D. Casimiro co-presidió la Eucaristía que se celebró ayer en la Gruta
Enfermos y hospitalarios rezaron y meditaronel Vía Crucis junto al Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón
Ayer finalizaba la peregrinación hospitalaria de Nuestra Señora de Lourdes con un intenso programa. Por la mañana, a primera hora, se celebró una Misa en la gruta, para los más de 1000 peregrinos de las Diócesis de Segorbe-Castellón, Jaén, Mondoñedo-Ferrol, Ourense y Toledo, que estuvo presidida por el Obispo de Jaén y concelebrada por Monseñor Casimiro López Llorente y el Obispo de Mondoñedo-Ferrol.
Los hospitalarios de las diferentes diócesis participaron activamente en los oficios, tanto en el coro como en la lectura de la Palabra, el resto portando enfermos o siguiendo con devoción mariana la celebración a los pies de la Virgen.
Tras la Eucaristía la hospitalidad de la Diócesis de Segorbe-Castellón se dirigió a la zona de piscinas, donde, a pesar de que por protocolo COVID se ha suprimido el tradicional baño, sí pudieron realizar el denominado «gesto del agua».
D. Casimiro, junto a los sacerdotes diocesanos que han asistido a esta peregrinación, acompañaron a los enfermos, ante quienes, nuestro Obispo rezó una oración antes de proceder a este simbólico acto que se realiza en la intimidad.
En la jornada, que también lo fue de despedida, los participantes en la peregrinación tuvieron la oportunidad de rezar y meditar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús a través del Vía Crucis. Guiado por nuestro Obispo y meditado por los sacerdotes que han participado en la peregrinación, tuvo lugar en la Capilla de Santa Bernardita para protegerse de la intensa lluvia que ayer caía sobre el Santuario de Lourdes pero que no impidió que se celebraran todos los actos y celebraciones previstas.
La jornada finalizó con el paso por la Gruta para despedirse de la Virgen y las palabras de nuestro Obispo que como lo ha hecho durante todos los días de este peregrinación, consoló a los enfermos, quienes, de la mano de María han podido mantener un encuentro con Jesucristo, y animó a los hospitalarios mostrando su agradecimiento por el servicio prestado a nuestra Iglesia Diocesana.
A las 19 h. ha comenzado la celebración de la Cena del Señor de este Jueves Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en la S.I. Catedral de Segorbe. Ha concelebrado el Deán, D. Federico Caudé, el canónigo, D. José Manuel Beltrán, y el Secretario Particular, D. Ángel Cumbicos, asistiendo Manuel Zarzo, Diácono Permanente.
Cerramos el ciclo cuaresmal y abrimos el triduo Pascual, conmemorando el día en que Jesús, durante la Última Cena, instituyó el don de la Eucaristía, el sacerdocio, y el mandamiento sobre la caridad fraterna. Cristo entra en la noche de Getsemaní y comienza la Pascua del Señor.
Imitamos “aquella memorable cena” que Jesús celebró con sus discípulos antes de padecer, y en la que quiso anticipar sacramentalmente, en los signos del pan y el vino, su entrega total en la cruz, y para perpetuarla instituyó también el misterio sacerdotal. Es el día sacerdotal por excelencia.
«Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor»
(Ex. 12, 14)
“Nos trasladamos al Cenáculo, donde Jesús se ha reunido con los Apóstoles, se ha reunido con los suyos para celebrar la Pascua”, decía D. Casimiro en el inicio de la homilía, en la que los israelitas conmemoraban el paso del Señor para liberarlos de la esclavitud de Egipto y la Alianza de Dios con su Pueblo.
“Sabiendo que había llegado su hora, de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, «los amó hasta el extremo»”, esto es lo que significa esta celebración, “Jesús nos muestra que nos ama hasta el extremo”, ha recalcado. “Jesús hoy nos da tres dones, tres regalos: la Eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento nuevo del amor”, ha indicado el Obispo.
«Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva»
(1 Cor. 11, 26)
“Jesús nos da el gran regalo, el tesoro más grande que tenemos en nuestra Iglesia, el sacramento de la Eucaristía”, en la que Él “se entrega para liberarnos del pecado y de la muerte”. Y lo hace diciendo: «Haced esto en conmemoración mía». Con este mandato, Jesús instituye la Eucaristía, “el sacramento que perpetúa a lo largo de los siglos esa entrega de Jesús hasta el extremo”.
Teniendo presente la apertura del Año Jubilar, ha indicado que “sin la Eucaristía no habría Iglesia”, sin ella “no haríamos presente a Cristo Jesús, muerto y resucitado para que el mundo tenga vida, y vida eterna”.
