Los técnicos del Archivo Diocesano y Catedralicio de la Diócesis de Segorbe-Castellón han participado en las Jornadas Técnicas de la Asociación de Bibliotecarios de la Iglesia en España, organizadas por la Subcomisión Episcopal para el Patrimonio Cultural. Se celebraron del 12 al 14 de marzo en la casa convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, bajo el lema “El valor de las bibliotecas de la Iglesia en España”.
El encuentro fue inaugurado por Mons. Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal (CEE), que estuvo acompañado por el P. José Luis del Castillo (OSA), prior de la comunidad de agustinos de Valladolid, y Pablo Delclaux, director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal para el Patrimonio Cultural de la CEE. La conferencia inaugural estuvo a cargo del sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid, quien reflexionó sobre la importancia de las bibliotecas y archivos eclesiásticos como fuente de documentación en la preparación de una novela.
Uno de los temas centrales de estas Jornadas ha sido la digitalización del patrimonio documental. El jueves 13 de marzo se desarrollaron dos ponencias clave: La reconstrucción de las bibliotecas monásticas desamortizadas, impartida por Fermín de los Reyes Gómez, de la Universidad Complutense de Madrid, y El sistema de bibliotecas de Castilla y León: garantía de acceso a la cultura, presentada por José Manuel Lorenzo Jiménez, director de la Biblioteca de Castilla y León. Asimismo, se presentaron las últimas herramientas en digitalización de documentos patrimoniales, como Xercode, Ebsco y Elibro.
El viernes 14 de marzo se abordaron nuevas perspectivas con la exposición de Gorka Díaz Majada sobre El proceso de recuperación de la Biblioteca Episcopal del obispado de Plasencia y la ponencia de Julio Alonso Arévalo, de la Universidad de Salamanca, sobre La biblioteca y la construcción de una cultura de alfabetización en inteligencia artificial generativa. También se desarrollaron sesiones sobre plataformas innovadoras, como Janium, Casalini/Eramus y Comunica+, y un taller sobre marketing para bibliotecas.
Durante las Jornadas, los participantes visitaron lugares de interés como el Museo Oriental, el Real Colegio de los Ingleses y la Biblioteca de la Universidad de Valladolid, además de realizar un recorrido guiado por la ciudad. Esta edición ha permitido a los profesionales del ámbito archivístico y bibliotecario compartir experiencias y estrategias para preservar y difundir el rico patrimonio documental de la Iglesia en España.
La figura del arquitecto aragonés, natural de Odón (Teruel), Marcos Ibáñez (1738-1784), uno de los personajes más desconocidos y desafortunados de la arquitectura académica hispana de su tiempo, siempre se ha confundido o mimetizado con la de su hermanastro y hombre de gran fama Joaquín Ibáñez García (1720-1787), Chantre de la Catedral de Teruel, coleccionista de libros, medallas y antigüedades (De Jaime, 2016), uno de los mayores exponentes históricos de la ilustración aragonesa y española.
Una realidad apreciable en la traza de la Iglesia parroquial de Santo Tomás de Benicàssim, Bien de Interés Cultural [DOGV, 05/10/07. BOE, 24/01708], atribuida primero al arquitecto [Ponz, 1775] y, más tarde por confusión, vinculada a su reconocido hermanastro, habiéndose mezclados los datos de ambos como si fueran uno sólo [Ponz, 1788] y continuando la pequeña distorsión en la historiografía posterior [Alcahalí, 1897. Aldana, 1970. Rodríguez Culebras, 1984-1985]. Una equivocación que asimilaba el diseño del templo a su pariente eclesiástico ilustrado, afirmando el mismo Antonio Ponz: «Este Arquitecto fue amigo del autor de este Viage. Estudió con honor su profesión en Roma, y habiendo pasado a América, falleció el 28 de julio, del año pasado de 1784 en Xalapa».
Pese al error lógico por el común origen filial entre ambos, es una de las pocas obras vinculables o atribuibles a Marcos Ibáñez en su estancia profesional en España, de las diversas que debió ejecutar y no tenemos mayor noticia por el momento, salvo la ermita de la Virgen en su propio pueblo. El maestro, noveno de diez hermanos, había estudiado en Zaragoza y, con tan sólo veinte años, en la Ciudad Eterna, de la mano de los contactos de su hermano, que siempre lo tuteló y lo acercó a su entorno privilegiado de intelectuales, como los citados Antonio Ponz (Bejís, 1725-Madrid, 1792) y Pérez Báyer (Valencia, 1711-1794). Cuando Carlos III llega a España desde Nápoles, muerto Fernando VI, lo hace cortejado de su más cercano séquito de artistas, entre los que se encuentra el arquitecto aragonés como parte del equipo y a las órdenes del siciliano Francesco Sabatini (Palermo, 1721-Madrid, 1797), responsable de las obras de modernización de Madrid y activo en el arreglo de los Reales Sitios del Pardo. Allí, Sabatini lo propone como comisionado por el Ministerio de Indias en la reconstrucción de la ciudad Nueva Guatemala tras los grandes terremotos de 1773, siendo nombrado posteriormente Arquitecto Principal de la citada Guatemala, antes de constituirse en figura relevante en la introducción del neoclasicismo en Centroamérica. Tras asumir su elección de maestro para reconstrucción de la ciudad es también nombrado arquitecto de las posesiones españolas en América, un nombramiento que, como se vio con el tiempo, resultó tan sólo un reconocimiento honorífico a su labor [De Jaime, 2016].
Antes de marchar, intuyendo que no regresaría, Ibáñez regresó a su pueblo natal a ordenar sus cuestiones familiares. Traza los planos de la ermita de la Virgen de las Mercedes, posa para un retrato que allí mismo se conserva, deja unos “dineros” para que sea atendida su madre en su ausencia y marcha para siempre del valle del Jiloca [De Jaime, 2016]. Una vez cruzado el gran océano, en aquella tierra y ciudad de Guatemala, donde llevaría el estilo arquitectónico neoclásico europeo, es suyo el diseño del Real Palacio, Ayuntamiento, Direcciones de Correos, Aduana y Tabacos. Además, a parte de participar en la traza urbana de la misma ciudad ya en progreso, es suyo el primer proyecto de la catedral de Santiago (1782), con la colaboración de Antonio Bernasconi, delineante, y Joaquín de Isasi, ingeniero. Fallecería en el camino de regreso a España, antes de embarcar en Ciudad de México, en 1783. Tenía 46 años de edad.
Santo Tomás de Benicàssim
Como destaca Rodríguez Culebras, el viajero actual poco puede hacerse una idea, hoy en día, de la gran transformación sufrida por la población desde que se levantara el templo parroquial, a instancias del gran erudito Pérez Báyer, cercano a la figura del rey Carlos III. edificada frente a su casa en un momento en que era poco menos que un despoblado, destacó mucho tiempo entre el modesto y sencillo caserío de una población rural de labradores que, a modo de fundación, fue aglutinando a un vecindario hasta entonces disperso y diseminado.
El templo parroquial de Santo Tomás de Villanueva (1769-1781) es, sin duda, un conjunto arquitectónico proporcionado y equilibrado, con interior de planta de cruz latina uninave y presbiterio, con apilastrados de orden jónico y entablamento, donde apea la bóveda de medio cañón con lunetos cubriendo, el crucero, con airosa cúpula. La fachada, de armonioso y severo clasicismo en fábrica de ladrillo y piedra sillar labrada, se presenta en dos cuerpos ordenados por apilastrados dóricos de orden gigante.
Contando el conjunto con José Bueno como maestro constructor, es bien sabido que conserva magníficos frescos en pechinas de la cúpula, del pintor segorbino José Camarón Bonanad (1731-1803), con los tres arcángeles, «San Miguel», «San Rafael» y «San Gabriel», y el «Ángel Custodio». Además, realizó el gran maestro de la ilustración valenciana cuatro lienzos: «Santo Tomás de Villanueva dando limosna a los pobres», «San Francisco de Asís», «San José y San Pedro» y «San Martín de Tours», desaparecido en la guerra civil de 1936.
El proyecto de la nueva torre del reloj [ADDPC, Ben-7. 1895]
El 19 noviembre de 1895, el alcalde de Benicàssim, José Casanova, se dirigía al obispo de Tortosa, Pedro Rocamora García (1894-1925), para presentar el acuerdo alcanzado por la corporación municipal y pedir permiso y autorización para construir una torre del reloj público del pueblo en la fachada del templo parroquial, en su lado derecho, haciendo juego con el campanario antiguo, donde estaba la maquinaria citada en malas condiciones, añadiendo un cuerpo de obra de nueve m2 por dos y medio de altura por lado. La torrecilla, tendría entrada por el cementerio primitivo, abriendo una puerta figurada existente de entrada a una escalera proyectada entre el muro de la fachada principal y el primer contrafuerte.
La intención del municipio era la de facilitar los trabajos de mantenimiento y gestiones en el mecanismo, al colocarlo con acceso independiente y evitar así las posibles desavenencias futuras entre autoridades civiles y eclesiásticas. Para ello, también, plantearon que la obra definitiva vendría a completar y hermosear la fachada, para ellos inacabada, siguiendo el mismo orden arquitectónico.
Acompañando al escrito, un croquis de lo que se planteaba edificar («Cuerpo superior de la fachada de la Yglesia, a la cual, para colocar el reloj, hay que añadirle el cuerpo señalado a la derecha de la letra A. A.»). Un dibujo que el señor obispo remitió el 21 de abril del mismo año, para opinión y parecer, al señor arquitecto diocesano, Juan Abril Guanyavents (1852-1939).
Juan Abril, el 26 de noviembre, siempre tan meticuloso con sus informes, planteó la necesidad de un proyecto, con plano y secciones de fachada actual y el de la obra nueva que se proyectaba, con memoria explicativa del estado de la fábrica y estudio de las cargas a colocar. También una planta de la parte de edificio y local entrando a cementerio con relación a las calles. Todo firmado por arquitecto competente.
Al día siguiente, todo el expediente, dictamen y de conformidad con el mismo, se trasladaba al alcalde presidente de Benicasim desde la curia diocesana. No sabemos, aunque intuimos, como el citado expediente no siguió su curso y la obra no llegó a efecto ni a realizarse. No obstante, el proyecto, sin duda, responde a un contexto propio de su tiempo, en el que la instalación de muchos relojes municipales en campanarios o estructuras proyectadas como la presente dentro de las iglesias, con apertura de accesos independientes del templo para su gestión, uso y mantenimiento, fue una constante en territorio valenciano. Una práctica que, con el tiempo, devino en múltiples y controvertidas problemáticas acerca de la titularidad de las torres campanarios, concebidas y destinadas originalmente al servicio de culto, confundiéndose mantenimiento, uso, reparaciones y suministros del reloj, campanas y sus maquinarias con la propiedad de las mismas.
El campanario de la Catedral de Segorbe, desde bien antiguo, siempre ha suscitado y despertado la admiración de todos los viajeros que hasta la ciudad episcopal llegaban a lo largo de los siglos, así como estudios de referencia [Llorens Raga, 1965]. La panorámica de la ciudad, como en la actualidad, resulta imponente al asociar al núcleo urbano la trama de las poblaciones vecinas, Altura y Geldo, creando una sensación de gran urbe, de magnífica representación simbólica de ciudad ideal, a la manera de la Jerusalén celestial, coronado por sus dos colinas de San Blas y Sopeña y, en medio del paso, conformando la cima de la pirámide visual, la medieval impronta de la torre de la Seo. A sus costados, como buena ciudad episcopal, de clérigos y religiosos, se fueron organizando el resto de edificios con el paso de los años. Franciscanos, jesuitas, dominicos, agustinas, mercedarios, etc., testimonios pasados del monacato local y Tebaida. Grandes edificios por encima de un caserío ceñido por el corsé de las murallas que venían a sacralizar, cual ínsula, todo el espacio civil, también ducal, de la localidad.
Desde sus casi cuarenta metros de altura, fue punto defensivo y atalaya de vigilancia sobre el Camino Real de tiempos del Conquistador, orientando su planta irregular en esviaje, sobre el cercado defensivo, hacia el tránsito diario de trasiego de mercaderías y pasajeros, en tiempo de paz, o hacia los peligros que por ella transitaban, en tiempos de guerra.
Desde el principio de su existencia, dado el carácter inestable de la propia sede en sus primeros momentos, nuestra torre adquirió una apariencia de fortaleza. Su planta trapezoidal, sus bloques de sillería, el medieval aspecto de sus cuerpos más antiguos, con la presencia de aspilleras y troneras para la iluminación del caracol que subía desde el claustro y para, eventualmente y era el caso, defensa de la plaza. Además, con sus toques de campanas y repiques, como torre mayor, marcaba principio y final de volteos generales, de oración, de guerra, cierre de puertas de la muralla, entre otros.
Algunos autores han destacado la gran influencia que tuvo la figura de San Juan de Ribera y su Colegio, así como los prelados «riberistas», en el ámbito religioso valenciano y segorbino, influenciando en la introducción de elementos a la postre trascendentales, como las primeras capillas trasagrario, en la iglesia de San Martín (ca. 1620), la primera cúpula con teja vidriada de la diócesis, en la capilla de Comunión de la Catedral [Montolío-Olucha, 2002], o en la revitalización de las torres campanario con la incorporación de los grandes volteos pues, hasta el momento, las campanas bandeaban u oscilaban a la manera europea o romana; maneras que, en Segorbe, se comenzaron a implantar lenta y progresivamente, para imponerse a finales del siglo XVIII, en tiempos ilustrados [Llop].
El pequeño acceso original de dovelas ojivales, a los pies del primer torreón, se conserva en su ubicación original hacia el interior, mirando al este, en el rincón conformado con el antiguo paramento mural intramuros rico en marcas de cantería [Fababuj, 2006], aproximadamente a la altura y nivel del coro actual, a los pies del templo, por donde cruzaba un gran arco de la muralla hasta la renovación del edificio, a partir de 1791. Oculto por las obras posteriores, que cambiaron la entrada primitiva a unos metros más arriba, desde la calle, todavía puede observarse a los pies de la primitiva estructura descendiendo, no sin cierto peligro, por los antiguos fundamentos y pasadizos de la construcción.
La obra del antiguo campanar parece que se concluyó hacia mediados del siglo XV. Hacia 1439 se presume se colocaba un reloj de sol en su fachada y, hacia 1457, se realizaban obras para la protección de otro, posiblemente mecanizado, que había sido capitulado por la ciudad y el obispo, fue finalmente pagado por el prelado Bartolomé Martí, de la familia Borja, en 1486, con la cantidad de 15 libras [Corbalán, 2016], con la participación de los maestros de obras Bartolomé Tahuengo o «Castellar» y su yerno, un tal «Mestre Martí», acompañados de otros picapedreros de origen vasco, tal como refleja el «Llibre de Fàbrica de la Seu» [ACS, 364]. Según parece, dichas obras no fueron muy satisfactorias. Examinadas por el maestro Figueres, éste dictaminó que las pilastras de dicha edificación, asentadas sobre la bóveda de la torre, amenazaban ruina inminente, pudiendo dañar irremisiblemente el cuerpo de campanas. De esa manera, se le paga a un vizcaíno para derribar lo realizado. La capilla de Santa Bárbara, de gran devoción medieval en Segorbe, con su altar, beneficio y restos de policromía, emplazada en la parte superior del primer cuerpo, citada ya en el cuatrocientos, es buen testimonio de la antigüedad de este primer tramo del edificio; como anécdota, en 1669 se rehacía la campana de Santa Bárbara.
En el Libro de Fábrica de la Seo consta una gran cantidad de dinero de obra ejecutada, seiscientas libras, en la «sumidad» o extremo superior del campanar, en tiempos del obispo agustino Juan de Muñatones (1556-1571), que fue ejecutado en 1567 a cargo de doscientos sesenta y seis sueldos y ocho dineros de Artal de Alagón [ACS, 365. Montolío, 2014].
«Item responde a don Artal de Alagon docientos sesenta y seis sueldos y ocho dineros los quales vendieron y cargaron los administradores de fabrica por precio de seicientas libras que sirvieron para edificar la sumidad de la torre del campanario, consta por auto recibido por Pedro de la Canbra notario en 14 de abril de 1569.»
Es muy probable que todo este ingente gasto se destinase al acondicionamiento del cuerpo de campanas tardo medieval incorporando un posible «remate» o chapitel en su parte alta, quizá una conclusión en piedra piramidal u octogonal con tejado cónico y en su extremo superior sobre la terraza, a la manera de los campanarios realizados posteriormente en Albarracín, Puebla de Valverde o Viver. Una tipología desarrollada a lo largo de la antigua diócesis y territorios limítrofes entre los siglos XVI y XVII bajo la tutela de maestros cántabros y franceses [Montolío, 2024].
No obstante, poco después, constatamos la participación de la torre en diversas tradiciones, como su iluminación con la quema de candelas de pólvora en cazoletas de barro en la víspera o la «enfarolada» de la festividad de San Pedro en 1593 o 1605 [ACS, 365]. Unas luminarias que, con motivos especiales, también solían hacerse, como acontecería en la entrada de las reliquias de San Valeriano o el nacimiento de Luis, hijo del duque de Segorbe, en 1667 [ACS, 315]. La primera mitad del seiscientos vio una acusada intervención arquitectónica en la Seo, cambiándose la puerta de madera de acceso a la escalera de caracol del campanar en 1622, un constante y profuso gasto en el nuevo órgano, campanas y capilla de la Comunión del año 1634 [ACS, 365].
En cuanto al cuerpo superior, actual de campanas, éste se erigió sobre la terraza del anterior, derribando la estructura que en aquel lugar se habría realizado en tiempos del obispo Muñatones. De hecho, la presencia constante en la documentación del arquitecto barroco Mateo Bernia, autor de la portada principal de la Seo (1671) [Montolío-Simón-Albert, 2020], con la que comparte una gran afinidad técnica en el trabajo de cantería y acabados murales, hacen plausible pensar en una posible intervención del maestro en su construcción, hacia 1653-1660 [ACS, 371]. Una documentación de fábrica muy rica, donde son muy habituales los gastos y justificantes relativos al campanario y el mantenimiento de sus campanas desde el siglo XV hasta la actualidad. Es destacable que la campana gótica de las horas, declarada Bien Mueble de Interés Cultural de la Comunidad Valenciana en 2019, fue fundida en 1659, en este tramo cronológico, en el que también encontramos el pago «despertador» al relojero Gabriel Rovira.
Una obra de siglos que se remataría, de alguna manera, con la construcción del chapitel neoclásico, bajo la dirección de Mariano Llisterri, para la campana de las horas, realizado en tiempos del obispo Alonso Cano Nieto, en 1780 [ACS, 372. Montolío, 2021]. La importancia de la cita queda asentada con la redacción de una especie de ceremonial en 1783, donde se detallaba el jornal y las funciones del campanero, así como de la revisión del acceso al mismo [ACS, 597]; ya en 1681, una prefiguración de dichas condiciones las encontramos en la posesión de Esteban Campos del oficio de Campanero de la Catedral. En 1770, un acuerdo capitular venía a determinar cuando se debían realizar los toques en las fiestas de la ciudad [ACS, 595].
En 1913, se nombraba a Andrés Ibáñez Morón campanero, a petición de su progenitor y anterior responsable en el cargo. En 1918, se cambiaba de hora el reloj y se acordaba que los rezos de coro del Cabildo se realizaran según la hora de luz natural. También, poco más tarde, se decidió que los toques se efectuaran según la oficial. En 1921, el Cabildo decidía aislar el campanario del resto de la Catedral, abriendo una entrada aislada propia. Al año siguiente se hacían ensayos de telefonía en el mismo, con previa instalación de cables de cobre. En 1985, la Asociación Amigos de las Campanas, solicitaba al Cabildo poder restaurar los volteos tradicionales en la Catedral, lo cual se concedía, circunstancia que continúa en la actualidad, atendiendo a la conservación de la antigüedad sus toques como bien de interés cultural inmaterial, como fue declarado por Decreto 111/2013 de 1 de agosto, del Consell, junto a los realizados en la iglesia parroquial de Albaida, el campanar de la vila de Castellón de la Plana y la Catedral de Valencia.
Aunque no es este escrito pensado para hablar de las campanas de la Seo, cuya riqueza histórica intentaremos abordar en un futuro, estas son Santa Lucía (1749), Ave María (1918), San José (1790), Santo Ángel Custodio (1964), Virgen de la Esperanza (1941), Inmaculada Concepción (1964), el Señor y San Mauro (1941), Nuestro Señor (1941), campana de los cuartos (1968) y campana de las horas (1659). Ojalá el numero de ellas, gracias al Cabildo Catedral y a los Amigos de las Campanas, vaya aumentando en «peso», conforme a la gran importancia religiosa, histórico, artística y cultural, de un conjunto propio de catedral, bien inmaterial de la humanidad, que ha marcado la vida de la sede y su diócesis durante siglos. El faro de la Seo es el verdadero corazón de la ciudad, mensaje, aviso, plegaria, evocación y recuerdo. Su latido es dilatado, global, cordial, espiritual y acogedor.
Hace poco más de una semana comenzaron las obras de intervención en la ermita de Sant Antoni Abad de Llucena para devolver a su esplendor este edificio de propiedad parroquial que necesitaba de una urgente actuación. El ermitorio situado en el barranco de la Pedrenyera (a las afueras de la población) y sobre una prominente formación rocosa está catalogado como Bien de Relevancia Local (BRL). El proyecto de obras que se llevará a cabo está autorizado por la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana, con la dirección y supervisión de la Delegación de Patrimonio Cultural de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
El párroco, el alcalde, el constructor y el arquitecto de la diócesis durante la visita a las obras
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El paso del tiempo ha dejado su impronta en el interior del edificio que, entre otras razones, sufrió hace años filtraciones de agua debido al mal estado del tejado, ocasionando desperfectos en paramentos interiores, cúpulas y pechinas (una de ellas, seriamente dañada) y por consiguiente la aparición de sales en diversas paredes. Ahora en una intervención que se ha impulsado desde la propia parroquia con la insistencia de su cura mosén Héctor Gozalbo, se llevarán a cabo actuaciones de albañilería, instalación eléctrica y restauración (con especial atención en la cúpula central y las pechinas, las bóvedas laterales, el retablo mayor, el portón de madera en acceso, la portalada de piedra y la imagen moderna del santo patrón de los animales). Además, se abrirá el hueco de una ventana cegada que permitirá la entrada de más luz natural al edificio. Todos los trabajos serán documentados gráficamente, se realizará mapeo de patologías, muestras de materiales, pruebas de sistemas de limpieza, catas estatrigráficas, preconsolidaciones, limpieza superficial con aspiración y brocas suaves, extracción de sales, limpieza profunda con medios mecánicos y químicos, consolidación mediante aplicación de resina acrílica, reintegraciones volumétricas y cromáticas y protección final. Cabe destacar que el presupuesto aproximado oscila los 104.715,48 € que sufragará la parroquia con la colaboración del Obispado de la Diócesis, algunas empresas y las donaciones de los feligreses.
Imagen de la pechina con graves problemas de deterioro
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Conjunto Histórico
La construcción de la primitiva ermita posiblemente es de origen medieval, un hecho que se constata en la fachada, que ha sido objeto de diversas intervenciones a lo largo del tiempo. Se sabe que allí estaba la cofradía de San Antonio Abad y San Pedro de la Pedrenyera y que en 1.551 se construye el porche. Aún así el conjunto actual es producto de una total transformación llevada a cabo en el siglo XVIII. En 1722 se hicieron obras debido a su estado de inminente ruina pero estas no llegaron a buen puerto y en 1758 se acuerda demoler la ermita y construir una nueva (cuya obra exterior concluye en 1785). Mención especial merecen las pechinas de la cúpula, pintadas al fresco y realizadas muy probablemente a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Las mismas representan la vida del santo titular: San Antonio como eremita en el desierto, las tentaciones; encuentro de San Antonio Abad y San Pablo ermitaño y San Antonio delante de Cristo (temas todos extraídos de las biografías escritas por San Atanasio y San Jerónimo y reconocidos como los más populares de la leyenda del santo). Aunque su autoría todavía hoy sigue siendo desconocida. También es importante destacar que el altar mayor de finales del siglo XVIII fue realizado por el tallista Vicente Orenga y dorado por Joan Larraga.
Los trabajos se llevan a cabo a través de una gran maquina elevadora
Teniendo muy cerca en el tiempo los terribles episodios de la DANA acaecidos el pasado mes de octubre de 2024 en la provincia de Valencia, muy pocas veces podemos hablar, en condiciones normales, de la desaparición programada de una población completa bajo las aguas. Con el progreso de las obras del pantano de Arenós en todo el valle del antiguo señorío, programadas por el régimen a finales de los años 60 del pasado siglo, se inició un proceso administrativo para despoblar la localidad y localizar sus últimos vestigios de interés, sus monumentos, antes de dar paso al derribo de estructuras y a las inundaciones.
La documentación, emanada del Ministerio de Obras Públicas, Confederación Hidrográfica del Júcar, contemplaba el contexto de expropiaciones forzosas motivada por la construcción de la Presa de Materiales Sueltos del Embalse de Arenós, incluía dos propiedades de la parroquia vinculadas a la Diócesis de Segorbe-Castellón, en aquel momento recién reconfigurada territorialmente, tras siglos de pertenencia a la Archidiócesis de Valencia.
