Unos 15 jóvenes de Equipos de Nuestra Señora Jóvenes (ENSJ) de la Diócesis de Segorbe-Castellón salieron el lunes pasado hacia Lisboa, para participar en la JMJ 2023. Allí se unieron a otros 400 jóvenes de otras partes de España.
Rocío, una de las jóvenes del grupo, comenta que están asistiendo a muchas de las actividades que recoge la amplia programación, es el caso de una de las charlas, sobre el “Noviazgo Cristiano: que hacer para no terminar como Romeo y Julieta”, o el multitudinario concierto de Hakuna. Además, están participando en las misas.
También están asistiendo a las catequesis organizadas con el fin de dar a los jóvenes una experiencia alineada con el camino sinodal vivido en la Iglesia Universal, con contenidos que proporcionan espacios de reflexión, escucha y compartir, sobre los temas: Ecología Integral, Amistad Social y El gran anuncio del amor de Dios.
Faith’s Night Out es otra de las experiencias que han vivido estos jóvenes. Una nueva edición organizada por ENSJ Portugal, e inspirada en la exhortación apostólica del Papa Francisco Christus Vivit. Se trata de “un panel de ocho oradores internacionales excepcionales que comparten sus historias y experiencias”, con el fin de “desafiar e inspirar a los asistentes a vivir su fe de manera intensa y comprometida”.
Son jóvenes de Castellón, Vila-real, Onda y Nules, que iniciaron el viaje el pasado sábado día 29 de julio, pasando por Madrid, hasta llegar a Parede (Portugal). Tras pasar la mañana en la playa en Cascais, pudieron participar por la tarde en la Santa Misa de Encuentro de los jóvenes españoles en Estoril, que puedes volver a ver AQUÍ, así como en el festival «Caminos de Juventud», que puedes volver a ver AQUÍ.
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Ayer también participaron en el primer gran momento de la semana con la Misa de Apertura, presidida por el Cardenal-Patriarca de Lisboa, D. Manuel Clemente, en la «Colina do Encontro», Lisboa.
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Encuentros Preparatorios Rise Up
Rise Up es un nuevo modelo de catequesis de la Jornada Mundial de la Juventud que desafía a los jóvenes a reflexionar sobre grandes temas lanzados en el pontificado del Papa Francisco: Ecología Integral, Amistad Social y Misericordia.
La peregrinación organizada por la Delegación para la Infancia y la Juventud partió en bus el pasado domingo por la tarde para realizar más de 1.000 Km, haciendo ruta durante toda la noche, y llegaron el lunes por la mañana. Allí les espera una semana con más de 480 actos en más de 100 espacios diferentes, en los que van a poder vivir los eventos religiosos y disfrutar de música, testimonios, exposiciones, cine, deporte, teatro y danza.
Son más de 70 jóvenes de Castellón, Nules, Vila-real, Onda, l´Alcora, Benicàssim y La Vall d´Uixó, que van acompañados de varios sacerdotes, como son Manuel Díaz, David Vázquez, Aníbal Cumbicos, Marc Estela, y Uriel Silva, así como de la Hermana María, de la Sagrada Familia de Nazaret, y de la Hermana Martha, de la residencia Hogar Madre Rosa Ojeda de l´Alcora.
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“Parque del Perdón”
Además, la Delegación les ha repartido el Mensaje del Papa para la ocasión, así como un díptico para que puedan realizar el examen de conciencia, pues los jóvenes tendrán la oportunidad de confesarse en alguno de los 150 confesionarios que se instalarán en el «Parque del Perdón», que funcionará del 1 al 4 de agosto entre las 10 y las 18 horas, con sacerdotes inscritos de diferentes idiomas.
Feria Vocacional
Se trata de un evento que tendrá lugar durante 4 días, en la Ciudad de la Alegría, en el que los jóvenes tendrán la oportunidad de asistir a conferencias y testimonios, entrar en contacto con los diferentes movimientos, asociaciones, comunidades, órdenes religiosas y proyectos sociales, para conocer mejor la variedad de carismas que componen “el bello jardín de La Iglesia”.
Con el inicio del mes de agosto se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por la Jornada Mundial de la Juventud: “Oremos para que la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa ayude a los jóvenes a ponerse en camino, dando testimonio del Evangelio con su propia vida”.
Una vez más quisiera tomarlos de la mano para continuar juntos la peregrinación espiritual que nos conduce hacia la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa en el 2023.
Cuando un joven cae, en cierto sentido cae la humanidad. Pero también es verdad que cuando un joven se levanta, es como si se levantara el mundo entero. Queridos jóvenes, ¡qué gran potencialidad hay en sus manos! ¡Qué fuerza tienen en sus corazones!.
Por eso hoy, una vez más, Dios le dice a cada uno de ustedes: “¡Levántate!”. Espero de todo corazón que este mensaje nos ayude a prepararnos para tiempos nuevos, para una nueva página en la historia de la humanidad. Pero, queridos jóvenes, no es posible recomenzar sin ustedes. Para volver a levantarse, el mundo necesita la fuerza, el entusiasmo y la pasión que tienen ustedes. […]
“¡Levántate y da testimonio!”
Al abrazar la vida nueva que nos fue dada en el bautismo, recibimos también una misión del Señor: “¡Serás mi testigo!”. Es una misión a la que dedicarse, que lleva a cambiar la vida.
Hoy la invitación de Cristo a Pablo se dirige a cada una y cada uno de vosotros, jóvenes: ¡Levántate! No puedes quedarte tirado en el suelo sintiendo pena de ti mismo, ¡hay una misión que te espera! También tú puedes ser testigo de las obras que Jesús ha comenzado a realizar en ti. Por eso, en nombre de Cristo, te digo:
— Levántate y testimonia tu experiencia de ciego que ha encontrado la luz, que ha visto el bien y la belleza de Dios en sí mismo, en los otros y en la comunión de la Iglesia que vence toda soledad.
— Levántate y testimonia el amor y el respeto que es posible instaurar en las relaciones humanas, en la vida familiar, en el diálogo entre padres e hijos, entre jóvenes y ancianos.
— Levántate y defiende la justicia social, la verdad, la honradez y los derechos humanos; a los perseguidos, a los pobres y los vulnerables, a los que no tienen voz en la sociedad y a los inmigrantes.
— Levántate y testimonia la nueva mirada que te hace ver la creación con ojos maravillados, que te hace reconocer la tierra como nuestra casa común y que te da el valor de defender la ecología integral.
— Levántate y testimonia que las existencias fracasadas pueden ser reconstruidas, que las personas que ya han muerto en el espíritu pueden resurgir, que las personas esclavas pueden volverse libres, que los corazones oprimidos por la tristeza pueden volver a encontrar la esperanza.
— ¡Levántate y testimonia con alegría que Cristo vive! Difunde su mensaje de amor y salvación entre tus coetáneos, en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en el mundo digital, en todas partes.
El Señor, la Iglesia, el Papa confían en ustedes y los constituyen testigos para tantos otros jóvenes que encuentran en los “caminos de Damasco” de nuestro tiempo. No se olviden: «Si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 120).
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por la Iglesia en España, y particularmente por los laicos, para que, con talante sinodal, descubran su vocación de ser luz, sal y fermento en medio del mundo.”
La misión de la Iglesia corresponde a todos los bautizados según el carisma, el ministerio y la función que cada uno ha recibido. Las palabras de Jesús “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15), se dirigen a todos los bautizados. Ya el Concilio Vaticano II nos enseñó que también los fieles laicos, incorporados a Cristo y a la Iglesia por el bautismo, están llamados a participar, según su condición, en la misión evangelizadora de todo el pueblo de Dios. No es una concesión de los pastores, sino un don y una llamada, que han recibido del mismo Señor en el bautismo. Es más; sin la implicación efectiva de los laicos no será posible la urgente tarea de la nueva evangelización de nuestra Iglesia y comunidades y menos aún de nuestra sociedad. Es la hora de los laicos.
Con el inicio del mes de junio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por la abolición de la tortura: “Oremos para que la comunidad internacional se comprometa concretamente en la abolición de la tortura, garantizando el apoyo a las víctimas y sus familias”.
Francisco, en su viaje apostólico a Polonia con ocasión de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (29 de julio de 2016), decía lo siguiente:
“¡Cuánto dolor, cuánta crueldad! Pero, ¿es posible que nosotros los hombres, creados a semejanza de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas? Se han cometido estas. No quisiera entristeceros, pero debo decir la verdad. La crueldad no ha terminado en Auschwitz, en Birkenau: también hoy, hoy se tortura a la gente; tantos presos son torturados, inmediatamente, para hacerlos hablar. Es terrible. Hoy, hombres y mujeres están en las cárceles superpobladas; viven ―perdonadme― como animales. Hoy se da esta crueldad. Nosotros decimos: Sí, hemos visto la crueldad de hace 70 años, como morían fusilados, o ahorcados, o con el gas. Pero hoy, en tanto lugares del mundo, donde hay guerra, sucede lo mismo.
En esta realidad, Jesús ha venido para cargarla sobre su espalda. Y nos pide rezar. Pedimos por todos los Jesús que hoy existen en el mundo: los hambrientos, los sedientos, los dudosos, los enfermos, los que están solos, los que sienten el peso de tantas dudas y culpas. Sufren mucho. Recemos por tantos niños enfermos, inocentes, que llevan la cruz desde pequeños. Y recemos por tantos hombres y mujeres que hoy son torturados en muchos países del mundo; por los encarcelados hacinados allí, como si fueran animales. Es triste lo que os digo, pero es la realidad. Pero también es realidad que Jesús ha cargado con todas estas cosas. También con nuestro pecado”.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los padres y madres, para que sean fieles a los compromisos que adquirieron en el bautismo de sus hijos y para ello procuren formarse y vivir la fe.”
“Los padres sois los primeros educadores y evangelizadores de los hijos. En virtud del sacramento del matrimonio, los padres cristianos sois los primeros responsables de la transmisión de la fe a vuestros hijos mediante el testimonio de vida, mediante la escucha de la Palabra de Dios y la oración en familia, mediante vuestra inserción en la vida de la Iglesia en la propia parroquia y vuestro compromiso en la iniciación cristiana de vuestros hijos. Hablad a vuestros hijos de Dios y de Jesús. Ningún otro anuncio es tan importante para su vida. Introducid a vuestros hijos en su misterio a través de la celebración litúrgica y la oración familiar.”
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por los movimientos y grupos eclesiales: “Oremos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo”.
«1. Quería estar aquí hoy, en primer lugar, para deciros gracias. Gracias por vuestra presencia como laicos y laicas, jóvenes y mayores, comprometidos en vivir y testimoniar el Evangelio en las realidades ordinarias de la vida, en vuestro trabajo, en tantos contextos diferentes —educativos, sociales, en la calle, en el terminal de los trenes; allí estabais todos vosotros—éste es el vasto campo de vuestro apostolado, es vuestra evangelización. Nosotros debemos entender que la evangelización es un mandato que viene del Bautismo; el Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero… Sí, lo hacen muy bien, pero quien ha sido bautizado tiene la tarea de evangelizar. Vosotros, con vuestros movimientos, habéis avivado esta tarea. Y está muy bien. Gracias.
En los últimos meses, habéis visto con vuestros propios ojos y tocado con vuestras manos el sufrimiento y la angustia de tantos hombres y mujeres a causa de la pandemia, sobre todo en los países más pobres, donde muchos de vosotros estáis presentes. Uno de vosotros me hablaba de esto. Tanta pobreza, miseria… Pienso en nosotros que aquí, en el Vaticano, nos quejamos cuando la comida no está en su punto, cuando hay gente que no tiene qué comer. Os doy las gracias porque no os habéis detenido: no habéis dejado de aportar vuestra solidaridad, vuestra ayuda, vuestro testimonio evangélico incluso en los meses más duros, cuando los contagios eran muy altos. A pesar de las restricciones debidas a las medidas de prevención necesarias, no os habéis rendido, al contrario, sé que muchos de vosotros multiplicasteis vuestro compromiso, adaptándoos a las situaciones concretas que se os presentaban y se os presentan, con esa creatividad que nace del amor, porque quien se siente amado por el Señor ama sin medida.
Este “sin medida” es lo que sale en estos momentos críticos. Y este “sin medida” también lo hemos visto en muchas monjas, en muchas consagradas, en muchos sacerdotes y en muchos obispos. Pienso en un obispo que acabó entubado por estar siempre con la gente. Ahora se está recuperando lentamente. Sois vosotros y todo el pueblo de Dios el que ha participado en esto y habéis estado ahí. Ninguno de vosotros ha dicho: “No, no puedo ir, porque mi fundador piensa de otra forma”. Así que, nada de fundador: aquí estaba la llamada del Evangelio y todos acudieron. Muchas gracias. Habéis sido testigos de «esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos» (Meditación en tiempo de pandemia, 27 de marzo de 2020). O somos hermanos o somos enemigos. “No, no, yo me separo: o hermanos o enemigos”. No hay término medio.
2. Como miembros de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales internacionales y otras comunidades, tenéis una misión eclesial verdadera y propia. Buscáis con dedicación vivir y hacer fructificar aquellos carismas que el Espíritu Santo, a través de los fundadores, ha dado a todos los miembros de vuestras asociaciones, en beneficio de la Iglesia y de los muchos hombres y mujeres a los que os dedicáis en vuestro apostolado. Pienso especialmente en aquellos que, hallándose en las periferias existenciales de nuestras sociedades, experimentan en su carne el abandono y la soledad, y sufren por tantas necesidades materiales y pobreza moral y espiritual. Nos hará bien a todos recordar cada día no sólo la pobreza de los demás, sino también, y antes que nada, la nuestra.»