Al agradecer el don de la Eucaristía, recordamos y agradecemos también la institución del sacramento del Orden. “Sin sacerdotes no hay Eucaristía”, ha indicado, “y sin Eucaristía no hay Iglesia”. Por ello ha exhortado a acoger y a cuidar a los sacerdotes, “hay que acompañarlos, cuidar de ellos”.
«Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis»
(Jn. 13, 15)
D. Casimiro ha invitado a seguir el ejemplo de Jesús, que “nos muestra que solo entregándose hasta el final se encuentra la vida, solo entregando la propia persona se llega a la felicidad”, “no haciendo lo que me plazca”. “El camino para ser verdaderamente humano es el camino del amor, amor entregado y desinteresado”.
El mandamiento nuevo del amor “es la luz que nos ayuda a caminar hacia la felicidad plena, que está en darse, como Jesús nos muestra”. “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, este es el resumen de los mandamientos”, que debemos vivir con las personas que nos encontramos cada día en nuestro caminar, “porque ahí sale Jesús a nuestro encuentro”.
El rito del lavatorio de los pies se hace tal como hizo el Señor, significando su gran amor por los hombres. El Obispo ha lavado los pies a 12 cofrades de la Cofradía de la Verónica de Segorbe.
E
Terminada la Misa se traslada la Eucaristía de forma solemne y es reservada en el monumento para la adoración.
Ayer tarde se celebró, en la Iglesia de los Santos Juanes de Almenara, la Solemne Misa en conmemoración de Santa Genoveva Torres. Esta primera celebración de 2022 estuvo presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente. La Eucaristía comenzaba con el saludo general del Obispo a los sacerdotes concelebrantes, el Vicario General, D. Javier Aparici y el párroco, D. Manuel Díaz, así como al cabildo catedralicio, Federico Caudé, los Vicarios de Pastoral y del Clero, D. Miguel Abril y D. Marc Estela, a D. Juan Vicente Vaquerizo, Vicario de La Asunción de Ntra. Sra (Alcora) y oriundo de Almenara, y el secretario particular, D. Ángel Cumbicos, a los diáconos, a la Madre General, Marisol Alarcia, y a las hermanas Angélicas, así como a los familiares de la santa y a los fieles en general. Con la Solemne Eucaristía concluían los actos que se han celebrado desde el pasado 1 de enero para recordar a quien fuera canonizada por San Juan Pablo II en mayo de 2003 y primera Santa de nuestra Diócesis.
«A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos«
Tras la proclamación de la Palabra (Eclo 2: 7-13; Gal 6: 14-18; y Mateo 25: 31-40) la homilía de D. Casimiro puso el acento en «el amor a Cristo y la Eucaristía como fuente de vida» de la Santa. Tras un breve, pero conciso recuerdo de la vida de Santa Genoveva, las palabras del Obispo de la Diócesis lo fueron de «acción de gracias porque ella ha sido y sigue siendo un don para nuestra Iglesia diocesana y para cada uno de nosotros». La Iglesia celebra los Santos, dijo el prelado, «como modelo que nos recuerdan que es posible caminar desde la fe y desde el encuentro con el Señor, siendo testigos, como ella lo fue, del amor al prójimo». Un camino, recordó D. Casimiro al que nosotros también nos estamos preparando en este año de Gracia en el que vamos a celebrar el 775 Aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe.
Muchos son los aspectos a destacar de Santa Genoveva que nos deben servir de referencia y modelo, dijo D. Casimiro, poniendo el énfasis en «la total confianza en Dios, a pesar de las muchas dificultades y carencias a las que tuvo que enfrentarse, ella nunca dudó de Dios». Una mujer profundamente cristiana, pero también humilde y caritativa con los necesitados que, en palabras del Obispo, «alimentaba la confianza en Dios a través de su profunda devoción a la Eucaristía donde entraba en las entrañas del corazón de Jesús, viviendo y meditando los misterios de Jesucristo en el rezo del Santo Rosario». Y de ahí, recordó D. Casimiro, «su devoción a la Virgen a quien tenía como modelo de humildad».
A la luz de la Palabra proclamada, el Obispo exhortó a acoger el encuentro del Señor con cada uno de nosotros como lo hizo Santa Genoveva. Y de su encuentro con Jesucristo, dijo D. Casimiro, «se dejó llenar del amor misericordioso de Dios y llevó a otras mujeres hacia ese encuentro personal con Dios». Así, invitó a todos los fieles, «a salir al encuentro del Señor y llevar a otros a ese encuentro que es transformador, renovador y salvador, porque da esperanza y nos ayuda a fortalecer nuestra fe». Para concluir, elevó súplica al Señor para vivir con la misma actitud de Genoveva, en este año tan rico en Gracias para la Diócesis y para la vida de nuestra Iglesia diocesana, «y nos conceda, por intercesión de Santa Genoveva, avivar nuestra fe y nuestra confianza en Él y caminemos como Iglesia peregrina del Señor, para ser, aquí y ahora misioneros suyos».
Genoveva nacía un 3 de enero de 1870 en Almenara, en el seno de una familia cristiana y humilde. A la edad de ocho años queda huérfana al fallecer sus padres, José Torres y Vicenta Morales, además de cuatro de sus cinco hermanos. Es por ello que se vio obligada a abandonar sus estudios, una educación muy elemental, para comenzar una vida de servicio a los demás, asumiendo el cargo de ama de casa y la atención de su hermano José.
A los trece años le diagnosticaron un tumor maligno, el cual le causaba unos dolores tan insoportables que en ocasiones perdía el conocimiento, por lo que tuvieron que amputarle una pierna en una operación sin anestesia. Desde entonces siempre necesitaría dos muletas para poder caminar. Pasados unos años volvió a caer gravemente enferma y tuvo que ser internada en el orfanato “Casa de la Misericordia” de Valencia, conducido por las Carmelitas de la Caridad, donde completó su formación, creció en su vida espiritual y en su relación con el Señor.
Tal como recordó nuestro Obispo durante la homilía, Santa Genoveva, sentía una especial devoción a la Eucaristía, al Sagrado Corazón, a Ntra. Sra. del Buen Suceso y a los ángeles. Buscando siempre hacer la voluntad de Dios, a los veinticuatro años se fue a vivir con dos mujeres, Isabel Fuster y Amparo Ribes, con las que realizaba trabajos de costura y a las que servía, poniendo siempre a Jesús en el centro de aquella casa. Pronto se dio cuenta de que muchas mujeres de su época eran víctimas del abandono y de la soledad, por lo que en 1911 inauguran en Valencia la primera de muchas otras residencias que se fundan, en toda España y en otros países, con el fin de darles amparo a estas mujeres, de ser consuelo en la soledad y para la adoración nocturna de la Eucaristía. Este es el origen de las “Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles”, instalándose en Zaragoza la Casa General y el Noviciado, junto a la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
A pesar de su juventud y de todo por lo que había pasado, Genoveva pasaba los días trabajando, sirviendo y rezando. Tenía una gran madurez y poseía una gran capacidad de sufrimiento. Solía repetir: “Todo lo vence el amor”.
Hay quienes ante el sufrimiento de la vida se rebelan contra Dios. Ella no. Santa Genoveva, en medio de sus padecimientos se acordaba de Jesús Crucificado y todo lo ofrecía por la salvación de los pecadores. Un ejemplo de fe ante el misterio del dolor y del sufrimiento humano.
Esta sencilla mujer era una protagonista privilegiada del Evangelio del Sufrimiento, como dijo Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Salvifici Doloris”. Un Evangelio escrito por “todos los que sufren con Cristo, uniendo los propios sufrimientos humanos a su sufrimiento salvador”, cumpliéndose en ellos “el Evangelio del sufrimiento”.
Oración a Santa Genoveva
Oh Dios, que concediste a Santa Genoveva Torres Morales, religiosa, gracias innumerables escogiéndola como instrumento fiel para combatir la soledad en que viven muchos seres humanos, haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, de servir con alegría y sencillez a la Iglesia y al prójimo, iluminando los caminos del mundo con la luz de la fe y del amor. Dígnate concederme por su intercesión el favor que te pido… (Pida aquí su favor)
“A los pobres los tienen siempre con ustedes”, con esta cita del evangelista Marcos (14, 7) el Papa Francisco ha convocado para este 14 de noviembre la V Jornada Mundial de los Pobres. La elección del lema, tal y como afirmó Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización en la presentación del Mensaje, «con esta expresión, el Papa Francisco provoca a los creyentes a mantener la mirada fija en Jesús para descubrir que en Él y en sus palabras se encuentra no sólo el verdadero sentido de la pobreza, sino sobre todo la capacidad de reconocer a los pobres».
Fue en noviembre de 2016 cuando el Papa Francisco, apartando los ojos del texto oficial de su homilía y mirando a los miles de pobres que llenaban la Basílica de San Pedro para celebrar su Jubileo de la Misericordia, anunció que a partir de ese momento la Iglesia tendría su propia Jornada Mundial de los Pobres. Esta decisión vendría a dar respuesta a lo que el Santo Padre, años antes, había escrito como programa para su pontificado: «Quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (EG 198).
