La parroquia de La Sagrada Familia de Castellón acogió ayer la Eucaristía de fin de curso de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, a la que asistieron trabajadores y voluntarios de la entidad.
El Delegado Episcopal en Cáritas Diocesana, D. Sergio Mendoza, agradeció la tarea constante y diaria de los voluntarios y voluntarias, así como del personal laboral de la entidad, destacando que su labor no se limita a acompañar y solucionar los problemas materiales de las personas que acuden a Cáritas, sino que, además, les “proporcionan la necesaria esperanza” para que puedan vivir con dignidad.
Por su parte, el Director de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, D. Francisco Mir, animó a las personas voluntarias y a los trabajadores y trabajadoras de Cáritas a “renovar su compromiso” para luchar contra la pobreza, y ayudar y acompañar a los colectivos más vulnerables.
Aunque Cáritas no cierra por vacaciones, esta Eucaristía de fin de curso sirvió para dar gracias al Señor por todo lo vivido y compartido durante estos últimos meses y para renovar la fe, la esperanza y el compromiso con las personas más desfavorecidas.
Hace algunos días llegó a la parroquia de Villahermosa del Río el conocido retablo de “La Institución de la Eucaristía” (datado entre 1.385 y 1.390 y que pintado al temple sobre madera se atribuye al Maestro de Villahermosa).
La obra salió en septiembre de 2023 de la iglesia local para participar en una exposición en el Museo del Prado de Madrid y después hacerlo también en una misma sede de la exposición en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Más de 180.000 personas visitaron el retablo entre Madrid y Barcelona.
«Seamos sembradores de amor, de perdón y de reconciliación»
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogió ayer tarde la celebración de la fiesta del Corpus Christi con la celebración de la Santa Misa que estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente y concelebrada por el Deán de la Concatedral y párroco de Santa María, D. Miguel Simón; y por el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, así como por el conjunto de párrocos de la ciudad que se sumaron a esta celebración conjunta y acompañaron a los catequistas y niños de Primera Comunión de sus respectivas parroquias. También lo hicieron las autoridades políticas, policiales y militares de la ciudad, con la alcaldesa Dª. Begoña Carrasco a la cabeza.
La liturgia de la Palabra dio paso a la homilía del Obispo que dirigió, principalmente, a las niñas y niños de Primera Comunión que, junto a sus catequistas, padres y familiares, tuvieron un papel destacado en la celebración. D. Casimiro hizo una catequesis sobre la Eucaristía poniendo el broche final a la formación que han recibido como paso previo. Así explicó cómo tras la lectura de la Palabra alza el Evangelio en señal de «bendición al Pueblo de Dios que recibe la Palabra de Dios aquí y ahora».
Recordó que lo más importante de la celebración de la Eucaristía es rememorar la última cena de Jesús con sus apóstoles en la que «toma el pan, lo bendice, lo parte y dice tomad y comed esto es mi Cuerpo; tomad y bebed esta es mi sangre». Con esta bendición, continuó D. Casimiro, «instituyó la Eucaristía y pidió que así lo hicieran siempre en memoria suya».
Memorial, banquete y presencia
Tres palabras sonaron con fuerza en el mensaje que nuestro Obispo trasladó a los más pequeños. Memorial, banquete y presencia. De esta forma explicó que la Eucaristía «no es un mero recuerdo, sino un memorial que actualiza, cada vez que celebramos la Santa Misa, lo que ocurrió en la última cena» y cada vez que se repite es el mismo Jesús quien a través del Obispo o sacerdote lo hace en conmemoración suya. «Ese es el mandato para actualizar el memorial de la última cena» dijo D. Casimiro, y que anticipa lo que ocurriría después al ser entregado a la Cruz derramando su sangre.
Por ello la Eucaristía «es el memorial del misterio pascual, de su muerte y resurrección para que todo el que crea en Él tenga vida eterna» sellando una nueva alianza que «es un pacto de comunión de Dios, que es amor, con toda la humanidad». Desde entonces, «el pecado y la muerte han sido vencidos y brota la esperanza para toda la humanidad».
El Señor se nos da cuando comulgamos, continuó el Obispo, «porque el pan se ha convertido en su cuerpo y el vino en su sangre». Se refirió así a la comunión como banquete y «como alimento necesario para todos los cristianos» recordando su primera comunión y animándolos «a que no sea la última y a hacerlo con fe, creyendo de verdad que es el Cuerpo de Jesús», que se hace presente en nosotros.
Él nos atrae hacía sí mismo para formar junto a Él un mismo Cuerpo. En este sentido explicó que «la Eucaristía no puede faltar en la vida de un cristiano que quiera vivir de verdad como un creyente y como un testigo del Señor». Si faltase la Eucaristía, «la Iglesia dejaría de existir», advirtió. Participando del amor de Dios a través de la Eucaristía «genera una fraternidad entre nosotros para que seamos testigos de su amor en el mundo».
«Día de la Caridad»
El amor que recibimos al participar de la Eucaristía es un amor para compartir «con aquellos que no tienen, con los pobres de pan, de cultura de Dios, con los destruidos, con las personas viven en soledad, que están enfermas, que necesitan nuestro acompañamiento». Se refirió así a la celebración del «Día de la Caridad» y al mandamiento del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Y así es como se nos da el mismo Jesús en la cruz, afirmó, «hasta el final, derramando hasta la última gota de su sangre para darnos la vida».
Para terminar, Mons. Casimiro López Llorente exhortó a los presentes «a ser sembradores de amor de perdón y de reconciliación». La cruz, dijo D. Casimiro como en otras tantas ocasiones, «no tiene una denominación histórica, sino que es el signo puro de reconciliación».
La presencia del Señor a la que hizo alusión el Obispo durante la homilía, fue real en el transcurso de la procesión por las principales calles de la ciudad para, como él mismo había dicho durante la homilía «ofrecer a nuestra sociedad y al mundo, el amor de Dios que está presente en Cristo Eucaristía». Siendo así, «hemos de adorarlo para que contemplando el amor de Dios, nos dejemos llenar de ese amor, nos dejemos transformar por Él para, allí donde estemos, seamos testigos del amor de Dios para el mundo».
Y así fue pues los fieles de la ciudad se rindieron a la grandiosidad del Señor que bendijo a su paso a cuántos le alababan con cánticos, oraciones y postrándose ante Él. Representantes de las principales Cofradías, así como asociaciones y movimientos se sumaron a la procesión solemne que culminó de nuevo en la Concatedral con la bendición final.
Este Domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi, que ha venido precedida y preparada en nuestra Iglesia diocesana por la “Semana de la Caridad”. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el sacramento del amor; en ella, Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad, el mismo Jesús se nos da en comida como el Pan de la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.
La Eucaristía es vital para todo cristiano y para toda comunidad cristiana; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la participación plena y fructuosa en la Eucaristía, la fe y vida cristianas languidecen, se apagan y mueren. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y se nos da Él mismo en su Cuerpo partido y repartido. Al comulgar el Cuerpo de Cristo, el Señor nos atrae hacia sí, nos une consigo y nos transforma; al comulgar el mismo Pan, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la comunidad y la fraternidad cristiana que, como el verdadero amor, es expansiva y no conoce fronteras.
La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para cada comunidad eclesial y para cada cristiano; en ella está enraizado el mandamiento nuevo del amor. Cada comunidad eclesial y cada cristiano estamos llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebramos y del que participamos en la Eucaristía, para que este amor llegue a todos. El amor celebrado ha de convertirse en un amor vivido.
El día del Corpus salimos en procesión por nuestras calles acompañando a Jesus, en el sacramento de la Eucaristía. Con ello manifestamos nuestra fe en que Jesús está realmente presente en la Eucaristía y que camina con nosotros en nuestra vida diaria. De este modo hacemos nuestra la voluntad de Jesus de acercarse a todos para que el amor que Él nos da entre en nuestros hogares y transforme nuestra relación con los demás. Unidos a Cristo Jesus, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, podemos establecer una nueva relación con las personas que están a nuestro alrededor. La participación en la Eucaristía nos va configurando con Jesús y va cambiando nuestro corazón para que veamos a los demás con la mirada de Cristo.
La celebración y adoración de la Eucaristía, de un lado, y las obras de caridad, por el otro, están íntimamente unidas; la una lleva a la otra. Ante la Eucaristía hemos de recordar las palabras de Jesus: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Por ello, el día del Corpus celebramos el Día de la Caridad para que el amor de Cristo Jesús llegue a través de nosotros a todos, en especial a los excluidos de nuestra sociedad, de modo que todos puedan formar parte de la nueva fraternidad creada por el Jesús. Quien en la comunión participa del amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado y con el que está necesitado no sólo de pan sino también de Dios y de su amor: con los enfermos, los pobres y los mayores abandonados, con los marginados y excluidos, con los reclusos, emigrantes o parados. Como reza el lema del Día de la Caridad de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza”. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad de los conmovidos, que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos.
El amor de Cristo, presente en la Eucaristía, nos capacita y nos apremia a una caridad efectiva y comprometida con todos los necesitados. La caridad no puede faltar en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, de las parroquias y de todos los cristianos. Aunque pensemos que podemos aportar poco, Jesús siempre puede acrecentar nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestro amor. “Dadles vosotros de comer”, nos dice hoy Jesús a sus discípulos. Nadie puede quedar excluido de nuestro amor, porque nadie está excluido del amor de Dios, manifestado y ofrecido en Cristo-Eucaristía.
Un modo concreto de expresar nuestro compromiso en el amor es ser generosos en la Colecta de Cáritas en este día. Hemos de redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero, para que llegue a todos el amor del Señor a través de nuestros gestos de amor. Gracias a todos por vuestra generosidad y por vuestra entrega.
Como cada 17 de mayo, cientos de personas han participado esta mañana en la Solemne Eucaristía que se ha celebrado en la Basílica de San Pascual Bailón, Patrono de la Diócesis de Segorbe-Castellón y de Vila-real, presidida por nuestro Obispo D. Casimiro. En un año que además se conmemora el 750 aniversario de la fundación de la ciudad.
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Han concelebrado numerosos sacerdotes llegados de todos los puntos de la Diócesis, congregando en la Santa Misa a las principales autoridades locales, las Reinas de las fiestas, así como a una importante representación del tejido social de la ciudad que ha querido honrar al santo. La parte musical ha corrido a cargo de la Coral Sant Jaume, Veus de Cambra, Supramúsica y la Unión Musical La Lira; Dª María Isabel Casalta al órgano y las guitarras del Conservatorio Mestre Goterris; todo bajo la dirección del maestro D. Alfredo Sanz Corma.
San Pascual, fraile franciscano del siglo XVI que destacó por su inmenso amor a Jesús Eucaristía y profunda devoción a la Virgen. Fue tan grande ese amor que el Papa León XIII, el 28 de noviembre de 1897 lo declaró «Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Asociaciones Eucarísticas».
Tras la liturgia de la Palabra, la homilía del Obispo se ha centrado en tres rasgos del santo: el amor, la oración y la esperanza. De él “se ha destacado siempre su amor al prójimo, pero en especial a los pobres. Servía a todos con alegría”, ha señalado D. Casimiro, y ello lo alimentaba “en su gran devoción a la Eucaristía, el sacramento del amor, porque sabía que Dios es amor”.
Por ello, ha animado a imitar el amor cristiano que vivió nuestro Patrono, que es, ante todo, “servicio entregado que busca siempre el bien del otro”, siendo ésta la receta contra la soledad y el egoísmo de nuestro mundo. “Este amor es el sello distintivo del verdadero discípulo de Jesús”, y debemos cuidarlo “día a día, en la oración, en los sacramentos del perdón y de la Eucaristía”, ha indicado.
En relación a la oración, el Obispo ha explicado que ésta “es un segundo rasgo que brilla en la personalidad de Pascual”, que cobra un especial protagonismo en este año dedicado a la oración para prepararnos para el Jubileo ordinario de la esperanza que celebraremos el próximo año 2025.
“El verdadero cristiano – ha continuado – cuida y practica la oración, pase lo que pase, cueste lo que le cueste”, y la necesitamos hoy más que nunca ante un “clima adverso que impide a tanta gente vivir con alegría y esperanza” provocado por “un escenario mundial preocupante” cuyo origen está en una crisis ecológica, económica y social, agravada por la reciente pandemia y las múltiples guerras en todo el mundo, así como por la cultura de la indiferencia y del descarte, por lo que se tiende “a marginar a Dios de la vida personal y social”.
Por último ha exhortado a poner, del mismo modo que hizo San Pascual, nuestra confianza en Jesucristo. “El Señor resucitado sale hoy de nuevo a nuestro encuentro para despertar y avivar nuestra fe pascual, fundamento de la esperanza cristiana”, porque “en la muerte y resurrección de Cristo Jesús hemos sido salvados, rescatados, sanados y abrazados para siempre” para “llegar a la vida eterna en el Cielo”.
Tras la Comunión y los ritos de despedida se han cantado los Gozos en honor al glorioso san Pascual Bailón, y se ha visitado la Real Capilla. El Obispo ha incensado el sepulcro en el que reposan los restos del santo. Inmediatamente ha tenido lugar un emotivo acto en el que el Obispo, ha petición del alcalde José Benlloch ha hecho entrega del prestigioso Pasqualí de Honor 2024 a la Fundación José Soriano Ramos. Este reconocimiento se ha otorgado en la persona de la señora Asunción Manzanet Costa, viuda del ilustre hijo predilecto de la ciudad y fundador de Porcelanosa, José Soriano.
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Solemne Procesión
Esta tarde, bajo el repique de campanas de la Torre Campanario de la Basílica, ha tenido lugar la Solemne Procesión en honor a San Pascual recorriendo las principales calles de la ciudad. En la misma han participado numerosas cofradías y entidades religiosas de la ciudad de Vila-real. La procesión ha concluido en el interior de la Basílica con la «Dansa dels pastorets i pastoretes» ante el altar de la Basílica dedicada al Patrono de los Congresos Eucarísticos.
A las 18 h. ha comenzado la celebración de la Cena del Señor de este Jueves Santo, que ha presidido nuestro Obispo D. Casimiro en la S.I. Catedral de Segorbe. Es el primer día del Triduo Pascual, en los que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo: Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo. Son los días del año litúrgico que concentran los momentos más importantes del cristianismo.
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Jesús nos deja el mandamiento nuevo de amor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros”. Es el día de la Caridad, en el que tiene lugar uno de los más grandes símbolos del amor de Dios. Justo en la noche de la traición, Jesús, Dios hecho hombre, en un gesto de absoluta humildad se arrodilla y lava los pies de los apóstoles, porque quiere que conozcan su misericordia, su amor y su perdón, y quiere mostrarles lo que espera que hagan después de que Él se haya ido, un entregarse continuo y total a los demás, viviendo diariamente el amor al prójimo.
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Tras ello se sientan en torno a la mesa para celebrar la Pascua. Jesús parte el pan y dice: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por nosotros”. Y lo mismo con el cáliz: “Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre”. Es la Última Cena en la que instituye la Eucaristía, corazón de la vida cristiana y sacramento que nos alimenta, nos congrega y nos reúne.
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Jesús también les entrega la potestad de hacer en su nombre lo que Él acaba de realizar y, diciendo “haced esto”, instituye el Sacramento del Orden sacerdotal. Recordemos que sin sacerdotes no hay Eucaristía, y sin Eucaristía no hay Iglesia.
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En la homilía, el Obispo ha resumido esta celebración en cuatro palabras: Pascua, Eucaristía, sacerdocio y mandamiento nuevo del amor. “Jesús se ha reunido con sus apóstoles para celebrar la Pascua”, conmemorando el paso del Señor para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto y establecer una alianza. Elige la celebración de esta fiesta “para anticipar su Pascua, su paso de este mundo al Padre a través de la muerte para liberar a la humanidad del pecado y de la muerte para establecer la nueva y definitiva alianza”.
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En la Cena “Jesús instituye la de Eucaristía, el sacramento que perpetúa su sacrificio y ofrenda en la cruz por todos los tiempos”, ha explicado D. Casimiro. “Desde aquel Jueves Santo, la Iglesia, que nace del misterio pascual de Cristo, vive de la Eucaristía y sigue celebrándola hasta que vuelva el Señor”, ha señalado.
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Hoy “recordamos y agradecemos también al Señor el don del sacerdocio ordenado”, que es inseparable de la Eucaristía. A sus apóstoles les da la tarea de celebrar en su nombre la Eucaristía, de modo que “pronunciando en su nombre las palabras que Él pronuncia en la Última Cena, pueden transformar el pan en su cuerpo y el vino en su sangre”. El Obispo ha exhortado a valorar “el gran don que nos hace el Señor a través de los sacerdotes” y, del mismo modo, ha animado a “suscitar, acoger y acompañar a aquellos que sienten la llamada al sacerdocio ordenado”.
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Finalmente, “esta tarde el Señor los deja en herencia al mandamiento nuevo del amor”. De ahí el gesto del lavatorio de los pies. “Él mismo Dios se abaja, se postra, y asume una tarea propia de esclavos para lavar los pies de sus discípulos”. Con este gesto “el Señor nos indica que amar de verdad es servir al prójimo. Es ponerse de rodillas ante él, es abajarse, es ser humildes, es servir y perdonar”.
La comunidad cristiana de Figueroles ha celebrado esta mañana una Misa en acción de gracias por el quinto centenario de la construcción de la iglesia parroquial, que ha presidio el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente. Entre los sacerdotes que han concelebrado se encontraba el párroco, D. Juan Vicente Vaquerizo, y la parte musical ha corrido a cargo del coro parroquial.
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Además, los figueroleros han estado acompañados en la celebración por su alcalde, D. Luis Gregori, y por la corporación municipal, así como por la reina y las damas.
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Previamente a la celebración de la Eucaristía, el Obispo ha sido recibido por la banda local “Amics de la música de Figueroles” y, con motivo del Reservat, Jesús Eucaristía ha recorrido las principales calles del municipio.
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El Reservat es la fiesta que se celebra desde 1603, cada sábado de Ramos, con la que los vecinos conmemoran la llegada del Santísimo Sacramento desde Lucena al pueblo y su construcción como parroquia independiente.
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“Hoy es un día grande para Figueroles, para vuestra parroquia”, ha dicho el Obispo en la homilía, por ello “os habéis puesto de gala y habéis engalanado todas las calles para recibir a Aquel que es el ciudadano principal de este pueblo, que es Cristo Jesús sacramentado”. “Os agradezco esa delicadeza que habéis tenido para acogerle, y mostrar así vuestra fe y vuestra gratitud”.
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“Sin Cristo Eucaristía no hay comunidad parroquial, no hay parroquia. Él es el centro de la vida de la comunidad, como es también el centro de la vida de todo aquel que es amigo de Jesús y que quiere vivir unido a Él”, ha indicado dirigiéndose de un modo especial a los niños presentes en la celebración.
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En este sentido, D. Casimiro se ha centrado en tres palabras: “La Eucaristía es memorial de la Pascua del Señor, es banquete de comunión y es presencia suya en medio de su pueblo”.
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La Eucaristía es memorial de la Pascua del Señor
Jesucristo -lo vamos a celebrar en esta Semana Santa a punto de comenzar- se entrega hasta el final por nosotros. “Entrega su cuerpo y su sangre para reconciliarnos con Dios y con los demás, para el perdón de nuestros pecados, de nuestras esclavitudes, para liberarnos de todo aquello que nos aleja de Dios y de los hermanos”. “Sin la Eucaristía no puede haber cristiano, no puede haber comunidad cristiana”, con ella “recordamos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, el paso de la muerte a la vida”.
