¡Ama a tu Iglesia Diocesana!
Queridos diocesanos:
Cercano ya el Día de la Iglesia Diocesana, el próximo domingo 19 de noviembre, me detengo hoy en nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Una y otra vez constato que también entre muchos católicos existe una imagen falsa, distorsionada o parcial de ella. Son muchos los que piensan que la Diócesis es un conjunto de organismos o de servicios, o un territorio concreto o un ente lejano, llamado Obispado. No sorprende que en estos casos la relación con la Diócesis sea nula, distante, indiferente o fría.
Pero nada más ajeno a la realidad. Nuestra Iglesia diocesana es una comunidad de fieles, formada por todos los cristianos católicos que vivimos en el territorio diocesano: Obispo, sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles laicos. La Diócesis es nuestra gran familia; como tal la debemos sentir y amar, también con sus arrugas causadas por los pecados y deficiencias de cuantos la formamos. Al igual que ocurre en una familia humana, ningún cristiano católico puede considerarse extraño en la gran familia de la Iglesia diocesana, ni situarse al margen o en contra de ella. Lo que le ocurre a nuestra Iglesia diocesana y lo que sucede en ella nos afecta a todos y no nos puede ser indiferente. Cuando alguien siente su familia como propia se implica, se siente en casa, valora lo que de ella recibe, la quiere y se acerca a ella una y otra vez y no sólo cuando la necesita; sabe que su buena marcha también depende también de él.
En la Iglesia diocesana todos -y no sólo el Obispo o los sacerdotes- somos responsables; es algo que nace de nuestro Bautismo. Todos los que formamos parte de esta comunidad, hemos de sentirnos responsables y colaborar en su vida y en su misión, cada uno según la vocación y el ministerio que ha recibido: en el conocimiento y anuncio de la Palabra de Dios, en la celebración de la Liturgia y en el compromiso real para que el amor de Dios llegue a todos.
Nuestra Iglesia diocesana es y debe ser el signo y la presencia del amor de Dios Padre manifestado definitivamente en su Hijo y alentada por el Espíritu Santo. Y al igual que el amor de Dios Padre y la obra salvadora de su Hijo, Jesús, están ordenados a todos, la Iglesia no excluye ni puede excluir a nadie. Siempre podemos contar con nuestra familia, la Iglesia, como también debe poder contar con nosotros.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López
Obispo de Segorbe-Castellón.