Este año celebramos ya la V Jornada que, tal como recoge el Subsidio Pastoral del Dicasterio para la Nueva Evangelización, «pretende ser una provocación permanente para que nuestras comunidades estén atentas y acojan a quienes se presentan a nuestra puerta». De hecho, en su mensaje para esta Jornada, el Papa Francisco describe las pobrezas que están frente a nuestros ojos todos los días, para que nadie mire hacia otro lado sin asumir las debidas responsabilidades. Por ello, tener a los pobres siempre con nosotros no puede generar malestar, sino que debe suscitar el necesario sentido de justicia y solidaridad cristiana. El Evangelio elegido como referencia para esta Jornada lo es también de invitación a la reflexión, personal y en comunidad, siendo conscientes de que la presencia de los pobres debería ser una tarea diaria tanto por la muestra de nuestra cercanía hacia las personas con dificultad, como por elevar nuestra oración por ellas y así ver en un pobre, no sólo a una víctima o a un desdichado, sino al ser humano sobre el que está impreso el mismo rostro de Dios.
También en su carta para esta semana, el Obispo de nuestra Diócesis advierte que existe «un vínculo inseparable entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio. El rostro de Dios que Jesús revela es el de un Padre para los pobres y cercano a los ellos: un Padre misericordioso, inagotable en su bondad y amor, que ofrece esperanza sobre todo a los más pobres y privados de futuro. Los pobres son además un signo concreto de la presencia de Jesús entre nosotros».
Celebración diocesana
Desde la Pastoral Caritativa-Social de nuestra Diócesis, integrada por todas las entidades que prestan su servicio a los pobres, desfavorecidos y marginados, fieles a la llamada del Santo Padre de tomar conciencia de la realidad que vive cada persona en situación de pobreza, exclusión y necesidad, al tiempo que ha comenzado la preparación del Sínodo, han preparado esta Jornada con una celebración Eucarística que tendrá lugar este domingo, 14 de noviembre, a las 19,00h en la parroquia de la Sagrada Familia de Castellón. Para la Pastoral Caritativa y Social, tanto la Jornada Mundial de los Pobres como la fase diocesana del Sínodo de los Obispos son una nueva oportunidad para reflexionar sobre cómo peregrinamos como Iglesia, al tiempo que nos invita a cuestionarnos sobre cuál es el nivel de participación de las personas más pobres en los espacios de reflexión, toma de decisiones y celebración. En un contexto social en el que las personas en situación de exclusión aún viven con mayores dificultades y con un horizonte precario, el papel de la comunidad cristiana es fundamental. Por ello se van a formar grupos de trabajo que se reunirán con carácter mensual y ya en marzo-abril de 2022 celebrarán una jornada de trabajo para poner en común todas las aportaciones.
La celebración en nuestra Diócesis será el próximo 11 de noviembre
Este año 2021 se cumplen 75 años de la existencia de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Son 75 años de un movimiento de trabajadores y trabajadoras cristianos. 75 años de encuentro entre la Iglesia y el mundo obrero.
La HOAC de Segorbe-Castellón lo celebrará con una Eucaristía el próximo jueves, 11 de noviembre, a las 19:00 h. en la parroquia de la Sagrada Familia en Castellón de la Plana, que será presidida por D. Casimiro López, Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Desee HOAC quieren dar gracias a la Iglesia, por haberles llevado hasta Jesucristo y enviarlos a compartir esta experiencia en el mundo obrero y del trabajo. El agradecimiento lo hacen también extensivo al mundo obrero y sus organizaciones «por tantas luchas por la justicia y la dignidad de la persona y por lo mucho que nos han aportado en nuestras vidas y en la misma manera de vivir el Evangelio de Jesús», aseguran desde el movimiento.
Bajo esta premisa, afirman, «seguiremos respondiendo, agradecidos con nuestras vidas, y continuando en el empeño de ser hoy Iglesia en el mundo obrero y mundo obrero en la Iglesia», porque como nos recuerda el papa Francisco: “hoy el trabajo está en riesgo. En un mundo donde el trabajo no se considera con la dignidad que tiene y que da. El mundo del trabajo es una prioridad humana y, por tanto, una prioridad cristiana”.
Desde HOAC afirman que aún tienen «una importante labor y queremos seguir colaborando como Iglesia, por fidelidad a Jesucristo, a crecer en el servicio a los empobrecidos y en la defensa del trabajo digno».
Durante la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado celebrada ayer tarde
La Jornada Mundial del Migrante y Regugiado se celebró ayer tarde con una Eucaristía en la Concatedral de Santa María , en Castellón, presidida por el Obispo de nuestra diócesis, D. Casimiro López Llorente, y concelebrada por el Párroco de Santa María, D. Miguel Simón, el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, y el Director del Secretariado para las Migraciones, D. Juan Crisóstomo. En la misma también participó el Padre Nicolai, párroco ortodoxo rumano de Castellón.
Este año, por expreso deseo del Papa Francisco, esta Jornada Mundial se ha celebrado bajo el lema “Hacia un nosotros cada vez más grande” y que, tal como advirtió nuestro Obispo, «sitúa el horizonte en la encíclica Fratelli tutti para ser todos hermanos, mostrando el camino a seguir, que no es otro que salir de nosotros mismos para caminar hacia la fraternidad universal según el deseo de Dios creador».
D. Casimiro centró, precisamente, su predicación en la necesaria «fraternidad». Se refirió a la «creación» resaltando que, en el origen, «Dios nos creó hombre y mujer para que formasen una sola carne como seres complementarios y que generación tras generación formarán una humanidad cada vez mayor». Fuimos creados, destacó nuestro Obispo, «a imagen de Dios Trino y complementarios en la diversidad» y advirtió que, en el núcleo mismo de la historia de la salvación, está la celebración de esta Jornada Mundial, pues, «el caminar hacia un nosotros cada vez mayor según el deseo mismo de Dios». El pecado originó el alejamiento de Dios y a partir de ahí, «surgió la división, la separación, la exclusión y por eso envió a su propio hijo para reconciliar y recuperar esa comunión existente al principio». La muerte de Cristo Jesús, dijo D. Casimiro, lo fue para que «todos formemos una sola familia humana».
A la luz de la Palabra proclamada (Números 11,25-29 y Santiago 5,1-6), nuestro Obispo destacó que la exclusión ya se había instalado en el Pueblo de Israel y advirtió que «la herida de la exclusión está en el corazón humano y lo vemos una y otra vez a través de la actualidad el deseo de las personas de buscar una vida mejor porque en su tierra no existen los medios para llevar una vida digna». Y ante esa realidad constante «no podemos ser indiferentes», matizó.
Resaltó, dirigiéndose a los sacerdotes y diocesanos presentes que nuestra actitud y nuestro trabajo ha de ser «acoger, proteger, promover e integrar y ha de serlo desde la fraternidad, desde la dignidad impresa en cada uno de nosotros por ser criaturas de Dios favoreciendo su integración sin que tengan que perder su identidad». Por ello, dijo, «nuestra actitud ha de ser de acogida desde la solidaridad, el diálogo y el encuentro fraternal favoreciendo así una sociedad más rica en sus elementos».
También enfatizó en el mensaje del Papa Francisco para esta Jornada Mundial, exhortándonos «a la universalidad para que en nuestra Iglesia ningún cristiano se sienta forastero». Con la aportación de los migrantes y refugiados en nuestra Iglesia diocesana, dijo D. Casimiro, «tenemos una riqueza impagable porque dan vida a nuestras comunidades». En la Iglesia, concluyó, «ni la etnia, ni la cultura, ni el país, ni la lengua deben ser fronteras que nos impidan acoger, porque en la Iglesia todos somos hijos de Dios por el Bautismo».
No los verás sobre ruedas pero van como motos. Allí donde los necesitan, destinan su tiempo libre a hacer obra social. Todos los veranos, el grupo de «universitarios» de Hakuna organizan un viaje con destino allí donde haya algún tipo de necesidad. A estos viajes los denominan «Escapadas» donde casi 200 jóvenes se desplazan para colaborar en alguna causa social. Estos dos últimos veranos, las tradicionales «escapadas» se han transformado en «rallies» pues con la pandemia, de un grupo de 200, han pasado a cuatro de 50. Las ediciones anteriores a la pandemia los jóvenes prestaron servicio en Kenia, Colombia o India. Durante este «Rallie» por nuestra diócesis, charlamos con María Rosal, coordinadora de la editorial CTEA («Con toda el Alma») de Hakuna, y con Pablo Gil, coordinador en Castellón.
Al finalizar el curso académico 2020 el destino era México pero «la pandemia nos obligó a suspender el viaje y, aunque en principio lo aplazamos hasta este verano, por responsabilidad hemos decidido suspenderlo». No obstante no han querido renunciar a su compromiso social por lo que este año se han quedado en España «porque aquí también hay quien necesita ayuda», asegura María. «Nos hemos dividido en cuatro grupos de 50 jóvenes que estamos repartidos entre el Mediterráneo, Cataluña y Aragón, el norte, y Andalucía. Salimos todos juntos desde Madrid hacia nuestro destino y nos juntaremos, al finalizar, en Tarifa».
Durante esta semana de voluntariado o «compartiriado» – como ellos lo llaman – se han ofrecido a varias Diócesis para compaginar horas de servicio con su actividad habitual de Misa diaria, Hora Santa y Revolcaderos. El compartiriado, asegura María Rosal, «es como nosotros llamamos a la acción social. La esencia es compartir aprendiendo unos de otros y crecer juntos. Es aquí donde redescubrimos la dignidad y el potencial de cada uno».
Durante su estancia en nuestra Diócesis han estado alojados en el Seminario Mater Dei de Castellón y se han dividido en grupos todavía más reducidos para prestar servicio en la Parroquia de El Salvador, acogidos por el párroco Samuel Torrijo que asiste en su parroquia a los jóvenes de Hakuna de Castellón, pero también han colaborado con Pro-Vida y con las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret (Benicàssim).