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La Eucaristía es banquete de comunión
“Jesús mismo nos da su cuerpo y nos da su sangre para que tengamos vida”, ha continuado. “Para Dios contamos, para Jesús contamos, y Él se nos da para que nos mantengamos unidos a Él”. Además, participando juntos en la Eucaristía “se crea unidad y fraternidad, algo que cada comunidad cristiana ha de cuidar”, ha señalado.
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Asimismo, la Eucaristía “es compartir los mismos sentimientos de Jesús”. Por ello, “quien participa de la Eucaristía no puede ser indiferente ante aquellos que pasan necesidad de pan, de cultura o de Dios, de tantos que necesitan una palabra de aliento o de cariño, como Jesús hizo durante su vida en esta tierra”.
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La Eucaristía es presencia permanente de Cristo Jesús entre nosotros
“Dios se queda entre nosotros”, y está en el sagrario “para que le vengamos a visitar, para que vengamos a rezar, porque ahí está la fuente permanente del amor, de la paz, de sosiego, del perdón para todos”, recordaba el Obispo exhortando a visitar la Capilla de la Comunión “para beber de la Fuente, para descansar en Él, para contarle nuestros problemas, nuestras necesidades, porque Él siempre nos habla”.
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Al finalizar la Misa, el Obispo ha bendecido la Capilla de la Comunión y ha descubierto una placa conmemorativa de esta efeméride.
Ayer, domingo día 8 de octubre, se celebró a las 12h la Eucaristía en la parroquia con motivo de la festividad de Santo Tomás de Villanueva, en la que participaron una gran representación de feligreses.
Al finalizar la homilía, el párroco recordó que la Iglesia Católica acoge a todo el mundo para anunciarles el amor de Jesucristo, por lo que añadió, que la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castellón debe de ser imagen de la Iglesia e invitó a acoger a cualquier persona con los brazos abiertos a esta nuestra casa común.
Posteriormente, se celebró el I Concurso de paellas en la parroquia, el cual estuvo abierto a todo el mundo, viviéndose así un ambiente de hermandad y fraternidad.
La Parroquia de San Jaime Apóstol de Oropesa, celebró el pasado fin de semana la «Fiesta del Perdón» preparada por los catequistas y dirigida a todas las niñas y niños que este año van a recibir su Primera Comunión.
Tal como ha asegurado el párroco, D. José Miguel Sala, en esta celebración, «pudieron confesarse como preparación para recibir a Jesús». En este sentido, agradeció al equipo de catequistas de la parroquia, «la importante labor que han venido realizado durante el periodo de formación de los más pequeños a quienes han ayudado a conocer más y mejor a Jesús, acrecentando su deseo de vivir más unidos a Él».
A la «Fiesta del Perdón» se sumaron los padres así como los catequistas que también tuvieron la oportunidad de participar en el Sacramento de la Confesión y así, ha manifestado el párroco, «no solo ser ejemplo para sus hijos, sino compartir con ellos la importancia de estar en gracia siendo conscientes de que van a recibir a Jesús como amigo y guía, entablando una relación más íntima con el Señor.
Participar junto a ellos ayuda a las niñas y niños «a vivir con más alegría a ese primer encuentro con el Señor, y del mismo modo a la transmisión de la fe y al don que un día nosotros también recibimos». D. José Miguel Sala, agradeció la presencia de las familias a quienes trasladó su deseo de que familiares, amigos y allegados acompañen a los niños en la celebración de la Eucaristía de su Primera Comunión para «ayudarles a seguir creciendo en su vida espiritual y encontrarse de nuevo con Jesús cada domingo, porque Jesús nos espera siempre reviviendo en espíritu, la amistad, la alegría, la fraternidad».
Tras finalizar la celebración se impuso la Cruz a todos los niños que participaron en la Eucaristía posterior al acto Penitencial. La jornada terminó con una merienda en el patio de la casa abadía preparada, con mucho cariño, por las catequistas de la parroquia.
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