El 14 de mayo, a las 20.30h en la Concatedral de Santa María
Organizada por la Delegación Diocesana de Juventud y con el apoyo de la Delegación Diocesana de la Pastoral Penitenciaria, esta Vigilia de jóvenes pretende «Descubrir al Señor en el rostro del necesitado», un lema que aúna el objetivo específico de este curso pastoral y además pone el acento en descubrir a Jesús a través de quienes están privados de libertad.
La Vigilia se celebrará en la Concatedral de Santa María, en Castellón y estará presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón que en este curso pastoral ha insistido en que la Iglesia nos llama a “vivir el mandamiento del amor y el compromiso por la justicia como servicio a los más necesitados y testimonio de fe”. Asumiendo este compromiso, los jóvenes de la diócesis se unirán en oración, en esta Vigilia, teniendo muy presentes a los presos que, en esta situación de pandemia, junto a sus familias, han permanecido invisibles para gran parte de la sociedad.
La celebración contará con todas las medidas higiénico-sanitarias recomendadas por las autoridades durante esta pandemia.
Mañana domingo, VI de Pascua, la Iglesia española celebra la Pascua del Enfermo, bajo el lema «Cuidemonos mutuamente». Con este motivo la Delegación de Pastoral de la Salud ha organizado una Eucaristía, que se ha celebrado esta tarde en la Concatedral de Santa María, presidida por Monseñor D. Casimiro López Llorente, que ha incluido la administración del Sacramento de la Unción de Enfermos. Con esta celebración litúrgica culmina la campaña de este año que arrancó el pasado 11 de febrero en que se celebró la Jornada del Enfermo, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes.
En la homilía, D. Casimiro ha recordado como en la celebración de la Pascua, «la Iglesia nunca se olvida de los enfermos porque la Pascua del Señor es motivo de alegría profunda que concede el saberse siempre, también en la enfermedad, incluso en la muerte, acompañados por el Señor».
A la luz de la Palabra proclamada, el Obispo ha centrado su predicación en el amor de Dios. «El amor que desborda de la cruz, de la muerte y Resurrección de Jesús y llega a la humanidad para que en Él tengamos vida en abundancia». En la debilidad, en la enfermedad y en la fragilidad que con los años se va sintiendo, ha dicho D. Casimiro, recordando a San Pablo, «también en esos momentos hemos de sentir el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús porque nada ni nadie nos podrá separar de ese amor».
A través del amor que recibimos de Dios Padre, nos pide «amaos los unos a los otros como Él nos ha amado porque esa será la muestra de la verdad de nuestro amor, el cómo nos amemos los unos a los otros y cómo amemos a los más necesitados en el dolor, en la enfermedad, en la soledad, en la oscuridad y en la muerte».
D. Casimiro ha recordado cómo a lo largo de su vida junto a los hombres, Jesús se entregó de forma altruista, generosa, humana y cercana a los enfermos y también a los difuntos como Lázaro. «Él bendecía, curaba y sanaba de forma cercana a aquellos que sufren necesidad en el cuerpo o en el espíritu» y nos dejó esa parábola del «Buen Samaritano» que se acerca a aquel mal herido, lo cura con el aceite, lo sana, le venda y lo lleva a la posada, y «esa posada es la Iglesia y nosotros los posaderos en esa Iglesia que hemos de cuidar, como Jesús nos muestra, a aquellos que sienten la fragilidad de su vida y la vulnerabilidad en su existencia».
El Obispo también ha exhortado a «no dejarnos llevar por la sociedad actual que aparta a los enfermos como si la enfermedad y la muerte no pertenecieran a la condición humana». La muerte, el sufrimiento y el dolor son un misterio, ha dicho D. Casimiro, «pero Jesús nos ayuda a entenderlo porque Él también pasó por el sufrimiento, por el dolor y por la muerte y pese a la tentación en Getsemaní se abandonó a la voluntad de su Padre».
Tras la homilía, el Obispo ha administrado el Sacramento de la Unción de los enfermos teniendo en consideración todas las medidas de seguridad higiénico-sanitarias, tal como consta en las disposiciones que, con motivo de la pandemia se dictaron para la celebración de los sacramentos y, en concreto para la administración de la santa Unción, donde se indica que «el óleo se puede administrar con un bastoncillo de algodón evitando el contacto directo con el enfermo», tal como se ha realizado esta tarde.
La Eucaristía ha estado concelebrada por el Vicario de Pastoral, Miguel Abril; el delegado Diocesano de la Pastoral de la Salud, Eloy Villaescusa; el Párroco de Santa María, Miguel Simón; el secretario, Ángel Cumbicos; y el Diácono, Daniel Castro. En el órgano, Augusto Belau, organista titular de la Concatedral de Santa María y la Coral de Berreros de la Mare de Déu del Lledó.
El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral propuso para esta campaña del Enfermo del año 2021: “Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8). En este tiempo de pandemia son unas palabras especialmente significativas pues, ponen en evidencia nuestra fragilidad, la interdependencia de cada uno de nosotros, y la corresponsabilidad de cuidarnos mutuamente. En ese sentido el mensaje del Papa Francisco destaca laimportancia en este momento de pandemia para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. En particular, señala, a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados.
En esta pandemia se han producido miles de defunciones sin contar la posibilidad de que los enfermos estuvieran acompañados, lo que hace que la soledad se experimente de un modo particularmente dramático y el duelo de los familiares también se hace especialmente difícil. Al mismo tiempo, entre los profesionales de la salud y los cuidadores se han vivido momentos de particular soledad y muchos han fallecido en el cuidado de los enfermos. La soledad ha sido una de las grandes protagonistas, como ha mencionado esta tarde nuestro Obispo. Para muchos enfermos, aislados en sus habitaciones, en sus casas, la soledad se ha hecho especialmente difícil, sin la posibilidad de la cercanía de las familias, agudizándose la incertidumbre y los temores. Ni siquiera en momentos particularmente significativos al final de la vida tantos enfermos no han podido contar con la compañía de sus seres queridos. Ellos, especialmente esta tarde, han estado presentes en la Eucaristía celebrada.
El VI Domingo de Pascua celebramos la Pascua del Enfermo. Es el final de un itinerario que iniciamos el 11 de febrero, Jornada Mundial del Enfermo, que este año, marcado por la pandemia del Covid-19, ha girado en torno al lema “Cuidémonos mutuamente”. Este domingo nuestra Iglesia se acerca a los enfermos, a sus familias y a los profesionales sanitarios mostrándoles el rostro de Cristo Resucitado que acompaña y cuida a los enfermos. Es un día en el que la Iglesia diocesana en sus comunidades parroquiales ora con y por los enfermos y se administra el sacramento de la Unción de los enfermos. Como Iglesia diocesana lo haremos en la Santa Misa con Unción de enfermos en la S.I. Concatedral de Sta. María en Castellón el sábado 8 de mayo a las 18:00 de la tarde.
El amor infinito, compasivo y misericordioso hacia la humanidad que Dios Padre nos ha manifestado en la muerte y la resurrección de su Hijo es la razón de nuestra alegría. Este amor de Dios transforma e ilumina nuestra existencia, también en el dolor, en la enfermedad y en la muerte; un amor que es fuente de esperanza.
El dolor, la enfermedad y la muerte forman parte del misterio del ser humano; son propios de nuestra condición vulnerable y mortal. Todos debemos cuidar de la salud, propia y ajena, y combatir la enfermedad con todos los medios a nuestro alcance. La vida es un don de Dios, que hemos de cuidar. Pero, sobre todo, hemos de saber ver el plan de Dios cuando la ancianidad, la enfermedad y el dolor se hacen presentes en nuestra vida. Dios nunca nos abandona. Nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte, podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo, muerto y resucitado. Por ello es propio del cristiano dirigirse a Dios en la enfermedad para pedirle la salud del cuerpo y del espíritu y esperar siempre en la vida eterna, cuyo camino ha abierto Jesús con su muerte y resurrección para los que creen y confían en Él.
La muerte y la resurrección del Señor son la clave para entender y vivir nuestra propia existencia también en la enfermedad y en la muerte. El Hijo de Dios, por su encarnación asumió nuestra naturaleza humana, frágil y mortal. Y la asumió hasta el final sufriendo y muriendo como nosotros y haciendo de su muerte en la cruz el paso a la resurrección. Desde entonces, el sufrimiento tiene un sentido, que lo hace singularmente valioso. Como a su Hijo, Dios nos ama y nunca nos abandona. Quien sabe acoger este amor de Dios en su vida, experimenta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma en fuente de gracia, de esperanza y de salvación.
Ante las preguntas más profundas y personales del ser humano, ante la enfermedad y la muerte, ¿podemos confiar en algo o en alguien? La Pascua del Enfermo nos invita a mirar a Cristo, muerto y resucitado para la Vida del mundo. De la paradoja de la cruz brota la respuesta a nuestros interrogantes más inquietantes. Cristo sufre por nosotros: toma sobre sí el sufrimiento de todos y lo redime. Cristo sufre con nosotros, dándonos la posibilidad de compartir con El nuestros padecimientos. Unido al sufrimiento de Cristo, el sufrimiento humano se transforma en medio de salvación. El dolor y la muerte, si son acogidos con fe, se convierten en puerta para entrar en el misterio del sufrimiento redentor del Señor. Un sufrimiento que no puede quitar la paz y la felicidad, porque está iluminado por el fulgor de la resurrección.
En el sacramento de la Unción de enfermos, el mismo Señor Resucitado, en la persona del sacerdote, se acerca a quien sufre, está gravemente enfermo o es anciano. El buen Samaritano –Jesús- se hace cargo del hombre malherido por los salteadores, derramando sobre sus heridas aceite y vino. Y lo confía al posadero para que siga cuidando de él. Este posadero es hoy la Iglesia, el sacerdote y la comunidad cristiana, a quienes el Señor Jesús, confía a los que sufren, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos y en su nombre su misericordia y salvación.
Es hermoso saber que en el dolor y la enfermedad no estamos solos, sino acompañados por la familia, los sanitarios y la comunidad cristiana. Pero sobre todo nos acompaña Jesús mismo, que nos toma de la mano como hacía con los enfermos y nos recuerda que le pertenecemos y que nada podrá jamás separarnos de Él.
La Pascua del Enfermo nos invita a acoger la presencia de Cristo en su Iglesia para que llegue a todos los enfermos, a los moribundos y a los ancianos. La fe en Cristo Jesús resucitado nos dará fuerza, paz y esperanza en la enfermedad y en la ancianidad.
Mañana, sábado, a las 18.00h en la Concatedral de Santa María, en Castellón
La Diócesis de Segorbe-Castellón conmemorará la «Pascua del enfermo» este sábado 8 de mayo, con una celebración litúrgica que presidirá nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, a las 18.00 horas donde se impartirá la Unción de Enfermos, siguiendo todas las medidas higiénico-sanitarias.
Tal como recoge el Catecismo de la Iglesia católica: «con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios (LG 11)». (cf.c 1499 CIC).
El óleo utilizado en este rito es conocido como óleo de los enfermos, y es bendecido cada año por el obispo en la Misa Crismal que, este año en nuestra Diócesis, se celebró el pasado 29 de marzo en la S.I. Catedral de Segorbe.
¿Quien puede recibir la Unción de Enfermos?
El sacramento de la Unción de Enfermos es así denominado porque la señal principal es la unción con aceite consagrado por el Obispo. La gracia principal es fortalecer la virtud de la esperanza para ayudar a la persona enferma a no desesperarse y fortalecerla contra cualquier temor a la muerte. También ayuda a soportar cualquier sufrimiento causado por su enfermedad o lesiones y los une a Cristo sufriente que se acerca a ellos y les brinda consuelo espiritual.
Hasta el Concilio Vaticano II, al sacramento se lo conocía con el nombre de extremaunción, puesto que solo se administraba in extremis, es decir, ante la inminencia de la muerte. Sin embargo el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia, explicita que «[…] no es solo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida […]». De hecho, el cambio de sentido impuesto al sacramento por el Concilio responde a la necesidad e importancia de asistir a los enfermos para que el Espíritu Santo los acompañe y reconforte, de conformidad con el mandato de Jesucristo a través de San Marcos (16, 17-18).
El Catecismo de la Iglesia (cf.f 1514-1515) también explicita que la Unción de Enfermos «no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir», así como «si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan».
Sacram Unctionem Infirmorum
«Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad».
“Ella es nuestra Reina y Señora, Patrona de nuestra querida ciudad de Castellón”
La Patrona de la ciudad de Castellón fue coronada el 4 de mayo de 1924 por el cardenal Francesc Vidal y Barraquer. Hoy, con el Canto del Magnificat y con el disparo de carcasas se ha conmemorado el 97 Aniversario de la Coronación Pontificia y Canónica de la Virgen del Lledó, así como de la Consagración de la Concatedral de Santa María.
Ha consistido en un emotivo acto en el que han participado numerosos fieles, siempre respetándose las medidas sanitarias, que ha presidido el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la misma Concatedral.
Se ha procedido al traslado de la imagen de la Virgen del Lledó desde la capilla lateral del templo hasta el Altar Mayor, y posteriormente se ha proclamado el Evangelio de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel (Lc. 1,39-56). En el órgano ha estado Augusto Belau, organista titular de la Concatedral y Director de la Coral de Barreros Mare de Déu del Lledó, que ha cantado el Magnificat, los Gozos y la Salve Popular.
Salve, Virgen de Lidón,
del mortal corredentora,
nuestra Patrona y Señora,
Egida de Castellón.
Con viva fe y efusión
te invocamos, Virgen pía,
pues eres nuestra alegría,
nuestra esperanza y consuelo,
oye siempre con anhelo,
nuestras preces, ¡Madre mía!.
“Ella es nuestra Reina y Señora, Patrona de nuestra querida ciudad de Castellón”, ha dicho el Obispo en el inicio de la homilía. La Mare de Déu “es nuestra Reina porque es la Madre del Hijo de Dios”, que unida a Él “nos lleva a la fuente de la Vida, que es el Señor resucitado”. Es también “nuestra Madre, la Madre de la Iglesia, la madre de todos los creyentes que nos acompaña siempre en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia”.
A ella nos dirigimos hoy “con total confianza filial, de hijos queridos, devotos suyos, y le cantamos con las palabras del Evangelio proclamado `Bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre´”, ha continuado. Ha dado las gracias a María, porque “gracias a su fe y gracias a su confianza plena en Dios, gracias a su esperanza en el cumplimiento de las palabras del ángel Gabriel, se ha podido realizar el acontecimiento decisivo de la historia, la Encarnación del Hijo de Dios en su seno virginal”.
“En su Hijo, Dios nos comunica la Verdad última y definitiva de Dios sobre sí mismo”, sobre la creación y sobre cada uno de nosotros, ha explicado, pues “no caminamos hacia la destrucción o la nada, caminamos al encuentro definitivo con el Señor, y eso es lo que da fuerza para vivir con esperanza, luchando por el don de la vida”.
Hoy acogemos con alegría al Hijo de la Virgen, “es la alegría que brota y da sabernos amados y nunca abandonados por el amor de Dios y el amor de la Mare de Déu”, y “acudimos a ella, porque María brilla en nuestro camino, como signo de consuelo y de esperanza”. Nuestro Obispo ha exhortado a acudir a ella “en todos los momentos de nuestra vida, en el dolor y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas”.
Al final de la homilía ha pedido su protección “sobre la ciudad de Castellón, sobre los niños y los jóvenes, los matrimonios y las familias, sobre los adultos y los ancianos”, y de modo especial su intercesión por el fin de la pandemia del coronavirus, encomendado a su cuidado “a todos los enfermos, a los contagiados, a sus familias y sus cuidadores, a los científicos y a nuestros gobernantes, para que unidos y concordes busquen en todo momento el bien común”. A ella le ha pedido también “por todos los que sufren las consecuencias laboral, social y económica de la pandemia”.
A todos los sacerdotes en la Diócesis de Segorbe-Castellón
Mis queridos sacerdotes, diáconos y religiosos: Ya se acerca la fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español. Gracias a Dios, este año la podremos celebrar presencialmente, aunque perdure la pandemia, y debamos hacerlo con las medidas y restricciones debidas. Por esta razón la celebraremos, D.m., el próximo lunes, 10 de Mayo, con una Jornada Sacerdotal en la Concatedral de Santa María de Castellón. Comenzará directamente -sin café- a las 10:30 con la oración de la Intermedia y la Charla y concluirá con la Santa Misa concelebrada a las 12:30.
Os invito de corazón a todos a la Jornada y os animo a participar en ella haciendo un pequeño esfuerzo. Estos encuentros fraternales y sacerdotales hemos de cuidarlos con esmero y ayudarnos a vivirlos en comunión sacerdotal. La Eucaristía, que juntos celebraremos, es la verdadera fuente de la unidad y de la comunión entre todos nosotros, promesa y fruto de orar juntos, trabajar unidos, sufrir y gozar al unísono en nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón.
Contemplando el ardor evangelizador de nuestro patrono queremos reflexionar sobre nuestro ministerio sacerdotal en la actualidad. Lo haremos bajo la experta batuta de Mons. Toni Vadell, Obispo Auxiliar de Barcelona, que nos hablará sobre “La vocación del presbítero y del laico en una parroquia evangelizadora”, de enorme actualidad al concluir nuestro Plan diocesano de Pastoral sobre la parroquia evangelizada y evangelizadora y en la aplicación diocesana del Congreso nacional laicos “Iglesia en salida”.
Será también un día para felicitar y rendir homenaje de gratitud pública a nuestros hermanos sacerdotes en sus Bodas sacerdotales de Diamante (D. Fernando Moreno, D. Rafael Torres y D. Fco. Javier Iturralde), de Oro (D. Miguel Alepuz) y de Plata (D. José Aparici) y unirnos a su canto de Acción de gracias por el don recibido y por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia. ¡Cuánta gracia derramada en sus vidas a lo largo de estos 60, 50 y 25 años de sacerdocio! En este sencillo y merecido homenaje, levantamos nuestras manos con las suyas para dar gracias a Dios por tantos beneficios recibidos. Nuestra Iglesia diocesana les agradece la entrega de su vida en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Ante la próxima ordenación de tres diáconos transitorios, el 15 de mayo, rezaremos especialmente por ellos.
Os ruego que anunciéis la celebración de esta Jornada en vuestras parroquias, para que los fieles que así lo deseen se puedan unir a la Santa Misa y, en cualquier caso, a nuestra oración,
Confío a la Virgen María, Madre de los sacerdotes, el tesoro del sacerdocio, para que lo guarde con amor materno y nos conceda la gracia de dejarnos ganar por el amor de Dios. Que como a San Juan de Ávila nos abrase el celo ardiente por predicar a Cristo y anunciar su Evangelio.
Con un cordial saludo en el Señor Resucitado,
+Casimiro López Llorente Obispo de Segorbe-Castellón
Ayer por la tarde, día de la Patrona de Castellón, se celebró en la Basílica un acto de veneración a Nuestra Señora del Lledó, que presidió nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. Fue un acto en el que, a pesar de no poder celebrarse la procesión con la imagen de la Virgen a causa de la pandemia, el pueblo pudo manifestarle el fervor y el amor que le tiene.
Encomendado por D. Casimiro a la Real Cofradía de la Mare de Déu del Lledó, se procedió a bajar la imagen desde el camerín hasta el altar, y ante ella los fieles pudieron rezar el Santo Rosario y la Sabatina, oraciones dirigidas por el Prior de la Basílica, Josep Miquel Francés. Tras ello, el Obispo impartió la bendición, y el pueblo pudo acceder de manera espaciada y organizada al interior del templo para realizar un gesto reverencial en señal de devoción y amor a la Patrona.
Este primer domingo de mayo, por concesión del Papa Pío XI, Castellón, como Pueblo de Dios, ha celebrado con toda solemnidad el día de su Patrona, la Mare de Déu del Lledó. A las 11.00h ha comenzado la Misa Pontifical, presidida por el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la Basílica del Lledó, donde, con devoción mariana se ha completado el aforo, al igual que ha venido ocurriendo con la celebración del Triduo de preparación y el importante elenco de actos culturales, tanto literarios como musicales, que se han celebrado en la semana previa a este día.
El Obispo de la diócesis ha sido recibido por el Presidente de la Real Cofradía del Lledó y por la Presidenta de la Junta de Camareras y ha saludado a los fieles que se congregaban a las puertas de la Basílica y que, debido al aforo no han podido acceder al Templo.
La Santa Misa ha estado concelebrada por el Prior de la real Cofradía de Lledó, Miguel Abril; el Prior de la Basílica, Josep Miquel Francés; el Prior emérito, Ignacio Perez Heredia; por el secretario, Ángel Cumbicos; por Francisco Martí; y el diácono Francisco Roig, asistidos por dos seminaritas del Seminario Mayor Diocesano Mater Dei, Isaac Huget Escrihuela y Juanma García-Cervigon Simón.
Debido a las especiales circunstancias de esta pandemia, la Misa ha sido retransmitida en directo por la 8 Televisión, TV Castellón y Mediterráneo Televisión, de forma que los devotos de Nuestra Señora del Lledó también han podido participar en la Eucaristía desde sus casas. También, en el exterior de la Basílica, se han congregado los fieles que no han podido acceder al templo y siguiendo la liturgia a través de los megáfonos.
En la homilía, D. Casimiro ha destacado que «hemos de mirar con más fe y devoción a nuestra Madre y Señora, Mare de Déu del Lledó que bendice a todos los devotos unidos en esta Eucaristía» y ha deseado a todos los presentes y a quienes han seguido la retransmisión en directo «la gracia y la paz de Jesús resucitado en medio de nosotros, porque ha resucitado para que tengamos vida en abundancia, luz en la oscuridad y esperanza en el dolor».
Nuestro Obispo, a la luz de la Palabra proclamada, ha resaltado tres palabras: creer, orar y servir, pues representan, ha dicho, «lo que se nos pide a los cristianos en este momento de crisis a todos los niveles».
Creer en Dios y a Dios, «confiar siempre en él porque es comprensivo, misericordioso y nunca abandona a su pueblo y a la humanidad». En este sentido se ha referido a la Virgen María como signo de Dios para que no dejemos de creer y confiar. María, Mare del Déu del Lledó, ha afirmado D. Casimiro, «nos ofrece a su hijo y su deseo ferviente es que abramos nuestra mirada y nuestro corazón a Dios, más en estos momentos difíciles, y nos señala el camino para hacerlo: la humildad».
La Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, «nos enseña a ser humildes y eso solo se descubre en Dios, porque nos acecha siempre la tentación de endiosarnos y no vivir en la verdad, creyéndonos dueños y señores de nuestra vida y de la ajena», y frente a esto llega el coronavirus «y nos damos cuenta que somos frágiles, limitados y mortales, aunque nos cueste reconocerlo». Por ello, ha exhortado el Obispo, «miremos a la Madre de Dios porque su humildad nos hará vivir en la verdad».
Orar, ha continuado el Obispo, porque como en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, «todos perseveraban unidos en la oración». María, ha dicho D. Casimiro, «nos une en la oración frente al dolor, la angustia y el sufrimiento, intercediendo por nosotros ante su Hijo». Así, ha invitado a los fieles a seguir el ejemplo de, «que meditaba en su corazón todos los acontecimientos de su vida para conocer la voluntad de Dios». Hagamos una lectura, sobre todo los creyentes, ha aconsejado el Obispo, «a hacer una lectura y repensar en nuestro modelo de vida, aprendiendo, a través de María, a ser humildes para reconocer nuestra fragilidad».
«Amar es servir», ha concluido D. Casimiro, y «en María encontraremos la fe para salir de nosotros mismos y de nuestros egoísmos, para servir a los demás, al necesitado, al prójimo». Esa es la prueba, ha finalizado el Obispo, «de nuestro amor y nuestra fe».
En la parte musical, esta solemne celebración ha estado acompañada por las voces de la Coral «Veus de Lledó» que ha interpretado magistralmente «Jesús Bleibet» de Bach en la entrada; la «Misa Te Deum Laudamus», de Perosi; el Salmo ha sido interpretado desde el Ambon por el Clavario Luis Román que es miembro de la Coral; el «Al.leluia» de Matilde Salvador; el «Ave María» de Caccini, en el ofertorio; y la «Salve Bressolera» de Miquel Peris y Paco Puig, durante la Comunión. La ceremonia ha finalizado con los Gozos y la Salve a la Mare de Déu del Lledó.
Devoción a la Mare de Déu del Lledó
Lamentablemente este año, y a pesar de haberse relajado la situación por la pandemia, no se va a poder celebrar la solemne procesión con la imagen de la Virgen como expresión pública de Fe. No obstante, el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, con el fin de engrandecer la devoción a Nuestra Señora y Patrona, ha encomendado a la Real Cofradía de la Virgen del Lledó la organización de un acto de veneración a la Virgen, que se encontrará en su paso procesional en el Altar mayor. Se realizará esta misma tarde, de 18:00h a 20:00h en la misma Basílica del Lledó, tras el rezo del Rosario y la Sabatina.
Para este acto de manifestación de fervor y de amor que el pueblo de Castellón siente por la Virgen, se han previsto todas las medidas sanitarias oportunas. Para tal fin, los fieles devotos podrán acceder de manera espaciada y organizada al interior del templo y realizar un gesto reverencial, en señal de devoción y amor a la Patrona, y abandonar el templo de manera continuada por la puerta lateral.
97 aniversario de la Coronación y Consagración
Los actos que rinden homenaje a la patrona de la capital se prolongarán en los primeros días de esta semana. De hecho, mañana lunes, a las 19.30h de la tarde, la Real Cofradía ha organizado la «Misa de difuntos». Del mismo modo, el próximo martes, día 4 de mayo, se conmemorará el 97 aniversario de la Coronación y la Consagración de la Virgen del Lledó. Será en un acto, presidido por D. Casimiro, que tendrá lugar, a partir de las 13.00h, en la S.I. Concatedral de Santa María, en Castellón. Se procederá al traslado de la imagen de la Virgen de Lledó desde el camarín ubicado en una capilla lateral del templo, hasta el Altar Mayor, donde se cantarán los «Gozos» de D. Luis Revest de 1917, con música del canónigo Vicente Ripollés, y el Magníficat.
Desde el inicio de la Iglesia, la Virgen María está siempre presente en la vida de la comunidad cristiana y de los cristianos. Lo estuvo en los primeros pasos de la comunidad cristiana, que perseveraba unánime en la oración en comunión con María, la Madre de Jesús, esperando el don prometido del Espíritu Santo (Hech 1,14). Y la Virgen sigue estando presente una vez fue llevada en cuerpo y alma a los cielos al final de su vida terrenal. Ella es la primera creatura que participa ya en cuerpo y alma de la resurrección de su Hijo: ella vive gloriosa junto a Dios. No es un personaje del pasado: la Virgen María vive junto a Dios e intercede también hoy por nosotros, sus hijos.
En todo momento podemos sentir la presencia maternal de Maria en nuestra vida personal, familiar y comunitaria. En el mes de mayo lo vivimos de modo especial. Mayo es el mes de María: para honrarla por ser la Madre de Dios y Madre nuestra, para darle gracias por tantos dones como hemos recibido de Dios por intercesión suya, para orar junto con ella a Dios e invocar su protección en nuestras dificultades y necesidades, para sentirnos amados y acompañados por ella en el camino de la vida. Este año nos podemos unir a la iniciativa del Papa Francisco de rezar todos los días de este mes el santo Rosario en las parroquias y familias pidiendo a Dios por intercesión de la Virgen el fin de la pandemia del Covid-19. Así lo haremos este primer domingo de mayo en la fiesta de la Mare de Déu del Lledó, Patrona de Castellón.
En la vida de la Iglesia y de los cristianos, María ocupa un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús, por pura gracia de Dios. María es ante todo la Madre de Dios. Ella nos da a Dios y dirige nuestra mirada a Él. Su deseo más ferviente es que nuestra devoción hacia ella sea el camino para nuestro encuentro personal y salvador con Cristo Jesús. Nuestra devoción y veneración a la María debe estar siempre orientada a Dios en su Hijo, Cristo Jesús. Porque el Señor Resucitado es el centro y fundamento de nuestra fe. Él es el único Redentor y Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres: Él es el Camino para ir a Dios y a los hermanos, la Verdad que nos muestra el misterio de Dios y el misterio del hombre, y la Vida en plenitud que Dios nos regala con su muerte y resurrección. María es siempre camino que conduce a Jesús; ella no deja de decirnos como a los sirvientes en la bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5).
Pero la Virgen María es también nuestra Madre. A los pies de la Cruz, poco antes de morir, Jesús se la entrega como madre espiritual a Juan, que representa a toda la Iglesia y a todos los cristianos. El mismo Juan nos dice que “desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio”, como su madre (Jn 19, 17). Desde ese momento, María es nuestra Madre y como Juan la hemos de acoger y amar como nuestra madre espiritual. Todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en frescos y cuadros medievales.
La presencia de María en la vida de la Iglesia y de los cristianos es como la de una buena madre: da protección, calor, acogida, cariño y consuelo a sus hijos. Puede que su presencia sea muchas veces imperceptible y pase desapercibida; pero ella está siempre atenta a sus hijos. Como una buena madre, al Virgen nunca nos abandona, tampoco en el dolor, en la enfermedad, en la angustia, en la soledad o en la tribulación, ni tan siquiera en la muerte. María nos acompaña siempre y nos mira con verdadero amor de Madre. Cada uno de nosotros, nuestras familias, ciudades y pueblos estamos en su corazón; ella cuida de nosotros en nuestros afanes y tareas; ella sufre y ora con nosotros y por nosotros, y nos acompaña y alienta en estos momentos de especial dificultad por la pandemia del coronavirus.
Las oraciones que dirigimos a la Virgen María no son vanas. Ella escucha siempre nuestras súplicas, incluso las que no pronunciamos pero llevamos dentro de nuestro corazón. Las escucha como Madre, más incluso que toda buena madre. María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando perdemos el sentido del camino y la esperanza. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. Porque ella es nuestra Madre (Francisco).
María nos alienta y exhorta hoy de modo especial a confiar en Dios y en su Hijo, el Señor Resucitado, como lo hizo con los primeros cristianos. Él es la Esperanza que no defrauda. Él nos envía aser, como María, testigos con obras y palabras del amor de Dios a la humanidad, en especial a los afectados por la pandemia.
Uno de los objetivos es dar a conocer la Exhortación Apostólica «Amoris Laetitia» que, a través de este segundo vídeo analiza el capítulo primero de la Exhortación, titulado “A la luz de la Palabra”. Cabe recordar que a través de estos recursos el Santo Padre con la ayuda de algunas familias, nos invita a caminar juntos para redescubrir la familia como un don, a pesar de todos los problemas, obstáculos y desafíos que hoy debe afrontar.
En esta ocasión, Pedro y Trini nos presentan a su familia y aseguran ser conscientes de que ellos y sus cinco hijos forman parte del plan de Dios. «Su providencia – aseguran – va ayudar para que eso se materialice». Ven a sus hijos «como un regalo de Dios», asegura Pedro, «pero no son posesión nuestra», así que afirma convencido que su tarea como padres es «ayudarles para que ellos cumplan su misión y sus proyectos de vida originales».
¿Cómo imaginamos el amor de Dios?
Es la pregunta que lanza el Papa Francisco en este vídeo. Para el Santo Padre, existe una realidad concreta en el mundo que nos ayuda a ver este amor con nuestros propios ojos, y esa realidad, afirma el Santo Padre, «es la familia». «Es la imagen de Dios reflejada en el hombre y la mujer, en el amor conyugal», dice el Papa, aseverando que la familia nace del encuentro entre un «yo» y un «tu», «de un hombre y una mujer que se descubren y sanan el uno al otro». El matrimonio, afirma el Papa, es «un encuentro de amor que va más allá de sanar la soledad porque fuimos pensados para otro, para ser don de amor para alguien y generar vida en el amor».
En esta segunda catequisis, se presenta un subsidio que, a través del Evangelio de San Lucas, nos hace tomar conciencia inmediatamente de la profundidad religiosa de la Sagrada Familia de Nazaret (Lc2, 41). En este sentido, las palabras del Papa Francisco en Amoris laetitia son esclarecedoras respecto a la luz que aporta la Palabra de Dios: «la Palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino, cuando Dios “enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor” (Ap 21,4)».
El Subsidio contribuye a la reflexión en familia y en la Iglesia y nos interpela a trabajar juntos, en familia y en nuestra comunidad parroquial, la Palabra de Dios, a través de la Biblia, «que no sólo entre o sea leída en las casas sino que se convierta en una verdadera luz para las familias».
Esta herramienta pretende ser una ayuda para la pastoral familiar, con propuestas y sugerencias que pueden adaptarse al contexto local. El objetivo es alimentar la reflexión, el diálogo y la práctica pastoral y, al mismo tiempo, dar valor, estímulo y ayuda a las familias en su vida espiritual y concreta de cada día.
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