En Hakuna, afirma María, «nos unimos a la llamada del Papa y colaboramos con diferentes entidades, tratando de escuchar y de poner toda nuestra creatividad al servicio de quien nos necesita». En Hakuna lo tuvieron claro desde el principio. El Papa dijo a los jóvenes: «Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios, a quien conocí, es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan.», y ellos, tal como reza en su web, se «sumaron al lío».
Hakuna nació «sin querer», dice María sonriendo, «en el JMJ de Río de Janeiro y se consolidó en Madrid». En aquel viaje «sintieron y vivieron algo muy especial que necesitaban mantener y, sobre todo, compartir». Aquel grupo inicial de jóvenes, alegres y entusiastas, que componían alguna canción, se ha extendido a más de 30 ciudades españolas, incluso también en Europa (Londres, Roma, Viena, Berlín, París, Bruselas) y Sudamérica (México y Ecuador), en algunas ciudades han surgido a raíz de los estudiantes españoles que han estado allí». No han dejado de componer canciones y cantárselas al Santísimo Sacramento del Altar en cada Hora Santa semanal y así, poco a poco, se ha ido consolidando y creciendo.
Hakuna Castellón
Unos cuarenta jóvenes universitarios de Castellón, comprometidos con Jesucristo, se reúnen cada martes a las 20.00h de la tarde en la Parroquia de El Salvador (frente a la UJI) para crecer juntos en la fe. Tal como asegura Pablo Gil, coordinador en nuestra Diócesis, «nuestra actividad se centra en la Hora Santa semanal y un Revolcadero al mes». Los revolcaderos – aclara- «son encuentros en grupos de entre 5 y 8 jóvenes que a partir de una bibliografía recomendada preparan el tema (sexualidad, noviazgo, liturgia, oración, incluso textos del Papa Francisco) y comparten sus experiencias de vida a partir de la temática tratada». A la hora de definir Hakuna, lo tienen claro: » es una asociación de fieles que seguimos a Cristo como una familia eucarística que se alimenta y crece en torno a la Adoración y de ahí brota todo lo demás, que no es más que la necesidad de compartir lo que aprendemos en la Hora Santa».
Nuestro Obispo, D. Casimiro, ha presidido esta tarde la Eucaristía en la Solemnidad del Corpus Christi en la Catedral, en Segorbe. Además de los sacerdotes concelebrantes ha participado un gran número de fieles, los niños y niñas de Primera Comunión de la ciudad junto a sus catequistas, así como una representación de la corporación municipal.
Tras la proclamación de la Palabra de Dios, el Obispo ha resaltado tres palabras en su homilía: Memorial, Banquete y Presencia. “La Eucaristía es memorial del sacrificio redentor de Jesús en la cruz, que actualizamos cada vez que celebramos la Santa Misa”, ha explicado.
Este sacramento, indicaba, “nos descubre el verdadero rostro de Dios”, que es amor, un amor “hasta el extremo de entregar a su propio Hijo por nosotros y por nuestros pecados”. Toda su vida, decía de Jesús, “no tuvo otro fin que darnos a conocer y comunicarnos” este amor.
La Eucaristía es también banquete, ha continuado, ya que “Jesús mismo se nos da en comida”. “Es el centro de la vida de cada cristiano y de toda la Iglesia”, y sin ella “no podemos vivir”, porque “cuando falta la Eucaristía nuestra fe y nuestra vida cristiana languidece y termina muriendo”.
D. Casimiro ha mostrado su preocupación por “tantos niños que hacen la Primera Comunión siendo la última”, y por “tantos bautizados que menosprecian la participación en la Eucaristía”. «Sine dominico non possumus», ha dicho citando a los Santos mártires de Abitinia, es decir, sin reunirnos el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir.
Además, en este Día de la Caridad también ha explicado que de ella “brota el mandamiento nuevo del amor: Amaos unos a otros como yo os he amado”, que este año vivimos bajo el lema `Tiende tu mano y comprométete”, para que el amor de Dios “llegue a todos, en especial a los más pobres y excluidos de nuestra sociedad”, más aún hoy ante “las consecuencias de la pandemia”.
Por último, la Eucaristía es presencia, pues “Jesús se queda en medio de nosotros como fuente inagotable de amor para que nos acerquemos a Él”, y nos “dejemos empapar de su amor para llevarlo a los demás”.
Tras la celebración solemne ha tenido lugar la procesión claustral con el Santísimo, que sostenido por el Obispo se ha detenido en la puerta que da a la calle Santa María para bendecir a la ciudad y a toda la Diócesis.
Solemnidad del Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón
Ayer tarde se celebró el Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón, con una ceremonia litúrgica que presidió el Obispo de nuestra Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la que se exaltó el el Misterio Eucarístico como memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y de su resurrección, y que se nos da como alimento quedándose realmente presente entre nosotros. La misma celebración tendrá lugar esta tarde, a las 19.00 h en la S.I. Catedral de Santa María, en Segorbe.
Tras la proclamación de la palabra, nuestro Obispo centró su predicación en «la Eucaristía» y puso el acento en las tres palabras que resumen nuestra Fe en el Sacramento de la Eucaristía: «memorial, banquete y presencia». La Eucaristía es memorial «del sacrificio redentor de Jesús en la Cruz – dijo D. Casimiro -, un sacrificio que actualizamos en cada Santa Misa; es banquete de comunión en el Cuerpo de Cristo, en el que el Señor mismo se nos da en comida y genera comunión; y es presencia real y permanente de Cristo Resucitado entre nosotros».
Testigos en el mundo
Dios es amor y ama a todos los hombres por igual, enfatizó el Obispo, «se queda con nosotros para que en Adoración, contemplando su amor supremo participemos en Él y, contagiados de su amor, seamos testigos en el mundo». Esa es nuestra fe y la Eucaristía, prosiguió D. Casimiro, «es el signo más fuerte y más permanente del amor de Dios hacia los hombres, descubriéndonos el verdadero rostro de Dios».
Tomando como referencia la palabra proclamada (Ex.24,3-8; Hb. 9,11-15; Mc.14,12-16.22-26) puso en relieve que la Eucaristía es el Sacramento «de la nueva y eterna Alianza de Dios con los hombres en Cristo» porque el Cuerpo entregado y la Sangre derramada, «sellan esa nueva y definitiva Alianza entre Dios y la humanidad». D. Casimiro recordó que el sacrificio de Jesús en la cruz no se repite «sino que se actualiza en cada Santa Misa para que el amor de Dios alcance a todos y en todos los tiempos».
En este sentido resaltó que la vida de Jesús no tuvo otro fin «que darnos a conocer y comunicarnos el Misterio de Dios, que Dios es amor y comunión de vida de amor infinito» y que su muerte en la cruz «fue la demostración suprema del amor de Dios para cada uno de nosotros» entregando su Cuerpo en comida y su Sangre en bebida, dejándonos la Eucaristía «como banquete de comunión de vida en el que Jesús se nos ofrece y nos da la vida».
Eucaristía:Centro de vida de la Iglesia
Siendo así, dijo nuestro Obispo, «la Eucaristía, es el centro de la vida de la Iglesia y de cada cristiano, hacia la que caminamos, la fuente de la que partimos, y la comida de la que nos nutrimos». Sin la celebración de la Eucaristía, resaltó D. Casimiro, no habría Iglesia porque de hecho – dijo – está destinada a ser Sacramento de la unidad de Dios con los hombres y de los hombres entre sí». En este sentido exhortó a la participación plena en la Eucaristía porque sin ella, «la fe del cristiano languidece, se apaga y se muere». Si queremos perseverar en la fe, insistió, «es imprescindible participar activa y plenamente en la Eucaristía porque sin ella no podemos existir ni vivir», invitando a los fieles congregados a una «mayor implicación para poner en valor la Eucaristía por ser el mayor tesoro que tienen los cristianos». De la Eucaristía brota el mandamiento nuevo del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado» y así, aseveró D. Casimiro, «estamos llamados a vivir este amor de tal modo que llegue a todos porque a todos está destinado».
Día de la Caridad
Coincidiendo con la Solemnidad del Corpus Christi se celebra el Día de la Caridad, este año bajo el lema: «comprométete y tiende tu mano». Y aprovechando el lema, el Obispo exhortó a que nos comprometamos «en esta tarea de llevar el amor del que participamos en cada Eucaristía a otros para que todos sientan el amor, la cercanía y la Misericordia de Dios».
Recordó que esta crisis sanitaria y sus consecuencias «nos urgen a redoblar nuestro esfuerzo y compromiso con todos aquellos que lo están pasando mal, siendo desprendidos, pero también austeros en nuestra forma de vida» porque esta crisis «tendría que ayudarnos a cambiar nuestros estilos de vida, tantas veces egoísta, materialista y despilfarrador». A la crisis sanitaria D. Casimiró sumo también «la crisis en valores morales» invitando a los fieles a redoblar nuestro compromiso personal y nuestra generosidad económica porque «Jesús nos llama a reconocerlo y a amarle en el hermano necesitado». Para concluir, exhortó a «adorar al Señor y contemplar su amor supremo para dejarnos transformar por Él» porque solo así «podremos ser testigos comprometidos en el mundo».
Procesión claustral
Debido a las restricciones por la pandemia la tradicional procesión de exaltación del Cuerpo de Cristo no se pudo realizar por las calles de la ciudad. Sin embargo, tras la exposición del Santísimo Sacramento del Altar tuvo lugar la procesión en el interior del templo y desde el pórtico central de la Concatedral el Obispo bendijo a los fieles concentrados en la Plaza Mayor.
Por su inmenso amor a Jesús Eucaristía, el fraile franciscano San Pascual Baylón (1540-1592) fue declarado Patrono de todas las Asociaciones y Congresos Eucarísticos. También lo es de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón y de la ciudad de Vila-real.
“Abiertamente profesó la verdad de la Eucaristía entre los herejes y,
por ello, tuvo que pasar por graves pruebas”
(Breve apostólico Providentíssimus del Papa León XIII)
Para él, este Sacramento era el centro de nuestra fe. Este misterio y el amor a los pobres le fue inculcado por su madre desde que nació, de ahí la importancia de la transmisión de la fe a los hijos desde bien pequeños.
“Pan divino verdadero,
sácame, Señor, de mí.
Recíbeme, Dios en ti,
que en ti vivo y en ti muero”
(San Pascual)
Solemne Eucaristía
Nuestro Obispo, D. Casimiro, ha presidio esta mañana la Solemne Eucaristía con motivo de la festividad del santo. Ha sido en su Basílica, en Vila-real, y este año sí que han podido asistir los fieles devotos para honrar a San Pascual, siempre respetándose las medidas sanitarias exigidas.
Tal y como ha indicado el Obispo en el inicio de la homilía, “la crisis sanitaria parece que va remitiendo entre nosotros gracias a la vacuna, pero no ocurre lo mismo con sus consecuencias laborales, económicas y sociales”, y en estos momentos de tanto sufrimiento “nuestra Iglesia nos ofrece hoy a San Pascual, él es nuestro Patrono, es decir nuestro guía, modelo e intercesor”, y su vida y legado “nos hablan e interpelan”.
Se ha proclamado el Evangelio de Mateo (11, 25-30): «…Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré…». En él, “Jesús llama a acudir a Él, siempre y de modo especial en la enfermedad y en momentos de tribulación, para encontrar alivio, descanso y esperanza. Sus palabras expresan su solidaridad con una humanidad sufriente, desconcertada y temerosa”, ha continuado D. Casimiro.
Y esta llamada “sólo la pueden escuchar y acoger los pequeños, los pobres en el espíritu, los sencillos y humildes”, como lo era Pascual, y “como él necesitamos mucha humildad, todos y especialmente quienes nos gobiernan, para reconocer que no somos dioses, que no somos señores de la vida de los demás ni dueños de la verdad, necesitamos mucha humildad para reconocer nuestra propia verdad personal, que somos frágiles, limitados y mortales”, ha dicho a la vez que invitaba a seguir el modelo de vida del santo, “nuestro patrono, hombre sencillo y humilde, confió y esperó siempre en Dios”.
Y el Señor no solo nos llama, sino que también “sale hoy de nuevo a nuestro encuentro para despertar y avivar nuestra fe pascual, fundamento de la esperanza cristiana”, pues “ha resucitado verdaderamente, y lo ha hecho para que en Él tengamos vida”. “Nada ni nadie, ni la enfermedad, ni la pandemia, ni la tribulación, ni la penuria, ni los poderes de este mundo, ni tan siquiera la muerte, nos podrán ya separar del amor de Dios, manifestado en Cristo”, indicaba recordando a San Pablo, y da sentido así “a estas horas donde tantas cosas parecen naufragar”.
Nuestro Obispo ha exhortado “a ser testigos de la esperanza, que no defrauda, con nuestras palabras y sobre todo con nuestro modo de vida”, porque “lo distintivo de los cristianos es saber que, porque Cristo ha resucitado, tenemos un futuro seguro”, pues “no conocemos los pormenores de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida, en conjunto, no acaba en el vacío, sino en Dios”.
También ha invitado “a repensar nuestro estilo de vida que tantas veces nos aliena, nos hace infelices y genera injusticias y muertes”, una renovación muy necesaria de nuestra sociedad, que “genera una nueva forma de relacionarnos los unos con los otros, engendra una nueva comprensión del tejido social que posibilita la edificación del Reino de Dios y un cuidado responsable de la casa común que nos hospeda”.
“Pascual amaba a Cristo con toda su alma, y este amor le trasformó y le llevó a entregarse al cuidado de hambrientos, sedientos y sin techo”, ha explicado al final, y “cuando un corazón está enamorado de Jesucristo, que nos ha amado hasta entregar su vida en la Cruz, ve a Jesús en el necesitado, y se hace caritativo y solidario con los demás.
Aniversario de la Basílica
Acompañado por el Alcalde de la ciudad, José Benlloch, el Obispo ha descubierto una placa conmemorativa por el 50 aniversario de la bendición del templo, que celebra también los 25 años de su proclamación como Basílica.
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