Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven»
El pasaje del evangelista nos recuerda el origen cristiano de este día. En el momento actual, el jolgorio y la broma parecen apoderarse del origen de esta tradición, que nos lleva al cristianismo y al episodio que narra el evangelista sobre la matanza de todos los niños nacidos en Belén. El grito atronador en Ramá que describe San Mateo, nos recuerda el llanto desgarrador de las madres, pero también nos ha de llevar a la reflexión respecto al ansia de poder, la ira o el egoísmo.
La Biblia relata que las almas inocentes de estos pequeños se elevaron hasta el Cielo. En la tradición católica se les recuerda cómo los Santos Inocentes. La Iglesia aprovecha esta jornada para rezar por todos los niños asesinados inocentemente antes de nacer, en una Eucaristía por la vida. En nuestra Diócesis, la Pastoral Familiar y de la Vida ha organizado una jornada que tendrá lugar en la Parroquia de La Sagrada Familia de Castellón. Será a partir de las 19.00h de la tarde con el rezo del Santo Rosario, seguido, a las 19.30h, por una Eucaristía en sufragio de los bebés no nacidos.
La matanza de los inocentes es un hecho que quedó registrado en las celebraciones litúrgicas de Oriente y Occidente. No se sabe la fecha exacta en la que ocurrió la matanza, pero es en la octava de Navidad, es decir la semana siguiente a la celebración del nacimiento de Cristo, cuando se les recuerda por haber dado su vida por su nacimiento. Esta es, por tanto, una fecha que nos debe hacer rememorar cuántos niños son asesinados en el mundo, por ejemplo cuántos mueren diariamente como consecuencia del aborto, así como por cualquier otra causa lamentable.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (2258) “La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, intr. 5).
A mediodía de hoy, se ha celebrado, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, la Santa Misa de Navidad. El Obispo de la Diócesis, Monseñor Casimiro López Llorente ha presidido la celebración que ha estado concelebrada por el párroco, D. Miguel Simón, y el Vicario, D. David Barrios, y en la que también ha participado el secretario, D. Ángel Cumbicos y el diácono, D. Daniel Castro.
A la luz de la Palabra proclamada en la liturgia de hoy, se nos anuncia la alegría de la Navidad que se fundamenta, precisamente en el misterio de luz y esperanza que supone el nacimiento del Hijo de Dios. Los cristianos celebramos que Cristo nace para cada uno de nosotros, sea cual sea nuestra condición, y lo hace para salvarnos tal como anuncia el profeta Isaías en la primera lectura (52,7-10) «porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén (…)y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios».
Así, también el salmista (97,1.2-3ab.3cd-4.5-6) nos anima a celebrar la buena noticia de la liberación que se nos anuncia en Isaías invitándonos a «cantar al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (…) el Señor da a conocer su salvación pues los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios». Todo para lo que nos hemos estado preparando en el Tiempo de Adviento se nos revela a través de la Palabra hoy. En la Carta a los Hebreos (1,1-6) Dios nos habla a través de su Hijo pues «al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser».
Tal como se nos dice en el Catecismo de la Iglesia “el acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre”. Y esta verdad es la que se nos presenta en la liturgia de este día a través del evangelista (Juan 1,1-18): «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad».
Y esta alegría de Dios hecho hombre es la que ha transmitido nuestro Obispo a los fieles que han participado en la celebración de hoy. Así, durante la homilía, D. Casimiro, ha destacado que en «el Niño que nace en Belén es el motivo de nuestra alegría y lo que, cada año, a través de la liturgia, la Iglesia nos invita a reavivar dentro de nosotros para que Dios nazca un poco más en nuestro interior». Igual que el Ángel dijo a los pastores, «¡no temáis!, nuestro Obispo nos ha exhortado a contemplar el Misterio que celebramos y al Niño Dios que viene a nosotros frágil y humilde para dejarnos empapar del amor, de la vida y de la luz de Dios».
El Obispo se ha servido de la Palabra proclamada para enfatizar en el mensaje de esta Solemnidad que no es otro que «en este Niño visible para nosotros se nos ofrece lo invisible que es el mismo Dios, uniéndose para siempre con el hombre asumiendo, sin dejar de ser Dios y sin perder nada de su gloria ni de su divinidad, nuestra naturaleza humana haciéndose uno de los nuestros». Es por ello, ha resaltado D. Casimiro, que «se identifica con cada uno de nosotros y está presente en cada ser humano, especialmente en los que sufren hambre, pobreza, enfermedad, falta de libertad, desolación o soledad».
La importancia del Misterio de la Navidad, ha continuado el prelado, es que «Dios se ha hecho uno de los nuestros para unir para siempre a Dios con el ser humano, para que en Él tengamos vida, luz y la paz de Dios». Y estamos invitados especialmente durante esos días «a contemplar, a meditar y a agradecer este Misterio dando Gloria y alabanza a Dios».
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad»
Con esta frase de Lucas (2:14) ha destacado el Obispo que Él se ha hecho Enmanuel y camina con nosotros pues, como peregrinos en esta vida, no nos abandona nunca». A partir de este acontecimiento histórico «Dios entra en la vida humana y eso nos da esperanza porque es la Gloria de Dios que se nos manifiesta en este Niño».
Los cristianos estamos llamados, ha dicho D. Casimiro, «a dejarnos guiar por la luz del Niño que hace en Belén sin perder la brújula en nuestro peregrinaje, porque a través de Él se nos da el amor mismo de Dios que se entregará por nosotros hasta la muerte». Para concluir nos ha exhortado a «agradecer a Dios esta nueva vida que se nos da, para vivirlo con más intensidad, dejándonos sanar por Él haciéndole un lugar dentro de nosotros para que su Reino y su paz, reine en nuestro interior».
La parte musical de la Solemnidad de la Natividad del Señor ha corrido a cargo de la Coral de Barreros de la Mare de Déu del Lledó, con la participación del el organista titular de la Concatedral, Augusto Belau, y del tenor solista José Navarro-Forcada, que durante el ofertorio ha interpretado magníficamente el Ave María de Charles Gounod. Han interpretado, entre otras piezas, el Gloria de la Misa de Lourdes, el Aleluya de Alberto Taulé, el Santo de Francisco Palazón. También durante el ofertorio, se ha interpretado magníficamente el Ave María Ha sonado también el clásico villancio de «El Tamborilero» durante el Rito de la Comunión, y el «Adeste Fideles» al final de la celebración.
Al finalizar la celebración eucarística y, siguiendo las normas higiénico sanitarias, se ha adorado al Niño Jesús, en brazos de nuestro Obispo, con una inclinación de cabeza, en señal de respeto y adoración, habiéndose suprimido el rito del beso desde que comenzara la pandemia. Los fieles han aprovechado para felicitar personalmente la Navidad a D. Casimiro.
Este Domingo, dentro de la octava de la Navidad, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y la Jornada de la Familia. La Navidad es la fiesta del Amor de Dios por toda la humanidad. Jesús, el Hijo de Dios, se hace hombre para traer al mundo la bondad y el amor de Dios; Jesús nos muestra y ofrece a Dios, que es amor, y, a la vez, nos muestra quién es el ser humano, su origen y su destino, que no son otros sino el amor. El Hijo de Dios eligió para hacerse hombre una familia, allí donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro a desvivirse por él y a anteponer el amor por encima de cualquier otro interés y pretensión. Con ello, Jesús nos enseña, sin palabras, la dignidad y el valor primordial de la familia. Con su vida y sus palabras, Jesús ha devuelto su verdadero sentido al amor, al matrimonio y a la familia.
Fiel al Evangelio de Jesús, la Iglesia proclama que somos creados por amor, para amar y ser amados, y que nuestra vida se realiza plenamente si se vive en el amor de Dios. En fidelidad a los gestos y palabras de Cristo, sus discípulos anunciamos la alegría del amor, y la grandeza y belleza del matrimonio y de la familia: pues la relación entre el hombre y la mujer en el matrimonio refleja el amor divino de manera completamente especial; por ello el vínculo conyugal asume una dignidad inmensa. En el plan de Dios, la familia se funda en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, quienes, en su mutua y total entrega en el amor, han de estar responsablemente y siempre abiertos a la vida y a la tarea de educar a sus hijos. Mediante el sacramento del matrimonio, los esposos quedan unidos por Dios y con su relación de esposos son signo eficaz del amor de Cristo, que ha entregado su vida por la salvación del mundo.
