II Domingo de Cuaresma – 24 de febrero de 2024
(Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18; Sal 115; Rom 8, 31b-34; Mc 9, 2-10 22)
Hermanas y hermanos, muy amados todos en el Señor
1. Hoy es un día grande para vuestra parroquia de San Jaime Apóstol, para la Ciudad de Vila-real, para nuestra Iglesia diocesana. Hoy es un día de alegria y de acción de gracias a Dios. Celebramos el 750º Aniversario de vuestra Parroquia de San Jaime Apóstol de Vila-real. Recordemos. El 22 de febrero del año del Señor de 1274, dos días después de haber extendido la Carta Pobla de Vila-real, el Rey D. Jaime I concede la Rectoría de la iglesia de Vila-real a Juan Gutiérrez, tío de Bartolomé Tomás, secretario del rey. Queda así también fundada vuestra parroquia y Juan Gutiérrez es su Primer Rector o Cura. El rey le concede la parroquia “con todos sus derechos y obligaciones, para que la sirva día y noche y a cada hora, y la posea en paz”. El rey manda “a los Alcaldes, Justicias y a todos los vecinos de este lugar, para el presente y el futuro, que tengan esta donación suya y concesión por firme e inviolable y no la contradigan ni permitan que nadie la contradiga de alguna manera ni por ninguna razón”.
Los vecinos de la Villa y primeros feligreses de la parroquia, proceden de Lérida y la Seo de Urgel, de Morella y parte de Aragón. La parroquia va consolidándose con la religiosidad de todos ellos, que promueven las devociones a San Jaime Apóstol, a San Lorenzo mártir, a los Santos Abdón y Senén, patronos de los agricultores valencianos, con sus respectivas cofradías. También la devoción a la Virgen de Gracia viene de los primeros pobladores, originarios de pueblos de la Seo de Urgel, que traen consigo una Imagen de su Patrona; la entronizan en la iglesia y, en una romería a “Las Ermitas del Mijares” la dejan al cuidado de un ermitaño en su “Cuevecita”. La devoción al Cristo, llamado del Hospital o del rey D. Jaime, se origina con la fundación del Hospital por el mismo rey, el 19 de abril de 1275, que manda levantar un hospital en el Barranquet. Mas tarde, los Franciscanos alcantarinos fundaron su convento, donde vivió y murió Pascual Bailón, patrono de la ciudad.
Las Actas de Visitas Pastorales, desde la del Obispo de Tortosa Paholac en 1315 (a los 40 años de la fundación), hasta la última de 2012, nos hablan de una rica y fecunda vida parroquial. Desde aquel 22 de febrero de 1274, vuestra parroquia de San Jaime ha sido presencia palpable del amor de Dios para los hombres y mujeres de esta Ciudad. En ella y a través de ella, numerosos han sido quienes han recibido la fe cristiana, han sido engendrados a la vida de los hijos Dios, han sido incorporados a Cristo y a la comunidad de la Iglesia por el Bautismo; muchos han sido también quienes en ella y por medio de ella han conocido a Jesús, se han encontrado con Él y han madurado en la fe mediante la escucha y la acogida de la Palabra de Dios y han alimentado su vida cristiana en la oración y en los sacramentos; otros muchos han descubierto y seguido aquí el camino de su vocación cristiana, sacerdotal, religiosa, matrimonial o laical, han encontrado en ella fuerza para la misión y el testimonio de fe, motivos para la esperanza, consuelo en la aflicción y ayuda en la necesidad.
Nuestra alegría se hace esta tarde acción de gracias a Dios. Sin su permanente presencia misericordiosa, nada hubiera sido posible. A Dios damos gracias por todos los dones recibidos a lo largo de estos largos años. Gracias le damos por vuestra comunidad parroquial y por cuantos la han formado en el pasado y la integráis en el presente; gracias damos a Dios por la entrega generosa de los 45 párrocos que la han pastoreado y por la labor de vicarios parroquiales y otros sacerdotes que la han servido.
Y ¿cómo no dar gracias al Señor por todos los que han colaborado activa y generosamente en la vida litúrgica, en la catequesis, en el trabajo pastoral con los niños, los adolescentes y los adultos, con los enfermos y los más desfavorecidos? Gracias, Señor, también por todos aquellos que de un modo callado y sin notoriedad, han contribuido a la vida de esta comunidad mediante su oración fervorosa, su vida y obras de santidad, el ofrecimiento de su dolor hasta el martirio o su contribución económica. Gracias damos a Dios por la rica vida asociativa en el pasado y en el presente: cofradías, asociaciones y congregaciones.
2. Sí; el trabajo realizado ha sido mucho; pero siempre queda mucho por hacer para que el amor misericordioso de Dios llegue a todos, máxime en estos tiempos recios: tiempos de enfriamiento de la fe, de alejamiento de la comunidad cristiana, de indiferencia religiosa y descristianización. ¿Desde donde hemos de vivir y acometer el presente? Desde la fe y la confianza en la presencia del Señor Resucitado en medio de nosotros. La palabra de Dios de este Domingo nos recuerda que Dios está con nosotros, en su hijo muerto en cruz y resucitado para que todo el crea en Él tenga vida eterna. Dios “no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros” (Rom 8, 32). Y “si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom 8, 31b). Dios Padre nos pide escuchar a su Hijo: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo» (Mc 9, 7). Siempre y, sobre todo, en el tiempo de Cuaresma estamos llamados de un modo particular a escuchar, seguir y anunciar al Señor, Vivo, presente entre nosotros.
Como Iglesia hemos de caminar siempre desde la fe en el Señor Resucitado con esperanza y en la caridad, sabiendo que el Señor Jesús camina con nosotros y cooperando todos para que esta vuestra parroquia sea una comunidad viva en sus miembros y misionera hacia los alejados y hacia los que aún no conocen a Jesucristo.
El Papa Francisco nos recuerda que “la parroquia ha de ser “capaz de reformarse y adaptarse continuamente” para seguir siendo “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (Evangelii gaudium, n. 28). El Santo Padre nos llama constantemente a una conversión personal y comunitaria, y a una conversión o renovación pastoral de la parroquia para estar “todavía más cerca de la gente, ser ámbito de viva comunión y participación y orientada completamente a la misión” (ibíd.).
No lo olvidéis; vuestra parroquia está llama a ser en el barrio signo de la presencia amorosa de Dios, espacio donde Dios sale al encuentro de los hombres, para comunicarles su amor que crea lazos de comunión fraterna. Es Dios Padre quien, habitando entre los suyos y en su corazón, hace de ellos su santuario vivo por la acción del Espíritu Santo. Vuestra parroquia será viva en la medida en que todos vosotros, sus miembros, viváis fundamentados y ensamblados en Cristo, piedra angular; vuestra comunidad parroquial será iglesia viva si por vosotros corre la savia de la Vid y de la misericordia que es Cristo, que transforma nuestro corazón nos hace misericordiosos como el Padre y nos envía a anunciar las obras de misericordia.
Vuestra parroquia de San Jaime está llamada una a ser una comunidad de hermanos y hermanas en la fe, una familia de familias, donde todos sean y se sientan acogidos, valorados, acompañados, donde todos y cada uno se sienta en su propia casa, en su propia familia; una comunidad donde se viva y se fortalezca la comunión entre todos y se comparta la vida y la misión de la parroquia; una comunión, que ha de basarse en la comunión con Dios, que hace de todos hermanos y nos llama a vivir la fraternidad; y una comunidad misionera, una comunidad siempre en salida para que Cristo y su Evangelio salvador llegue a todos, a los más cercanos y a los más lejanos, donde la alegría del evangelio llegue a todas las periferias existenciales.
3. En vuestra parroquia, el Espíritu de Dios actúa especialmente a través de los signos de la nueva alianza, que ella ofrece a todos: la Palabra de Dios, los sacramentos y la caridad.
La Palabra de Dios, anunciada y acogida con corazón bien dispuesto, os llevará al encuentro gozoso con el Señor. La Palabra de Dios es luz, que os iluminará en el camino de vuestra existencia, que os fortalecerá, os consolará y os unirá. La proclamación y explicación de la Palabra en la fe de la Iglesia, la catequesis de iniciación cristiana y la formación de todos no sólo deben conduciros a conocer más y mejor a Cristo y su Evangelio así como las verdades de la fe y de la moral cristianas; os han de llevar y ayudar a todos y a cada uno a la adhesión personal a Cristo y a su seguimiento gozoso en el seno de la comunidad eclesial.
En la comunidad parroquial,Dios se nos da también a través de los Sacramentos. Al celebrar y recibir los sacramentos participamos de la vida de Dios; por los Sacramentos se alimenta y reaviva nuestra existencia cristiana, personal y comunitaria; por los Sacramentos se crea, se acrecienta o se fortalece la comunión con la parroquia, con la Iglesia diocesana y con la Iglesia Universal.
Entre los sacramentos destaca la Eucaristía. Es preciso recordar una y otra vez que la Eucaristía es el centro de la vida de todo cristiano, el centro y el corazón de toda la vida de la comunidad parroquial. Toda parroquia ha de estar centrada en la Eucaristía Además “la Eucaristía da al cristiano más fuerza para vivir las exigencias del evangelio…” (Juan Pablo II). Sin la participación en la Eucaristía es imposible permanecer fiel en la vida cristiana. Como un peregrino necesita la comida para resistir hasta la meta, de la misma forma quien pretenda ser cristiano necesita el alimento de la Eucaristía. El domingo es el momento más hermoso para venir, en familia, a celebrar la Eucaristía unidos en el Señor con la comunidad parroquial. Los frutos serán muy abundantes: de paz y de unión familiar, de alegría y de fortaleza en la fe, de comunidad viva y evangelizadora.
La participación sincera, activa y fructuosa en la Eucaristía os llevará necesariamente a vivir la fraternidad, os llevará a practicar la caridad, os remitirá a la misión, os impulsará a la transformación del mundo. Los pobres y los enfermos, los marginados y los desfavorecidos han de seguir teniendo un lugar privilegiado en vuestra parroquia. Ellos han de ser atendidos con gestos que demuestren, por parte de la comunidad parroquial, el amor y la misericordia de Cristo Jesús. Ellos, su vez, os evangelizarán, os ayudarán a descubrir a Cristo Jesús. Como nos recuerda el Evangelio, Jesús mismo se identifica con los hambrientos y sedientos, con los enfermos y encarcelados o con los forasteros: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
La celebración frecuente del Sacramento de la Penitencia será aliento y esperanza en vuestra experiencia cristiana. La humildad y la fe van muy unidas. Sólo cuando sabemos ponernos de rodillas ante Dios por el sacramento de la confesión y reconocemos nuestras debilidades y pecados podemos decir que estamos en sintonía con el Padre Dios “rico en misericordia” (Ef 2,4). En el sacramento de la Penitencia se recupera y se fortalece nuestra comunión con Dios y con la comunidad eclesial; la experiencia del perdón de Dios nos da fuerza para la misión, nos empuja a ser testigos de su misericordia, testigos del perdón y de la reconciliación.
La vida cristiana, personal y comunitaria, se debilita cuando estos dos sacramentos decaen. Y en nuestra época, si queréis vivir como cristianos, si queréis superar los miedos a serlo y confesarlo ante la indiferencia o los ataques, si queréis ser evangelizadores auténticos no podréis hacerlo sin la experiencia profunda de estos dos sacramentos. Un creyente que no se confiesa con cierta frecuencia y no participa en la Misa dominical, termina en poco tiempo apartándose de Cristo y se convierte en un cristiano amorfo. Su fe se esfuma, deja de tener consistencia.
Regenerados por la Palabra y los Sacramentos os convertiréis en ‘piedras vivas’ del edificio espiritual, de la comunidad parroquial, de la vuestra gran familia de familias. Es decir: una comunidad que acoge y vive a Cristo y su Evangelio; una comunidad que proclama y celebra la alianza amorosa de Dios; una comunidad que aprende y ayuda a vivir la fraternidad cristiana conforme al espíritu de las bienaventuranzas; una comunidad que ora y ayuda a la oración; una comunidad en la que todos sus miembros se sienten y son corresponsables en su vida y su misión al servicio de la evangelización en una sociedad cada vez más descristianizada; una comunidad que vive la caridad hacia adentro y hacia afuera, que es fermento de nueva humanidad, de transformación del mundo, de una cultura de la vida y del amor, de la misericordia y el encuentro, de la justicia y de la paz.
4. Al celebrar el 750º Aniversario de vuestra parroquia miramos, rezamos y contemplamos a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Gracia. Ella es nuestra madre espiritual porque nos da a Cristo, el Hijo de Dios, fuente de vida y salvación; ella orienta nuestra mirada hacia su Hijo: ella nos muestra y nos lleva a su Hijo, ella nos lleva a Dios. Jesús nos invita a acogerla “en nuestra casa”: es decir, en nosotros mismos, en nuestras familias, en nuestra sociedad. María es nuestra madre, os protege, nos alienta y no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5). Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón