Queridos diocesanos:
Cada primer domingo de julio y cercana la fiesta de San Cristóbal, patrono de los conductores, celebramos en la Iglesia en España la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. Este día nos invita a reflexionar sobre el significado y la importancia del tráfico en nuestros días, y nos llama a todos, conductores y peatones, a la responsabilidad y la prudencia en el tráfico. No podemos, en efecto, ignorar que las imprudencias suelen ser la principal causa de los accidentes de tráfico. Ya el Concilio Vaticano II nos recordaba: “Algunos subestiman ciertas normas de la vida social, por ejemplo, las referentes a las normas de vialidad, sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del prójimo” (GS 30).
La movilidad humana constituye una realidad habitual y permanente en nuestra sociedad. Millones de vehículos llenan nuestras calles y carreteras como algo imprescindible para los desplazamientos, unas veces para acudir al trabajo y, otras veces, para salir con la familia o los amigos. En estos días del verano, millones de personas se desplazan de un lugar a otro para iniciar sus vacaciones o regresar de ellas. Cuando nos ponemos en camino, tenemos la esperanza de llegar felizmente a nuestros destinos. Pero esto, por desgracia, no siempre sucede así.
Los desplazamientos de un lugar a otro tan frecuentes y tan propios de la vida moderna son expresión de la vida como viaje y como camino. Los cristianos sabemos que en nuestra vida no caminamos solos. Dios se ha hecho Enmanuel, Dios-con-nosotros. Dios está con nosotros y camina con nosotros. Por ello, el lema de la Jornada de este año dice así: “Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará” (Salmo 37,5). El salmista nos hace una invitación directa y personal a cada uno de los conductores a encomendarnos a Dios al comienzo del viaje y a los viandantes al salir de casa. Es un gesto que solemos hacer no pocas personas: rezamos unos momentos al Señor y ponemos en sus manos nuestro camino con la seguridad de contar con su ayuda.
Una forma sencilla de orar al comienzo del viaje o al salir de casa es hacer la señal de la cruz. Un gesto sencillo, pero de un gran significado de fe, el de santiguarse “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Al ponerse de viaje se puede rezar también el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria.
La oración, además de ponernos en relación con Dios, estimula nuestra responsabilidad. La oración no es algo mágico. Rezar para tener un buen viaje nos estimula a poner los cinco sentidos para conducir con responsabilidad y en las debidas condiciones, no por temor a la multa, sino por amor a Dios y respeto a mi prójimo y, de este modo, evitar cualquier accidente o muerte, como desgraciadamente a diario sucede en nuestras carreteras. Creer en el “Señor, amigo de la vida” (Sab 11,26), exige de nosotros el cuidar de esta, la nuestra y la de los demás, con todo mimo y dedicación.
Circular en automóvil, motocicleta, bicicleta o monopatín, o transitar a pie por la calle es algo necesario. Trasladarse de un lugar a otro en vehículo o a pie representa una acción humana necesaria y honesta. Pero esa acción, buena en sí, se ve afectada, si no se respetan las normas de convivencia y de tráfico, poniendo así en riesgo la vida, la salud y los bienes ajenos y propios. Y de todo ello es responsable el hombre. El factor humano lo abarca todo. La vialidad supone la existencia de tres importantes elementos: el hombre, el vehículo y la vía sea la carretera o la calle. Sin embargo, el elemento humano lo abarca todo, ya que el estado de las carreteras, las condiciones mecánicas del vehículo y el cumplimiento de las normas de circulación dependen de la actuación humana.
Además, la prudencia debería regir nuestro comportamiento en el tráfico. La mayor parte de los accidentes es provocada precisamente por la falta de atención y por imprudencia. Por eso la prudencia es una de las virtudes más necesarias e importantes en relación con el tráfico. Esta virtud exige un margen adecuado de precauciones para afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier ocasión.
Redoblemos nuestros esfuerzos y nuestro sentido de responsabilidad y de prudencia como conductores y también como peatones.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón