Esta mañana se ha celebrado en la Concatedral de Santa María la Misa Crismal, segundo gran acto de la Semana Santa después del Domingo de Ramos. En esta eucaristía solemne, presidida por el Obispo, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Mons. Casimiro López Llorente ha agradecido el servicio de los sacerdotes: “Solo Dios sabe el bien inmenso que todo sacerdote fiel, bueno y entregado hace a nuestra comunidades. Contad en esta mañana con el reconocimiento, el apoyo, el afecto, la gratitud y la oración de vuestro obispo y de los fieles”.
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Salmo: Sal 26, 1. 2. 3. 13-14 R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R.
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.
EVANGELIO
Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
La Iglesia de Segorbe-Castellón se une al pésame expresado por el Papa Francisco por los atentados perpetrados en dos iglesias coptas de Tanta y Alejandría, en Egipto, que han provocado cerca de 50 muertos y más de un centenar de heridos.
La comunidad diocesana ora por los difuntos y por los heridos, se siente cercana a los familiares y a toda la comunidad copta, y pide al Señor que convierta el corazón de las personas que siembran el terror, la violencia y la muerte.
Ante el próximo viaje apostólico del Papa Francisco a Egipto, manifestamos el deseo que traiga frutos de paz y concordia.
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel». R.
2ª LECTURA
Filipenses 2, 6-11
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
EVANGELIO
Mateo 27, 11-54
C. En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, y el gobernador le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Tilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. «Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Crucificaron con él a dos bandidos. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. Los que pasaban lo injuriaban y, meneando la cabeza, decían:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. «A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
«Elí, Elí, lamá sabaqtani?».
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A hora nona, Jesús gritó con
voz potente:
+ «Eli, Eli, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. «Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu, Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV) ha impartido una jornada formativa sobre ideología de género y transexualidad en Castellón. Especialistas en diversas disciplinas han expuesto, ante más de 300 personas, los fundamentos de estas percepciones de la identidad sexual desde la antropología, la medicina, la sociología o la teología. También desde el derecho se han valorado iniciativas legislativas, como la reciente ley trans de las Cortes Valencianas, poniendo de manifiesto los conflictos de derechos que puede generar su aplicación.
Esto dice el Señor Dios:
«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los haré una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos. No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitaban y en los cuales pecaron.
Los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus
padres: allí habitaran ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».
Salmo: Jr 31, 10. 11-12ab. 13 R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño. R.
Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor. R.
Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas. R.
EVANGELIO
Juan 11,45-57
En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?»
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Esta noche, 7 de abril, a las 22h tendrá lugar una Vigilia de adoración, de silencio, de contemplación y de escucha de la Palabra, a la que se responde con cantos de Taizé, en la parroquia de El Salvador, en Castellón. «Para penetrar en el Misterio del Crucificado, necesitamos orar, y ese es el sentido de esta Vigilia», asegura el párroco, don Joan Llidó, que explica que durante esta adoración, toda la Iglesia se queda en penumbra y los presentes se sientan alrededor del Cristo crucificado, iluminado, situado en medio de la asamblea.
El Domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa, la semana grande de la fe cristiana. Los días siguientes nos irán llevando hasta el Triduo Pascual, los tres días santos, en que conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El Hijo de Dios, al hacerse hombre por obediencia al Padre, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (cf. Hb 4, 15), aceptó cumplir hasta el fondo su voluntad, afrontar por amor a nosotros la pasión y la cruz, para hacernos partícipes de su resurrección, para que en él y por él podamos vivir para siempre en el amor de Dios.
El Jueves santo comienza el Triduo Pascual con la misa vespertina «En la cena del Señor». En ella conmemoramos la ofrenda total que Cristo hizo de sí mismo a la humanidad en el sacramento de la Eucaristía. Aquella tarde, Jesús instituyó la Eucaristía, el Memorial de su Pascua, cumpliendo con el rito pascual judío. De acuerdo con la tradición, cada familia judía, reunida para la fiesta de Pascua, come el cordero asado conmemorando la liberación de la esclavitud de Egipto; en el Cenáculo, Jesús, consciente de su muerte inminente, se ofrece a sí mismo por la liberación de nuestros pecados: él es el verdadero Cordero pascual. Al bendecir el pan y el vino, Jesús anticipa el sacrificio de la cruz y manifiesta la intención de perpetuar su presencia en medio de los discípulos: bajo las especies del pan y del vino, se hace realmente presente con su cuerpo entregado y con su sangre derramada. En la Última Cena, los Apóstoles son constituidos ministros de la Eucaristía; y, antes de nada, Jesús les lava los pies, invitándolos a amarse los unos a los otros como él los ha amado, dando la vida por ellos. Jesús nos dejó así su testamento, el «mandamiento nuevo» del amor fraterno en el gesto del lavatorio de los pies, que recuerda el humilde servicio de los esclavos: porque amar es servir. Sus discípulos estamos llamados a testimoniar así el amor de nuestro Redentor. Este día singular concluye con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní. Jesús, embargado de tristeza y angustia, pidió a sus discípulos que velaran con él permaneciendo en oración: «Quedaos aquí y velad conmigo» (Mt 26, 38), pero los discípulos se durmieron. También hoy el Señor nos dice a nosotros: «Quedaos aquí y velad conmigo». Y también nosotros, sus discípulos de hoy, a menudo dormimos.
El Viernes santo, día de ayuno y penitencia, está centrado en el misterio de la Pasión y en la contemplación y adoración de Cristo en la Cruz. En las iglesias se proclama el relato de la Pasión y resuenan las palabras del profeta Zacarías: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19, 37). Este día también nosotros queremos fijar nuestra mirada en el corazón traspasado del Redentor, en el que «están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia» (Col 2, 3), más aún, en el que «reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). Por eso el apóstol Pablo puede afirmar que no quiere saber «nada más que a Jesucristo, y este crucificado» (1 Co 2, 2). En verdad, la cruz revela «la anchura y la longitud, la altura y la profundidad» de un amor que supera todo conocimiento y nos llena «hasta la total plenitud de Dios» (cf. Ef 3, 18-19).
En el Sábado santo, la Iglesia, uniéndose espiritualmente a María, permanece en silencio en oración junto al sepulcro, donde el cuerpo del Hijo de Dios yace inerte como en una condición de descanso a la espera de su resurrección. Ya entrada la noche comenzará la solemne Vigilia pascual, durante la cual en cada iglesia se entonará el canto gozoso del Gloria y del Aleluya pascual por toda la comunidad cristiana, feliz porque Cristo ha resucitado y ha vencido a la muerte. La Vigilia Pascual es la cima a la que todo conduce: es la celebración litúrgica más importante de todo el año. Deberíamos esforzarnos por participar en la Vigilia Pascual. La resurrección de Cristo es la respuesta amorosa de Dios-Padre a la muerte de su Hijo: una respuesta de triunfo sobre el pecado y la muerte, una respuesta de gloria, de vida y de esperanza. Jesús vence el tedio, el dolor y la angustia del pecado y de la muerte. Su triunfo es nuestro triunfo. Cristo con su resurrección nos devuelve la Vida de los hijos de Dios.
Acojamos este misterio de salvación, participando intensamente en el Triduo Pascual, a fin de beber más profundamente en este manantial de gracia. Preparémonos con el sacramento de la Reconciliación, momento de especial adhesión a la muerte y resurrección de Cristo, para poder participar con mayor fruto en la santa Pascua.
Durante el acto se han presentado 25 piezas de orfebrería restauradas
Los obispados de Segorbe-Castellón y Tortosa han firmado con la Diputación de Castellón un convenio para la conservación y restauración del patrimonio de bienes muebles. Durante el acto, también se han presentado 25 piezas de orfebrería que el ente provincial ha recuperado. Tanto mons. Casimiro López Llorente como mons. Enrique Benavent, obispo de la Diócesis vecina, han coincidido en destacar el significado religioso de las obras junto con su valor como bien cultural.
Oía la acusación de la gente: «Pavor-en-torno; delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengaremos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.
Salmo: Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7 R. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R.
En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos. R.
EVANGELIO
Juan 10,31-42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
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