El malabarista internacional Paul Ponce, invitado en el Encuentro de Catequistas de este sábado
El Encuentro Diocesano de Catequistas del sábado que viene contará con un testimonio excepcional de vida, fe y familia: el del malabarista internacional Paul Ponce. Por eso reproducimos la entrevista publicada en La Hoja del 9 de agosto de 2015.
Una foto: Malabarista, sexta generación de una familia de circenses que no ha pasado más de diez meses en un mismo lugar, vive de noche actuando en casinos y hoteles de todo el mundo o en compañías como el Cirque du Soleil. Otra foto: Joven que dedica un año de su vida a Dios, esposo devoto que durante diez años consagró diariamente a su futura esposa, padre de familia numerosa que cada día procura ir a misa y rezar el rosario. No hemos cambiado de entrevistado; se trata de la misma persona: Paul Ponce, nacido en Argentina – por casualidad – en 1972.
Tras una vida loca, como él mismo confiesa, se confirmó a los 21 años en las Bahamas, y todo cambió: “Quería ser feliz y vivir coherentemente. Decidí dejarlo todo durante un año para dedicarme a la misión con el movimiento Regnum Christi, y me enviaron a Francia. En ese momento estaba muy abierto a lo que Dios me pidiera, y esto me daba mucha paz. Al cabo de esos meses, sentí que me llamaba a formar una familia”.
Volvió al mundo del espectáculo, pero desde entonces cada mañana oraba por la que sería su esposa. “Mis amigos me decían que ésta o aquella chica iba detrás de mí y que era tonto si no lo aprovechaba. Pero les contestaba que quería ser fiel a mi futura mujer, porque aunque yo no la conocía, Dios sí que sabía quien sería”. En ese momento Lía (Brasil, 1982) terminaba una experiencia de vida religiosa. Discerniendo su vocación, unos años después se encontró con Paul en México. Tras un noviazgo en el que trabajaban y viajaban juntos guardando la castidad, se casaron en Montserrat (Barcelona) el 13 de mayo de 2005. Sus mejores frutos han sido sus tres hijos: Pablo, (Berlín, 2006), José (Amsterdam, 2008) y Lía María (Lisboa, 2009)
Su conversión repentina no fue fuego de un momento. El paso de los años confirma y asienta su opción de vida cristiana: “Lo que me ayuda a perseverar son los medios que ofrece la Iglesia y el movimiento al que pertenezco. El director espiritual, la misa, la confesión… saber que estoy en presencia de Dios y que Él quiere lo mejor para mi. Dios no cambia nada si eres fiel o no porque sigue siendo Dios, pero tú sí. Desde que comencé mi andadura en una fe más coherente, vi muy claro que buscar la voluntad de Dios era lo que me daría la paz y felicidad que antes no tenía”.
Tras el año de misión, su primer trabajo fue en Japón: “El show lo hacíamos una cantante, tres bailarinas australianas y yo. Cada noche cambiaba el público del hotel, que estaba a tres horas de Tokyo. En el fuego apostólico con el Regnum Christi, quise convertirlas enseguida… y a los pocos días ya no querían oír más sobre la fe. Además, acostumbrado a misa diaria, me encontraba que para poder ir a la eucaristía el domingo tenía que hacer seis horas de autobús entre ida y vuelta… ¿Todo este sacrificio para qué? Sentía que perdía el tiempo. Pero entonces vi que si era fiel vería los frutos”.
Una de las bailarinas tenía una amiga de Nueva Zelanda que trabajaba en Hito, donde Paul iba a misa. Ella le confesó que era católica, aunque no practicaba, y que tenía curiosidad por ver una misa en japonés. Quedaron, hablaron, y la puso en contacto con una familia en su país: “Al año recibí una carta suya en la que me decía que fue a verlos y decidió participar en un encuentro en Estados Unidos que la animó a dar doce meses de colaboradora. Más tarde volví a encontrar a Claire en Roma, rezaba el rosario, y había consagrado su vida a Dios. Esta experiencia me enseñó a ser fiel aunque no vea los frutos. En Japón pedí comprobarlo, y ahora intentamos vivir coherentemente cada día e ir donde nos lleve, rezando para ser fecundos aunque no lo veamos”.
La familia entera siente que su apostolado en su medio de trabajo es dar testimonio en lo cotidiano sin esconder que rezan, intentando vivir con libertad y alegría: “Por donde vamos nos ven siempre con los niños de la mano y muy felices. La fe vivida auténticamente atrae, Dios es muy atractivo, y vivir coherentemente también es muy atractivo”. Y así llegan las sorpresas del Espíritu: en las Jornadas de la Juventud de Colonia Paul Ponce actuó ante el Papa Benedicto, y en enero próximo lo han vuelto a solicitar para participar con su testimonio en el Congreso Eucarístico Internacional en Sebú (Filipinas). ¡Una vida loca… de fe y amor!
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