La Adoración Nocturna celebrará, la noche del 8 al 9 de junio, la tradicional Vigilia Diocesana de Espigas. Será en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, y estará presidida por nuestro Obispo D. Casimiro.
Se trata ésta de una de las vigilias que celebra la Adoración Nocturna a lo largo del año, en este caso con el fin de dar gracias a Dios por las mieses prontas para la siega, que en nuestros días se amplía en dar gracias a Dios por los logros del trabajo humano – y como dice el manual – poniendo este trabajo nuestro en sus manos para que Él lo transforme en fruto de redención.
La “Vigilia de Espigas” se celebra cada año en un municipio diferente de nuestra Diócesis, en el que existe Sección de Adoración. En esta ocasión, el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna designó a Castellón para su organización.
El programa comenzará a las 20:30 h. con la concentración de Banderas en la Capilla del Colegio Ntra. Sra. de la Consolación, desde donde partirá, a las 21:30 h., la Procesión de Banderas hasta la Basílica del Lledó. A las 22:00 h. está prevista la celebración de la Eucaristía, presidida por D. Casimiro, y la Procesión Eucarística con Bendición de los Campos. De regreso a la Basílica tendrá lugar la Vigilia de Oración.
La Diócesis de Segorbe-Castellón tiene una cita importantísima el día 22 de junio a las 11:00 horas. Álvaro González, formado en el Seminario diocesano Mater Dei; y Pablo Durán y José Salas, formados en el Seminario diocesano Redemptoris Mater; recibirán el sacramento del orden sacerdotal en una ceremonia presidida por monseñor Casimiro López en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María, en Castellón.
“Vocación, ¿te suena?”
Por ello, la Delegación diocesana para la Pastoral Vocacional ha organizado una celebración, en la parroquia de San Miguel Arcángel de Castellón, en la que los tres diáconos darán su testimonio sobre la vocación y sobre cómo, gracias a ella, han visto en sus vidas el amor de Dios. Será el próximo domingo día 9 de junio a las 18:00 h., y comenzará con la oración de las Vísperas y una catequesis. Concluirá con un ágape.
¡Te esperamos!
Desde la Pastoral Vocacional realizan una invitación a quienes estén interesados en conocer más sobre la vocación sacerdotal, en especial a todos los jóvenes de la Diócesis, ya que se trata de una oportunidad única para escuchar los testimonios inspiradores de estos jóvenes diáconos y para reflexionar sobre la llamada de Dios en nuestras propias vidas.
El próximo domingo, día 9 de junio, en el Seminario diocesano Mater Dei se celebrará la Fiesta Final de los Encuentros Matrimoniales de este curso 2023-24, organizado por la Delegación diocesana para la Familia, y al que están invitados todos los matrimonios y familias de la Diócesis.
Como explica el Delegado diocesano para la Familia, D. Luis Oliver, este “ha sido el año de la consolidación de estos Encuentros con su formato. Ha sido la tercera edición, y ya son conocidos en la Diócesis por muchos matrimonios que, sea de modo esporádico o más constante, acuden con el deseo que renovarse en el Señor y encontrar una comunión con otros matrimonios”.
Cabe indicar que se han organizado en colaboración con las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret de Benicàssim, han tenido una gran acogida entre los matrimonios de la Diócesis, y este curso pastoral se han centrado en “Las Pequeñas Virtudes del Hogar”. Además, las tres ediciones han seguido el mismo esquema. Con nueve sesiones durante el curso, una al mes en el Mater Dei, con el objetivo de que los matrimonios puedan tener un espacio de calidad para orar ante el Señor, profundizar en los diversos aspectos de su vida conyugal a la luz de la Palabra y también de la experiencia de otros matrimonios. Además, según ha adelantado D. Luis, “para el curso que viene ya estamos preparando la temática, que versará sobre la Teología del Cuerpo muy aterrizada al día a día del matrimonio”.
La Iglesia Católica siempre ha sostenido que la familia es la piedra angular de la sociedad y de la comunidad cristiana. Una de las nociones clave en la enseñanza católica es la idea de la familia como «Iglesia doméstica», como una pequeña iglesia en la que se vive y se transmite la fe. Los padres, como primeros educadores, tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos los valores cristianos, fomentar la oración y participar en la vida sacramental. Además, el Catecismo describe a la familia como «una comunidad privilegiada» llamada a cumplir un papel fundamental en la evangelización. A través de las experiencias cotidianas y del testimonio de vida, la familia contribuye a la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio y de formar discípulos de Cristo.
La Iglesia, consciente de los numerosos desafíos y dificultades a las que se enfrenta hoy la familia, ha intensificado sus esfuerzos para apoyarla y promover su bienestar integral. Francisco, por ejemplo, en Amoris Laetitia aborda de manera exhaustiva las alegrías y las dificultades que enfrentan las familias hoy en día, y llama a acompañarlas con amor y paciencia, reconociendo su diversidad y sus complejidades. También subraya la necesidad de políticas públicas que apoyen a las familias y de una pastoral familiar que sea inclusiva y misericordiosa.
En nuestra Diócesis hay múltiples iniciativas para fortalecer a las familias, tanto a nivel parroquial como diocesano, así como de distintas asociaciones y movimientos: Cursos Prematrimoniales, Encuentros Matrimoniales, iniciativas formativas, cursos y propuestas de verano, Centro de Orientación Familiar, Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, Proyecto Amor Conyugal, Equipos de Nuestra Señora, Grupos Parroquiales de Matrimonios, Proyecto Nazareth, Orad-Teen Star, Spei Mater… Y tantos otros que, aunque no están centrados de un modo directo en la familia, trabajan incansablemente para apoyarles en su vida diaria y en su camino de fe.
También, las celebraciones de eventos como los Encuentros Mundiales de las Familias, impulsados por el Papa Juan Pablo II y continuados por sus sucesores, son una muestra del compromiso de la Iglesia con la familia. Estos encuentros son ocasiones para que las familias de todo el mundo se reúnan, compartan sus experiencias y fortalezcan sus lazos a la luz de la fe.
Encuentro Diocesano
Para la Fiesta del 9 de junio, que comenzará a las 10:30 h., se ha organizado un coloquio, café y Adoración. Pero también, Valiván representará la Obra “Renata y Leopoldo”. La conocida empresa familiar dedicada a producir audiovisuales infantiles de contenido cristiano con el fin es evangelizar. Su propuesta comunicadora consiste básicamente en adaptar los contenidos bíblicos, a veces de difícil comprensión, de un modo atractivo, alegre y cercano a las vivencias normales del niño de hoy, sin perder la riqueza y profundidad de los textos originales.
En la función que representarán, Renata y Leopoldo quieren entender mejor como es el amor de Dios. Los niños se identificarán con sus comentarios, preguntas e ideas, y vivirán una experiencia profunda y sencilla. Con atractivos lenguajes, mantendrá al espectador infantil atento y entretenido: música en directo, diálogos entre los artistas y los títeres, sombras chinas, participación del público, etc. Las historias consisten en vidas de santos, leyendas y cuentos de tradición cristiana.
Mons. Casimiro López LLorente preside la Solemnidad del Corpus Christi en Segorbe
La Santa Iglesia Catedral de Segorbe acogió ayer tarde con toda Solemnidad la Santa Misa que antecedía a la procesión que más tarde recorrería las calles de la capital del Alto Palancia. El Señor, presente en el Santísimo Sacramento del Altar era venerado públicamente ensalzando su presencia viva y real entre nosotros.
El Obispo de Segorbe-Castellón presidía la Santa Misa, acompañado del Cabildo Catedral. D. Federico Caudé, así como por una representación de sacerdotes concelebrantes, diáconos y seminaristas. Como ocurriera el sábado en Castellón, especial protagonismo tuvieron también las niñas y niños de Primera Comunión que junto a sus catequistas ocupaban los primeros bancos, seguidos de sus padres y el resto de los fieles.
También las principales autoridades políticas, civiles y militares se sumaron a la celebración en la que D. Casimiro, a partir de la liturgia de la Palabra puso el énfasis en el memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor que «que bajo las especies dle pan y del vino se entrega a todo hombre como alimento y bebida de salvación», dijo, de forma que la solemnidad del Corpus Christi, «nos ayuda a crecer en la conciencia del lugar central que corresponde a la Eucaristía en nuestra vida como cristianos, como comunidad eclesial y en nuestra historia».
Describió la Eucaristía como «memorial, comunión y presencia» porque conmemoramos «el sacrificio redentor de Jesús en la cruz que actualizamos de modo incruento en cada Santa Misa» donde «el Señor mismo se nos da en comida de salvación», y «presencia real, permanente y sustancial bajo la apariencia de pan de Cristo resucitado entre nosotros».
El amor de Dios
El sacramento eucarístico fue el hilo conductor de una homilía en la que «el amor de Dios» estuvo muy presente pues «es el mayor signo del amor de Dios hacia todos los hombres, manifestado de una vez para siempre en el sacrificio redentor de Cristo en la cruz que nos descubre el verdadero rostro de Dios».