Entre ellas estaba el templo parroquial en la calle Tremedal, propiedad del Obispado, de 400,44 m2 de solar y vuelos, 452,94 m2 de planta construida, con una pila bautismal, siete altares, un púlpito y dos campanas; en acta previa a la ocupación de la finca, firmada el 7 de marzo de 1972, se señalaba en la relación con el número 42. La valoración total dada al inmueble fue de 1.507.164 pesetas. También se incluía, con el número 90 de la relación, la casa abadía recayente a la plaza de España, con un solar de 157 m2, con 81 m2 de planta baja, 76 m2 de patio, 81 m2 de primera planta, 36,45 m2 de cámara, un melocotonero y un balcón. Todo con una valoración global de 271.126 pesetas.
Por consiguiente, se elevaba cédula de notificación, poniéndose en conocimiento del Obispado que las citadas fincas señaladas con el 42 y 90 el día 21 de marzo, a las diez horas, se levantaría el acta previa a la ocupación, que determinaba el artículo 52 de la Ley de 16 de diciembre de 1954, correlativamente en el Ayuntamiento de Campos de Arenoso. Cabe decir que el representante de la administración, Luis Bermejo Zeropa, ya había rubricado el documento a 28 de febrero.
En los trámites y valoración de daños indirectos respecto a Campos de Arenoso, habían actuado como presidente: Fernando Deval (mediador); secretario: Carlos Murria; vocales: Sr. Bofias (ingeniero de la jefatura agronómica), Luis Bermejo (confederación) y Alcalde de Campos; y Francisco Perelló Morales (perito de la Confederación en representación del Estado).
En el asunto fundamental del cementerio, las gestiones se basaron en el Decreto sobre los mismos, publicado en 1939 en el Boletín Oficial del Arzobispado de Valencia. Como no se estaba muy seguro de su titularidad entre parroquia y ayuntamiento, se acordó investigar en el Registro de la Propiedad de Viver, en los libros parroquiales, así como recabar testimonios personales en la misma población.
El 16 de marzo de 1972, el delegado diocesano de Arte Sacro de la Diócesis y académico correspondiente de la Real Academia de San Fernando de Madrid, Ramón Rodríguez Culebras, redactaba un informe sobre la altura y entidad patrimonial de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Campos de Arenoso. En aquellos momentos, la sentencia de muerte de la localidad ya estaba firmada y la desaparición de su entramado urbano, junto con su principal monumento, tenía un destino irrefutable.
«El templo, modesto en su interior, es a planta de cruz latina, con cúpula sobre el crucero. En las pechinas están representados en pinturas murales los cuatro evangelistas, según iconografía muy corriente a finales del siglo XVIII, época a la que corresponde la edificación del actual templo.
La planta implica tres tramos, crucero y tramo correspondiente al altar mayor. Este dispone a ambos lados de dependencias que dan lugar a un aspecto exterior rectangular en planta. El primero de los tramos sirve de pórtico, con baptisterio a un lado y acceso al coro y a la torre en el otro. Sobre este tramo se encuentra el coro. Los restantes tramos y el crucero dan lugar a los altares, sin capillas.
La cubierta es de bóveda de cañón con lunetos en la nave central, cúpula semiesférica sencilla, levemente realzada, sobre naves laterales, por sección de cúpula colgante.
El interior no ofrece interés alguno en su alzado ni guarda obras o decoración de interés.
Aunque también modesto y sencillo, el exterior despierta mayor interés, pues la fábrica es noble y de cuidada realización, con abundancia de piedra labrada en estribos, contrafuertes, ventanas, alguno de los aleros y toda la base que tiene el edificio. El resto de los muros de 0,90 de espesor, abunda en sillarejo y mampostería.
La portada -de formas sencillas y sin decoración alguna-, está realizada igualmente en piedra labrada.
La espadaña que remata la fachada principal es sencilla, de cuidadas proporciones y de piedra bien trabajada.
La torre puede considerarse como lo más interesante del conjunto. No es libre, ni forma cuerpo añadido en su planta, sino que ocupa el tramo izquierdo de los pies. A la altura de la nave lateral tiene un cuerpo de arranque o nivelador; luego un сuегро, macizo como este arranque, hasta la cornisa. La fábrica de ambas es igual a la del resto del edificio, con empleo de piedra labrada, sillarejo y mampostería. Sobre éste asienta el cuerpo o tramo de las campanas, de cuidada realización, con pilastras dobles adosadas en los cuatro ángulos y remate en buen trabajo de piedra. Posee dos campanas: una que data de 1847, con 0,65 de diámetro y 0,55 de altura interior; y otra, refundida en 1765, de mayor tamaño (0,75 de diámetro y 0,65 de altura interior). Curiosamente, a diferencia de otras torres de este tipo, sobre todo en zonas rurales y humildes como ésta, el templete que remata la torre sobre el cuerpo de las campanas, que con frecuencia es de ladrillo -incluso en su estructura de pilastras adosadas y ornamentación, por influjo mudéjar-, es aquí de piedra labrada.
Aparte estos datos referentes a su fábrica y al cuidado y abundante empleo de piedra labrada, no veo otra cosa destacable que pueda suscitar interés.
Castellón de la Plana, 16 de Marzo de 1972.
Ramón Rodríguez Culebras [rubricado]
DELEGACION DIOCESANA DE ARTE SACRO [sello]»
Unos días después, el 21 de marzo, el informe del delegado de Arte Sacro, con los datos críticos del templo, eran remitidos a don Gil Roger, canónigo de la Catedral de Segorbe desde 1970 y Vicario General, natural de Chelva, en la administración del Obispado.
Un documento manuscrito del propio Ramón Rodríguez, incide en las características remarcadas para la fábrica e interés del templo, añadiendo un pequeño listado de:
«Objetos a guardar para aprovechamiento allí o en otros lugares y con vistas al Museo de Historia religiosa:
Cómoda o arcón de la sacristía.
Candelabros bronceados y campanilla.
Incensario.
Sillón de tipo barroco.
Cuatro bancos viejos.
Lienzo sin valor y dañado: San Francisco Javier.
Dolorosa vestida pequeña.
Campana pequeña.
Campanas si las ceden.
Madera de bancos sencillos (unas diez tablas más).
Puerta de entrada.
