Nuestra Cáritas diocesana
Queridos diocesanos:
Este año, el 26 de febrero, se cumplen 65 años de la creación de nuestra Cáritas Diocesana por mi predecesor, Mons. José Pont i Gol. Esta efeméride es una ocasión propicia para hacer memoria agradecida del pasado, y, mirando el presente, abordar el futuro con esperanza y con compromiso renovado. Al contemplar todos estos años damos gracias a Dios por todas las personas –voluntarios, trabajadores y colaboradores-, comunidades y grupos que, con su dedicación y entrega personal o con su aportación económica, han hecho posible el servicio de la caridad de nuestra Iglesia diocesana. Sin ellos no hubieran sido posibles las múltiples y variadas acciones a favor de los más pobres y necesitados, durante todo este tiempo.
En nuestra acción de gracias no olvidamos a las congregaciones, cofradias, asociaciones, que se esfuerzan diariamente por hacer realidad la ayuda a los pobres, así como al voluntariado de Manos Unidas o de la pastoral penitenciaria. Y cómo no, a las religiosas y los religiosos que en los diversos campos de la acción social se comprometen gratuitamente, siendo iconos del Jesús encarnado entre los pobres.
La fuente de la caridad en la Iglesia es Dios mismo que es amor, agapé, caridad. El amor de Dios manifestado y recibido en Jesucristo es el motor de vida de cada cristiano y de toda la comunidad cristiana. Hemos sido ungidos por el Espíritu del Amor y nos compete hacerlo vida. Vivir la caridad no es solo tarea individual ni puede dejarse a la buena voluntad de cada cual; la caridad es tarea de toda la comunidad eclesial en todas sus dimensiones: parroquial, diocesana y universal. Se trata no de algo opcional, sino de una tarea esencial, constitutiva, de nuestra vida cristiana y eclesial.
Benedicto XVI nos recordó que hay tres aspectos de la acción evangelizadora de la Iglesia que son inseparables: el anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los Sacramentos y el servicio de la Caridad. Son tareas que se implican mutuamente. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia (cf. DCE 25a). Palabra, Sacramentos y Caridad no son acciones yuxtapuestas; se complementan mutuamente, unas llevan a las otras y todas son evangelización y de todas es responsable la comunidad. Ninguna comunidad realiza íntegramente su misión si no anuncia el Evangelio, si no celebra la fe y ora, si no sirve con amor a los hermanos más necesitados. Como ha repetido muchas veces el Papa Francisco, “la credibilidad de la Iglesia pasa por el camino del amor misericordioso y de la compasión que se abre a la esperanza”.
Nuestra caridad no solo ha de ser afectiva, sino también debe ser efectiva, creíble y sacramental. La caridad necesita una organización para que el servicio preferencial a los más pobres sea ordenado, implique a la comunidad y responda de forma efectiva a las necesidades sociales de cada momento en nuestro territorio. Este servicio organizado lo vienen realizando entre nosotros diversas organizaciones, congregaciones e instituciones. La Iglesia, sin embargo, ha querido que sea Cáritas Diocesana, presidida por el Obispo, el cauce ordinario y oficial de la Iglesia particular para la acción caritativa y social.
Nuestra Cáritas diocesana es, pues, la organización eclesial llamada a expresar el Amor de Dios, siendo cauce eclesial privilegiado y concreto de la comunión y del servicio (diakonía) con los más pobres y, por tanto, contribuyendo de modo eficaz al proceso evangelizador del pueblo de Dios en nuestra Diócesis.
Cáritas no puede perder nunca de vista que tiene su fuente en el misterio mismo de Dios-Amor, que ha salido a nuestro encuentro en Jesús. Su identidad y tarea es hacer visible y patente el amor preferencial de Jesús por los más pobres, alentar y encauzar este amor en su comunidad, haciendo que sea lo más eficaz posible al servicio de los que menos tienen. Cáritas diocesana está llamada, pues, a animar, acompañar, coordinar, programar y buscar con creatividad respuestas y acciones significativas a la situación social en la que nos movemos. Con palabras de San Pablo, “la caridad de Cristo nos apremia” (2Cor 5,14) a vivir para Cristo, desde Él y con Él al servicio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Hemos de seguir potenciando Cáritas Diocesana y el voluntariado. Para nuestra Iglesia, la caridad y su servicio es algo propio e irrenunciable. ¡No tengamos miedo! El Señor camina con nosotros en todo momento.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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