«¿Para quién soy?». La Diócesis participa en el Congreso Nacional de Vocaciones.
Carta del Obispo D. Casimiro: “Somos vocación y misión”.
Programación de actividades de la Delegación Diocesana para la Infancia y la Juventud.
«Jornadas de Lourdes», en su festividad.
II Encuentro de confirmandos en Llucena.
La Iglesia de Segorbe-Castellón recauda más de 411.000€ para los afectados por la DANA.
El Consejo Diocesano de Pastoral reflexiona sobre el desarrollo de la programación pastoral del acompañamiento y hace balance del Congreso Nacional de Vocaciones.
Entrevista a la Hna. María Gómez-Lechón, misionera en Mozambique.
El Papa de cerca: «La oración de Jesús es nuestra salvación».
El segundo fin de semana de este mes, más de 3000 personas procedentes de todas la diócesis de España, celebramos en Madrid el Congreso nacional de Vocaciones.
Juntos nos pusimos a la escucha del Señor, para profundizar en la pregunta que el Papa Francisco hace en su Exhortación Christus Vivit (n. 286): “¿Para quién soy yo?”.
Nos preocupa la falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, como también al laicado y el matrimonio cristiano. Pero sobre todo nos preocupa que la existencia no se entienda y viva como vocación. Esto ocurre en todos los ámbitos, también en la Iglesia. En efecto, lo que está en crisis hoy es entender la vida como vocación, y con ello la comprensión de lo que somos. El contexto cultural actual propone un modelo de ‘hombre sin vocación’, totalmente autónomo, señor de su vida y existencia, sin apertura ni referencia alguna a Dios, donde cada cual opta o elige un camino según sus propios deseos. También en la mayoría de los casos, el futuro de niños y jóvenes se plantea en nuestra Iglesia sin contar con Dios. La cuestión vocacional es un reto de nuestro tiempo y de nuestra Iglesia.
El Congreso ha mostrado que una mirada y comprensión creyente de la persona nos descubre que todos recibimos de Dios una vocación y una misión. En el libro del Génesis leemos que “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza” (Gn 1,27). Dios es amor (1Jn 4,16). Porque Dios es amor y comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Dios nos crea a su imagen y semejanza. Nuestra identidad más profunda es que Dios llama a cada uno a la vida por amor para una existencia plena y dichosa. Este es nuestro origen y nuestro destino en el plan de Dios: somos llamados a la existencia por amor, para amar y ser amados, y llegar así a la plenitud del amor de Dios en vida la eterna. Este es el proyecto de Dios para cada uno. Cristo nos muestra que el verdadero amor consiste en la donación y entrega total por el bien de los demás.
La vocación es un don que se recibe y se entrega. Somos vocación y misión. Toda vocación nace en Dios y es una llamada para donarse a los demás. La vocación no es una elección personal basada en intereses propios, sino un don gratuito que se acoge con agradecimiento. Ha de vivirse como una respuesta al amor de Dios y no como conquista personal. Dios llama por amor y su llamada envía a extender el amor. En esencia, la misión no es otra cosa que llenar el mundo de fe, amor y esperanza. Ante la vocación son necesarias tres actitudes fundamentales: acoger con humildad el don gratuito e inmerecido de Dios; agradecer el don como una gracia que transforma la vida; y entregar el don, convirtiéndose en una donación plena al prójimo.
La vocación se descubre en la amistad con Jesús. ”Ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15,15). La relación de amistad con Cristo es el fundamento de toda vocación cristiana. Esta amistad no solo nos define como cristianos, sino que también transforma nuestra vida y nos impulsa a vivir en comunión de amor con Dios para los demás. Esta amistad se vive especialmente en la oración. Una pastoral vocacional debe centrarse en fomentar la amistad con Cristo y ayudar a cada persona a descubrir su lugar en la comunidad cristiana.
En la Iglesia, la familia de los llamados, hay y conviven diversas vocaciones: sacerdotal, consagrada y matrimonial cada una con su riqueza y especificidad. Los sacerdotes son servidores del pueblo de Dios, mediadores entre Dios y los hombres, llamados a anunciar el Evangelio, celebrar los sacramentos y guiar a la comunidad. Los consagrados son un signo de la trascendencia de Dios, viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y testimoniando la vida eterna. Los laicos son llamados a santificar el mundo en su vida cotidiana, viviendo el Evangelio en el ámbito familiar, laboral y social. Los casados son en su donación mutua signo del misterio del amor de Cristo hacia su Iglesia. Cada vocación contribuye a la misión común de extender el Reino de Dios. Todos hemos sido llamados por el Espíritu a la plenitud de la vida cristiana: la santidad, cada uno según su propia vocación y misión.
El Congreso nacional nos apremia a dar pasos concretos para promover una cultura vocacional y a dar un nuevo impulso a la pastoral vocacional. Esto implica discernir los signos del Espíritu Santo en nuestra vida y comunidad, y asumir el compromiso de fomentar las vocaciones en todas sus formas. Sus retos principales son pedir al Dueño de la mies que suscite nuevas vocaciones, reavivar la conciencia dr ls Iglesia misma es la asamblea de los llamados, vivir gozosamente la propia vocación y fomentar una pastoral con alma vocacional. La misión de cada bautizado es hacer de su vida un signo del amor de Dios para todos.
La Iglesia en España ha celebrado su Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy?”, entre el viernes, 7 de febrero, y hasta el domingo, día 9. El Congreso se ha celebrado en el «Madrid-Arena» y se ha podido seguir en la página web del Congreso y en el canal de Youtube de la Conferencia Episcopal. La Asamblea Plenaria de la CEE encomendó la organización de este evento al Servicio de Pastoral Vocacional. La Conferencia Episcopal Española cierra, con este Congreso, su ciclo del Plan Pastoral que inició en 2021.
Día primero. Inauguración, ponencia marco y vigilia de oración
El viernes 7 por la tarde comenzó la acogida de participantes, que llegaron de las 70 diócesis españolas, entre ellas de Segorbe-Castellón con una delegación encabezada por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, y por el Delegado diocesano para la Pastoral Vocacional, D. Jon Solozabal. Y lo hicieron con la alegría de los bautizados, de ser peregrinos, de compartir, de vivir desde el comienzo, personal y comunitariamente, los retos que plantea este Congreso: que sea un encuentro que ayude a reconocer que el Señor sigue llamando a la vida, a la fe y a la misión.
La inauguración del Congreso comenzó con música, con la proyección del video-clip del himno del Congreso de Vocaciones, «Para quien soy yo», compuesto y cantado por Hakuna, en un acto amenizado por los periodistas Mª Ángeles Fernández y Fran Otero, que invitaron a una pequeña dinámica con algunas frases del himno del Congreso, que i nterpelaban al público: “Lo que todo el mundo ansía — ¿Qué ansía tu corazón?”; “¿Para quién soy?” – “¿Qué hago aquí?” — “¿Qué haces aquí?” y la frase “Tu mirada da sentido a nuestra vida” con la pregunta “¿Cómo me mira Jesús?”. Los congresistas escribieron sus respuestas en unos folios que alzaban con las manos. La música y las canciones acompañaron también las distintas partes y reflexiones del Congreso.
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Seguidamente, comenzó un momento de oración guiado por un grupo de la Archidiócesis de Valencia. “Somos una Asamblea de los llamados. Nos hemos preparado. La cuestión vocacional es un gran reto para nuestra Iglesia, que abre una respuesta desde el discernimiento y el acompañamiento que ofrece la Iglesia. El Señor nos sigue llamando a la vida. La vida cristiana es vocación. Toda vida es vocación. Se vive como una llamada y se ofrece como una misión particular”, reflexionaron.
Saludos iniciales de bienvenida
Los saludos iniciales de acogida corrieron a cargo del arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo; del arzobispo de Braga, Mons. José Manuel García Cordeiro, responsable de Vocaciones y Jóvenes en el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE); del nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito Auza, quien agradeció la celebración del encuentro y transmitió el mensaje que el papa Francisco envió a los participantes de este Congreso. Por último, el presidente de la CEE, Mons. Luis Argüello, dio la bienvenida también, cerrando este acto de recibimiento, a todos los congregados.
Cardenal Cobo: «nuestra vida tiene futuro, nuestra vida tiene sentido»
El cardenal Cobo acogió con su saludo a todos los participantes en Madrid, con unas palabras y un deseo compartido: que nos escuchemos unos a otros durante estos días. Afirma que “lo mejor que a alguien le puede ocurrir en la vida es poder conducir su libertad a su horizonte más amplio y eso solo se hace si es capaz de formular a las preguntas fundamentales. Nada es tan obvio que no merezca ser interrogado. Nuestro tiempo presenta una grieta peligrosa y es la falta de preguntas”.
“Dedicamos -continuó- mucho esfuerzo a nuestra personalidad on-line, pero la falta de preguntas nos hace volar muy bajo. Navegamos en la incertidumbre y nos da mucho miedo el futuro. Ante una pandemia como la que tuvimos olvidamos las preguntas y no hacemos nada ante el miedo”.
Por ello, explicó qué si no nos dejamos sorprender por el Dios que nos llama por nuestro nombre, seremos seres deshumanizados. Pero si cultivamos la capacidad del asombro seremos capaces de ver a Dios. “Despertad es la llamada. Despertad de la dormidera para poder hacer en el corazón las preguntas fundamentales. Para percibirnos creados y amados desde siempre. La revelación es así. La historia de un coloquio amoroso entre Dios y el hombre. Debemos apostar por la cultura del encuentro: que incorpora al otro y a los otros. La revelación es la que da sentido a nuestra vida. Hay que sentarse a escuchar y estar juntos”, constató.
