EL REPORTAJE DEL DOMINGO: ¿Cómo vivir con sentido y esperanza durante la pandemia?
En Pascua resuena el anuncio de la resurrección del Señor. Pero, ¿cómo hacerlo en la situación de sufrimiento causado por la pandemia del covid-19? El Papa Francisco plantea esta pregunta en una meditación que el pasado 17 de abril escribió para la revista Vida Nueva: “Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19”. El virus y la situación de confinamiento está marcando el mundo, en especial unas generaciones que en occidente no habían vivido dramas colectivos. El decano de la Escuela de Salud Pública de Boston, Sandro Galea, llega a asegurar que “esta crisis es un acontecimiento traumático masivo sin precedentes, mayor que ningún otro por su dimensión geográfica”. Y la OMS adelanta que se doblará el número de personas que padecerán afectaciones mentales: ¡una de cada cinco!
No es la primera vez –y los expertos aseguran que tampoco será la última- que la humanidad se enfrenta a este tipo de desafíos. Pero en cada ocasión, los cristianos han estado presentes aportando respuestas, a menudo muy concretas, para abrir en medio del sufrimiento una puerta al sentido y la esperanza.
Nuno Carvalho, profesor de Historia de la Iglesia en el Centro Superior de Estudios Eclesiásticos (CSET) Mater Dei, reconoce que en las diversas épocas se han dado diferentes justificaciones a los fenómenos naturales, culturales, sociales o religiosos. A veces se han atribuido a la ira de Dios, aunque asegura que “ahora a nadie se le ocurriría hacer esta afirmación”. Lo que sí es cierto, afirma, es el papel que han jugado las comunidades cristianas: “Hay algo que se mantiene inalterable con relación a esos hechos acaecidos en el pasado. Es la labor incansable por parte de la Iglesia en minorar el sufrimiento de la gente, acompañarla en los momentos de enfermedad y dolor, preocuparse por dar sepultura cristiana a los fieles y muchas otras atenciones que entonces, igual que hoy, vemos desplegarse por todas partes”.
Y cita como ejemplos a San Cipriano de Cartago, que en el 252 hizo frente a la peste chipriota con recursos humanos y económicos; San Gregorio Magno, que en el 590 hizo lo mismo cuando la peste llegó a Roma desde el oriente bizantino; Santa Catalina de Siena y San Roque, incansables en la atención a los enfermos durante la peste negra en el siglo XIV; San Luis Gonzaga, a finales del siglo XVI, que se contagió de la peste que asolaba Roma cuando cargaba a hombros a un enfermo. Y más recientemente, hace 100 años, el testimonio cristiano de dos niños, los videntes de Fátima, Francisco y Jacinta, que animaron a todos a seguir a Jesús cuando dejaban éste mundo a causa de la gripe española.
En nuestra tradición más cercana también ha sido así. Hasta la fiesta de la Virgen del Lledó, el domingo 3 de mayo, el prior de la Basílica, Josep Miquel Francés, está publicando en la web unos artículos breves sobre las epidemias en La Plana desde la Edad Media y la presencia e invocación de la Mare de Déu en cada una de ellas. “Es una manera de conocer todas las pandemias sufridas y descubrir la presencia y protección de Santa María del Lledó, así como los traslados de su imagen a la ciudad en acción de gracias al remitir las plagas”, ha declarado.
Lo que dicen las Sagradas Escrituras
Esta actitud fundamental en el cristianismo de cercanía, consuelo y misericordia ante el sufrimiento está arraigada en las Sagradas Escrituras. Juan Carlos Vizoso, profesor de Biblia en el CSET, explica cómo “la dimensión divina (es Palabra de Dios) se entrelaza con la humana (es Palabra de Dios a través de palabras humanas)”. De ahí que “en la comunicación de la voluntad divina ha habido una pedagogía, una profundización progresiva: En el Antiguo Testamento muchas veces el mal físico es visto como un castigo por el mal moral cometido. Poco a poco, en el propio Antiguo Testamento, esa visión se va purificando y Jesús hará la interpretación definitiva”.
Ésta se podría resumir, explica Juan Carlos Vizoso, en la imagen del Siervo de Dios mostrado en la primera carta de San Pedro como aquel cuyas heridas nos han curado (I Pe, 2,24), y en la escena de Lucas 13, en la que Cristo afirma que “el sufrimiento físico personal no es un castigo por un pecado moral concreto sino una situación general por la que atraviesa la humanidad caída”.
Desde el ámbito de la moral, José Antonio Morales, profesor de esta materia, asegura que hay un sufrimiento provocado voluntariamente en el que hay una responsabilidad personal, pero también otro que tiene la causa en fenómenos naturales, como la pandemia que nos afecta. Este segundo no puede atribuirse a una voluntad premeditada. En todo caso es la ocasión para que surja algo positivo a pesar de todo: “Quizás lo más importante es que hace que nos cuidemos unos de otros en la experiencia de la caridad. Y creo que ahí el Señor nos enseña a salir de nosotros mismos y a vivir la caridad. Como segundo punto, diría que nos damos cuenta que somos vulnerables y así es un oportunidad para hacernos más humildes”.
Actitudes cristianas
Juan Carlos Vizoso añade dos actitudes del cristiano para afrontar el sufrimiento. La primera es un espíritu saludable: “Todo sufrimiento, en manos de Dios, se puede convertir en ocasión de bien”, asegura. Cita a San Pablo -“Todo concurre para el bien de aquellos que aman a Dios” (Rm 8,28)- y aporta como prueba el bien que se manifiesta estos días, como el servicio desinteresado. En segundo lugar reivindica la alegría: “El Resucitado saluda a los apóstoles siempre con el ‘Paz a vosotros’. Es más que una costumbre. Es un don divino fruto de la gracia. Su consecuencia es la alegría. El libro de los Hechos de los Apóstoles, que es el diario de una persecución, el relato, por tanto, de un sufrimiento, es uno de los libros bíblicos en los que más veces aparece el vocabulario de la alegría. Para un cristiano, las circunstancias adversas no son impedimento para vivir con una profunda alegría en el alma.”.
A la pregunta del inicio sobre la invitación pascual a la alegría, Francisco responde en su meditación: “Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. (…) Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora”.
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