D. Casimiro preside la celebración de la festividad de «Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote»
La Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido la Eucaristía, presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón y concelebrada por el Deán de la Concatedral, D. Miguel Simón, y por el Vicario General, D. Javier Aparici, y en la que también han participado, los Vicarios de pastoral, D. Miguel Abril, el Vicario para el Clero, D. Marc Estela, y el Secretario, D. Ángel Cumbicos, así como una nutrida representación de los sacerdotes mayores de nuestra Diócesis.
En este jueves posterior a Pentecostés, el calendario litúrgico de la Iglesia española aporta, como fiesta propia, la de «Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote». Una fiesta que celebra el contenido de la obra sacerdotal de Cristo y su Misterio Pascual en favor de los hombres. De hecho, la teología bíblica nos muestra pedagógica y magistralmente que «tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos» (Heb 8,1).
Así se ha mostrado hoy en la Liturgia de la Palabra (Heb 2, 10-18) (Jn 17, 1-2. 9. 14-26) de esta fiesta de nuestro Señor Jesucristo, según el rito de Melquisedec, «en quien el Padre se ha complacido desde toda la eternidad, mediador entre Dios y los hombres que, para cumplir la voluntad del Padre, se ofreció a sí mismo en el altar de la cruz de una vez para siempre como víctima de la salvación en favor de todo el mundo» (elog. del Martiriólogo Romano).
Durante la homilía, D. Casimiro se ha referido al origen y sentido de esta fiesta, que en España impulsó el Obispo D. José María García la Higuera, expandiéndose después por Hispanoamérica y finalmente en la Iglesia Universal. Una fiesta con el objetivo, ha dicho nuestro Obispo, «de fijarnos no tanto en lo que Jesucristo nos ha dado, sino en quién es Él, el ser de Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote» refiriéndose al Rito de Melquisedec por el cual Jesucristo «fue elegido y amado para, encarnándose, viviendo entregado a la voluntad del Padre, muriendo y resucitando restablecer la amistad entre Dios y los hombres servir de puente como sacerdote». A través de la muerte y resurrección, ha resaltado el Obispo, «vuelve a unir a Dios con los hombres y establece así la nueva alianza».
La fiesta de hoy, ha de centrar nuestra mirada «en Cristo Jesús, en el Misterio Pascual, en su sacrificio redentor en la cruz, en su entrega total a la voluntad de Padre entregando su vida hasta el final para vencer el pecado y la muerte y darnos la vida que viene de Dios». En este sentido, dirigiéndose a los sacerdotes mayores de 75, se ha referido al Ministerio Sacerdotal a través de la institución de la Eucaristía durante la Última Cena siendo, la celebración de la Santa Misa, ha dicho nuestro Obispo, «lo más grande que tenemos los sacerdotes porque repetimos sus mismas palabras en primera persona lo que nos lleva a la entrega total para bien de la salvación del mundo».
La Eucaristía, a la que se ha referido D. Casimiro desde el inicio de la celebración, «es fuente de la vida y de la misión de la Iglesia y donde actualizamos el sacrificio redentor de un modo incruento». La homilía ha concluido dando gracia a Dios por Jesucristo, por su Misterio Pascual, por el Sacrificio en la Cruz, por su Salvación y por el Ministerio Pascual. No ha faltado el recuerdo hacia «todos los hermanos sacerdotes para que vivan desde la entrega en Jesucristo el Ministerio que han recibido» y la petición por «todo el Pueblo Santo de Dios, para que sea consciente de esa condición sacerdotal que es propia de todo bautizado».
Todo ello ha sido puesto a los pies del Señor por nuestro Obispo, «de manos de María la Virgen, la Esclava del Señor y le pedimos que también en nosotros se haga su voluntad», ha concluido.
La celebración de la Eucaristía ha concluido con el Rito de la Comunión y, al finalizar se ha entonado el «Salve Regina». Para continuar la jornada festiva se ha celebrado una comida fraterna en la Casa Sacerdotal.