El cardenal Cobo explicó que el divorcio de la fe en el día a día es una grieta y limita nuestra capacidad de vivir la fe en todos los aspectos de la vida. Por ello, el reto que nos propone es: integrar la fe en la vida cotidiana y así puede cumplir cada persona su misión en el mundo. “Él no nos propuso solo un ideal, Él se encarna. Nos propuso un encuentro con Él, vino a nuestro lado. «Maestro, ¿dónde vives? esta es la pregunta. Venid y veréis, la respuesta”, reflexionó.
También destacó que “nuestra vida tiene futuro, nuestra vida tiene sentido porque depende de la mirada Dios. Somos convocados, Dios llama en la Asamblea que es la Iglesia. Por ello, «estar juntos nos da alas, para vivir más arraigados, haciendo uso de nuestra libertad. Nos hace caminar y aprender juntos”. Así, indicó que “Dios nos saca de nuestras ideas que polarizan la convivencia, que no acepta a los otros”. Por ello, como toda vocación es un don y una vida, «todas las vocaciones deben ser acompañadas. La vocación es una llamada, la llamada del Maestro para seguirle. Vivimos un momento de gracia para la Iglesia. El Espíritu santo nos empuja a descubrirnos como Pueblo de Dios. Todos somos discípulos de Cristo en misión. Vocación única que nos iguala a todos. En la comunidad todos nos sentiremos valorados. Pongámonos en camino y preguntémonos “¿Para quién soy?”.
A continuación, tomó la palabra Mons. José Manuel García Cordeiro, quien aseguró en su saludo que “todos estamos llamados – todos somos una asamblea de llamados a la misión. De hecho, la Iglesia o es misionera o no existe. Salir, evangelizar y discipular son verbos activos para una Iglesia en misión peregrina de esperanza”.
Mons. García Cordeiro dio un «Sí» a la vocación misionera, sinodal y de comunión que tiene la Iglesia: “Sí, soñamos con una Iglesia en actitud permanente de oración, formación, renovación y misión; una Iglesia cada vez más atenta a todas las personas y a los signos de los tiempos. Sí, soñamos con una Iglesia que sienta, viva, comparta y se esfuerce por ayudar a resolver los innumerables problemas que afectan a las familias. Sí, soñamos con una Iglesia que se convierta en compañera de viaje de los jóvenes, atenta a sus sueños, deseos y dificultades, sabiendo que los jóvenes vienen a la Iglesia no para divertirse, sino para alimentarse desde dentro”.
Ante ello, subrayó el arzobispo, que más que saber responder a la pregunta fundamental: ¿Quién soy yo? “debemos responder con nuestra vida: ¿Para quién soy yo? ¿Para qué sirve la vida, sino para dar? ¿Qué puedo hacer por la Iglesia?”.
Mensaje del papa Francisco al Congreso
Por su parte, el Nuncio Apostólico en España, Mons. Bernardito C. Auza, mostró su alegría por la organización de este Congreso vocacional y dio lectura al Mensaje con el que el Papa Francisco quiso unirse a la celebración de este Congreso de Vocaciones “agradeciendo a todos los que trabajan por las vocaciones en las amadas tierras de España”.
El Santo Padre manifestó su alegría porque el lema del Congreso recoja las palabras de la Exhortación apostólica postsinodal Christus vivit. Un documento que advierte que muchas veces “perdemos tiempo preguntándonos: «Pero, ¿quién soy yo?»” y “no llegamos a la pregunta fundamental: «¿Para quién soy yo?»”. Sin duda, responde el Pontífice “eres para Dios”. Pero, matiza, “Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros” (n. 286).
El Papa recordó la escena del joven rico que le pregunta al Señor qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna. En su respuesta, “el Señor nos hace ver, con una dulce pedagogía, que la bondad a la que aspiramos no se consigue cumpliendo requisitos y alcanzando objetivos y, aunque hayamos tratado de realizar todo esto desde nuestra juventud, siempre nos faltará algo muy simple, el don total de nosotros mismos, el seguir a Jesús en la prueba del amor más grande”.
Lo que le pide al joven rico: «anda, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme» (Mc 10,21), “lo podemos escuchar dirigido a cada uno de nosotros. Todos somos administradores de los dones de gracia y de naturaleza que el Señor nos ha regalado, y nuestros talentos son para ponerlos en el banco y sacar interés, nuestros bienes para venderlos, de forma que el fruto llegue a los demás”.
Francisco puso como ejemplo la DANA “una situación que nos interpela profundamente, y que deja al vivo la idea de «para quién soy». Cuántos testimonios de valentía, de solidaridad, de ver que en ese contexto lo que tengo, lo que soy, tiene un propósito concreto: los otros”. Ante la actitud del joven rico que “no supo invertir en el negocio esencial al que Dios le invitaba”. El Papa ensalzó el testimonio de “todos esos jóvenes que, como hemos visto en la catástrofe de la DANA, en la acogida de los migrantes o del volcán de La Palma, son los primeros en ponerse manos a la obra”.
En el discernimiento de la propia vocación, sigamos “ese ejemplo para captar el valor de los bienes espirituales o materiales que estamos llamados a gestionar. Como aquel administrador deshonesto de la parábola recogida por san Lucas no los «derrochemos», usándolos para alejar a los demás de nosotros y de Dios, sino busquemos poder decir que no nos debemos más que amor (cf. Rm 13,8)”.
“No pensemos que lo que tenemos no es suficiente” afirma el Papa apoyándose en el ejemplo de los apóstoles que no tenían “oro ni plata” pero que, después de recibir el Espíritu Santo, perciben la necesidad del pobre paralítico. También Felipe movido por el Espíritu, “consigue ver la necesidad del otro y, por encima de sus expectativas, anunciarle a Jesús, en la Palabra y los sacramentos, atendiendo una pobreza que no es material sino espiritual (cf. Hch 8,27-35)”.
En este Congreso de Vocaciones “pidamos una mirada capaz de percibir la necesidad del hermano, no en abstracto, sino en lo concreto de unos ojos que se clavan en nosotros como los del paralítico del templo. En la oficina, en la familia, en el apostolado, en el servicio, lleven a Dios allí donde Él los envíe, esa es nuestra vocación”. Con la pregunta «¿para quién soy?», concluyó, “nos introducimos en el misterio de Dios y de su proyecto sobre nosotros, pero no tengan miedo y abandónense a la voluntad divina, el Espíritu los sorprenderá a cada paso, haciéndoles bajar del tren de la vida, como a santa Teresa de Calcuta, para reducir las distancias que los separan de Dios y del hermano, para cambiar sus rumbos y encontrar a Jesús en el abrazo de aquel al que son enviados”.
Palabras de acogida de Mons. Argüello
Así cerró este bloque de bienvenida Mons. Luis Argüello, presidente de la CEE, con su saludo a los participantes. En primer lugar, dio gracias al Papa por su mensaje al Congreso, del que ha desbrozado el lema: “El Yo del lema del Congreso es un Yo que es un nosotros. Para quién soy yo es preguntarnos para quien somos nosotros”. El arzobispo de Valladolid subrayó lo esperanzador de este encuentro, cuando recuerda que 60 diócesis “nos hemos congregado aquí, preguntándonos para quién somos”.
Mons. Argüello puso de relieve el valor de la cruz, “donde vemos el corazón que se entregó por nosotros, la sangre que nos redime y alimenta y el aliento que nos hace descubrir quiero ser santo”. También invitó a todos a esperar con María en los momentos de dificultad. Además de “a vivir el domingo, día del Señor, día del hombre, día de la creación, para comunicar la alegría del Evangelio, como Pueblo que camina y que podamos decir: he descubierto un nuevo Yo, el Yo que es un nosotros, que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos”.
Ponencia marco inicial
A continuación, Ana Samboal y Alfonso Alonso-Las Heras presentaron a los asistentes la ponencia marco inicial, que recogía el trabajo en común anterior a este Congreso. En ella destacaron que la razón de realizar este Congreso era ofrecer la certeza de que “Dios sigue amando y llamando”. “La vocación es el regalo que Dios nos dona junto a la vida, que debemos descubrir y a la que hay que responder”, subrayaron.
Por ello, la Iglesia quiere ayudar a fortalecer la cultura vocacional para que cada persona pueda descubrir su vocación y alcanzar la plenitud a la que ha sido llamada.
El Congreso de Vocaciones “¿Para quien soy yo. Asamblea de llamados para la misión”, cierra el ciclo pastoral 2021-2025 de la CEE, continuando el trabajo del Congreso de Laicos de 2020 “Pueblo de Dios en salida”. Con este encuentro se quiere dar un paso más: del anuncio del Kerigma a vivir la propia vida como respuesta al mismo. La razón última de este Congreso es descubrir la “certeza de que Dios sigue invitándonos a todos a una existencia plena y dichosa”. Es mostrar la certeza de que “todos tenemos vocación”. Por ello, la Iglesia quiere ayudar a fortalecer la cultura vocacional para que cada persona pueda descubrir su vocación y alcanzar la plenitud a la que ha sido llamada.
El Congreso comenzó hace meses con el trabajo previo y este fin de semana continúa el itinerario de encuentro, formación, oración y celebración.
Diagnóstico del momento actual: una crisis antropológica
Esta ponencia inicial partía de un diagnóstico de la situación actual, donde explica el porqué de este énfasis en el tema de la vocación en los últimos años. La respuesta es que existe una crisis antropológica, “de comprensión de lo que somos”. Esta crisis no se limita a la disminución de vocaciones de “especial consagración” sino a la falta de vidas entendidas y vividas como vocación. En todos los ámbitos: en el familiar, en el profesional, en la Iglesia… lo que está en crisis es la “vida entendida como vocación”.
Explicaron que esta situación tiene diferentes causas, entre las que destacan:
–La exacerbada búsqueda de libertad, que quiere a toda costa generar sujetos autónomos e independientes. Una exaltación de la autonomía casi por encima de todo. Una libertad, reduciéndola a su dimensión negativa, sin límites y sin asumir responsabilidades.
-Hoy se sitúa en el centro al sujeto y la búsqueda de bienestar se convierten en el foco de toda decisión. De manera que no hay cabida al amor, centro de un paradigma vocacional. La libertad en la sociedad actual se pone por encima del amor y desemboca en valores que son opuestos a las virtudes necesarias para poder responder a la propia vocación.
-Están en crisis los elementos antropológicos esenciales para la vocación. Existe una pérdida de trascendencia. Los jóvenes viven sumergidos en un mundo lleno de información, pero carecen de las herramientas básicas para la vida, con consecuencias de vacío existencial y soledad.
Pese a este contexto, la razón de realizar este Congreso no es esta crisis actual, es la certeza de que “Dios sigue amando y llamando”, afirman. Es ayudar a descubrir y alcanzar la vocación de cada uno y acompañar en el proceso. Por ello, la Iglesia, con este encuentro, quiere ofrecer lo que Dios “sueña para todos y cada uno, que es un camino de dicha y verdadera plenitud”.
La vocación: una llamada al ser y un don para darse a los demás
Con este planteamiento recordaron que la vocación no se reduce a una tarea o profesión, sino que tiene que ver con el ser antes que con el hacer. La vocación se convierte “en modo de vivir y de plantearse la existencia”. La vocación constituye a la persona. La vocación es un don que se recibe del amor de Dios y nos lleva a la felicidad y plenitud de vida.
En este sentido, se constata que la vida es vocación. Esto significa que la vida ha de vivirse como un don y encuentra su sentido convirtiéndola en un bien que se dona para todos. Además, ofrecieron algunas características que ayudan a entender mejor la vocación:
No es una auto-realización. Dios llama y tienen la iniciativa. Los propios sentimientos no son creadores de la realidad ni de la vocación.
Tiene un horizonte de sentido hacia el que dirigir la vida: marca la dirección de la vida como una brújula, más que como un GPS que indique tiempo y lugar a cada paso.
Es un don que ha de concretarse en una respuesta. Tiene carácter personal y dialógico: implica una relación con Dios que demanda respuesta libre y concreta.
Es un proceso dinámico: es un camino continuo de actualización del «sí». La vocación no se impone. Es clave la revisión de vida, escuchar y avanzar.
Dimensión comunitaria, en un doble sentido eclesial y misional: toda vocación se verifica y enriquece en la Iglesia y en la misión común, en la sinodalidad. La vivencia personal es imposible sin los otros.
Tiene carácter de perpetuidad. La llamada vocacional nos lleva al compromiso y a perseverar en ella, incluso frente a los fracasos. Hay una continuidad inseparable entre vocación, misión y santidad.
La cultura vocacional: un desafío compartido
Ante una sociedad que prioriza el bienestar personal y la eficacia por encima del amor y el bien común, es esencial crear una cultura vocacional que ayude a cada persona a plantearse la vida como una respuesta a la llamada de Dios. Esta cultura debe impregnar todas las dimensiones de la Iglesia y sus estructuras. “Toca remar a contracorriente apostando por una cultura vocacional en todos los ámbitos”, apuntaron.
El Servicio Nacional de Vocaciones, creado por la CEE en 2022, es un ejemplo de esta apuesta integral. Su objetivo es coordinar esfuerzos pastorales para generar un ambiente vocacional que anime a niños, jóvenes y adultos a descubrir su llamada personal y a responder con generosidad.
Promover una educación cristiana, ayudar en los procesos de iniciación, una visión comunitaria de las vocaciones, destacando la complementariedad entre ellas (sacerdocio, vida consagrada, laicado, matrimonio), así como ofrecer experiencias de encuentros con el Espíritu, especialmente a través de la Palabra y el sacramento de la Reconciliación, además de fomentar el acompañamiento y el discernimiento se muestran como herramientas claves.
Conclusión: una invitación a la conversión y la esperanza
Como conclusión, el horizonte de este Congreso es crecer en la conciencia de que la vida es don recibido y está llamada a ser don para otros. Es una llamada a la conversión personal y comunitaria. Crear una cultura vocacional es un proceso largo, que exige superar el pesimismo y el derrotismo. Los jóvenes, lejos de ser culpables de la crisis actual, son víctimas de una cultura que los desorienta, pero también muestran una sed de sentido y una apertura a un discurso alternativo.
Este momento, por tanto, es una gran oportunidad para la evangelización y para testimoniar la belleza de una vida bien vivida, plena y en sintonía con el proyecto de Dios. El Congreso es una celebración de la riqueza de todas las vocaciones y una invitación a cada persona a descubrir para quién ha sido creada, con la certeza de que este camino es fuente de plenitud y alegría auténtica. «¿Para quien soy? nos preguntamos, con una respuesta clara en la vida cristiana: para Dios y para los demás, han concluido.
Día segundo. Cuatro itinerarios: Palabra, Comunidad, Sujeto, Misión
La jornada comenzó con la celebración de la Eucaristía, presidida por Mons. Jesús Pulido, obispo de Coria-Cáceres.
A continuación, dio comiendo la sesión de la mañana con dos ponencias para todos los congresistas. En el pabellón Arena, Eloy Bueno de la Fuente, catedrático de la Facultad de Teología del Norte (Burgos), pronunció la conferencia del itinerario Comunidad (descargar aquí); y en el pabellón Satélite, José Luis Albares Martín, profesor titular del Centro Universitario Cardenal Cisneros, en Alcalá de Henares (Madrid), pronunció la ponencia en el itinerario Palabra (descargar aquí).
Por la tarde intervino María Concepción Isart Hernández, de la Universidad Católica de Valencia quien desarrolló el itinerario Vocación (descargar aquí); y en el pabellón Satélite intervino María José Castejón Giner, del Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote que desarrolló el itinerario Sujeto (descargar aquí).
Itinerario Palabra
En el primer itinerario del Congreso de Vocaciones, José Luis Albares partió de la constitución dogmática Dei Verbum para identificar hasta quince arquetipos de llamada en la Sagrada Escritura.
Dei Verbum establece que el Concilio busca exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión y este enfoque, señaló Albares, se puede relacionar con el pasaje de Marcos 3, 13-14, donde se narra cómo Jesús llama a sus discípulos para que estén con él y los envía a predicar. Esta conexión, prosiguió, nos permite reflexionar sobre el significado de «estar con Jesús», la transmisión de la revelación y la llamada vocacional.
De esta forma, el primer objetivo de los discípulos es «estar con él» (Mc 3, 14a), no solo como una cuestión de proximidad física, sino de una relación profunda y amistosa. La Dei Verbum describe la revelación como un «diálogo amistoso» donde Dios se revela a sí mismo y se comunica con la humanidad: «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor». La revelación, por tanto, es una invitación a una relación personal del hombre con el creador. La fe cristiana se basa en este diálogo, donde cada creyente es llamado a reconocer que «soy amado-llamado, por eso existo».
Al darse, la revelación no puede quedarse en la intimidad de una relación cerrada con Dios debe ser transmitida. Tomando nuevamente la autoridad de la Dei Verbum, afirma que Dios benignamente… dispuso que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre. De aquí, resulta fácil deducir que la misión de la Iglesia es evangelizar, llevando el mensaje de Cristo a todos los pueblos (Mt 28, 19). Desde esta perspectiva, la evangelización no trata solamente de la transmisión de doctrinas, sino de la presentación de Jesucristo, quien se hace presente en la historia. La misión de la Iglesia es, en este sentido, una expresión de la economía de la revelación.
La llamada de Dios es algo central en la experiencia cristiana. La Escritura reafirma esta percepción, pues está llena de relatos de vocación, donde Dios toma la iniciativa y llama a personas a cumplir una misión. Estos relatos siguen un patrón: una situación inicial, una manifestación de Dios, una respuesta de disponibilidad, una misión encomendada y, a menudo, una objeción por parte del llamado.
1. Agricultor, ganadero: representa el dinamismo de la llamada, donde la semilla de la Palabra debe caer en un terreno fértil (Mc 4, 1-20).
2. Constructor: simboliza la edificación de la comunidad de fe, donde cada uno contribuye al proyecto de Dios (1 Cor 3, 9).
3. Juez: implica discernimiento y servicio a la comunidad, guiando a otros en la justicia (Mt 5, 20).
4. Sanador, médico: la curación es una misión que supone restaurar a las personas y comunidades (Mt 8, 17).
5. Luchador, soldado, guerrero, centinela: nos brindan la idea de que la llamada de Dios requiere una respuesta valiente, induce a interpretar las opciones del creyente como una conquista que hay que vivir día a día (1 Sam 17, 45).
6. Maestro, educador: Dios educa a su pueblo y Jesús es el Maestro por excelencia. La respuesta a la voluntad del Señor capacita al creyente para enseñar la verdad (Dt 8, 2-6).
