El pasado viernes, 23 de junio, nueve autobuses salieron desde la UJI, a las 8h de la mañana, en peregrinaje. Una parte de esta Diócesis, concretamente 408 personas, junto con el Obispo, Mons. Casimiro López, se encuentran ahora mismo en el santuario de Lourdes. De las 408, 70 son enfermos, 261 han acudido para servirlos, y el resto son peregrinos corrientes, pero igualmente amantes de la Virgen de Lourdes. Y además 12 sacerdotes. Se trata de un encuentro organizado cada año – este cumple su sexagésimo aniversario – por la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes, una asociación dentro de la Diócesis de Segorbe-Castellón formada por personas que se ofrecen voluntarias para servir, tanto a sanos como enfermos, que peregrinan a este santuario.
Todo comenzó el 11 de febrero de 1858, Bernardette Soubirous, su hermana y su amiga acudieron a la pradera a recoger leña. «Oí un ruido como una ráfaga de viento, pero los árboles no se movían. Levanté la cabeza, mirando a la gruta, y vi a una joven vestida de blanco», testimonió Bernardette. Esta joven se apareció 18 veces a la niña, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, y sólo ella podía verla. En la novena aparición de esta joven, el 28 de febrero de 1858, ésta le pide a Bernadette que escarbe en la tierra, de donde brota agua fangosa, que más tarde sería la fuente de la gruta de Massabielle de Lourdes. Este agua, superficialmente ordinaria, es ahora para los cristianos un agua extraordinaria: como gotas de esperanza y paz.
«El milagro más grande es la conversión de las personas», testimonia Pascual Aznar, presidente diocesano de la Hospitalidad de Lourdes. Pascual explica que hay muchos milagros materiales, alrededor de 170 aprobados por la Iglesia, ya que en Lourdes hay un comité formado por médicos y expertos, también religiosas y religiosas, ateas, no creyentes… Y que «cuando ellos aprueban un milagro, es porque se ha investigado profundamente y es real», asegura Pascual Aznar.
El tema pastoral de este año es «El Señor hizo en mí maravillas. El Magníficat de la esperanza», expuesto por el rector del Santuario de Lourdes, el padre Cabes, extraído del Magníficat 2017. Hace referencia a las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando dijo que el Magníficat no es el canto de aquellos a los que sonríe la fortuna, «es el agradecimiento de aquellos que conocen los dramas de la vida y ponen su confianza en la obra redentora de Dios».
El Papa Francisco también ha dicho, en relación al magníficat, que es «el canto de la esperanza, el cántico del pueblo de Dios en marcha a lo largo de la historia (…) particularmente intenso allí donde el cuerpo de Cristo sufre hoy su pasión. Donde está la cruz, para nosotros los cristianos siempre habrá la esperanza».
Cada año, Lourdes acoge a más de 5 millones de visitantes: cristianos, peregrinos, turistas. Lourdes no es una ciudad como otra cualquiera: es la capital de la oración. Las multitudes de todo el mundo acuden y conforman así la Iglesia visible.
Cada año, a Lourdes acuden alrededor de 70.000 enfermos, acogidos en nueve centros adaptados, y mientras la sociedad actual esconde lo débil y despreciable del ser humano, Lourdes muestra la belleza de los enfermos, el amor de los desheredados.
José Alberto “Tote” Barrera, Director de Alpha España
El 7 y 8 de julio se organizará en Castellón una sesión de “entrenamiento Alpha”. Se trata de un encuentro para impulsar en la Diócesis esta metodología de Nueva Evangelización que está extendida por todo el mundo con frutos de renovación de comunidades parroquiales. Su director en España explica qué es y dónde está su secreto.
Alpha es una experiencia de primer anuncio que consiste en 10 semanas a lo largo de las cuales vamos a dar 15 charlas con un fin de semana en medio. Está hecha y diseñada para gente que no cree, agnósticos, incluso para el que cree pero que no ha tenido un encuentro personal con Jesucristo. Alpha es simplemente alpha (la primera letra del abecedario griego), un primer paso, una puerta de entrada que da la oportunidad de tener la experiencia de fe por medio del Espíritu Santo. Leer más
ENTREVISTA – Carmen María Folch, voluntaria de la Asociación Joventut Antoniana de Vila-real
El pasado 9 de junio, la Diócesis de Segorbe-Castellón comenzó una semana dedicada a la Caridad. Joventut Antoniana es una asociación formada por alrededor de setenta voluntarios jóvenes que forma parte de la Pastoral Caritativa-Social que la organiza. Divididos en sectores, los voluntarios acuden casa por casa repartiendo comida y acompañando a las personas sin recursos. Carmen Folch es una de las voluntarias que, además, estuvo el pasado domingo en la residencia Santa María Rosa Molas (Almazora) visitando a los ancianos (foto).
Define ‘Caridad’.
La caridad es una virtud que encontramos en los voluntarios que dan su vida por los demás sin pedir nada a cambio, es dar el auxilio a los que nos necesitan en momentos de dificultad. Leer más
Esta semana celebramos la «Semana de la Caridad», que se prolonga desde el día 9 al 18, nueve días en los que diferentes entidades de la Diócesis de Segorbe-Castellón trabajan unidas para sensibilizar y hacer ver a la gente la realidad de las personas sufrientes, que viven en la calle, la pobreza, el hambre, la exclusión social, la falta de dignidad. Como bien dice la Real Academia Española de la Lengua, caridad es la «actitud solidaria con el sufrimiento ajeno» y además, en la religión cristiana, «una de las tres virtudes teologales, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas , y al prójimo como a uno mismo«. Leer más
A lo largo del Año litúrgico celebramos los misterios de la vida de Cristo y la obra salvadora de Dios en el mundo. Terminada la cincuentena pascual con la venida del Espíritu Santo, este domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad para alabar a Dios no por lo que hace, sino por lo que es. La Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. «Es la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina… Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo» (CICa, n.234) . Dios es amor, nos dice San Juan: un amor eterno e infinito. Y san Agustín nos recuerda que el Padre es el eterno amante, el Hijo es el eterno amado, y el Espíritu es el amor eterno de ambos que ha llegado hasta nosotros.
El Domingo de la Trinidad celebramos también la Jornada Pro orantibus, es decir, por lo que oran. Es un día dedicado a los monjes y monjas de vida íntegramente contemplativa. Nuestra Diócesis cuenta con diez monasterios de monjas contemplativas, que oran por nosotros todos los días del año; en este día les queremos mostrar nuestra gratitud y estima, orando por ellos y por las vocaciones a la vida contemplativa. Damos gracias por sus vidas entregadas a la alabanza trinitaria, por su ofrenda permanente al Señor por nuestra Iglesia y nuestra sociedad, por el ejercicio activo de la caridad según su propia vocación.
El lema para la Jornada de este año es Contemplar el mundo con la mirada de Dios; es una expresión tomada de la constitución apostólica del papa Francisco para la vida contemplativa femenina Vultum Dei quaerere (2016). El mismo santo Padre les llama y nos invita a contemplar el mundo y a las personas con la mirada de Dios, que es una mirada de amor. San Juan de la Cruz dice que el mirar de Dios es amar; Dios siempre mira al mundo y a cada ser humano desde el amor eterno que hay en las Tres Personas Divinas. Dios siempre nos contempla con una mirada compasiva y misericordiosa, benévola y llena de ternura. La revelación bíblica -especialmente los evangelios- nos muestra la mirada del amor incondicional de Dios que siempre nos salva. El mirar de Dios que nos ha manifestado Jesucristo es amar, y amar siempre, a todo hombre y a todo el hombre. En esa mirada cada ser humano redescubre su dignidad y su verdadera identidad: ser amado por Dios. Y con esa mirada redescubrimos la dignidad e identidad de todo ser humano, y aprendemos a mirar a todos con la mirada de Dios.
Los monjes y monjas que viven, oran y trabajan en los monasterios han sido mirados por Dios con un amor que ha cautivado sus corazones y lo ha transformado. Contemplados por la Trinidad aprenden a diario ellos mismos a contemplar al mundo y a cada persona con esa misma mirada divina, amorosa y compasiva, intercesora y benévola, bendita y salvífica, amando hasta comulgar con las penas y las tristezas de los hombres, con sus gozos más nobles y sus esperanzas más altas. En la contemplación suben al monte de la fe y miran el horizonte de nuestro mundo con sus guerras y terrorismo, y descubren con los ojos de la esperanza que Dios tiene «designios de paz y no de aflicción» (Jr 29, 11); ellos acogen en el silencio de su corazón contemplativo el hambre, la miseria, la injusticia, la soledad y el desencanto de tantos hermanos con la seguridad de que “los que lloran serán consolados” y “los que tienen hambre de justicia serán saciados” (Mt 5, 3 ss). Hoy como entonces, Dios pone en lo alto del monte, como hizo con Moisés, a los monjes y monjas contemplativos para que, permaneciendo con los brazos en alto -en continua actitud orante- ayuden al pueblo de Dios a vencer en las batallas.
Los contemplativos no se desentienden de nadie ni les es ajeno nada de cuanto ocurre en la Iglesia y en el mundo. Mediante su vida orante, retirada y oculta reciben el amor divino y se transforman en ofrenda permanente por nuestra Iglesia y nuestro mundo, por cada ser humano. Los monjes y las monjas viven la comunión con Dios para comulgar también con los padecimientos de cada hombre. Con su entrega y su oración continua hablan a Dios de los hombres y nos hablan a los hombres del mucho amor que Dios nos tiene. Las personas contemplativas son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz del amor de Dios. En nuestro desierto y en nuestras evasiones nos dan el más precioso testimonio de su encuentro con Dios en Cristo Jesús, para que nos sea devuelta la luz a los ojos y nos vuelva a latir el corazón con el fuego del amor de Dios. Nada hace ensanchar el corazón humano tanto como considerar que Dios nos ama, hasta dar su vida en su Hijo por el mundo.
Oremos hoy de modo especial por nuestras monjas, que interceden por la humanidad y cooperan en la construcción de un mundo más evangélico. Descubramos la vida contemplativa como escuela de escucha de la voluntad de Dios y de quienes necesitan del amor de Cristo. Aprendamos a contemplar, como ellas, el mundo y las personas con la mirada amorosa de Dios. Será la mejor manera de comenzar la Semana de la Caridad.
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