D. Casimiro recordó también que la Eucaristía «es el sacramento de la nueva y eterna alianza de Dios con la humanidad en Cristo» pues el cuerpo entregado y la sangre derramada de Cristo son un nuevo y definitivo pacto entre Dios y la humanidad. Una entrega, recordó el Obispo, que es única «para la reconciliación de la humanidad con Dios y que la actualizamos de modo ininterrumpido en cada Santa Misa para que el amor de Dios alcance a todos en todos los tiempos». En esta alianza definitiva «instaura una relación radicalmente nueva de Dios con los hombres; una relación de amor y de comunión de vida establecida por Jesucristo» quien durante su vida, advirtió D. Casimiro, «no tuvo otro fin que darnos a conocer y comunicarnos el misterio de Dios que es amor, comunión de vida y de amor infinito en sí mismo».
Eucaristía: centro de la vida de la Iglesia
El Obispo se refirió también a la Eucaristía como centro de la vida de la Iglesia, de todo cristiano y de toda comunidad cristiana, «fuente de la que nos nutrimos y, a la vez, cima hacia la que caminamos que está destinada a ser «fermento de la unidad de Dios con los hombres y de estos entre sí». La Iglesia nace y se renueva en cada Eucaristía y sin «la participación plena en este sacramento, la fe y la vida de todo cristiano languidecen, se apagan y terminan muriendo».
Exhortó a participar de una manera activa y plena en cada Eucaristía «para perseverar y existir como discípulos del Señor y no ser cristianos de ocasión que han dejado de ser sal en la tierra y luz en el mundo, que se han mundanizado». Del mismo modo invitó a «la fraternidad participando de la Eucaristía de la que brota el mandamiento nuevo del amor: amaos los unos a los otros, como yo os he amado».
Llamados a la caridad
D. Casimiro recordó también que coincidiendo con el Corpus Christi celebramos el Día de la Caridad. Dejándonos empapar del amor de Dios «todos estamos llamados a vivirlo de tal modo que a todos llegue porque a todos está destinado».
Se refirió al lema de la Semana de la Caridad este año y «abrir caminos de esperanza siendo cristianos «llamados a ser la comunidad de los que se conmueven ante la necesidad de los demás que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos». Todos los que en la comunión comparten el amor de Cristo «son enviados a ser sus testigos».
Finalmente exhortó a «contemplar su amor supremo, participando de Él y dejándonos moldear para ser testigos comprometidos de su amor en el mundo».
«Seamos sembradores de amor, de perdón y de reconciliación»
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogió ayer tarde la celebración de la fiesta del Corpus Christi con la celebración de la Santa Misa que estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente y concelebrada por el Deán de la Concatedral y párroco de Santa María, D. Miguel Simón; y por el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, así como por el conjunto de párrocos de la ciudad que se sumaron a esta celebración conjunta y acompañaron a los catequistas y niños de Primera Comunión de sus respectivas parroquias. También lo hicieron las autoridades políticas, policiales y militares de la ciudad, con la alcaldesa Dª. Begoña Carrasco a la cabeza.
La liturgia de la Palabra dio paso a la homilía del Obispo que dirigió, principalmente, a las niñas y niños de Primera Comunión que, junto a sus catequistas, padres y familiares, tuvieron un papel destacado en la celebración. D. Casimiro hizo una catequesis sobre la Eucaristía poniendo el broche final a la formación que han recibido como paso previo. Así explicó cómo tras la lectura de la Palabra alza el Evangelio en señal de «bendición al Pueblo de Dios que recibe la Palabra de Dios aquí y ahora».
Recordó que lo más importante de la celebración de la Eucaristía es rememorar la última cena de Jesús con sus apóstoles en la que «toma el pan, lo bendice, lo parte y dice tomad y comed esto es mi Cuerpo; tomad y bebed esta es mi sangre». Con esta bendición, continuó D. Casimiro, «instituyó la Eucaristía y pidió que así lo hicieran siempre en memoria suya».
Memorial, banquete y presencia
Tres palabras sonaron con fuerza en el mensaje que nuestro Obispo trasladó a los más pequeños. Memorial, banquete y presencia. De esta forma explicó que la Eucaristía «no es un mero recuerdo, sino un memorial que actualiza, cada vez que celebramos la Santa Misa, lo que ocurrió en la última cena» y cada vez que se repite es el mismo Jesús quien a través del Obispo o sacerdote lo hace en conmemoración suya. «Ese es el mandato para actualizar el memorial de la última cena» dijo D. Casimiro, y que anticipa lo que ocurriría después al ser entregado a la Cruz derramando su sangre.
Por ello la Eucaristía «es el memorial del misterio pascual, de su muerte y resurrección para que todo el que crea en Él tenga vida eterna» sellando una nueva alianza que «es un pacto de comunión de Dios, que es amor, con toda la humanidad». Desde entonces, «el pecado y la muerte han sido vencidos y brota la esperanza para toda la humanidad».
El Señor se nos da cuando comulgamos, continuó el Obispo, «porque el pan se ha convertido en su cuerpo y el vino en su sangre». Se refirió así a la comunión como banquete y «como alimento necesario para todos los cristianos» recordando su primera comunión y animándolos «a que no sea la última y a hacerlo con fe, creyendo de verdad que es el Cuerpo de Jesús», que se hace presente en nosotros.
Él nos atrae hacía sí mismo para formar junto a Él un mismo Cuerpo. En este sentido explicó que «la Eucaristía no puede faltar en la vida de un cristiano que quiera vivir de verdad como un creyente y como un testigo del Señor». Si faltase la Eucaristía, «la Iglesia dejaría de existir», advirtió. Participando del amor de Dios a través de la Eucaristía «genera una fraternidad entre nosotros para que seamos testigos de su amor en el mundo».
«Día de la Caridad»
El amor que recibimos al participar de la Eucaristía es un amor para compartir «con aquellos que no tienen, con los pobres de pan, de cultura de Dios, con los destruidos, con las personas viven en soledad, que están enfermas, que necesitan nuestro acompañamiento». Se refirió así a la celebración del «Día de la Caridad» y al mandamiento del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Y así es como se nos da el mismo Jesús en la cruz, afirmó, «hasta el final, derramando hasta la última gota de su sangre para darnos la vida».
Para terminar, Mons. Casimiro López Llorente exhortó a los presentes «a ser sembradores de amor de perdón y de reconciliación». La cruz, dijo D. Casimiro como en otras tantas ocasiones, «no tiene una denominación histórica, sino que es el signo puro de reconciliación».
La presencia del Señor a la que hizo alusión el Obispo durante la homilía, fue real en el transcurso de la procesión por las principales calles de la ciudad para, como él mismo había dicho durante la homilía «ofrecer a nuestra sociedad y al mundo, el amor de Dios que está presente en Cristo Eucaristía». Siendo así, «hemos de adorarlo para que contemplando el amor de Dios, nos dejemos llenar de ese amor, nos dejemos transformar por Él para, allí donde estemos, seamos testigos del amor de Dios para el mundo».
Y así fue pues los fieles de la ciudad se rindieron a la grandiosidad del Señor que bendijo a su paso a cuántos le alababan con cánticos, oraciones y postrándose ante Él. Representantes de las principales Cofradías, así como asociaciones y movimientos se sumaron a la procesión solemne que culminó de nuevo en la Concatedral con la bendición final.
Este Domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi, que ha venido precedida y preparada en nuestra Iglesia diocesana por la “Semana de la Caridad”. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el sacramento del amor; en ella, Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su entrega total en la cruz por amor a toda la humanidad, el mismo Jesús se nos da en comida como el Pan de la Vida y se queda presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él.
La Eucaristía es vital para todo cristiano y para toda comunidad cristiana; es la cima hacia la que caminan y la fuente de la que se nutren. Sin la participación plena y fructuosa en la Eucaristía, la fe y vida cristianas languidecen, se apagan y mueren. En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y se nos da Él mismo en su Cuerpo partido y repartido. Al comulgar el Cuerpo de Cristo, el Señor nos atrae hacia sí, nos une consigo y nos transforma; al comulgar el mismo Pan, se alcanza la comunión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la comunidad y la fraternidad cristiana que, como el verdadero amor, es expansiva y no conoce fronteras.
La Eucaristía tiene por ello unas exigencias concretas para cada comunidad eclesial y para cada cristiano; en ella está enraizado el mandamiento nuevo del amor. Cada comunidad eclesial y cada cristiano estamos llamados a ser testigos del amor de Cristo, que celebramos y del que participamos en la Eucaristía, para que este amor llegue a todos. El amor celebrado ha de convertirse en un amor vivido.
El día del Corpus salimos en procesión por nuestras calles acompañando a Jesus, en el sacramento de la Eucaristía. Con ello manifestamos nuestra fe en que Jesús está realmente presente en la Eucaristía y que camina con nosotros en nuestra vida diaria. De este modo hacemos nuestra la voluntad de Jesus de acercarse a todos para que el amor que Él nos da entre en nuestros hogares y transforme nuestra relación con los demás. Unidos a Cristo Jesus, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, podemos establecer una nueva relación con las personas que están a nuestro alrededor. La participación en la Eucaristía nos va configurando con Jesús y va cambiando nuestro corazón para que veamos a los demás con la mirada de Cristo.
La celebración y adoración de la Eucaristía, de un lado, y las obras de caridad, por el otro, están íntimamente unidas; la una lleva a la otra. Ante la Eucaristía hemos de recordar las palabras de Jesus: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Por ello, el día del Corpus celebramos el Día de la Caridad para que el amor de Cristo Jesús llegue a través de nosotros a todos, en especial a los excluidos de nuestra sociedad, de modo que todos puedan formar parte de la nueva fraternidad creada por el Jesús. Quien en la comunión participa del amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado y con el que está necesitado no sólo de pan sino también de Dios y de su amor: con los enfermos, los pobres y los mayores abandonados, con los marginados y excluidos, con los reclusos, emigrantes o parados. Como reza el lema del Día de la Caridad de este año: “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza”. Los cristianos estamos llamados a ser la comunidad de los conmovidos, que siguen los pasos de Jesús y se implican en la atención de los más desfavorecidos.
El amor de Cristo, presente en la Eucaristía, nos capacita y nos apremia a una caridad efectiva y comprometida con todos los necesitados. La caridad no puede faltar en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, de las parroquias y de todos los cristianos. Aunque pensemos que podemos aportar poco, Jesús siempre puede acrecentar nuestra generosidad, nuestra entrega y nuestro amor. “Dadles vosotros de comer”, nos dice hoy Jesús a sus discípulos. Nadie puede quedar excluido de nuestro amor, porque nadie está excluido del amor de Dios, manifestado y ofrecido en Cristo-Eucaristía.
Un modo concreto de expresar nuestro compromiso en el amor es ser generosos en la Colecta de Cáritas en este día. Hemos de redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero, para que llegue a todos el amor del Señor a través de nuestros gestos de amor. Gracias a todos por vuestra generosidad y por vuestra entrega.
La acción social de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón ayudó, durante el pasado año, a 28.638 personas, según recoge la Memoria 2023 presentada por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón y presidente de Cáritas Diocesana, Casimiro López Llorente, el delegado episcopal en Cáritas Diocesana, Sergio Mendoza, y el director de la entidad, Francisco Mir.
Ello representó 231.021 intervenciones, siendo de las personas acogidas y acompañadas un 53% hombres y un 47% mujeres, con un 37% de nacionalidad española y el 63% de diferentes otros países.
Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón para desarrollar su labor social contaba en 2023 con 772 voluntarios, 1.759 donantes, 139 integrantes del personal laboral y 84 Cáritas Parroquiales en toda la Diócesis.
Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón para su acción social destinó en 2023 unos recursos de 6.652.299 euros.
Conclusiones
En las conclusiones de esta Memoria 2023, como ha indicado el director de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, Francisco Mir, se recoge que la situación de exclusión severa en personas y familias se manifiesta como una preocupación reiterativa.
La dificultad para acceder a la vivienda, por ejemplo, continúa siendo un desafío que nuestra sociedad debe afrontar y que representa una problemática que va en aumento año tras año.
Por otro lado, se destaca que el empleo ya no es garantía para no caer en la exclusión o salir de ella.
También se constata que las personas extranjeras son más vulnerables y han aumentado sobre todo las de procedencia de países hispanoamericanos, habiéndose comprobado, además, que ha incrementado de forma significativa el número de personas en situación administrativa irregular.
Asimismo, el acceso a la administración y labrecha digital no se han corregido desde la pandemia, sino que siguen aumentando.
Por otra parte, se subraya que el 60% de las personas acudió por primera vez al Servicio de Acogida y Acompañamiento.
Asimismo, la Memoria recoge que el 59,3% de las personas atendidas por el Servicio de Acogida y Acompañamiento de Cáritas Diocesana vive en la extrema pobreza, al no disponer de ningún ingreso.
Otras conclusiones de la Memoria indican que la intervención con familias y viviendas familiares se ha centrado mayoritariamente en familias monoparentales.
También se contempla un incremento de la afección de salud mental, en los colectivos que atiende Cáritas, con mayor preocupación en las personas más jóvenes.
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Ejercicio de transparencia
El presidente de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón y Obispo de la Diócesis, Casimiro López Llorente, en la introducción de la Memoria 2023, considera que “la transparencia y rendición de cuentas son siempre un signo de responsabilidad de toda institución hacia cuantas personas colaboran con ella. Por este motivo, doy las gracias a nuestra Cáritas Diocesana por su transparencia”.
“La Memoria -añade- no son sólo números o estadísticas; detrás hay personas, cada una con su rostro, que sufren, que están pasando dificultad, frente a los cuales no podemos pasar de largo”.
En la misma línea, el director de Cáritas Diocesana, Francisco Mir, destaca que la “transparencia está en el ADN de Cáritas” y que los donantes, sean particulares empresas o instituciones, deben conocer a través de esta Memoria a qué proyectos e iniciativas sociales destina Cáritas sus aportaciones económicas.
Francisco Mir también vuelve a reclamar que “como comunidad no podemos mirar hacia otro lado. Tenemos una responsabilidad compartida” y alerta de que “cada vez son más las personas que necesitan el apoyo y la ayuda de Cáritas”.
La presentación de la Memoria 2023 de Cáritas Diocesana se enmarca en la Semana de la Caridad que este año lleva por lema “Allí donde nos necesitas, abrimos camino a la esperanza” y que comenzó, el pasado viernes, con la tradicional cuestación en la ciudad de Castellón.
El lunes tuvo lugar la Vigilia de Oración en la Basílica de El Salvador de Burriana y ayer se realizó un gesto solidario en la plaza Mayor de Castellón, junto a la concatedral, exponiendo seis de las principales necesidades que afectan a las personas más vulnerables y que Cáritas, con sus diferentes proyectos sociales, intenta solucionar.
Este viernes, el Teatre del Raval Rafa Lloret acogerá el Día del Donante, y el fin de semana contemplará el Día de la Caridad, celebrando el Corpus Christi, con sendas Eucaristías y Procesiones, el sábado en Castellón y el domingo en Segorbe.
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Palabras del Obispo
En su intervención, el Obispo de la Diócesis ha recordado que “los más necesitados son los importantes aquí, las personas a las que van dirigidas las actuaciones de Cáritas, que tienen un rostro, y que no nos pueden ser en ningún caso indiferentes”.
Toda la actividad que desarrolla Cáritas “forma parte de la misión de la Iglesia, que le viene dada por el Señor, que ha de anunciar y ha de celebrar, y después ha de llevarlo a la práctica con la caridad. Éstas son las tres patas de la vida y la misión de la Iglesia: Palabra, Liturgia y Caridad”, ha señalado.
También ha recordado, en relación al lema con el que Cáritas invita a celebrar el Día de la Caridad – “Allí donde nos necesitas, abrimos caminos a la esperanza” – D. Casimiro también ha recordado que la Iglesia celebrará el próximo año 2025 el Jubileo Ordinario, dedicado a la esperanza (“Peregrinos de esperanza”). Comenzará el 24 de diciembre en Roma con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano, y en la Diócesis el 29 de diciembre, según lo que establece la bula del Santo Padre.
Por ello, del mismo modo que Cáritas, ha exhortado a ser signos de la esperanza que no defrauda (Rm. 5, 5), más si cabe hoy “en el contexto bélico que vivimos, en la acogida de la vida ante el descenso tan brutal de la natalidad, hacia los migrantes, los jóvenes, los ancianos y los pobres, a quienes hay que atender en todo momento”.
Este tiempo lo es de gran alegría para nuestra Iglesia diocesana por las comuniones y confirmaciones que se celebran en las diferentes parroquias de Segorbe-Castellón. Además, cada vez más adultos son bendecidos por la recepción de los sacramentos de la Iniciación Cristiana.
Es el caso de dos jóvenes que, pertenecientes a las parroquias de Los Santos Juanes de Almenara y de El Salvador de Castellón, han recibido este fin de semana los sacramentos del Bautismo, de la Comunión y de la Confirmación, de manos de nuestro Obispo D. Casimiro, entrando a formar parte de la comunidad cristiana y de la Iglesia Católica.
La Iglesia que camina en Segorbe-Castellón se alegra al acoger a estas cristianas, María José y Nereida que, tras recibir una formación específica y un acompañamiento personal, han querido caminar hacia una fe más adulta viviendo los sacramentos de la Iglesia, participando en la Pascua de Jesús y recibiendo la fuerza del Espíritu Santo que le capacita para ser testigo del Evangelio.
María José y Nereida hicieron las Promesas Bautismales y fueron bautizadas por el Obispo. A continuación, se pusieron la vestidura blanca, como símbolo de haberse revestido de Cristo, y con la imposición de las manos de D. Casimiro y la unción del Santo Crisma recibieron la Confirmación. Ambas celebraciones continuaron con recepción de la Comunión.
Las neófitas estuvieron acompañadas por sus respectivas comunidades parroquiales, por familiares y amigos, así como por sus compañeros de las catequesis que han realizado durante este tiempo de preparación.
El Obispo les invitó a ver su historia como una historia de amor en la que Dios se hace presente, y les animó a permanecer en la comunidad parroquial y a frecuentar los sacramentos para seguir creciendo en la vida cristiana y ser testigos valientes del Evangelio.
Cabe recordar que, hace unos días, una mujer de la parroquia de La Sagrada Familia de Castellón, Ann Mary, también recibió los sacramentos de Iniciación Cristiana.
Mons. Casimiro López preside la Eucaristía en el Convento de las Hnas., Agustinas de Montornés
Coincidiendo con la Solemnidad de La Santísima Trinidad de este domingo 26 de mayo, la Diócesis de Segorbe-Castellón ha celebrado hoy la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva por lema, «Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”» .
Mons. Casimiro López LLlorente ha presidido esta mañana la Eucaristía en el Monasterio de las monjas Agustinas Nuestra Señora de Mirambel ubicado en Montornés (Benicassim), en una jornada que nos ofrece la oportunidad de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son «los que rezan».
Al atravesar los muros del monasterio comprobamos que allí la realidad se rige por una ley que surge de las entrañas del Evangelio. Contemplar para asentir a la verdad y la bondad y la belleza del Dios que se revela a cada instante, aspecto que ha destacado nuestro Obispo tras la liturgia de la Palabra.
Hoy nuestra Iglesia está especialmente llamada «a ser agradecida, pensar y rezar por aquellas y aquellos que durante todo el año oráis por nosotros», ha dicho D. Casimiro durante la homilía y pedir al Señor que nos siga enviando vocaciones». Se ha referido así al contexto actual como «poco propicio para la vocación» donde además vivimos una cultura antivocacional.
En este sentido ha explicado que desde la Conferencia Episcopal Española «estamos trabajando por crear en la Iglesia y en la sociedad la cultura vocacional» con el objetivo de que la persona entienda «la vocación como una llamada».
En la víspera de la Solemnidad de La Santísima Trinidad ha recordado que mañana «viviremos el misterio central de nuestra fe» recordando que «no hemos sido creados al azar sino por puro amor de Dios que brota del árbol de la cruz de Cristo Jesús, muerto y resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida y vida eterna».
La llamada a vivir y a participar un día plenamente en esta vida de Dios, «nos muestra distintos senderos y caminos para llegar a ella». Y uno de esos caminos es la vida consagrada, ha dicho nuestro Obispo, que ha recordado también la vocación sacerdotal y la vocación al amor conyugal a través del matrimonio.
También se ha referido a la oración como preparación al Jubileo 2025 convocado por el Papa Francisco, ha exhortado a la oración de alabanza, de contemplación y de acción de gracias a Dios «por todos los bienes que Él va derramando en nuestra vida, y así contemplar el rostro de Dios para, como dice el lema de esta jornada, poder decir. ¡hágase tu voluntad!».
La oración, ha insistido D. Casimiro, implica «creer en Dios y confiar en Él», máxime en este mundo falto de Dios. En este sentido se ha referido también a la oración de intercesión a través de la cual «rezamos unos por otros, desde la humildad y con el corazón». Así, ha insistido en la oración, no solo por las vocaciones, sino también «para ser una comunidad de fe viva, anclada en Cristo Jesús, esperanzada, que se sabe alentada por el Señor para que se avive y se cree esa cultura vocacional donde cada cristiano se sepa llamado a vivir desde esa vida nueva de Dios según el camino que el Señor le va mostrando».
Un solo corazón y una sola alma hacia Dios
Con motivo de esta Jornada, la priora del Convento de Montornés ha concedido una entrevista a El Espejo de Cope Castellón. La comunidad está formada por «diez hermanas de diferente procedencia y edad que dedican su día a día a la oración en la Capilla, el trabajo, el estudio y la convivencia en un clima de silencio para prestar atención a la escucha del Señor».
La vida de oración es inherente a la fe, pero también es cierto que se modula atendiendo diferentes carismas. Las Hermanas agustinas tienen en San Agustin su modelo y referencia. Tal como afirma la hermana Cecilia, su carisma se fundamenta en «la interioridad para encontrarte a ti mismo en la búsqueda de la verdad y de la eternidad». Desde ese espíritu buscan «tener un solo corazón y una sola alma hacia Dios».
La vida dentro de las paredes de la clausura «supone recorrer un camino de conocimiento del Señor, de conocerte a ti misma, de profundizar en el seguimiento a Cristo a través de su palabra y de la contemplación». En definitiva, la Hermana Cecilia explica que la vida en el convento es «rica y plena porque es una escuela de amor, de aprendizaje en la humildad y en la verdad de que somos limitados y, en nuestra debilidad y desde la misericordia, el Señor toma nuestra pobreza para que nos amemos así y crezcamos en su amor».
Cada día llegan peticiones de oración al convento, especialmente, «para que pidamos por el acercamiento de las almas al Señor, pero también para que Él de toda su fortaleza ante situaciones de crisis familiares, falta de trabajo y, sobre todo, por aquellos que no tienen fe o se han alejado de la Iglesia». Para la comunidad es «muy gratificante cuando nos hacen saber que la petición de una intención se ha concedido porque es la verdad palpable de que Dios escucha».
Al final del Ángelus del pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el papa Francisco nos sorprendió al anunciar que este fin de semana, el 25 y el 26 de mayo, se celebrará en Roma la primera Jornada Mundial de los Niños. La iniciativa responde a la pregunta qué mundo deseamos transmitir a los niños. Como Jesús, el Papa con toda la Iglesia quiere poner a los niños en el centro, y centrarse en el futuro de los más pequeños, pidiendo a todos que los cuidemos, los guiemos hacia un buen crecimiento y los escuchemos. Los niños son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad.
Esta Jornada Mundial es un acontecimiento sin precedentes. Para preparar esta gran cita de la infancia se han tenido en cuenta sus preocupaciones. Miles de niños han remitido a los organizadores sus dibujos, algunas redacciones y cartas de los que ha surgido con gran insistencia un único mensaje: “Papa Francisco, ayuda al mundo a hacer la paz”. Su mundo es muy diferente al de las generaciones que los han precedido: la paz es una exigencia apremiante de los niños, que el Papa ha comprendido y captado y que hace suya cada vez que habla de paz. Los niños ven y sufren las guerras, la violencia, la crispación y el odio, lejos y cerca, también cuando ven a sus padres discutir. Los niños no piden otra cosa que la paz.
En esta primera Jornada participarán niños y niñas de más cien países, especialmente de aquellos que sufren o han sufrido la guerra. Habrá niños de la República Democrática del Congo, que tanto ha sufrido a causa de la guerra que asola la región de Kivu del Norte; de Afganistán, donde los focos mediáticos se han apagado tras la huida de la comunidad internacional de Kabul; de Siria, donde hay niños que nunca fueron a la escuela porque crecieron en campos de refugiados. Habrá también muchos niños ucranianos, acogidos en Italia tras la guerra gracias a los corredores humanitarios, y una delegación de niños provenientes de Gaza, heridos por las bombas y acogidos en Italia para curarse de sus heridas.
El objetivo de este evento de dos días es clamar ante un mundo donde se multiplican los focos bélicos, que no podemos ni queremos acostumbrarnos al sufrimiento de los niños. La Iglesia quiere estar de su lado, hacer suyo su grito de paz y su llamamiento para que el planeta no sea devastado. La Iglesia quiere dar fuerza, alegría y esperanza a miles de niños. El Papa ha comprendido la necesidad de volver a partir de los niños para cambiar el mundo, siguiendo el ejemplo de Jesús que coloca en el centro a un niño, y lo muestra a los adultos como criterio para entrar en el Reino de los cielos (cf. Mc 9,33-37). A partir de los deseos de los niños queremos construir, con la ayuda de Dios, un mundo diferente, donde haya paz, cuidado del medio ambiente y una opción por la fraternidad. Esta jornada es también un mensaje al mundo de los adultos para que nos detengamos a escuchar las preguntas sencillas y directas de los más pequeños, que piden paz, respeto, amor y perdón.
Serán dos días de oración, celebración y reflexión, para orar y celebrar con los niños y niñas, para reflexionar sobre la educación de los más jóvenes y para construir juntos su mañana. Días para orar, porque la oración nos conecta directamente con Dios, Creador y Padre, que nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. Como el Papa resalta en su mensaje, “para renovarnos a nosotros mismos y al mundo, no es suficiente con que estemos unidos entre nosotros: es necesario que estemos unidos con Jesús. Él nos infunde mucho valor, porque está siempre a nuestro lado, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del mundo”.
Jesús nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Este es el lema para esta primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para comprender las novedades que el Espíritu suscita en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús podemos soñar y construir una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, por medio de las cosas pequeñas. Es más, nuestra pequeñez nos recuerda que somos frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rm 12,5; 1 Co 12,26).
Unámonos todos, en especial los niños y niñas, con nuestra oración a esta Jornada Mundial en Roma.
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