7. Mediador, sacerdote: es crucial en la relación entre Dios y la humanidad, ejemplificado por figuras como Abrahán y Moisés, y culmina en Jesucristo. La misión implica construir relaciones y escuchar las necesidades de los demás. (1 Tim 2, 4-6).
8. Padre, madre: esenciales para la vocación, reflejando la paternidad de Dios y la maternidad de la Virgen María, simbolizando amor y cuidado. La llamada divina invita a desarrollar un amor fraternal hacia los demás (Éx 4, 22).
9. Pastor, guía: representa la responsabilidad de guiar a otros en el camino de Dios. La vocación implica ser un punto de referencia para los demás (Jn 10, 11).
10. Peregrino, caminante: en busca de Dios, siguiendo el camino hacia la Jerusalén celeste, como lo hizo Israel en su travesía. La llamada es el inicio de un viaje hacia la plenitud (Sal 84, 4).
11. Pescador de hombres: invitar a otros a la salvación, transformando la pesca en un símbolo de relación y servicio (Mt 4, 19).
12. Predicador, profeta, mensajero: esenciales en la misión de evangelización, con su capacidad de escuchar y responder a la Palabra (Mt 28, 19).
13. Siervo, servidor: refleja la identidad de quien recibe una misión de Dios, destacando el servicio y la humildad, como ejemplifica Jesús (Mc 10, 45).
14. Esposo, esposa: simboliza el amor y la comunión, donde la llamada divina se vive como una experiencia de amor único (Is 62, 5).
15. Testigo: atestigua la veracidad no solo con la comunicación verbal, sino con el testimonio existencial. Constituye un elemento básico y provee la necesaria credibilidad para interpretar con fruto el mandato vocacional (Jn 18, 37).
Itinerario Comunidad
Eloy Bueno de la Fuente señaló que hablar de comunidad en un evento sobre pastoral vocacional es “fundamental”, ya que toda vocación cristiana es eclesial y la vida de la Iglesia se manifiesta como un dinamismo continuo de vocaciones. La vocación y la comunidad están intrínsecamente unidas, como lo expresa el papa Francisco: sin el «nosotros» que trasciende el «yo», la vida eclesial se fractura.
En este sentido, toda pastoral vocacional intenta salvar la distancia que las personas establecen entre la fe personal y la realidad de la comunidad eclesial. Si esto no ocurre se corre el riesgo de reducir la eclesialidad a un cumplimiento de normas o a la pertenencia a un grupo, en lugar de reconocer que la Iglesia es una realidad personal, en la que las relaciones son fundamentales.
Eloy Bueno estableció que la Iglesia como ekklesía, es una comunidad de llamados, que existe gracias a la iniciativa de Dios y que, por tanto, antecede a la Iglesia y a cada creyente. Sin embargo, vocación y misión están íntimamente ligadas, pues ser cristiano implica una decisión consciente en respuesta a la gracia de Dios. Desde esta perspectiva, apuntó Bueno de la Fuente, el Bautismo no es solo un rito, sino el inicio de una vida que integra al individuo en la historia de amor de Dios con la humanidad.
En relación al Concilio Vaticano II, en el que se introdujo la noción de «Pueblo de Dios» y estableciendo y destacando la igualdad y dignidad de todos los bautizados, el bautismo implica que todos somos corresponsables de la misión de la Iglesia. La máxima expresión de la dignidad de cada bautizado se manifiesta en su participación activa en la vida de la Iglesia, que debe ser entendida como una «comunidad en salida, comprometida con el mundo».
Solo de esta forma, prosiguió, la Iglesia superará la comprensión de sí misma como una entidad abstracta, pasando a realidad concreta, habitada por personas, cada una en su contexto específico. Dentro de esta variedad de circunstancias, las Iglesias locales cobran protagonismo erigiéndose como estructura básica de la Iglesia universal, donde cada comunidad, con su casuística, debe ser vista como un «nosotros» eclesial. Y todo ello sin olvidar que la familia, como «Iglesia doméstica», también juega un papel crucial en la transmisión de la fe y en la vivencia de la vocación.
La diversidad de vocaciones en la Iglesia debe ser entendida como algo que produce un enriquecimiento mutuo: cada miembro tiene un papel que desempeñar, y la comunidad debe fomentar un ambiente en el que se produzca el florecimiento de estas vocaciones. Siguiendo el hilo de la argumentación de Bueno de la Fuente, la pastoral vocacional debe ser transversal, integrando todas las dimensiones de la vida eclesial. Como ya se ha comentado anteriormente, el discernimiento comunitario es una cuestión esencial para identificar y promover vocaciones: la comunidad debe ser protagonista en este proceso, reconociendo que cada vocación surge en respuesta a las necesidades de la Iglesia.
Itinerario Misión
La ponencia correspondiente al cuarto y último itinerario del Congreso Nacional de Vocaciones 2025 corrió a cargo de María Consolación Isart. Ella comenzó su exposición destacando la pasión por evangelizar como aquello que nos apela e invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como cristianos. La pregunta inicial que surge es: «¿Por qué evangelizar?» La respuesta, a su juicio, es clara: la Iglesia tiene la obligación de anunciar a Jesucristo a todos los pueblos, tal como se nos recuerda en el mandato de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio».
Sin embargo, pese a esta rotundidad evangélica es fundamental que cada uno de nosotros reconozca su papel como misionero. Isart citó una encuesta reciente que reveló que un 72 % de los católicos nunca había intentado hablar de su fe, lo que la ha llevado a cuestionarse si estamos contagiados por el relativismo que nos rodea.
La historia de la Iglesia nos muestra que la actividad misionera brota del dinamismo de la fe, donde la mayoría de los evangelizadores eran laicos. La evangelización se realiza en la cotidianidad, en el hogar, en el trabajo, y no necesariamente en grandes eventos. La pasión por evangelizar “surge de la experiencia personal con Cristo”. “No es lo mismo —afirmó— haber conocido a Jesús que no conocerlo”, y esta vivencia nos impulsa a compartirlo con otros. La Iglesia crece por atracción, y ahí es donde cada nuevo cristiano tiene la responsabilidad de transmitir su experiencia. La historia está llena de ejemplos de personas que, con poco conocimiento, lograron llevar a muchos a Cristo. Porque la evangelización no es un adorno para la vida, sino una responsabilidad ineludible. San Juan Crisóstomo nos recuerda que «¡Cristiano, tendrás que dar cuenta del mundo entero!».
También señaló que la evangelización se dirige especialmente a los jóvenes, quienes tienen el potencial de transformar la sociedad. Sin embargo, en este contexto es crucial que se les presente un “ideal atractivo”. La educación en la oración es fundamental, ya que “no se puede dar a conocer a Dios únicamente con palabras”, y hay que dar a los más jóvenes formas de conectarse con Dios y prepararles para llevar su mensaje a otros. Además de la oración, la acción emerge también como algo esencial, pues no basta con charlas y buenos consejos, sino que debemos «educar la voluntad de los jóvenes» para que actúen en consecuencia.
El acompañamiento, como se vio a lo largo de todas las ponencias, es otro aspecto clave. Como es sabido, el papa Francisco nos invita a ser “personas-cántaros” que den de beber a los demás, y en este sentido, la amistad es el medio más eficaz para llevar el amor de Dios a otros. Este apostolado se realiza uno a uno, con paciencia y respeto, siguiendo el ejemplo de Jesús. La evangelización no busca resultados inmediatos, sino que se basa en la confianza en que Dios actúa en cada corazón.
Por último, Isart concluyó con mucho optimismo que la secularización del mundo no es irreversible. Si todos nos convertimos en apóstoles de apóstoles y forjamos una minoría santa, podremos transformar la sociedad, siendo testigos de la alegría que supone seguir a Jesucristo.
Itinerario Sujeto
María José Castejón Giner, del Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote desarrolló el itinerario Sujeto. María José Calderón puso de manifiesto la importancia de ir formando personas que descubren su vocación como algo que configura su identidad personal. Según destacó, “deseamos suscitar la pregunta “¿Para quién soy?” frente a una cultura que promueve la idea del hombre sin vocación. Por ello resulta fundamental el discernimiento, la formación y el acompañamiento”.
La vocación: es un camino de encuentro y comunión ya que desde el principio ya existía la Palabra. Este principio nos invita a explorar tres dimensiones fundamentales del sujeto de toda vocación: el yo, el tú y el nosotros. Estas dimensiones nos ayudan a profundizar en nuestra identidad, nuestra relación con Jesucristo y nuestra pertenencia a la comunidad de creyentes.
En la relación con uno mismo, el yo nos invita a mirar hacia dentro y reconocer que cada uno de nosotros es un sujeto de vocación, estamos “abiertos a la trascendencia”. La dignidad humana y la vocación cristiana son resaltadas en la constitución Lumen gentium, que nos recuerda que «hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios». Esta conciencia de ser criaturas nos conecta con nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, con la sed de infinitud que nos impulsa a buscar a Dios.
En el encuentro con Jesucristo se da el tú, y se centra en la relación íntima con el Verbo. En fase más avanzada, este encuentro personal con Dios Trinitario nos invita a la conversión y a querer avanzar más en su conocimiento. De esta forma, “en el encuentro con el Tú amoroso de Dios” reconocemos nuestra identidad como hijos y hermanos, llamados a seguir las huellas de Cristo y a participar en su misión. Este encuentro transforma nuestra vida y nos convierte en testigos del amor y la misericordia de Dios.
Finalmente, está la dimensión del nosotros nos lleva a entender que nuestra relación con el tú nos conduce a una comunidad. “No estamos solos en nuestro camino espiritual; somos parte de un cuerpo más grande, el Cuerpo de Cristo, indicó. Esta comunión nos llama a vivir en solidaridad y amor mutuo, reflejando el amor de Dios en nuestras relaciones cotidianas. Del mismo modo, la fe en Jesucristo nos impulsa a generar relaciones nuevas basadas en el amor y la misericordia.
Participar en la vida de la Iglesia es una respuesta a la llamada a ser “apóstoles de las vocaciones”. Esta invitación nos desafía a ser generadores de una cultura vocacional, donde cada uno de nosotros es mediador de vocación para otros. En este proceso, la provocación es esencial, ya que genera reacciones y preguntas que nos llevan a un encuentro con Cristo. De manera inevitable, “la experiencia personal de Dios” es fundamental, asimismo, combinada con la experiencia comunitaria que nos invita a caminar junto a otros en la fe.
64 talleres y experiencias
Tras las dos ponencias, por la mañana y de la tarde, se desarrollaron los 64 talleres, en torno a los cuatro itinerarios: Palabra, Comunidad, Misión, Sujeto, en los que participaron los más de 3000 congresistas asistentes.
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A las diez de la noche dio comienzo el festival con la participación de Shemá, Marta Mesa, Hermanas Pobres de Santa Clara, Musical Sueños de Toño Casado y Hakuna Group Music, que se pudo seguir aquí:
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Día tercero. Ponencia final y eucaristía de envío
Con el rezo de las laudes dio comienzo la jornada final del Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy?”.
A continuación se presentó la ponencia final del Congreso, elaborada por un equipo compuesto por Alfonso Salgado, María Ruíz, Raúl Tinajero, Luis Manuel Suárez cfm, Juan Carlos Mateos, José María Calderón y Mons. Jesús Pulido (descárgala aquí). A las 12.00 h. se celebró la Eucaristía de envío presidida por Mons. Luis Argüello.
Ponencia final. Un pueblo de Dios vocacional: De los sueños a los retos
Siete ideas para un pueblo de Dios vocacional: De los sueños a los retos
“El Congreso Vocacional es una gran fiesta del Espíritu”
“El pueblo santo de Dios es un pueblo vocacional y es un pueblo de soñadores”
“Hemos constado que toda vocación cristiana, asumida y entregada, es un mensaje de alegría para la Iglesia y para el mundo”
La pregunta clave para una vida cristiana es: “¿Para quién soy?, que tiene una respuesta: para los demás. “Dios es el que llama y llama por amor. La misión es inundar el mundo de fe, amor y esperanza”
“Una pastoral vocacional debe centrarse en fomentar esta amistad y ayudar a cada persona a descubrir su lugar en la comunidad cristiana”.
“La Iglesia es una gran familia vocacional y cada vocación enriquece la vida”.
Este Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy?” pide vivir la vocación como un fuego que transforma el mundo.
El Congreso de Vocaciones ha sido una gran fiesta del Espíritu, un momento de encuentro para reflexionar sobre la vocación, entendida como don y llamada personal al servicio de los demás. “El pueblo santo de Dios es un pueblo vocacional y es un pueblo de soñadores. El Dios que llama y hace soñar es el Dios de la historia”, se subraya en esta ponencia final. Este evento, que ha congregado a laicos, sacerdotes, consagrados y obispos, se ha preparado y vivido para avanzar juntos y proponer algunos retos para caminar como una Iglesia misionera y vocacional.
Asimismo, constatan lo que se ha vivido estos días: “una fiesta del Espíritu porque hemos experimentado que toda vocación cristiana, asumida y entregada, es un mensaje de alegría para la Iglesia y para el mundo, un mundo que en ocasiones muestra un rostro a-vocacional o incluso anti-vocacional”. Y recuerdan que en este Congreso la pregunta clave para una vida cristiana es: “Para quién soy?”, de la cual emerge la respuesta “tu vida para los demás”.
1. La vocación: un don que se recibe y se entrega
Toda vocación nace en Dios y es una llamada para el bien del mundo. No es una elección personal basada en intereses propios, sino un don gratuito que se acoge con agradecimiento. La vocación debe vivirse como una respuesta al amor de Dios, alejándose de una perspectiva de conquista personal para abrazar una actitud de entrega generosa. “Dios llama por amor y su llamada envía a extender el amor. En esencia la misión no es otra cosa que inundar el mundo de fe, amor y esperanza”, manifiestan en esta ponencia final del Congreso.
Durante estos días de Congreso se han identificado tres actitudes fundamentales ante la vocación:
-Acoger el don: No es algo que se merece, sino que se recibe con humildad, como María en su respuesta al ángel: “Hágase en mí según tu palabra”.
–Agradecer el don: La gratitud es clave, reconociendo la llamada como una gracia que transforma la vida, como muestra el evangelio del leproso agradecido.
–Entregar el don: La vocación no se guarda, sino que se comparte, convirtiéndose en una donación plena al prójimo.
2. La vocación brota de la amistad con Jesús
La relación con Cristo es el fundamento de toda vocación cristiana. La amistad con Él no solo nos define como creyentes, sino que también transforma nuestra vida y nos impulsa a vivir en comunión con los demás.
Recuerdan, en el texto final, estas las palabras de Jesús, del Evangelio de San Juan: «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (Jn 15,15). Esta amistad se vive especialmente en la oración, descrita por Santa Teresa de Ávila como un “tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”. Una pastoral vocacional debe centrarse en fomentar esta amistad y ayudar a cada persona a descubrir su lugar en la comunidad cristiana.
3. La Iglesia como familia vocacional
La Iglesia es una gran familia vocacional, donde conviven diversas vocaciones: laical, sacerdotal y consagrada, cada una con su riqueza y especificidad.
Los laicos son llamados a santificar el mundo desde su vida cotidiana, viviendo el Evangelio en el ámbito familiar, laboral y social.
Los sacerdotes son servidores del pueblo de Dios, mediadores entre Dios y los hombres, llamados a anunciar el Evangelio y celebrar los sacramentos.
Los consagrados son un signo de la trascendencia de Dios, viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y testimoniando la vida eterna.
La diversidad de estas vocaciones enriquece a la Iglesia y muestra su comunión y misión. Cada vocación contribuye a la misión común de anunciar el Reino de Dios. Todos, cada uno según su propia vocación, hemos sido llamados por el Espíritu a la plenitud de la vida cristiana: la santidad.
4. De los sueños a los retos
Este Congreso de Vocaciones invita a pasar de los sueños a los retos concretos para promover una cultura vocacional y dar un nuevo impulso a la pastoral vocacional. Esto implica discernir los signos del Espíritu Santo en nuestra vida y comunidad, y asumir el compromiso de fomentar las vocaciones en todas sus formas.
Entre los principales retos identificados están:
Pedir al dueño de la mies que suscite nuevas vocaciones.
Reavivar la conciencia vocacional y misionera en la Iglesia.
Vivir gozosamente la propia vocación, agradeciendo y celebrando la diversidad vocacional.
Fomentar una pastoral integrada que tenga un “alma vocacional” en todas sus dimensiones: familiar, juvenil, educativa y cultural.
5. La urgencia vocacional y misionera
Por todo ello, en esta ponencia final subrayan la urgencia de promover las vocaciones y la conciencia misionera. En un contexto de crisis vocacional, el Papa Francisco nos invita a no rendirnos ni refugiarnos en el pasado, sino a lanzarnos con valentía al mar de la evangelización y la misión. La clave está en testimoniar con alegría la vocación recibida, contagiando a otros el fuego del amor de Dios.
Los participantes del Congreso se sienten llamados a ser embajadores del compromiso vocacional, llevando a sus familias, parroquias y comunidades el mensaje de la vocación como una llamada al servicio y a la misión. La vocación, lejos de ser un privilegio para unos pocos, es el núcleo de toda vida cristiana, un camino de amor, esperanza y comunión.
Finalmente, este Congreso de Vocaciones “¿Para quién soy? realiza una llamada a vivir la vocación como un fuego que transforma el mundo. Jesús, quien nos bautiza en el Espíritu Santo y en el fuego, nos envía a iluminar y calentar el mundo con su presencia. Ser una Iglesia misionera es, en esencia, ser una Iglesia vocacional. La misión de cada bautizado es transmitir este fuego y hacer de su vida un signo del amor de Dios para todos.
Eucaristía de clausura y de envío al Pueblo de Dios
“Que la alabanza llene de alegría nuestro corazón, hermanos» con estas palabras comenzaba Mons. Argüello la homilía. Una alabanza, que «nos permita levantar las manos, estrecharlas y ofrecerlas”.
“Jesucristo ha muerto por nosotros, según las Escrituras. Ha entrado en la hondura del sepulcro, según las Escrituras y ha resucitado, según las Escrituras. Y así se lo ha ido comunicando a unos y a otros, a Simón, a Cefas, a sus amigos, a Pablo, a quienes nosotros aquí somos presencia de los sucesores de los apóstoles”.
El presidente de la CEE, se dirigió a los “hermanos laicos, Pueblo santo de Dios, que venís a la eucaristía a caer en la cuenta de que este pueblo tiene la forma de un cuerpo, el cuerpo de Cristo”. A la vida consagrada, “que realizáis ensayos para que este pueblo peregrino pueda seguir una senda. Nos ofrecéis ensayos de alabanza, de fraternidad, de acoger a los que están tirados en las cunetas de la historia. Peregrinando vais delante, pero vais tantas veces en medio y detrás de nosotros”. A los “queridos matrimonios, iglesia doméstica, que hacéis presente el amor singularísimo que Cristo tiene a su esposa, la iglesia, a nosotros, la Iglesia, esposa de Jesucristo”.
Mons. Argüello invitó a acoger la invitación del Señor que nos dice, «Duc in altum», «rema mar adentro» para hacer su voluntad. Con tres referencias concretas:
Rema mar adentro para configurarte cada día más y mejor con Jesucristo, cuerpo entregado y sangre derramada.
«Duc in altum», entra en lo profundo de este misterio de comunión que es la iglesia. Navega en tu lugar concreto, en tu parroquia concreta, en tu comunidad, en tu asociación, en tu diócesis. Navega la comunión. Vete mar adentro en la hondura de la comunión, de este misterio de belleza, de comunión que es la Iglesia y rema adentro.
Vete a la espesura de la historia, atraviesa las dificultades, anuncia el reino de Dios en tu ambiente, en tu trabajo, que las diversas redes que cada uno de nosotros tenemos, según la vocación en la que hemos sido llamados, nos permita navegar más adentro en la espesura de la historia.
Por último, invitó a los asistentes a la Eucaristía a ofrecer una antropología de comunión como referencia de la vida cristiana: “Viviremos una presencia en la que la comunión y el encuentro superará las polarizaciones. Viviremos una presencia en el que el curar las llagas de los pobres nos curará nuestras propias heridas como Iglesia, nuestros propios pecados de los que hemos de pedir perdón”.
Y terminó la homilía con una petición y una invocación: “acordémonos de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde somos convocados. Duc in altum, a lo alto, a lo ancho, a lo hondo, para responder a la pregunta, ¿para quién soy yo? Ya sabemos la respuesta Para el Señor en los hermanos. Bendito y alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha convocado en esta liturgia de alabanza”.
La Diócesis de Segorbe-Castellón se prepara para su participación en el Congreso Nacional sobre las Vocaciones, que se celebrará en febrero de 2025 en Madrid. Con el objetivo de fomentar la cultura vocacional, la Delegación de Pastoral Vocacional y la Vicaría de Pastoral han convocado un encuentro diocesano de preparación, que se llevará a cabo el próximo 14 de diciembre, de 10:30 a 13:00 horas, en el Mater Dei.
Este encuentro reunirá a arciprestes, delegados diocesanos, directores de secretariados, representantes de los consejos arciprestales, sacerdotes y participantes del Congreso Nacional, con el propósito de reflexionar sobre las claves teológico-pastorales que favorecerán la promoción de la vocación en todos los ámbitos de la vida cristiana. Durante el evento, se trabajará el documento “Del pienso, luego existo al soy llamado, por eso vivo”, que resalta la llamada de Dios como un don desde el sacramento del Bautismo y la importancia del acompañamiento y discernimiento vocacional en la vida cristiana.
Además de la reflexión, el encuentro ofrecerá un espacio para profundizar en las fichas de trabajo preparadas para el Congreso Nacional, en las que se abordan temas como el reconocimiento, la interpretación y la elección vocacional. La Diócesis también presentará sus aportaciones y propuestas para el Congreso, con el objetivo de hacer de este evento un verdadero punto de encuentro eclesial que fortalezca la vida vocacional en todos los sectores de la Iglesia.
Congreso Nacional de Vocaciones
Este Congreso se concibe como una “gran fiesta” de la Iglesia, destinada a avivar en el Pueblo de Dios el deseo y la necesidad de las vocaciones. Se plantea con una pregunta fundamental: ¿Para quién soy?, el mismo interrogante que el Papa Francisco lanzó en la exhortación apostólica Christus Vivit, tras la XV Asamblea General del Sínodo sobre el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, celebrada en octubre de 2018.
El encuentro busca vivir una experiencia eclesial que permita reconocer que el Señor sigue llamando a la vida, la fe y la misión. Se pretende también impulsar y consolidar en cada una de las diócesis un servicio que anime a vivir la vida como vocación y promueva los distintos caminos vocacionales. Además, se fomentará un ejercicio de sinodalidad, un proyecto compartido entre laicos, matrimonios, consagrados y sacerdotes.
Nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, junto a los demás obispos españoles, participa desde ayer en la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), que se celebrará hasta el próximo viernes en su sede. La sesión inaugural comenzó con el discurso de Mons. Luis Argüello, presidente de la CEE, y fue seguida por la intervención del nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito Auza.
Además, como anunció Mons. Argüello, el domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, la Conferencia Episcopal convoca una colecta en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados por esta catástrofe. Los obispos también dedicarán un tiempo durante la Plenaria a la situación generada por la DANA.
Temas de la Plenaria
Estos son los temas que llevarán a la Plenaria las Comisiones Episcopales y otros organismos de la CEE:
Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad humana, proyecto de “hospitalidad atlántica”.
Subcomisión Episcopal para la Juventud y la Infancia, proyecto marco de Pastoral juvenil.
En la Asamblea los obispos van a dialogar sobre tres acontecimientos relevantes en la vida de la Iglesia en este curso:
El Sínodo de los obispos, cuya fase final se celebró en Roma el pasado mes de octubre.
El Jubileo 2025 y la participación de la CEE en las distintas convocatorias organizadas con el lema «Peregrinos de la esperanza».
El Congreso Nacional de Vocaciones, asamblea de llamados para la Misión, que se va a celebrar en Madrid del 7 al 9 de febrero.
También se ha previsto un tiempo para el diálogo sobre el documento final del plan de puesta en marcha de los criterios para la reforma de los seminarios en España y sobre la reestructuración de los institutos teológicos e institutos superiores de ciencias religiosas.
Otros asuntos del orden del día
Como es habitual en la Plenaria de noviembre, los obispos estudiarán, para su aprobación, el presupuesto del Fondo Común Interdiocesano y de la Conferencia Episcopal para 2025.
Los obispos recibirán información sobre el estado actual del grupo Ábside (TRECE Y COPE), del secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, del órgano de cumplimiento normativo y de Manos Unidas. Además, Ayuda a la Iglesia Necesitada presentará la iniciativa Redweek, con la que invita a abrir los ojos a la realidad de los cristianos perseguidos en el mundo a causa de su fe.
La Plenaria dedicará un tiempo para que los presidentes de las Comisiones Episcopales comuniquen sus actividades y proyectos. Además, se abordarán distintos asuntos de seguimiento. Se completa el orden del día con el capítulo dedicado a las asociaciones nacionales.
Esta mañana se ha celebrado la primera reunión del Consejo Diocesano de Pastoral del presente curso, que se ha celebrado en el Seminario Diocesano Mater Dei a partir de las 10:30 h de la mañana.
La sesión comenzaba en la Capilla en oración ante el Santísimo Sacramento y el rezo de la hora intermedia. A continuación, el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López, iniciaba la sesión con una reflexión respecto al asunto principal que figuraba en el orden del día: la preparación de la Diócesis de cara a nuestra participación en el Congreso Nacional de Vocaciones que ha convocado la Conferencia Episcopal Española y que se celebrará en Madrid en febrero de 2025.
Como introducción, D. Casimiro ha recordado que ya el pasado curso pastoral, nuestra Diócesis comenzó el tranajo preparatorio pues encargó personalmente a la Hermana Catalina Nowak, Superiora de la Congregación de las Hnas. de la Sagrada Familia de Nazaret en Benicàssim, y también Subdelegada de la Pastoral Vocacional,que se ofreciera a los arciprestazgos y parroquias, así como a las diferentes realidades eclesiales, para abordar la cuestión vocacional, porque es necesario comenzar a abordar el tema a nivel conceptual, ha dicho el Obispo.
En este sentido, ha citado el magisterio de San Juan Pablo II para recordar la exhortación apostólica Pastores Dabo Vovis de 1992 en la que ya entonces afirmaba que «la dimensión vocacional es esencial y connatural a la pastoral de la Iglesia» y ha advertido que «la vocación define en cierto sentido el ser profundo de la Iglesia, incluso antes que su actuar».
En su reflexión, D. Casimiro ha matizado que «en el mismo vocablo de Iglesia-Eclesia se indica su fisonomía vocacional íntima, porque es verdaderamente convocatoria, es decir, la Iglesia es la asamblea de los llamados», y ha recordado que ya en el Congreso Europeo sobre Vocaciones que se celebró en 1997 «ya se intentó profundizar en la propuesta del Papa San Juan Pablo II.
El Obispo se ha referido a que en la respuesta que hoy los jóvenes realizan respecto a su futuro «no hay una apertura al misterio ni al matrimonio como una llamada de Dios». Los jóvenes de hoy en día, ha advertido D. Casimiro, «ven un futuro centrado en sus propias ideas y en función de unos intereses personales dirigidos a la autorrealización y una lógica que reduce el futuro a la elección de una profesión y su independencia económica». En este sentido se ha referido a las conclusiones de aquel Congreso Vocacional Europeo de finales del siglo pasado que ya advertían «de una cultura antivocacional y un hombre sin vocación».
¿Qué es la cultura Vocacional?
En su reflexión, el Obispo, ha justificado «la necesidad de hablar de nuevo sobre la vocación y crear una cultura vocacional» que ha definido como aquella que «se abre al misterio, se abre a la trascendencia, se abre a la posible llamada de Dios». Es decir, «una cultura donde tienen relevancia valores como la gratitud, la aceptación del misterio, el sentido de lo infinito que es el hombre y la mujer; una cultura que pregunta por la vida y no promueve la muerte; que promueve la confianza en sí mismo pero también en el prójimo; una cultura que tiene libertad y, sobre todo, gratitud ante lo que ha recibido: la vida, y gratitud ante el afecto, la comprensión o el perdón».
Sin eso, ha afirmado D, Casimiro «una posible llamada de Él cae en saco en el vacío y lleva a la satisfacción sentimental afectiva dentro de horizontes que de hecho reducen la voluntad de libertad y las posibilidades de la persona a proyectos limitados con la ilusión de ser libres».
A partir de esta base conceptual, nuestro Obispo ha afirmado que «sí es posible plantear la vocación de todo ser humano y las vocaciones específicas en la Iglesia» que incluyen tanto el sacerdocio y la vida consagrada como el matrimonio porque «todo ser cristiano es vocación pues la vida humana que recibimos ya es, en si misma, una vocación porque somos fruto de Dios que nos da la vida».
D. Casimiro ha concluido exhortando a la alegría con la que se vive y se manifiesta la propia vocación, para acompañar a aquellos otros que se encuentran en proceso de discernimiento.
Pastoral Vocacional
El Delegado para la Pastoral Vocacional, D. Ion Solozabal ha presentado los objetivos del Congreso Nacional de Vocaciones. En este sentido ha explicado que a partir del Congreso se muestre a la Iglesia como “asamblea de llamados”. Un encuentro eclesial que, con su preparación y acogida posterior, ayude a reconocer que el Señor sigue llamando-a la vida, a la fe y a la misión- y, por ello, la vida cristiana es vocación en cuanto se vive como respuesta a una llamada.
Del mismo modo, ha animado a los miembros del Consejo Diocesano de Pastoral para impulsar y consolidar en nuestra diócesis un servicio «que anime la vida vivida como vocación y promueva los distintos caminos vocacionales».
Trabajo en grupos
Los miembros del Consejo Diocesano de Pastoral se han puesto hoy mismo a trabajar en la preparación de nuestra participación en el Congreso Nacional de Vocaciones. Para ello se han presentado tres fichas de trabajo sobre las que han reflexionado por grupos para:
reconocer la llamada vocacional
interpretar la llamada vocacional
elegir la vocación
Finalmente, el Vicario de Pastoral, ha presentado el documento de la CEE que bajo el título «Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con Migrantes» se ha elaborado tras un proceso de escucha y reflexión que, a modo de exhortación formula una pastoral transversal con personas migradas, en una Iglesia en salida donde cabemos todos. La base de esta pastoral son los dos grandes retos que planteó el papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado de 2021.
Del 20 al 22 de septiembre, Valladolid acogerá el III Congreso Nacional de 40 Días por la Vida organizado por 40 Días Por la Vida España. Un encuentro entre personas provida que confían en que la oración transformará los corazones de España y acabará con el aborto.
Será un evento con actividades formativas, talleres prácticos, momentos de oración y de crear comunidad para volver del verano más preparados que nunca para dar batalla.
Contaremos con destacados ponentes como Lourdes Varela, directora de campañas de 40 Días por la Vida Iberoamérica; la Madre Olga, carmelita samaritana del Corazón de Jesús; Juan Manuel de Burgos, filósofo y fundador de la Asociación Española de Personalismo; o Alberto Bárcena, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad CEU San Pablo.
Además, los participantes se reunirán en un lugar muy especial, el Santuario de la Gran Promesa (Valladolid), en cuya basílica asistirán a la Eucaristía celebrada por Monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid.
Se trata de un encuentro anual, en el que intervendrán ponentes de primer nivel, y los participantes recibirán formación, podrán escuchar testimonios impactantes, conocerán a otras personas y a otras asociaciones que trabajan en defensa de la vida, y descubrirán diferentes voluntariados.
El Congreso quiere aportar ciencia, conciencia y experiencia, sanar las heridas y devolver la esperanza que ha quitado la cultura de la muerte. Quiere contribuir a formar, alentar y reforzar toda acción que dé voz a los silenciados, a los olvidados, a todo ser humano que lo necesite desde su concepción hasta la muerte natural. Una amplia variedad de temas y estilos que no dejarán a nadie indiferente.
Y el domingo 10 marzo, más de 500 organizaciones y asociaciones nacionales e internacionales provida saldrán a las calles de Madrid bajo el lema “Si a la vida humana”. La Marcha está organizada por la plataforma “Sí a la Vida”, que convoca un año más a la sociedad civil española para visibilizar que hay alternativas a la cultura de la muerte.
Supone mucho más que una simple manifestación; es “una fiesta con sentido”, una poderosa expresión de solidaridad y compromiso con la defensa de uno de los valores más fundamentales: ¡la vida!.
La Pastoral penitenciaria ha celebrado, del 21 al 23 de octubre en El Escorial (Madrid), su X Congreso Nacional de esta Pastoral con el tema “Otro cumplimiento de pena es posible”, y en el que ha estado presente la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Después de un año de espera, al tener que retrasar su celebración con motivo de la pandemia, este Congreso ha sido un momento para que todos los implicados en la Pastoral Penitenciaria se vuelvan a encontrar. Y juntos, aprender, escuchar, acoger y reflexionar.
Después de estos tres días de trabajo, el departamento de Pastoral penitenciaria hace públicas la siguiente Declaración Final.
Declaración final del X Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria
Convocados por el Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana de la Conferencia Episcopal Española, nos hemos reunido 240 congresistas para debatir y reflexionar sobre el lema “Otro cumplimiento de pena es posible”. Este ha sido el objeto de reflexión de nuestro X Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria celebrados los días 21 al 23 de octubre de 2022 en el Escorial, en Madrid.
Un tema sugerente, que ha sido consecuencia de la pandemia sufrida a nivel mundial. Muchos presos han cumplido condena a través de medidas alternativas: tercer grado, control telemático, suspensión de condena, TBC, talleres…Lo sorprendente de estas medidas es que en ningún caso han generado más delitos ni más aumento de internos en prisión. Esto nos ha llevado al convencimiento de que, otro cumplimiento de la pena es posible, sin pasar necesariamente por la cárcel.
Un Congreso que ha tenido una variada y plural participación: capellanes, delegados diocesanos, voluntarios, abogados, trabajadores de la Administración Penitenciaria, han participado personas de todos los agentes que intervienen en el mundo de la prisión. Unas jornadas enriquecidas por las ponencias, testimonios y reflexiones de los trabajos en grupos.
Como Iglesia en salida y con espíritu sinodal, que este año se ha vivido en muchas prisiones de España, nos dirigimos a la Iglesia y a la sociedad para que reflexione y articule medidas de cumplimiento de la pena que supere los muros de la cárcel.
En este X Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria hemos trabajado las tres áreas que configuran nuestra pastoral; Religiosa, Social y Jurídica. Desde ellas queremos seguir trazando el futuro de nuestra Pastoral Penitenciaria.
Un esperanzador horizonte se abre ante nosotros, donde el hombre y mujer, con sentencia, no necesariamente han de pasar por la prisión. También somos conscientes del gran reto que se presenta ante nosotros, pues la sociedad en la que nos ha tocado vivir, sigue presionando para el endurecimiento de las penas.
Llegando al final de nuestro Congreso queremos compartir nuestras reflexiones que emanan de las ponencias, mesas redondas y trabajo de los grupos, queremos decir que:
CONSTATAMOS:
En la actualidad el perfil del preso es muy variado, pero sigue predominando el interno pobre o procedente de familia desestructurada.
Que nuestra sociedad apuesta más por la justicia vindicativa, que por la justicia restaurativa.
Que el compromiso con la víctima está lejos de un verdadero reconocimiento del daño sufrido, y del derecho a una reparación justa.
Que en las prisiones sigue habiendo muchos internos con enfermedad mental, reconociendo la necesidad de un tratamiento que vaya más allá de la prisión.
La presencia, cada vez mayor de internos extranjeros, con la inseguridad ante el final de cumplimiento de la pena de su expulsión, sin posibilidad de una regularización en nuestro país.
Que la justicia juvenil sigue siendo una tarea pendiente de nuestro sistema judicial.
Que desde la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se siga avanzando con programas específicos, alternativos, psicoeducativos para los distintos delitos.
APOSTAMOS:
Que otro cumplimento de pena es posible. La reflexión de nuestro Congreso nos lleva al convencimiento que la prisión no es la solución a determinados delitos, que con un tratamiento más educativo se evitaría el ingreso en prisión.
Que las medidas alternativas a la prisión tengan un enfoque más educativo y restaurativo que punitivo. Más humano que castigador.
Que las penas alternativas no sean una excepción, sino la norma habitual que ayude a la reinserción del penado.
Por políticas preventivas, a través de, una educación en valores que ayude a la persona a crecer en responsabilidad y en libertad.
Apostamos por un cambio de mirada con respecto al castigo y la prisión, pasando de la prisión y represión, hacia una mirada por la reinserción de la persona privada de libertad y la restauración de la víctima, a través de las medidas alternativas que superen los muros de la prisión, así como la restauración de la víctima.
PEDIMOS A LA IGLESIA:
Una actitud samaritana, que a través de la acogida, escucha y acompañamiento de los privados de libertad, puedan dignificar su condición de personas e hijos de Dios.
Una sensibilidad misericordiosa, que ayude al preso en su camino de reconciliación consigo mismo, con la víctima y con Dios.
Que nuestras comunidades cristianas, estén abiertas a acoger a los internos en libertad, como un miembro más de la comunidad.
Que ponga sus medios, materiales y espirituales, a favor de los privados de libertad, en su camino a su reinserción social y espiritual.
Que promueva el voluntariado penitenciario como medio de encarnación de la Iglesia en el mundo de la prisión y con espíritu de redención.
Que cuide y acompañe a las familias de los privados de libertad, como medio de apoyo y orientación en situación de desconcierto.
Que cuide y apueste por la formación del voluntariado en prisión, como un medio de ayudar y encarnarse en este medio.
Que trabaje por una mayor comunicación y de coordinación entre la Pastoral Penitenciara, las Caritas Diocesanas, Parroquias, entidades de Iglesia y Servicios Sociales, para un trabajo conjunto centrado en las necesidades de la persona privada de libertad.
Que se esfuerce en la sensibilización y motivación de las parroquias, asociaciones y movimientos de iglesia para acoger a personas, con medidas alternativas a la prisión, a través de Trabajos en Beneficio de la Comunidad (TBC) u otras medidas como un medio para evitar el ingreso en prisión.
Que trabaje en la sensibilización de nuestras comunidades cristinas y apuesta por actividades de prevención en niños y jóvenes.
PEDIOMOS A LA SOCIEDAD:
Que supere el binomio delito-cárcel, como la única alternativa ante el delito. Que tenga una mirada amplia en bien del preso en su camino a la reinserción. Que reflexione sobre la oportunidad de la necesidad de la pena alternativa en todos los supuestos.
Una mayor sensibilización social que favorezca las penas alternativas a la prisión.
Un cambio de mentalidad que vea al preso como una persona con posibilidades de normalización y cambio social.
Que apueste por las segundas oportunidades como camino de reinserción, a través de las medidas alternativas a la prisión.
Que se convenza de que las políticas sociales garantizan más seguridad que la prisión. Invertir en políticas sociales de prevención y de desarrollo evitan el ingreso en prisión y favorecen una mayor justicia social en nuestra sociedad.
Que haga realidad el sueño de Concepción Arenal, “odia el delito y compadece al delincuente”, poniendo en el centro a la persona y su proceso de recuperación social.
PEDIMOS A LA JUSTICIA:
Que humanice las sentencias. Que sean penas que miren el rostro del penado y favorezcan su reinserción social.
Que sea valiente a la hora de apostar por las medidas alternativas a la prisión, sin condicionamientos sociales y mediáticas.
Que se destinen recursos para implantar las medidas alternativas que superen como destino último la prisión. Que no haya sentencias de prisión por falta de recursos aplicar dichas medidas alternativas.
Que con los enfermos mentales, el último recurso posible, sea la prisión. Buscando alternativas que ayuden a un mejor tratamiento y curación del enfermo mental.
Que revise y actualice la legislación actual en materia penitenciaria, adaptándola a la realidad social y a las necesidades de los tiempos actuales. Vivimos nuevos tiempos que demandan nuevas leyes y nuevos enfoques de los delitos.
Que revise la legislación de las condenas largas sin un horizonte de esperanza y mucho menos de rehabilitación.
Que apueste por las vías de la Justicia Restaurativa como forma de responsabilizar, restaurar y reintegrar a cada uno lo suyo, victima, infractor y sociedad, en aras de un Sistema Penal y Penitenciario más justo y humano.
Que las nuevas tecnologías en prisión sean una realidad, no solo reconocido desde el plano teórico, para que las personas privadas de libertad puedan ejercer sus derechos.
Seguir apostando por la justicia restaurativa en el ámbito penitenciario, como forma de humanización.
Que las reformas legislativas no estén condicionadas por presiones sociales ni mediáticas, sino que busquen el cumplimiento del artículo 25.2 de nuestra Constitución Española.
PEDIMOS A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL:
Que destierre el sensacionalismo y la repercusión mediática de los delitos cometidos en nuestra sociedad.
Equilibrio informativo entre lo ocurrido y lo informado.
Que trabaje por el cambio de mentalidad en nuestra sociedad, que a mayor prisión, mayor seguridad.
Que ayuden a visibilizar los resultados positivos del trabajo con las personas privadas de libertad.
Como Pastoral Penitenciaria soñamos con un mundo donde cada vez haya menos presos. Un mundo positivo que vaya superando la prisión como recuperación de la persona para la sociedad, en la cual lo normal sean sentencias que se cumplan a través de medidas alternativas en un entorno social y familiar positivo para la persona, y nunca sean la excepción… Conscientes de que el apartar a una persona de la sociedad no ayuda a su recuperación ni tampoco resuelve el problema social que le pudo llevar a prisión. Creemos que los entornos positivos ayudan a cumplir y hacer realidad el espíritu de la ley que apuesta por la reinserción y recuperación social en el cumplimiento de la pena.
El Escorial (Madrid) a 23 de octubre de 2022
¿Cómo se ha desarrollado el Congreso?
El Congreso se ha estructurado en torno a las tres áreas de la Pastoral Penitenciaria. En cada jornada, la ponencia marco y la mesa redonda han abordan el tema del Congreso, pero desde la visión del área religiosa, social y jurídica. Se ha contado con especialistas que con sus aportaciones ayuden a avanzar en el trabajo que se realiza en cada uno de estos campos.
Este viernes, 21 de octubre, a las 11.30 horas, tenía lugar la sesión inaugural. Este primer día estuvo dedicado a la visión del área religiosa y ofreció la ponencia marco el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Juan José Omella. En la mesa redonda intervinieron José Luis Segovia Bernabé, vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación de la diócesis de Madrid; Carmen Martínez de Toda Terrero, hija de la Caridad, ex-coordinadora del área social de Pastoral penitenciaria, y Francisco Javier Sánchez González, capellán de Navalcarnero (Madrid). Además, se presentó una experiencia de trabajo en beneficio de la comunidad (TBC).
Mercedes Gallizo Llamas, presidenta de SIEPSE y exsecretaria general de Instituciones Penitenciarias, presentó la ponencia marco del sábado 22, dedicada a la visión del área social. En la mesa redonda se sentaron la directora general de la Fundación Integra, Ana Muñoz de Dios; el director de la Fundación Cesal, Pablo Llano Torres; y la subdirectora general de Medio Abierto y de Penas y Medidas Alternativas, Guadalupe Rivera González.
La tercera sesión del Congreso, el domingo 23, se centró en el área jurídica, con una ponencia marco a cargo del magistrado Arturo Beltrán Núñez. Han participado en la mesa redonda el coordinador del Servicio de Orientación Jurídica (SOJ) penitenciario de Madrid, Carlos García Castaño; el especialista en Mediación general, penal y familiar, Pepe Castilla; y el director general de Ejecución Penal y Reinserción Social de Instituciones Penitenciarias, Ángel Vicente Cuenca.
La Facultat de Ciencies Juridiques i Economiques de la Universidad Jaume I de Castellón ha acogido esta mañana la inauguración oficial del 49º Congreso Nacional de Hospitalidades Españolas de Nuestra Señora de Lourdes, así como del 39º Encuentro Nacional de Jóvenes Hospitalarios.
D. Domingo Galindo, consiliario diocesano de la Hospitalidad, ha dirigido la oración. Tras ella, D. Pascual Aznar, Presidente de la Hospitalidad de Segorbe-Castellón, ha presentado el Congreso, agradeciendo a los presentes su asistencia, al comité organizador por el trabajo realizado durante estos meses, y a Jesucristo y a la Virgen María por la ayuda recibida.
Como ha explicado, este Congreso tenía que haber tenido lugar el pasado 2020, “sin embargo, debido a la pandemia del covid-19 decidió aplazarse a la espera de una mejoría en el avance de la situación sanitaria”.
Esta nueva edición se va a desarrollar en torno al tema “Lourdes, una nueva época”, y se celebra con el fin de poner en común las dudas, inquietudes y dificultades que, a una mayoría, han impedido peregrinar al santuario Lourdes entre 2020 y 2021, conocer las vivencias de los que sí que han tenido la oportunidad de hacerlo, y además anticipar las posibilidades, los retos y los cambios que habrá que afrontar para poder peregrinar juntos de ahora en adelante.
También ha participado en el acto D. Pablo Garamendi, Presidente de la Federación de Hospitalidades Españolas, el Obispo de Girona y Consiliario de las Hospitalidades Españolas, D. Francesc Pardo i Artigas, así como Monseñor Olivier Ribadeau Dumas, Rector del Santuario de Lourdes.
Finalmente, el Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, ha inaugurado este 49º Congreso dando la bienvenida a todos los asistentes. “Espero que este Congreso sirva también para estrechar los lazos de la hospitalidad y de la fraternidad entre todos bajo tres palabras: Cristo Jesús, Nuestra Señora de Lourdes, y los enfermos”, ha explicado.
“Lo que nos identifica – ha indicado – es nuestra condición de cristianos católicos, por lo tanto, de creyentes, discípulos y testigos del Señor, y sin ese encuentro con Él de manos de su Madre la Virgen, difícilmente vamos a mantener viva esa identidad cristiana y nuestra misión en el mundo, que en este caso es acompañar a los enfermos”. “En ellos, en los enfermos – ha continuado – vemos con los ojos de la fe al mismo Señor que sale a nuestro encuentro, que quiere ser atendido”.
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