Acoger y anunciar hoy el Evangelio del matrimonio y de la familia no es fácil. Vivimos en contexto ‘cultural’ de lo provisorio y del descarte, en palabras del Papa. Nos toca vivir en una sociedad desvinculada en la que prima el individualismo y el sentimiento, que hacen muy difíciles los compromisos estables. Cada vez son más quienes viven juntos sin unir sus vidas en matrimonio. Falta, de otro lado, el aprecio por la fidelidad entre los esposos, la estabilidad matrimonial o la natalidad. Aunque la familia siga siendo una de las instituciones más valoradas socialmente, no tiene el apoyo legislativo, económico y mediático que se merece. Muchas familias no pueden encontrar una vivienda digna o adecuada, conciliar la vida laboral y la familiar, o disponer de tiempo para escucharse y dialogar los esposos y los hijos.
Estos y otros muchos desafíos lejos de constituir obstáculos insalvables, se convierten para la familia cristiana y para la Iglesia en una oportunidad nueva; la propia familia puede encontrar en ellos un estímulo para fortalecerse y crecer como comunidad de vida y amor que engendra vida y esperanza en la sociedad. En un contexto cultural social, mediático y legislativo poco favorable al verdadero matrimonio y a la familia, fundada en él, es vital ayudar a los jóvenes y a los esposos a descubrir la grandeza y la belleza del matrimonio y a comprender que el verdadero amor es un ‘sí’ fiel, una donación definitiva de sí al otro, firmemente fundada en el plan de Dios. El amor de Dios en Jesús es su ‘sí’ a toda la creación y al corazón de la misma, el ser humano. Es el ‘sí’ de Dios al amor entre el hombre y la mujer, abierto a la vida y al servicio de ella en todas sus fases. El matrimonio y la familia, por tanto, es el ‘sí’ del Dios-Amor. Para quienes abren su corazón a Dios, a su amor y a su gracia, es posible vivir el Evangelio del matrimonio y de la familia.
En la exhortación apostólica, Amoris laetitia, el Papa Francisco nos invita a todos los cristianos a cuidar del matrimonio y de la familia. Y nos impulsa a proponer de un modo renovado e ilusionante la vocación al matrimonio y a mostrar la belleza, la verdad y el bien de la familia.
Necesitamos generar una cultura favorable al matrimonio entre un hombre y una mujer y a la familia, fundada en él. Las familias cristianas podéis ofrecer un ejemplo convincente de que es posible vivir un matrimonio de manera plenamente conforme con el proyecto de Dios y las verdaderas exigencias de los cónyuges y de los hijos. El testimonio de vida es el mejor modo de anunciar la Buena nueva de la familia. La alegría del Evangelio se refleja en la alegría del amor que se vive y se aprende eminentemente en la familia. La fuerza para amar nace, crece y se fortalece en la familia y es fuente de alegría para el ser humano y para la sociedad.
La S.I. Catedral de Segorbe ha acogido la Misa de Nochebuena, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. En esta Noche se ha escuchado la Buena Noticia, la noticia de un acontecimiento histórico y que cambió la historia del mundo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor».
Celebramos la Nochebuena. Este «hoy» que resuena en la liturgia, del anuncio del ángel a los humildes pastores, también tiene que ver con esta Noche, es una noticia siempre nueva. Nos ha nacido un niño en un pobre establo de Belén, el Hijo de Dios se ha hecho hombre y trae la salvación para toda la humanidad.
En la homilía, el Obispo ha indicado que esta Noticia es “motivo de alegría para todo el pueblo”, siendo el misterio de la Navidad, que hoy celebramos, “que Dios ha venido a nosotros, que se ha hecho uno de los nuestros en ese Niño, pobre y humilde, para que no tengamos miedo de acoger a Dios, que viene a nuestro encuentro, y lo hace para que en Él tengamos vida en plenitud”.
«El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande»
“La luz es este Niño, que alumbra a cada persona, a cada existencia, a la humanidad entera y a nuestra Iglesia”, ha continuado D. Casimiro. Esta es una luz que necesitamos, “en estos tiempos de dificultad, en los que parece que la humanidad, el mundo, nuestra nación, ha perdido la brújula y anda desorientada”.
Ha exhortado a volver nuestra mirada a Él, a ese Niño, que con su luz alumbra “en tiempos de pandemia, de dificultad, de crispación, de desestructuración de tantas familias”. “Él nos ofrece el AMOR, y nos muestra que estamos hechos por amor, para ser amados y para amar como Él nos ha amado, de forma desinteresada, generosa”, ha recalcado.
Para que esta Navidad sea verdaderamente alegre debemos “dejarle un hueco en nuestra posada, en nuestro corazón, para que nazca de nuevo y renazca dentro de nosotros”, y nos sabremos “siempre amados y nunca abandonados por Él”.
Ante el afán consumista ha animado a dejarnos llenar por el amor de Dios, “porque las cosas pasan y no sacian ese deseo de ser amados que todos llevamos dentro de nosotros”, y este amor de Dios “permanece para siempre”.
Belenes vivientes en Almassora, Vila-real y Llucena
En su carta semanal de la semana pasada, nuestro Obispo, D. Casimiro, nos exhortaba a hacer presente el Misterio de la Navidad y ensalzar lo verdaderamente importante. Así ha ocurrido en la última semana de Adviento en las calles de algunos municipios de la Diócesis donde se ha representado este Misterio que no solo nos sobrecoge, sino que nos invita a vivir y renovar, a través de la ternura del nacimiento del Niño Dios, nuestra fe, confianza y amor por Dios.
Representación del Belén en Almassora
Tras un año de parón por la pandemia, el pasado sábado, 18 de diciembre, la Congregación de María Inmaculada y San Luís Gonzaga de Almassora dio comienzo a los festejos navideños del municipio de Almassora con la celebración de la XXVI edición del Belén Viviente.
La representación, declarada de Interés Turístico Provincial, tuvo una gran acogida entre los vecinos, que un año más, se volcaron en todos los preparativos. Esta nueva edición estuvo envuelta de novedades y fue adaptada a las medidas sanitarias del momento, tanto para los asistentes como para los actores. Lluïsos sorprendió con la realización del espectáculo en un nuevo escenario, la plaza Dr. Fleming (la Picadora). El arriesgado cambio de localización, que en un principio dio que hablar a los vecinos, cautivó a los más de 500 espectadores que se acercaron al lugar y pudieron observar los once espacios donde se desarrollaron las dieciséis escenas que conforman esta recreación del nacimiento de Jesús. Entre las principales novedades de la reciente edición, también encontramos nuevos decorados como la “Casa de María”.
Si algo caracteriza y hace único al Belén Viviente de la congregación juvenil es el reparto de papeles entre un amplio elenco de actores y actrices de niños y niñas, de hasta los 13 años de edad en su mayoría. Estos comprenden desde el recién nacido niño Jesús, pasando por los angelitos hasta la Virgen María y San José. Tampoco faltaron a la cita anual los corderitos, las gallinas y los caballos que ambientaron las diferentes escenas. Entre los animalitos, a los que siempre se les da relevancia en la función, se notó la ausencia y pérdida del burrito Llorenç, cedido por la familia Martínez-Vilar. Por ello, se le realizó un pequeño homenaje a dicho personaje asiduo en la representación y mascota de la congregación, agradeciendo a su familia todos los años prestados.
Esta edición no ha dejado nada que envidiar a la última, celebrada en diciembre del 2019 coincidiendo con el 25 aniversario, donde se alcanzaron los récords históricos del espectáculo. En ambas, se ha mantenido la participación de adultos para los papeles de los tres reyes magos, la posadera y los padres de la Virgen. De esta manera, se ha enriquecido el espectáculo que siguen abanderando los niños y jóvenes, la gran mayoría congregantes de la entidad.
Cabe destacar que la situación de la pandemia, la misma que impidió la representación en el pasado año 2020, interpuso obstáculos para este Belén, obligando a la congregación a hacer cambios de última hora, como el remplazo de papeles protagonistas de la obra, algunos con apenas tres días de antelación. Aún así, nada impidió la celebración de dicho espectáculo representado con mascarillas en el aire libre, siguiendo con todas las indicaciones dictadas por las autoridades competentes.
La Vocal de Representaciones y directora del Belén Viviente de Almassora, Claudia Artero Clausell agradeció la participación de los actores y actrices, de aquellos familiares y amigos que desinteresadamente ayudaron y aportaron recursos para la celebración, el apoyo de la Parroquia de la Natividad, la asistencia del Ayuntamiento de Almassora, la de las Hermanas de Ntra. Sra. de la Consolación y el extenso equipo de monitores y voluntarios. Apuntando que sin ellos no habría podido ser posible esta última edición cargada de emociones.
Representación en Vila-real
El Belén de la Parroquia de Santa Isabel de Vila-real ya cuenta con 15 años de trayectoria, propulsado por el párroco anterior, D. Juan Ángel Tapiador, la representación del nacimiento del niño Dios se sacó a la calle para mostrar a toda la sociedad el verdadero milagro de la Navidad.
Un guión que consta de 12 escenas, empezando por cuando la Virgen María era niña junto con sus padres, Santa Ana y San Joaquín y terminando con la adoración de los Reyes Magos es representado por más de 40 niños anualmente. La calle Torrehermosa, que se sitúa al lado de la Parroquia, se convierte en Belén y en ella tiene lugar la representación. Organizado meses antes por la Pastoral de infancia y juventud y contando con la colaboración de costureras, coro, montadores y familias puede llevarse a cabo el cuarto domingo de Adviento.
Se armó el Belén en Llucena
Como la película española dirigida y escrita por José Luis Sáenz de Heredia también estos días «Se armó el Belén» en Llucena (imágenes superiores). Cientos de vecinos acudieron a la plaza de España del municipio y al interior de la parroquia para asistir a la primera edición de este belén, protagonizada por niños desde los dos hasta los once años. La representación organizada y dirigida por el párroco contó con la participación de más de veinticinco niños, algunos de los cuales se preparan ahora para recibir la primera comunión y otros de postcomunión, que ya la recibieron años atrás.
Las escenas transcurrieron por diferentes localizaciones de la plaza de España, como la fuente (Los Ángeles que narraron lo que iba a acontecer), el antiguo teatro (la Anunciación), la esquina del campanario (la visita de María a su prima Isabel), la puerta del campanario (el anuncio a José), la barandilla frente a la iglesia (el edicto del César), la puerta lateral del templo (la llegada a Belén), la puerta de la cripta de la iglesia (la anunciación a los pastores) y el Altar Mayor (el nacimiento de Jesús). La representación incluyó también animales como gallinas y conejos, que fueron ubicados en el mismo altar. Y los pastores en el interior de la iglesia, tuvieron su rebaño de ovejas y corderos. No faltó el burrito que trasladó a la Virgen por las calles del muncipio. Muchos vecinos fueron los que se implicaron en esta primera edición del belén que contó con la asistencia de más de doscientos vecinos que no quisieron perderse la oportunidad de disfrutar de una representación tan especial en la que los más pequeños de Llucena fueron los protagonistas para contar esta historia sagrada que acontenció ahora hace más de dos mil años. Un buen comienzo de la Navidad para un tiempo de pandemia.
La alegría por el nacimiento del Hijo de Dios llega a los internos y a las internas de los dos Centros Penitenciarios de la Diócesis de Segorbe-Castellón. Como es tradición, esta semana se celebra en ellos un Festival de Villancicos promovido y apoyado por la Pastoral Penitenciaria.
El del Centro Penitenciario de Castellón II – Albocàsser tuvo lugar el lunes, y los internos pudieron contar con la asistencia, la cercanía y la felicitación de nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, que acudió junto al Secretario Particular, D. Ángel Cumbicos, junto al capellán de la prisión, D. Jordi Mas, y junto a los voluntarios de la Pastoral.
Por otra parte, al no poder acudir el Obispo al que se celebra en Castellón I – Castellón de la Plana, les ha enviado una video felicitación, que les va a hacer llegar el capellán, D. Florencio Roselló. D. Casimiro les recuerda que la Navidad es motivo de alegría, también para ellos, porque “Él nos muestra que nos ama, tanto que se ha identificado también con los que estaban encarcelados, con los que estáis en prisión”.
“Él os sigue amando – les dice – también en circunstancias difíciles como las vuestras sois amados siempre por Dios”. “Acogedle, dejad que nazca en vuestro corazón”, les exhorta, “aprovechad este tiempo para que Él sane vuestras heridas y que realmente os haga libres, para que nunca más volváis a pasar por estos momentos difíciles”.
Los oropesinos han recogido 1.300 Kg de alimentos, productos de higiene y dulces navideños, que han entregado a la Cáritas parroquial de San Jaime Apóstol, y que en coordinación con los servicios sociales se van a destinar a las familias más necesitadas del municipio, para que puedan vivir la Navidad de la forma más digna posible.
Ha sido posible gracias a los alumnos de la asignatura de Religión Católica de 6° curso de Primaria del CEIP Deán Martí de Oropesa del Mar, en representación de todos los alumnos del centro, así como a la Asociación ‘Corazones con Bata’, al AMPA del Colegio La Mediterrània, y a la Asociación de Empresarios de Oropesa.
Esta mañana, IV domingo de Adviento, se ha celebrado la clausura del II Año Mariano de las parroquias de Onda, dedicado a Nuestra Señora de la Esperanza, patrona del municipio, que han vivido desde el 20 de diciembre de 2020 bajo el lema “No tienen vino” (Jn. 2, 3).
Ha sido con una Eucaristía que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en la parroquia de La Asunción de Nuestra Señora de Onda, con Mosén Domingo Galindo muy presente en la memoria y en las oraciones de los ondenses.
Tras recordarle el Obispo en el inicio de su homilía, se ha mostrado agradecido a Dios por este Año Mariano, en el que “Él seguro que ha derramado muchos dones en vuestros corazones, en vuestras parroquias, en vuestras familias y en vuestras comunidades, que, aunque estos frutos no los percibáis están ahí, y seguro que vuestra devoción mariana se ha agrandado, para ser en este tiempo comunidades de discípulos misioneros del Señor”.
Nuestra verdadera esperanza es Jesucristo, “que con su muerte y resurrección nos ofrece la posibilidad de participar de la vida de Dios, para que todo en el que crea en Él tenga vida eterna”, ha dicho, y es “la que nos alienta a caminar esperanzados, especialmente en la dificultad y en la desolación, en la lucha de esta vida, sin dudar de la presencia de Dios a través de su Hijo, que nos llega de manos de María”. “Dios no nos abandona nunca – ha continuado D. Casimiro – tampoco en la muerte, porque Él está ahí, como está también la Virgen para acogernos, para darnos la vida en plenitud”.
Ha destacado cuatro palabras que nos pueden ayudar a mantener viva la esperanza y a vivir la Navidad: escuchar, creer, acoger y llevar.
ESCUCHAR
María es la mujer que escucha el mensaje que le transmite Dios a través del ángel Gabriel. “Es una llamada a escuchar con atención la Palabra de Dios, no solamente a oír, sino a hacerlo con atención, sabiendo quien nos habla”. Dios nos habla en la Palabra, en la Eucaristía, en los acontecimientos de nuestra vida, en cada hombre, ha explicado, “Él no es un Dios mudo, es un Dios que camina con nosotros y nos habla, sale a nuestro encuentro”.
CREER
María es la mujer humilde que creía, “que había puesto su confianza en Dios, porque sabía que sin Dios nada era”. “Vivimos por puro amor de Dios, que nos ha llamado a esta vida por amor, para hacernos partícipes de su amor y de su vida en plenitud, si sabemos acoger a Cristo Jesús como hizo María”.
ACOGER
En esta Navidad, el Obispo ha animado a “creer en Dios de verdad, a acogerlo de corazón en nuestra vida”, porque “Él espera ser acogido en ese Niño pequeño y pobre que nace en Belén”. “Acojamos a Dios en nuestra vida, sin Él estamos perdidos”.
LLEVAR
“Lo que gratis recibimos, gratis lo hemos de ofrecer”, del mismo modo que hace María, “la primera misionera”, que se pone en camino a prisa para visitar a su prima Santa Isabel “llevando en su seno al Hijo de Dios”. “No nos dejemos llevar por los intentos de reducir la Navidad a compras, fiestas y vacaciones”, ha advertido, “todo eso, si no brota de Dios, no dejará rastro en nosotros y se marchitará”. “Vivamos de verdad la Navidad y llevemos ese Niño a otros”.
Tras la homilía, otra parte importante y significativa de esta celebración ha sido la bendición, por parte del Obispo, de las imágenes del Niño Jesús que los niños y familias contemplarán durante estos días de Navidad en sus casas.
En unos pocos días celebraremos la Navidad. Un año más escucharemos el anuncio del ángel a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, os hanacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Esta es la buena Noticia de la Navidad, la razón profunda de nuestra alegría navideña y el motivo de nuestra esperanza; una alegría y una esperanza que se ofrecen a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Como los pastores, los cristianos escuchamos con estupor este anuncio y acudimos con gozo a Belén a contemplar este misterio de salvación: el Hijo de Dios, se hace carne y acampa entre nosotros. Dios viene hasta nosotros, se hace uno de los nuestros y asume nuestra propia carne para mostrarnos y llevarnos a Dios.
Ese Niño, que yace humilde y pobre en el portal, es el Mesías esperado, es la luz para el pueblo que camina en tinieblas (cf. Is 9, 1). Al pueblo oprimido y doliente se le apareció “una gran luz”. Es la luz de la nueva creación. En el Niño de Belén, la luz del origen vuelve a resplandecer en el cielo para la humanidad y despeja las tinieblas del pecado y de la muerte. La luz radiante de Dios aparece en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de esperanza. Es la luz divina que da valor, sentido y dignidad a todo ser humano y a toda vida humana, a la historia y a toda la creación. Sin esta luz divina todo estaría desolado y nada tendría sentido. Dios se hace hombre para hacernos partícipes de su misma vida, de su amor y de su gloria eterna. La gloria de Dios es que el hombre viva, y la gloria del hombre es el mismo Dios, decía San Irineo.
El Niño, que yace en el portal de Belén, no es una idea o una invención humana. Es un hecho histórico. Es el mismo Dios que se hace presente entre nosotros por amor a cada uno de nosotros, a toda la humanidad y a la creación entera. Él viene para alumbrar nuestra noche, para orientar nuestros caminos y para llevarnos por la senda de la verdad y del amor, de la santidad y de la gracia, de la justicia y de la paz. Él viene para sanar nuestras dolencias y pecados, para darnos la vida y el amor de Dios. En la noche fría y oscura de la Navidad, nace Dios; la luz se hace palabra y mensaje de esperanza.
Pero, ¿no contrasta esta certeza de la fe con nuestra realidad? Hoy también nuestro mundo vive una noche oscura y camina muchas veces en tinieblas, porque está huérfano de Dios. La tiniebla de nuestro mundo es esa voluntad recalcitrante de querer vivir sin Dios o de espaldas a Él, de querer ser dioses al margen de Dios. La noche obscura de nuestro mundo es declarar con tono altivo la muerte de Dios para suplantarlo por el hombre. La tiniebla del hombre de hoy es el rechazo mezquino del amor de Dios que lleva también al rechazo y descarte del prójimo, y al abuso de la naturaleza; un rechazo nacido del corazón soberbio y satisfecho tan sólo con sus logros limitados.
Sin embargo, un mundo sin Dios se convierte en un mundo inhumano en el que reina la frialdad egoísta y calculadora de los hombres. Una frialdad que se manifiesta en las guerras, el terrorismo, el desprecio de la vida humana, sobre todo de los no nacidos y de los enfermos incurables, el descarte de los más vulnerables y de los ancianos, el afán desmedido de lucro a costa de los demás, las víctimas de la violencia y de los malos tratos, y tantas situaciones de injusticia.
Hoy resuena de nuevo mensaje del Ángel: “No temáis, hoy nos ha nacido un Salvador”. Este Niño tierno y frágil cambiará la historia del hombre: las desgracias en gracia, la muerte en vida, el sufrimiento en gloria, la tristeza en alegría, el odio en amor, la esclavitud en libertad, la debilidad en fuerza, los llantos en alegría, la corrupción en solidaridad, los rencores en fraternidad gozosa. En este Niño-Dios se nos da el amor de Dios. Él quiere nacer en todos y viene a nuestro encuentro. Acojámosle.
No nos dejemos llevar por los intentos de silenciar la Navidad y de reducirla a compras, comidas y días de vacaciones. Mantengamos vivo el verdadero sentido de la Navidad. Para ello os animo a poner el belén en nuestros hogares, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, o en las plazas. Adornemos nuestras casas y balcones con símbolos cristianos de la Navidad. Pero sobre todo centremos nuestra celebración en el Misterio que nos recuerda el belén; y evitemos todo derroche y tantos otros excesos, contrarios al significado profundo de esta fiesta. Y dediquemos un tiempo a meditar sobre la “verdad de la Navidad” ante el portal de Belén.
La Concatedral de Santa María de Castellón acogió ayer por la tarde la celebración de recepción y reparto de la Luz de la Paz de Belén, una de las actividades más importantes del curso para los scouts de la Diócesis, y que este año se celebra bajo el lema “El resurgir de la Luz” tras la oscuridad y la tristeza en la que la covid-19 ha sumido al mundo.
Como cada año, el Movimiento Scout Católico se suma a esta iniciativa que se lleva a cabo desde 1986, y que se inicia cuando un niño austriaco recoge la luz, que es prendida en la gruta de la Natividad, y se distribuye desde Viena por las diferentes diócesis de Europa en las semanas previas a la Navidad.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, fue quien repartió la luz en una emotiva ceremonia a los diferentes grupos scout presentes en la Diócesis de Segorbe-Castellón: Antares, Belcaire, Espadà, El Millars, Sant Vicent, Tramuntana, Fadrell y Sant Pere. Fue tras la llegada de la luz, que ilumina en medio de la oscuridad, y dirigirles unas palabras.
Uno de los momentos más emotivos de la celebración fue cuando se recordó y se rezó por el sacerdote Domingo Galindo, que falleció la semana pasada. Cabe indicar que fue miembro fundador y scouter del Grupo Scout Belcaire.
«Vosotros sois la luz del mundo» (Mt. 5, 14)
Acoger esta luz significa acoger a Jesús que nace en Navidad, les indicó el Obispo, “porque nació hace 2001 años para traernos la luz que ilumina nuestra vida, nuestro camino, nuestras oscuridades, también en este tiempo de pandemia”.
“«Vosotros sois la luz del mundo» – dijo citando al Evangelio proclamado – y sois la luz de este mundo porque le acogéis a Él y a la luz que nos trae, el Mesías, el Señor, que es el Hijo de Dios”, que también viene “para traernos el motor de nuestra vida, que es el amor de Dios”.
Porque lo que Dios quiere “es llevarnos a la plenitud de esta vida, a lo que todos llevamos en nuestro corazón, que es amar y ser amados”, pero “a veces perdemos el sentido de nuestra vida – continuó – y no hay nada más triste que no amar ni ser amados”. Esto es lo que celebramos, “la llamada de Dios a acoger el amor de Dios”.
“Jesús se hace pobre, humilde, sencillo… y solo los humildes y los sencillos le acogen a Él, como aquellos pastores que en medio de la noche fría saben acoger el mensaje del ángel: «hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor»” (Lc. 2, 11).
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is. 9,1)
“Acojamos esta luz”, exhortó D. Casimiro, “que es la luz de Jesús, que es la Buena Noticia de Jesús para los hombres, Él os quiere ayudar a caminar por esta vida con esperanza, ante las dificultades, porque nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Rm. 8, 39).
También a ser testigos de la luz y de la esperanza “con nuestras buenas obras, con nuestra forma de ser y de actuar”, “ante tantos que se sienten abandonados, o que están enfermos, o en la cárcel, o que han perdido el sentido de su vida”.
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