Cancela.
Algunas puertas y ventanas de iglesia y casa abadía.
Campanas:
Fundida, 1847, San Pedro. 0,65 m diámetro, 0,55 m altura interior.
Refundida en 1965, 0,75 m diámetro, 0,65 m altura interior.
Parte del piso: baldosa histórica.»
Por desgracia, para dar paso a las necesidades de la modernidad, el templo, al igual que todo el recinto urbano, fue volado con explosivos o derruido con la maquinaria pesada, conservándose su ajuar litúrgico y algunas piezas citadas en algunos de los pueblos vecinos y en la propia Catedral.
El 7 de mayo de 1975, la Delegación Diocesana de Arte Sacro y la propia Diócesis de Segorbe-Castellón, autorizaban la construcción de la Capilla Votiva y Funeraria de Campos de Arenoso, actualmente en término de Montanejos, en el paraje Majadal a orillas de la cabecera del propio lago artificial, con motivo memorial de la desaparición de pueblo y cementerio. La citada delegación había recibido todo el expediente de planos del edificio y osario, así como el boceto del conjunto a construir, a través de la figura del cura encargado de la localidad, en los lugares reconocidos por el Sr. Obispo Pont i Gol con motivo de su pasada visita pastoral. A su vez, manifestaba la preocupación acerca del mantenimiento de la citada capilla en el futuro, tras la desaparición del pueblo, así como recomendaba la concepción de imágenes devocionales adecuadas para el emplazamiento y, al ser al aire libre, unos bancos de piedra o un altar para momentos de mayor concentración de personas.
Con firma del recordado Ramón Rodríguez, éste indicaba al Ordinario, en 4 de marzo de 1976, previa a la salida definitiva de los habitantes del antiguo Campos al año siguiente, con algunas precisiones de autoría, empresa constructora y responsables del proyecto, daba visto bueno nuevamente a los trabajos, emplazados en terrenos públicos. No obstante, la pequeña acuarela, de 24 x 34 cm [ADDPC], ofrece un testimonio preclaro y bello de la idea de la obra definitivamente presentada, para el recuerdo de los últimos ciento setenta y siete habitantes y los ancestros de una población cuya memoria quedaría anegada por las aguas del embalse de Arenoso a partir de 1980. Tan magnífico y sentido memorial, constituye un profundo y emotivo recuerdo al aire libre, abierto al frondoso paisaje del valle, de bellas trazas arquitectónicas vanguardistas y conmovedora estética natural y espiritual de inspiración centroeuropea de posguerra que contrasta, como un bello diálogo de fe, con el sugestivo ermitorio medieval tradicional de Nuestra Señora de los Ángeles, ubicado río arriba, en la subida al castillo de la Viñaza.
La semana pasada, la parroquia de la Sagrada Familia de Castellón recibió la imagen restaurada del Cristo de Medinaceli, un trabajo llevado a cabo por el Servicio de Conservación y Restauración de la Diputación de Castellón. La intervención ha devuelto el esplendor original a la escultura, que presentaba daños significativos, como la pérdida de policromía, desprendimientos en el paño de pureza y arañazos en el cuerpo, además de repintes que alteraban su color.
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La restauración ha sido posible gracias a los técnicos de la Diputación, con la colaboración del escultor José María Gallardo, quien proporcionó información crucial para el proceso. El diputado de Cultura, Alejandro Clausell, destacó la importancia de estas acciones para conservar el patrimonio artístico y sacro de la provincia, subrayando que «recuperar el patrimonio religioso es recuperar la memoria de un pueblo». Este tipo de proyectos, según explicó, no solo preservan el arte, sino que también impulsan un futuro más próspero y enriquecen la cultura local para las futuras generaciones.
«La reconstrucción del templo parroquial de Cortes de Arenoso (1961-1962).
Los proyectos del arquitecto Luis Gay Ramos y el pintor Rafael Cardells»
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, reconstrucción de finales del siglo XVI del anterior edificio medieval,-del que aún se conservan algunos restos en la zona de acceso al campanario-, con cuerpos incorporados en tiempos posteriores (capilla de la Comunión y trasagrario), presenta un interior de nave única con capillas laterales entre contrafuertes y presbiterio de ábside ochavado, cubierto con bóvedas de crucería con terceletes y ligaduras, realizados en fábrica tabicada y revocada, presentando más complicación y riqueza compositiva la estrellada del ábside. Tras la citada cabecera, el trasagrario (1764), recientemente restaurado por la Diócesis, de bellísima traza barroca de planta octogonal, presenta sección de orden corintio con cubrición de bóveda con lunetos y una decoración de talla debida a la mano del escultor Tomás Granell.
La portada principal actual, con fachada retablo y fechada en 1585, está ubicada en el lateral recayente a la plaza, cobijada bajo un amplio vano de medio punto con cubierta de crucería. A los pies del templo, se ubica un acceso sencillo y más protegido. Sabemos que, en 1775, el maestro Martín Usarral componía el órgano, emplazado sobre esa citada entrada lateral de acceso y en comunicación sobre el coro alto de los pies. Tras ambos accesos, todavía se conservan imponentes cancelas de madera con articulación arquitectónica y tallas, del siglo XVIII y parejas a las conservadas en la Colegiata de Rubielos de Mora y en la Catedral de Teruel.
Además, el interesante recinto arquitectónico sirve de cobijo a una bella colección de obras artísticas, como la Adoración de los pastores de Jaume Mateu (1430), retablo de Almas de Vicente Macip (ca. 1505-1515), el retablo de la Virgen del Rosario (1582) encargado por Berenguer Montoliu, etc. También interesantes piezas de imaginería, barroca y neoclásicas, y magníficas muestras de orfebrería de diferentes épocas.
Tras la guerra civil de 1936, el templo parroquial quedó especialmente devastado, destruido y expoliado de la mayor porción de su patrimonio mueble, recuperado muy en parte tras el conflicto. No obstante, el estado de su fábrica, tras aquellos hechos y fruto de años de abandono por carencias económicas, cada vez era más preocupante y lamentable, por lo que sus responsables no tardarían en lanzar la voz de alarma ante la posibilidad de que un recinto de tamaña importancia histórico-artística acabase en la ruina más inminente.
