La Iglesia de la Sangre de Cristo de Segorbe
LA IGLESIA DE LA SANGRE DE CRISTO DE SEGORBE Y LA ACEPTACIÓN DE PABLO ENRÍQUEZ DE BRUSELAS (FLANDES) EN EL GREMIO DE SASTRES DE LA CIUDAD (1706)
Conocemos bien por las visitas pastorales, las fuentes de autores como Aguilar y Serrat, Morro Fosas o Tormo, fotografías históricas y bibliografía y una tesis doctoral de los últimos años, la historia de la Iglesia de la Sangre y su cofradía allí instituida, la más antigua de la Semana Santa segorbina. Emplazada junto al templo mozárabe de San Pedro, en pleno arrabal de la ciudad de Segorbe y en el área donde tradicionalmente se localizaba una antigua mezquita musulmana, parece ser que ocupaba el solar donde se encontraba edificada la primitiva «capilla de la Purísima Concepción», donde se instituiría la Cofradía de la Preciosísima Sangre de Cristo a mediados del siglo XVI, impulsada por el obispo Francisco Sancho Allepuz (1577-1578), primer obispo de Segorbe separado de Albarracín, y confirmada por su sucesor Gil Ruiz de Lihori (1579-1582), con privilegios e indulgencias -Papa Gregorio XIII (1586)- que se atesoraban en tres bulas en pergamino hasta 1936, aunque conservando temporalmente el nombre original mariano citado.
En 1640 ya tenía construida una nueva Iglesia denominada ya como de La Sangre, «la que es moderna hecha», de estilo clasicista, atribuible al gran arquitecto Pedro Ambuesa, uno de los más importantes del reino, y que había estado trabajando en la ciudad otras obras, como el templo de San Martín del Convento de Agustinas o en la propia Catedral. El destruido retablo mayor, de talla en madera sin policromar de principios del XVII, atribuido al escultor Juan Miguel Orliens, llevaba en su centro una hornacina dorada y estofada, con flores de negro y oro, cerrada por una tabla bocaporte al óleo, móvil con mecanismo o tramoya, con la iconografía de la Sangre de Cristo. Tras ella y tres finas cortinillas, se exponía la imagen devota del Crucificado de bulto redondo, que se descubría todos los viernes de año y los días de la Cuaresma en la que había sermón, momentos en el que se cantaba el salmo del miserere.
La visita pastoral del Obispo Gavaldá a la Diócesis (1635-57) es muy clarificadora para el conocimiento de la Iglesia y la Cofradía (ACS, 548), acompañada de un preciso inventario de bienes muebles de la misma. Desde el altar mayor, desde el lado del Evangelio, se encontraba la Capilla de San Vicente, bajo patronato de la ciudad, donde se emplazaba el retablo de San Vicente Ferrer, obra cumbre del pintor Vicente Macip (ca. 1518), en la actualidad en la Catedral de Segorbe. A continuación, estaba la capilla de San Jerónimo, con retablo de pintura moderna sin decorar, perteneciente al gremio de los «Villuteros». En el mismo lado la capilla del Ecce Homo, propiedad de la Cofradía, con retablo de pintura antiguo con imagen policromada de bulto en el nicho central. En el lado de la Epístola, la capilla de Santa Eulalia, de la ciudad, con un cuadro al óleo de la santa, donde se encontraba, sobre el altar, la imagen de vestir de San Pedro Apóstol, conocida como de los “Estudiantes”, con sotana negra y manto colorado. Tras ella la capilla de San José, con un cuadro del santo con el Niño de la mano, del Abad Joseph Estornel. Después, la capilla de los Santos Médicos, con diferentes que componen su altar, propiedad del doctor Francisco Sierra. El recinto, rodeado en su perímetro por un zócalo de buena azulejería alcorina presentaba, en tiempos más recientes, los altares del Sto. Paso, el del Ecce Homo, el de San Jerónimo, atribuido a M. March, y el de la Virgen contra la Peste, atribuido a Espinosa, en el lado del Evangelio y el de Cristo atado a la Columna, la Oración del Huerto, la Virgen del Carmen y de San Vicente Ferrer en el lado de la Epístola, donde existía una puerta que daba a la casa donde vivía el hombre que limpiaba la iglesia.
Poseía el templo un coro alto, a los pies, bajo del cual se guardaban los ornamentos en unas armariadas. En aquellos momentos, el tejado tenía problemas de goteras y necesitaba de una sacristía, que aún no tenía, por lo que se indica la posibilidad de adquirir una casita junto al testero de la iglesia y destinarla a dicho uso. Se enteró el prelado que en dicha Iglesia criaban gusanos de seda y se hacían ensayos de bailes y danzas con chirimías y tambores, pidiendo a los clavarios que no permitiesen ambas actividades bajo pena de excomunión.
En 1722, Roque Pérez dejaba una limosna de doce libras para la compra de dos hachas y dos velas que acompañaran a la Virgen de la Soledad en la noche de Viernes Santo durante la procesión y entierro de Nuestro Señor Jesucristo en la «Cofradía de Santíssima Sangre de Christo» (ACS, 1194).
El 31 de agosto de 1725, el Papa Benedicto XIII agregaba, por Bula Pontificia, la Cofradía de la Sangre de Segorbe a la Archicofradía del Santísimo Cristo, venerado en la romana Iglesia de San Marcelo, haciendo extensibles las amplias indulgencias concedidas a aquella institución a las de nuestra ciudad. Una vinculación que conllevó un pequeño cambio de denominación del Cristo conociéndose, a partir de entonces, como de “San Marcelo”, impresionante obra de arte en talla de madera del siglo XVI que procesionaba en Semana Santa por las calles de Segorbe, portado a mano por el clavario con la ayuda de unas correas.
Fechado en 1771 se conserva un expediente en el Archivo Histórico Nacional, sobre el estado de las cofradías, hermandades y congregaciones correspondiente a la ciudad de Segorbe junto con los pueblos de su partido, remitido por el alcalde mayor de la ciudad, Isidro Romero, en contestación a la petición del Conde de Aranda, de 28 de septiembre de 1770, sobre el estado general que manifiesta el total de las Hermandades, Cofradías, Congregaciones y Gremios que hay en esta Ciudad de Segorbe y pueblos de su Partido, las fiestas que hacen, su importe y aprobación. Allí se describe, como Cofradía, la de la Purísima Sangre de Cristo en la Iglesia de su nombre.
Interesante es conocer como, por decreto de 20 de mayo de 1777 del Obispo Alonso Cano y Nieto se comunicaba y ordenaba a las cofradías de la Sangre y de la Trinidad, en las procesiones de Jueves Santo, portar cirios o candelas en vez de hachas (ACS, 540). Poco después, el 4 de diciembre de 1793, se constata el enterramiento de un comerciante francés, Juan Bisier, en la Iglesia de la Sangre (ACS, 580). El 20 de febrero de 1804, el capellán de la cofradía, Mosén Isidoro Pérez, solicitaba al Cabildo Catedral la gracia de portar una capa pluvial blanca para la decencia del culto en algunas funciones de la Hermita o Capilla de la Sangre (ACS, 599)
De 9 de octubre de 1822 existe un escrito de la propia Cofradía del Cristo de San Marcelo al Cabildo de la Catedral de Segorbe solicitando se devolviese a su Iglesia el órgano del cenobio franciscano de San Blas, propiedad de los cofrades (ACS, 617). El 14 de marzo de 1883, se acordaba la exposición del Cristo yacente en Jueves y Viernes Santo en la capilla de El Salvador de la Catedral, en aquellos momentos parroquia de Santa María (ACS, 609).
En 1923, la Iglesia y la casa de la cofradía eran entregadas, para el culto, a los padres Carmelitas, sin mengua de los derechos de la propia institución siendo, a partir de 1961, cuando volverían a hacer uso del segundo piso de la citada casa.
Durante la guerra civil, a mediados de 1937, una de las actas de incautación de la Junta Republicana del Tesoro Artístico (Castellón) presenta el lastimoso estado de los edificios religiosos durante la contienda, deteniéndose en la Iglesia de la Sangre. En la misma se informa sobre el aceptable estado del patrimonio mueble en contraste con la situación del inmueble, con daños graves: «De pintura se observó la falta en la iglesia de la Sangre de lienzos de San Jerónimo, del siglo XVII, Virgen de la Peste y San Nicolás, de Hilario de Espinosa; San Jerónimo, de M. March, y retablo de San Vicente Ferrer, de Vicente Masip, el padre de Juan de Juanes (luego devuelto)”.
Durante la guerra, los bombardeos habían destrozado el conjunto arquitectónico, considerándose en firme su derrumbe: «En esta joya del siglo XVI, considerada por José Benlliure como perfecto modelo de acabado y uniforme estilo y como la mejor obra valenciana de su índole, hay que sumar, a la acción destructiva de los obuses, la actuación incontrolada de algunos segorbinos que sin detenerse a valorar cuestiones de arte ni de historia, quemaron en una gran hoguera sus imágenes, entre las que se encontraban el Santo Cristo, San Marcelo, la Virgen del Carmen y un Ecce Homo. Todo lo consumió el fuego con otras obras de incalculable valor, cuadros, mobiliario de época, ornamentos antiguos, orfebrería, un lienzo de San Vicente Ferrer premiado en el concurso artístico nacional y los azulejos, ejemplares únicos de la clásica escuela de Alcora del siglo XVI que cubrían las paredes interiores del templo que servía de convento a los Carmelitas calzados».
Consultada la Cofradía y el Provincial de los Carmelitas de la Provincia Arago-Valentina, el 8 de noviembre de 1948, el Ayuntamiento de Segorbe abría la posibilidad de expedir la oportuna autorización de demolición de la Iglesia y apertura de una plaza si no se lograba su restauración. Definitivamente, el mes de septiembre de 1950 se derribó el edificio, -que reconstruimos en dibujo adjunto en sus detalles y características previas a su destrucción-, una vez el arquitecto Luis Gay Ramos, en un informe, confirmó el estado de ruina. Entre su patrimonio conservaba un lienzo de la “Aparición de Cristo a San Felipe Neri” (ca. 1630), atribuible a Vicente Castelló, hoy en día desaparecido.
Tras la contienda, de desastrosos efectos para la cofradía, tanto materiales como espirituales, la institución resurgió con nuevos bríos, recuperando, poco a poco, su patrimonio perdido. Entre otras, la imagen principal, el Cristo de San Marcelo, fue encargada al escultor José Ortells López, siguiendo el modelo de la destruida (1943), o la Virgen de la Soledad, donada en 1956 por la familia Torres Murciano y Cortel, magnífico trabajo del maestro José María Hervás Benet.
Como consecuencia del decreto episcopal de 20 de julio de 1955, para determinar la situación de la cofradía de San Marcelo dentro del ámbito de las Asociaciones Piadosas de los laicos, en su nueva aprobación canónica de la Cofradía tras la guerra, radicada en la iglesia parroquial de San Pedro de Segorbe, erigida como tal en el año 1578, estaba a la espera de la aprobación de unos nuevos Estatutos y a la recuperación de la memoria de su agregación a la Archicofradía romana o se pida una nueva agregación, realizada por escrito el 9 de junio de 1960, en una carta dirigida a M. Lino Bianchi, camarlengo de la Archicofradía del Santo Cristo de San Marcelo de Roma, con respaldo del Sr. Obispo Pont i Gol y rúbricas del Prior Francisco Mateo y el clavario, Franco Escolano.
El 31 de marzo de 1961 se aprobaban nuevos Estatutos, rubricados por el Obispo José Pont i Gol el 10 de junio de 1961, recibiéndose de Roma original impreso de los Estatutos de la Cofradía del Santísimo Cristo de San Marcelo (1827). A continuación, se redactó un nuevo ritual de toma de posesión de sus clavarios con imposición del crucifijo (1955), cuya bendición el Obispo delegó en el Sr. Prior.
EL DOCUMENTO
El Archivo Catedralicio de Segorbe conserva un hermoso e interesante documento histórico, fechado en tres de octubre de 1706, inserto en un «rebedor» de escrituras del notario Victoriano Polo, acerca de una celebración de un capítulo del Gremio de Sastres de la Ciudad para la aceptación del mancebo Pablo Enríquez, natural de Bruselas, en Flandes (ACS, 1126), y que habría llegado a Segorbe en plena Guerra de Sucesión al trono de la monarquía española (1701-1713).
«Die iii mensis octobris anno a Nativitate Domine MDCCVI
En la Yglesia de la Sangre de Christo de la presente Ciudad de Segorbe juntos y congregados como es costumbre Salvador Martinez Clavario Sebastian Gomez Mayoral Juan Rosell Menor Mayoral Juan Rosell Mayor Maestro de Trazas y Xavier Royo bolsero o tachero Maestros Officiales del Officio de Sastres de dicha Ciudad en donde para tratar convenido y concordado las infratas cosas y otras se acostumbran juntar. Precediendo convocacion hecha por su andador ettiam.Todos unanimes y conformes y ninguno en nada discrepante y en presencia de Pedro Roca Alguacil del Bayle de la presente Ciudad gerenta vices de su Governador ausente y de mi el Notario Escrivano del dicho Officio y testigo avaxo escritos. Atendido y considerado que por parte de Pablo Enríquez mancebo de la Ciudad de Bruxelas de Flandes se les fue pedido y suplicado en 17 de agosto de este presente año MDCCVI a los Clavarios Mayorales Maestro de Trazas y demas maestros juntos y congregados en dicha Yglesia como consta por el Libro de dicho Officio con sesion y junta celebrada en dicho dia 27 de Agosto lo admitieran crearan y constituyeran Maestro de dicho Officio facultad y gremio gozando de las libertades y privilegios que los demas maestros de dicho Officio gozan y que prometeria y se sugetaria a observar estas y pagar todos los Capitulos tachas verticales y servidumbres que los demas Maestros de dio Officio estan y pagan et non se divertendo ad alios actus aviendo sido examinado por dicho Clavario Mayorales Maestro de Trazas y Tachero como es costumbre de diferentes entes de ropas y posturas de vestires hallaron apto y suficiente para crearlo y constituirlo Maestro de dicho Officio por consiguiente para que goze y use gozar y usar pueda de todo lo que los demas Maestros de dicho Officio gozan y usan. Por tanto gratis ettiam cum presentes ettiam lo crearon constituyeron y nombraron Maestro de dicho Officio facultad y gremio dandole y confiriéndole todos los privilegios gracias libertades y prerogativas que a los Maestros de dicho Offcio se les suele y acostumbra dar y atribuyr. Y el dicho Pablo Enriquez presente y acceptante con juramento ad bonum verum ettiam pro ut morir est en poder de dicho Pedro Roca Alguacil prometio de haverse fiel y legalmente en dicho Magisterio de dicho Officio facultad y gremio, de guardar las constituciones observancias y estar a todo lo que los demas maestros están tenidos y obligados y de pagar XXV Libras por depossito decaxa como se acostumbra con los que son de la Corona de Aragon fuera de los del presente Reyno de Valencia y assi mesmo las propinas y salario que a los Clavario Mayorales ettiam. Escrivano notario en semexantes nombramientos se acostumbra. De quibus ómnibus ettiam actum en dicha Yglesia de la Sangre de Christo de la presente Ciudad de Segorbe ettiam.
Presentes fueron por testigos a dichas cossas Joseph Ordaz Mayor labrador y Jayme Zerberon pelayre de Segorbe habitador».
El documento coincide, cronológicamente, en el tránsito del siglo XVII al XVIII, con el pontificado del obispado de Segorbe de Antonio Ferrer y Milà (1692-1707). Sus primeros años de gobierno estuvieron marcados por las reformas barrocas en los templos diocesanos, como el propio presbiterio de Catedral, y la construcción de otros nuevos, como la iglesia de Santa Ana, de Segorbe.
Sin embargo, con la irrupción de la guerra, el pueblo se posicionó en los bandos que aspiraban al trono, en la disputa entre Felipe V y el archiduque Carlos de Austria. El obispo seguidor del archiduque, tomó el juramento de los fueros valencianos en la Catedral de Valencia, siendo la figura eclesiástica de representación en las ceremonias valencianas, ante la huida a Madrid del arzobispo Antonio Folch de Cardona. La vinculación del prelado segorbino a la causa austracista, unido a los cambios políticos consecuencia del resultado de la guerra, con la abolición del derecho privativo o foral valenciano y la consolidación de la monarquía borbónica, significó el inicio de la sucesión de prelados no valencianos en la sede.