Buen uso del tiempo en vacaciones
Queridos diocesanos:
Durante estos meses de verano son muchos los que podrán disfrutar de vacaciones. En estos días se dispone de mucho tiempo: podemos simplemente matarlo o emplearlo bien, dejarlo pasar o aprovecharlo de forma enriquecedora. No reduzcamos las vacaciones a una pura evasión y huida de uno mismo.
Las vacaciones nos ofrecen ante todo la posibilidad del descanso físico y psíquico, y mucho tiempo para la lectura formativa, para la convivencia familiar y para el encuentro con los amigos; y también para conocer otras tierras, gentes y culturas. Son días que cada uno debería utilizar para encontrarse consigo mismo y con los suyos, dedicando a la familia todo el tiempo que durante el año nos le puede ofrecer.
El descanso es necesario para la salud de nuestra mente y de nuestro cuerpo; y es esencial para nuestra salud espiritual, para escuchar la voz de Dios y acoger su Palabra. Las vacaciones son una hermosa ocasión para regenerarnos en el espíritu, y para fortalecer nuestra fe y vida cristiana a través de la oración, los sacramentos y la caridad. Nuestras parroquias y movimientos ofrecen muchas actividades: unas para favorecer el crecimiento de la fe y vida cristiana, el compañerismo y la amistad en el disfrute de la naturaleza, como son las colonias y campamentos; otras favorecen el crecimiento de la caridad cristiana con los más necesitados o el espíritu misionero en países de misión; y, finalmente, otras atienden la formación y el crecimiento espiritual en lugares de retiro.
Al disponer de más tiempo libre podemos buscar espacios para el silencio, la reflexión, la oración y el trato sereno y relajado con el Señor. Podemos aprovechar las vacaciones para hacer Ejercicios Espirituales, para retirarnos unos días en la hospedería de un monasterio, o para peregrinar a un santuario buscando el silencio y el rumor de Dios que habla en el silencio. A Dios le podemos encontrar también contemplando las maravillas de la naturaleza, de la creación: el mar, la montaña, los ríos, el amanecer y la puesta del sol, las noches estrelladas, los animales y las plantas, el ser humano nos hablan de Dios, de su bondad y de su amor, y pregonan las obras de sus manos (Sal 18,1-7). A ello nos invita la hermosa Encíclica del papa Francisco, Laudato si; una alabanza que, unida a la acción de gracias a Dios por el don de la creación, nos ha de llevar a un compromiso personal por el cuidado de toda la creación.
Las vacaciones no pueden suponer un alejamiento de Dios; al contrario, deben ser un tiempo para dejarle hablar en nosotros y para sumergirnos en Él. Dios no se toma vacaciones en su búsqueda del ser humano para ofrecerle por puro amor caminos hacia la alegría, la felicidad y la plenitud. Las vacaciones pueden ser un tiempo excepcional para ir a su encuentro y sentir la alegría de saberse amados por Él. También en verano, el Domingo sigue siendo el día del Señor y tenemos más tiempo para participar en la Eucaristía dominical y para hacerlo en familia.
También en el ocio y en la diversión, los cristianos debemos vivir nuestra condición de discípulos misioneros de Jesús, sin avergonzarnos de serlo, mediante un comportamiento acorde a nuestra fe en el respeto del cuerpo, de la salud y de la dignidad propia y del prójimo. ¡Cuidemos la ecología humana! Vivamos el ocio y la diversión con limpieza de corazón superando todo egoísmo y hedonismo. En los desplazamientos estamos llamados a conducir y conducirnos con responsabilidad y prudencia para no peligrar la propia vida y evitar riesgos a la vida y salud de los demás.
Pensemos además que hay quienes no tienen vacaciones porque trabajan o que no pueden tenerlas porque su situación económica, laboral o de salud no se lo permite. La caridad tampoco se toma vacaciones. La experiencia gozosa de ser y sentirnos amados por Dios, nos capacita y nos lleva a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, pero también a amar al prójimo como a nosotros mismos (cfr. Mt 22,37-39). En las vacaciones tenemos más tiempo para compartir con el necesitado, para ejercer la caridad con el prójimo, para acompañar al que sufre soledad, para visitar a los enfermos, para consolar a los tristes, o para dar un buen consejo al que lo necesite.
A todos nos dice Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Feliz verano para todos.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón