la eutanasia o el suicidio asistido es siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro y que la Iglesia considera ‘como enseñanza definitiva’ que la eutanasia es un crimen contra la vida humana y un grave pecado; viola la ley de Dios y atenta contra la dignidad de la persona. En la eutanasia y en el suicidio asistido están en juego la dignidad de la persona y de la vida que ha recibido. La vida es un don sagrado e inviolable que ha de ser acogida, respetada y protegida por todos, incluido el Estado, hasta su muerte natural. En lugar de la eutanasia o el suicidio asistido, a los enfermos terminales o incurables, hemos de ofrecerles, también el Estado, los cuidados paliativos, que tienen como objetivo aliviar los sufrimientos en la fase final de la enfermedad y de asegurar al paciente un adecuado acompañamiento humano, médico, afectivo y espiritual. Los cuidados paliativos son la expresión más auténtica de la acción humana y cristiana del cuidado de estos enfermos.

Ante la inminente aprobación de la Ley de la eutanasia, los Obispos de España hemos publicado una Nota con fecha de hoy que lleva por título La vida es don, la eutanasia un fracaso (se adjunta) y convocamos a una Jornada de ayuno y de oración el próximo miércoles, día 16 de diciembre, para pedir el Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana.

Como vuestro Obispo os pido a todos que leáis y difundáis esta Nota de la Conferencia Episcopal y a los sacerdotes que sea leída al final de todas las Misas del próximo Domingo, 13 de diciembre, incluidas las de la Víspera. Así mismo pido a toda la comunidad diocesana unirse a esta Jornada de ayuno y de oración. Ruego a las parroquias, comunidades eclesiales, colegios de la Iglesia, movimientos, asociaciones y cofradías que organicen momentos de oración comunitaria con dicho fin.      

No perdamos la esperanza. En Navidad, Dios Creador y Señor de toda vida humana, se hace hombre para mostrarnos su amor por cada vida humana, también de los enfermos terminales e incurables. Acojamos el amor de Dios, y mostrémoslo en un cuidado cercano a nuestros hermanos enfermos, especialmente al final de su vida terrena.

 

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Las vocaciones al sacerdocio es cosa de todos

5 de diciembre de 2020/2 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias, Noticias destacadas, Obispo/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este año, a causa de la pandemia del Covid-19, celebramos el Día del Seminario el día 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada. Esta Jornada es una ocasión muy propicia para que todo el Pueblo de Dios tomemos conciencia de la importancia del Seminario Diocesano para nuestra Iglesia diocesana. En el Seminario, la casa y el corazón de la Diócesis, germinan y maduran las semillas de las vocaciones al sacerdocio ministerial, y se forman nuestros futuros pastores misioneros.

Es conocido que sufrimos un fuerte ‘invierno de vocaciones’, que entre nosotros alcanza niveles muy preocupantes. Esto no nos puede ser indiferente. Cierto que nuestro seminario menor, que crece año a año, es motivo de esperanza; pero no es menos cierto que son muy escasos los seminaristas del seminario mayor, y más aún los que proceden de nuestras comunidades cristianas. Ya nos dijo san Juan Pablo II que “la falta de vocaciones es la tristeza de cada Iglesia”, por lo que “la pastoral vocacional exige ser acogida, sobre todo hoy, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia” (PDV 34d). Y los obispos españoles en un escrito sobre este tema afirmamos que “es la hora de la fe, la hora de la confianza en el Señor que nos envía mar adentro a seguir echando las redes en la tarea ineludible de la pastoral vocacional” (Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI, 26 de abril 2012, 30).

Toda nuestra comunidad diocesana debe sentirse llamada a implicarse en esta tarea: Obispo y sacerdotes, familias y comunidades cristianas, catequistas y otros agentes de pastoral. Esta tarea no es cosa sólo de unos pocos. A ningún cristiano o comunidad cristiana le puede ser indiferente la escasez de vocaciones; no nos puede dar lo mismo que niños, adolescentes y jóvenes puedan o no escuchar, discernir y acoger la posible llamada del Señor a ser pastores misioneros como camino concreto de vivir la llamada de Jesús a todos a ser sus discípulos misioneros. Y a todos nos debe preocupar que nuestras comunidades se puedan ver privadas de sacerdotes, que las cuiden en nombre de Jesús, el Buen Pastor.

Toda vocación es un don de Dios. Por ello lo primero que hemos de hacer es orar con mayor frecuencia e intensidad por las vocaciones al sacerdocio. Jesús mismo nos dice: “Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 38).

Además, entre todos hemos de lograr que haya familias y comunidades cristianas capaces de suscitar en nuestros niños y jóvenes un encuentro personal con Cristo que los entusiasme, enamore y provoque su entrega incondicional a Jesús y a los demás. Como nos dice el Papa Francisco, la escasez de vocaciones se debe “frecuentemente a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas” (EG 107).

La principal manera de ayudar a un niño o a un joven a discernir la vocación a la que Dios le llama es ayudarle y acompañarle a llevar una vida de oración profunda y constante para que su corazón esté abierto a la llamada amorosa del Señor. La escucha y la acogida de esta llamada interior requieren “espacios de soledad y silencio, porque se trata de una decisión muy personal que otros no pueden tomar por uno” (Francisco, Christus vivit, 283). También hoy los niños, adolescentes y jóvenes son sensibles a esos momentos de silencio y de encuentro personal con Cristo, vividos en comunidad, que hacen posible escuchar la voz de Aquel que nos llama siempre.

Para seguir las huellas del Buen Pastor, la vocación de pastor pide una entrega total, una entrega de amor, que compromete toda la vida. Puede que hablar de una entrega total de sí mismo y para siempre, resulte hoy especialmente difícil. Pero, es preciso ser claros y fieles al modo como Jesús y la Iglesia nos enseña a recibir esta vocación sacerdotal. En el desarrollo y la maduración de la vida cristiana de niños, jóvenes y adultos, hay etapas y altibajos, pero lo importante es saber orientar un camino que, confiando en la gracia del Señor, mira siempre a una entrega más grande y total.

Oremos para que el Señor nos envíe vocaciones sacerdotales. Y para que nuestros seminaristas sean formados para ser discípulos y misioneros enamorados del Buen Pastor, que vivan en medio de su pueblo para servirlo y llevarle la misericordia de Dios. En estos tiempos de sombras, Dios quiere seguir haciendo brillar su Rostro amoroso y hacer oír su voz que es luz y vida. Los sacerdotes son hoy más necesarios que nunca. La pastoral vocacional y nuestros Seminarios son cosa de todos.

 

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Adviento: tiempo para la esperanza

28 de noviembre de 2020/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias destacadas, Obispo/por obsegorbecastellon

Queridos Diocesanos:

Este domingo comienza el Adviento. En este tiempo, la liturgia nos asegura que Dios “viene”. Adviento no sólo mira al pasado, recordando la primera venida de Dios en la historia que celebramos en la Navidad; y no sólo mira al futuro, cuando Jesús venga como Juez al final de la historia. Adviento nos recuerda ante todo que Dios “viene”. Ya al comienzo de este tiempo rezamos: “Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios viene, nuestro Salvador”. Se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento Dios viene: Cristo vive porque ha resucitado, Jesús es el Enmanuel, Dios-con-nosotros.

En Jesús, Dios mismo viene a estar y quedarse con nosotros en todas nuestras situaciones; viene a habitar en medio de nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene a colmar las distancias que nos dividen y nos separan; viene a reconciliarnos con Dios y entre nosotros; viene a salvar y sanar. Viene a la historia de la humanidad, llama a la puerta de cada hombre y de cada mujer de buena voluntad, para traer a las personas, a las familias y a los pueblos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz.

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Cristo Rey: Testigo de la verdad

21 de noviembre de 2020/0 Comentarios/en Noticias destacadas, Cartas, Cartas 2020, Noticias, Por la Vida/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Este domingo, el último del año litúrgico, celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Jesús mismo se declara Rey ante Pilatos en el interrogatorio a que lo sometió cuando se lo entregaron con la acusación de que había usurpado el título de ‘rey de los Judíos’. “Tú lo dices, yo soy rey”, responde Jesús a Pilatos; “pero mi reino no es de este mundo”, aclara (cf. Jn 18, 36-37). Por esta razón, Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político (cf. Mt 20, 25).

El reino de Jesús, en efecto, nada tiene que ver con los reinos y los poderes de este mundo. No tiene ejército ni policía, no dispone de fuerza coactiva ni de un boletín oficial para imponer su voluntad, no usa el dinero para comprar voluntades. Jesús no pretende imponer su autoridad ni su Evangelio por la fuerza, sino que usa la palabra, la convicción personal y la adhesión de corazón para ofrecer a todos el Reino de Dios. Jesús no vino a dominar sobre los pueblos, sino a liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado, de la mentira, de la opresión e injusticias humanas, para reconciliarnos con Dios y con nuestros semejantes.

Con su encarnación, muerte y resurrección, Jesús ha instaurado definitivamente el Reino de Dios: un Reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz. Este Reino está ya presente y actúa en este mundo, y llegará a su plenitud al final de los tiempos, después de que todos los enemigos y por último la muerte sean sometidos. Entonces el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será “todo en todos” (1 Co 15, 28).

Jesús ha nacido y ha venido al mundo para ser testigo de la verdad (Jn 18, 37). La ‘verdad’ que Cristo vino a testimoniar en el mundo es que Dios es Amor, y que Dios crea todo por amor y para la vida, para darnos parte en su misma Vida y para que seamos eternamente felices con Él. Venimos del amor de Dios y hacia Él caminamos. Su amor es tal que nunca abandona al ser humano, tampoco en momentos de dificultad, como en la actual pandemia. Esta es la verdad de Dios, del hombre y del mundo, que es fuente de esperanza. De ella dio pleno testimonio Jesús con el sacrificio de su vida en el Calvario. La cruz es el ‘trono’ desde el que manifestó la sublime realeza de Dios-Amor: ofreciéndose como expiación por el pecado del mundo, venció el dominio del ‘príncipe de este mundo’ (Jn 12, 31) y, resucitando, instauró definitivamente el Reino de Dios.

Todos estamos llamados a participar de este amor de Dios y de su Reino. El camino para llegar a esta meta no admite atajos. En efecto, toda persona está invitada a acoger libremente la verdad del amor de Dios. Y tanto el amor como la verdad no se imponen jamás: llaman a la puerta del corazón y de la mente y, donde pueden entrar, infunden paz, alegría y esperanza. Este es el modo de reinar de Dios, este es su proyecto de salvación, que se revela y desarrolla poco a poco en la historia.

La realeza de Cristo no puede ser comprendida por quien se aferra al poder de este mundo. Confesar hoy, en tiempos de relativismo, la verdad que Cristo nos ofrece, es objeto de incomprensión o de burla escéptica, como lo fue Jesús por parte de Pilatos. Además la realeza de Cristo va unida al amor por la verdad, que no siempre es cómoda. Hay una forma de ejercer hoy el poder que busca someter la verdad a la ‘verdad oficial’. El totalitarismo, dijo san Juan Pablo II “nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garan­tice relaciones justas entre los hombres”.

Se manipula la verdad con el fin de lograr y mantener el poder. Y así el fraude, el robo, la corrupción, la mentira, el aborto o la eutanasia -vendidos como progreso y como un derecho, cuando en verdad son un crimen-, y muchas otras formas injus­tas de tratar al hombre y de no reconocer su dignidad sagrada, dejan de reconocerse como males. La manipulación de la verdad mantiene a los hombres en la esclavitud, bajo la apariencia de libertad. Algunos experimentan la crueldad de esta situación, mientras que otros son esclavos de la mentira en el sueño de una aparen­te libertad.

Jesucristo, al liberarnos de la mentira, nos capacita para ordenar toda nuestra vida y nuestras acciones según Dios. Jesucristo abre ante nosotros un nuevo horizonte de libertad, que vence el miedo ante todo poder humano. Dejemos que su Reino se haga presente en medio de noso­tros. Sólo él puede liberarnos de toda forma de tira­nía.

 

Con mi afecto y bendición,

+Casimiro López  Llorente

Obispo de Segorbe-Castellón

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Mirar a Dios y tender la mano al pobre

14 de noviembre de 2020/0 Comentarios/en Cartas, Cartas 2020, Noticias destacadas, Pastoral Caritativa-Social/por obsegorbecastellon

Queridos diocesanos:

Celebramos la Jornada mundial de los pobres, inmersos en una segunda ola de la pandemia del Covid-19. El coronavirus nos sigue trastocando la vida todos los ámbitos, también en las actividades de nuestra Iglesia. Junto a la crisis sanitaria, el virus está provocando una profunda crisis económica, laboral y social en nuestra nación y en todo el mundo. Aquí nos dijeron alegremente que la pandemia estaba vencida y el virus nos ha devuelto a la cruda realidad. Aumentan los contagios y las muertes, vuelven las restricciones, crece el paro y el cierre de empresas, y, con ello, el número de los pobres y necesitados. Seguimos en la incertidumbre, vuelven la angustia, el miedo, la tristeza, y, en muchos, el desaliento y la desesperanza. ¿Qué hacer en esta situación?

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Toda la información de la Iglesia de Segorbe-Castellón en la semana del cónclave y de la elección de León XIV como Papa
Castellón ha vivido un fin de semana repleto de fervor y tradición en honor a su patrona, la Mare de Déu del Lledó, con motivo de su fiesta principal. Los actos litúrgicos y festivos han contado con una alta participación de fieles, entidades sociales, culturales y representantes institucionales de la ciudad, en un ambiente marcado por la devoción mariana y la alegría pascual.
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12 May 2024

#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales

📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️

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12 May 2024

#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria

💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️

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✝️Ha fallecido el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch, a los 91 años.🕯️La Misa exequial será mañana, jueves 15 de mayo, a las 11:00 h en la Concatedral de Santa María (Castellón), presidida por nuestro Obispo D. Casimiro.🙏 Que descanse en la paz de Cristo. ... Ver másVer menos

Fallece el Rvdo. D. Miguel Antolí Guarch - Obispado Segorbe-Castellón

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El Reverendo D. Miguel Antolí Guarch falleció esta pasada noche a los 91 años, tras una vida marcada por su profundo amor a Dios, su vocación sacerdotal y su
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