El día 26 de septiembre de 1960 Francisco Gil García, cura ecónomo de la parroquia de Cortes de Arenoso, con el visto bueno del Señor Obispo de Segorbe-Castellón, José Pont i Gol, escribía al presidente de la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales del Ministerio de la Vivienda. El tejado de la Iglesia se encontraba en pésimas condiciones por el hundimiento de algunas vigas podridas por la humedad, cayendo sobre las bóvedas del templo y provocando la entrada de agua a raudales con motivo de las últimas lluvias. Dado que la población era pobre y de muy pocos recursos el arreglo, extraordinario, sobrepasaba sus posibilidades y teniendo en cuenta que se aproximaba un invierno de temporales abundantes y nieves, la situación se tornaba relativamente urgente, estimándose un presupuesto orientativo de arreglo de unas cincuenta y cinco mil pesetas. La citada memoria adjunta a la petición, para proceder a la reparación de tejado y muros, estaba firmada por el experimentado maestro albañil de la población Joaquín Gresa Tonda.
Las afecciones más aparentes se veían en la parte recayente a las bóvedas del coro alto, la capilla trasagrario y sobre el arco del pórtico recayente a la plaza del “Perchico”. El agua, que no corría bien por los tejados, se estaba infiltrando por los muros perimetrales, especialmente de los pies del templo y lado del Evangelio, de fábrica muy irregular y donde la calle corre más elevada, hinchándolos e inclinándolos, llegando a los cimientos y el subsuelo, amenazando derrumbe. El proyecto, acompañado con sencillo croquis manuscrito a bolígrafo, planteaba destejar toda la techumbre y cambiar por tejas nuevas, sustituir la madera dañada por piezas y vigas menos pesadas y repasar los aleros. También se sanearían las paredes inclinadas y se realizaría una acera perimetral por las calles citadas afectadas por la humedad, dado su desnivel.
El 22 de febrero del mismo año, una carta dirigida a Manuel Rozalén, Administrador de Bienes Eclesiásticos de la Diócesis en Segorbe, ya había informado de la recepción de sus misivas de 14 y 20 del presente con la urgencia de realizar actuaciones provisionales hasta que se pudiera proceder al arreglo total, tapando con uralita provisional de unos 24 metros cuadrados la parte más afectada, con un coste de 2.912 pesetas. La nueva memoria y presupuesto elevaba la cantidad de reparación a ciento treinta y siete mil pesetas.
El 24 de febrero de 1961 se acusaba recibo de la documentación presentada en el Ministerio de la Vivienda, Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales. Poco después, se devolvía la documentación para que fuese redactado un proyecto completo autorizado por persona titulada. Firmaba el arquitecto jefe de la sección Antonio Camuñas. El 13 de marzo de 1961 la parroquia, a través de su representante Manuel Altana, informaba al citado Manuel Rozalén, que se había dirigido al Ministerio de la Vivienda haciendo constar los daños provocados en el templo por causa del conflicto bélico. El escrito indicaba la necesidad de redacción y autorización de la memoria por el arquitecto, así como sus presupuestos y planos para la reparación.
El 29 de marzo de 1961, por orden del arquitecto Luis Gay Ramos (Valencia, 1912-1996) Administrador de Bienes Eclesiásticos de la Diócesis en Segorbe, se remitía justificante del envío del proyecto de reconstrucción a Madrid, desde el Ministerio de la Vivienda, Sección de Arquitectura, con destino al Señor Obispo y al párroco de Cortes. El 7 de abril, ya reparado provisionalmente el hundimiento más grave por mediación del arquitecto enviado por el Señor Obispo para redactar el proyecto, se pedía se tomase interés en el seguimiento de la cuestión en Madrid. El 30 de junio se aprobaba en el Ministerio la cantidad de unas cien mil pesetas para la obra, correspondientes de la subvención, con firma del arquitecto director de la obra, el párroco y el prelado.
Finalmente, entre 1961 y 1962, siguiendo las indicaciones del arquitecto Luis Gay, se derribaba la cubierta y los muros afectados, reconstruidos con mampostería mixta, solera de hormigón armado y enlucido de yeso. Se colocaba una nueva cubierta de viguetas prefabricadas de hormigón armado, machihembrado cerámico tomado con yeso y teja árabe tomada con mortero de cal. Cielo raso de caña, revoco y enlucido de yeso en la capilla. Colocación de cuchillos metálicos, plancha de plomo y reparación y cosido con fábrica de ladrillo de la grieta producida en el enlace del contrafuerte del presbiterio con la fachada lateral de la sacristía. A su vez, construcción de acera de ochenta cm. de profundidad en el perímetro.
Luis Gay Ramos ingresaba en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en febrero de 1932, titulándose en 1940. Ese mismo año entraba a ejercer como arquitecto municipal de Riba-roja de Túria (Valencia) y, al año siguiente, era arquitecto jefe de la Sección Técnica del Sindicato de la Construcción de Valencia y profesor ayudante de la cátedra de Dibujo Lineal en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Valencia [GVA, Archivo LGR].
En 1943 fue nombrado arquitecto jefe de la Comarcal de Segorbe, de la Dirección General de Regiones Devastadas, encargándose de la restauración del patrimonio arquitectónico de las localidades del Alto Palancia. En 1951 era nombrado arquitecto municipal de Ontinyent (Valencia) y 1952 del Ayuntamiento de Segorbe (Castellón). En 1957 asumió la Delegación Regional del Instituto Nacional de la Vivienda. En 1958 se formaba la Delegación Provincial del Ministerio de la Vivienda, siendo arquitecto jefe de la Sección de Vivienda.
Desempeñó diversos cargos colegiales en el Colegio de Arquitectos de Valencia y 1961 era nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. En 1963 recibía la encomienda de número de la Orden del Mérito Civil y, en 1964, obtenía el doctorado, siendo admitido, en 1972, en la Real Academia de Doctores de Madrid.
Ya intervenida convenientemente la fábrica, sólo quedaba intervenir en la recuperación decorativa del interior, muy necesitado de rehabilitación ornamental después de muchos años de imposibilidad financiera. El 27 de junio de 1962, una carta del cura párroco Manuel Altava, desde la Junta Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles de Cortes de Arenoso (Castellón), a la Comisión Diocesana de Arte Sagrado, siendo su secretario Recaredo Catalán, solicitaba la aprobación del proyecto de restauración de la Iglesia Parroquial de esta villa de Cortes de Arenoso, si así lo mereciere una vez examinado por esa Comisión. Un proyecto preparado por el experimentado pintor Rafael Cardells (Meliana, 1899-Valencia, 1980), que había sido recibido por la parroquia el 19 de junio.
En el citado documento se expresaba el interés de la parroquia por restaurar con las modificaciones necesarias, según proyecto que se acompañaba, la pintura de Altar Mayor y Presbiterio, a elegir entre los dos bocetos propuestos por el importe de 24.000 pesetas Boceto A-, 17.000 pesetas boceto B. y 22.500 pesetas el retablo del Altar Mayor. Siendo el parecer de esta Junta Parroquial la elección del boceto B. (17.000 pesetas) más las 22.500 pesetas de la decoración del Altar con las modificaciones que la Comisión de Arte Sagrado estimara procedentes.
El retablo del Altar Mayor sería intervenido en todos sus motivos ornamentales: llaves, cartelas, molduras, capiteles, tercios, bases, marcos y peanas con oro lacado, el resto imitación de mármol y blanco esmaltado (59 x 49cm; dibujo conservado, Archivo Diocesano de Segorbe). El presbiterio sería restaurado, en su presupuesto más barato, en nervios y cornisa en tonos gris, piedra lisa con fondo claro dorado, medios puntos con franja dorada y paredes del mismo orden que indicaba el boceto, con cola temple. Además, incorporaría la realización de dos cuadros laterales.
El segundo proyecto, el más caro, presentaría nervios y seminervios imitación piedra granito, así como en paredes y cornisa, fondo techo tono amarillo claro todo al temple, rosetones de los nervios y molduras de cornisas en oro lacado. También llevaría dos cuadros de medio punto con molduras de alabastro doradas más pintura de los cuadros al temple; uno con el tema de la «Anunciación» (24,5 x 39,5 cm; dibujo conservado, ADS) y el otro con la «Presentación de la Virgen en el Templo». Además, otros dos cuadros laterales con marcos de alabastro dorados, pintados al fresco, con los temas de la «Multiplicación de los panes» (23 x 44,7 cm; dibujo conservado, ADS) y las «Bodas de Caná».
Rafael Cardells, fue un artista realmente interesante, aunque un tanto menospreciado por la crítica historiográfica reciente, sobre todo por estar dedicado, casi plenamente, al arte religioso. Hijo de Juan Baptista Cardells Balaguer, pintor de caña, formó parte de su taller desde muy joven, habituándose al aprendizaje de todas las técnicas artísticas del dibujo y la pintura. Formado en la Escuela de Artes y Oficios y en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, su primera muestra expositiva, en 1932, la realizó en el Ateneo Mercantil de Valencia. Tras la guerra civil, Cardells montó su propio obrador dedicándose, entre otras, a encargos particulares y de instituciones públicas, como los frescos de la Sala de la Estación de Ferrocarril de la Estación de Pont de Fusta. Sin embargo, pronto dedicaría sus esfuerzos a la recuperación y restauración ornamental de muchas iglesias valencianas, turolenses, murcianas o toledanas, destruidas o muy afectadas por el conflicto.
Aparte de su destacada obra de caballete, plasmada en un sinfín de exposiciones, su don principal radicaba en sus acercamientos a la pintura mural al temple o al fresco, donde desplegaba especialmente su maestría y el dominio de la técnica. Son muy conocidos sus dibujos previos en papel o cartón, como los presentes, a la hora de abordar la pared. En este sentido, su obra para la parroquial de San Pedro de Segorbe, en la capilla de la Cofradía de la Sangre-Cristo de San Marcelo, o en Benicarló, Almussafes o Benimaclet, entre otras, son testimonio especialmente clarividente de su genio.
Sin duda alguna, Cortes de Arenoso es una de las más especiales poblaciones históricas de nuestra Diócesis, hasta 1960 perteneciente a la Archidiócesis de Valencia. En este actual contexto de España Vaciada, su asiento en plena área rural y montañosa, limítrofe con la provincia de Teruel y lejos de toda infraestructura de comunicaciones importante, la han ido lastrando, como tantas otras poblaciones de nuestra diócesis, en un difícil devenir fruto de la progresiva despoblación de sus demarcaciones. Su templo parroquial y sus ermitas de San Blas, San Cristóbal y Santa Bárbara (siglos XVI-XVII), sin embargo, son testimonio del inmenso legado artístico de la fe y el celo de su comunidad cristiana, constituyendo una plasmación preclara de todos sus brillantes siglos de historia para sus futuras generaciones.
El pasado sábado día 24 de agosto, la Asociación Navarro Reverter de Segorbe presentó el sexto número de su publicación “Yuste” en el Teatro Serrano de la ciudad. Una revista que, año a año, afianza más su presencia como referente cultural provincial presente en las más importantes plataformas de difusión académica y universitaria.
Entre las catorce colaboraciones de investigación publicadas destacan tres estudios especialmente dedicados a la Diócesis, como «El tiempo de San Juan Pablo II y su reflejo en la acción pastoral del Obispo D. José María Cases en la Diócesis de Segorbe-Castellón», «Una visita a la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma en obras por la reforma renacentista del primer templo de la cristiandad (1541)» y «Gonzalo Valero, cronista de Segorbe y artista».
El segorbino Jesús Zafón, y David Montolío, de la Delegación diocesana de Patrimonio y Doctor en Historia del Arte, acaban de publicar un estudio sobre la histórica rogativa a la ermita de la Virgen de la Esperanza de Segorbe.
La devoción a la Virgen de la Esperanza se reafirma en Segorbe, donde la tradicional rogativa se mantiene como un símbolo de fe y unidad entre los fieles. Este evento, que se celebra cada 18 de diciembre, reúne a la comunidad en una procesión solemne que incluye la participación de autoridades eclesiásticas y civiles, destacando la importancia de esta Virgen en la vida cotidiana de los segorbinos.
A lo largo de los siglos, la Virgen de la Esperanza ha sido un faro de esperanza y protección para los habitantes de Segorbe, a pesar de los desafíos históricos como conflictos bélicos y la desamortización. La imagen de la Virgen, que se encuentra en el presbiterio de la Catedral, es venerada con fervor, y su altar en la capilla de los Santos Antonios es testimonio de la rica tradición que la rodea.
La iniciativa de reestablecer la rogativa busca no solo recuperar las costumbres devocionales, sino también fortalecer el sentido de comunidad y pertenencia entre los fieles. Con el apoyo del Cabildo y la colaboración de los ciudadanos, se espera que esta celebración continúe siendo un pilar de la identidad cultural y espiritual de Segorbe, asegurando que la veneración a la Virgen perdure en el tiempo y se transmita a futuras generaciones.
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