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los consagrados, para que, con el ejemplo y la intercesión de María, perseverando durante toda su vida en los consejos de pobreza, castidad y obediencia, sean dignos testigos y verdaderos servidores del Evangelio”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del 29 de enero de 2022, nos decía lo siguiente: «Junto con toda la Iglesia, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, por sus dones y carismas: por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, en el carisma propio de su orden o instituto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad».
«Pidamos a Dios por los consagrados para que sean fieles a su vocación y consagración, lo vivan con alegría y sean faros luminosos que nos remitan a Dios y a los hermanos. Roguemos también para que Dios siga suscitando vocaciones a la vida consagrada tan escasas en nuestra Iglesia diocesana.»
La colecta del Viernes Santo por Tierra Santa de este año será un signo de solidaridad para los cristianos que atraviesan dificultades a causa del terrible terremoto del 6 de febrero en Turquía, Siria y también en Jerusalén: «Justo cuando la humanidad se estaba recuperando lentamente de las consecuencias de la pandemia, tuvimos que asistir, hace todavía pocas semanas, a las graves perturbaciones provocadas por el terrible terremoto.»
Son «tierras que conocieron la predicación apostólica y lugares en los que floreció el cristianismo de los orígenes, con insignes tradiciones monásticas y eremíticas, y con escuelas teológicas que han contribuido al desarrollo de la comprensión del misterio de Cristo», recuerda el prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, Monseñor Claudio Gugerotti, en su carta para la Colecta del día en que se conmemora la Pasión de Cristo.
Toda la Iglesia se ha mostrado una vez más diligente en el auxilio prestado durante la emergencia, escribe el prelado, mencionando de un modo especial a los Religiosos y Religiosas Franciscanos y de otras Órdenes y Congregaciones, que «en estas semanas se han convertido en tiendas y refugio para los que han perdido sus casas, pero, más en general, siguen siendo, en toda la Tierra Santa, como manantiales de esperanza».
El Papa Francisco encarga también este año al Dicasterio a «que invite ardientemente a seguir siendo solidarios con la comunidad cristiana de la Tierra Santa», exhortándonos a todos a «permanecer unidos y solidarios con los hermanos y las hermanas que allí continúan dando testimonio del Evangelio». «Custodiemos la memoria histórica del Cenáculo -continúa Monseñor Gugerotti-, haciendo que nuestras casas y nuestras parroquias sean cenáculos de oración y caridad».
Con el inicio del mes de marzo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por las víctimas de abusos: “Oremos por los que sufren a causa del mal recibido por parte de los miembros de la comunidad eclesial: para que encuentren en la misma Iglesia una respuesta concreta a su dolor y sufrimiento”.
Nuestro trabajo nos ha llevado a reconocer, una vez más, que la gravedad de la plaga de los abusos sexuales a menores es por desgracia un fenómeno históricamente difuso en todas las culturas y sociedades. Solo de manera relativamente reciente ha sido objeto de estudios sistemáticos, gracias a un cambio de sensibilidad de la opinión pública sobre un problema que antes se consideraba un tabú, es decir, que todos sabían de su existencia, pero del que nadie hablaba. Esto también me trae a la mente la cruel práctica religiosa, difundida en el pasado en algunas culturas, de ofrecer seres humanos —frecuentemente niños— como sacrificio en los ritos paganos. Sin embargo, todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos nacionales e internacionales (OMS, Unicef, Interpol, Europol y otros), no muestran la verdadera entidad del fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar.
De hecho, muy raramente las víctimas confían y buscan ayuda. Detrás de esta reticencia puede estar la vergüenza, la confusión, el miedo a la venganza, los sentimientos de culpa, la desconfianza en las instituciones, los condicionamientos culturales y sociales, pero también la desinformación sobre los servicios y las estructuras que pueden ayudar. Desgraciadamente, la angustia lleva a la amargura, incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo mismo. Lo único cierto es que millones de niños del mundo son víctimas de la explotación y de abusos sexuales.
La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños. No hay explicaciones suficientes para estos abusos en contra de los niños. Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús. Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia. La Iglesia se siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces.
Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad. Hermanos y hermanas, en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos. El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el poder. Nosotros tenemos el deber de escuchar atentamente este sofocado grito silencioso.
Así pues, el objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren. La Iglesia, para lograr dicho objetivo, tiene que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “para que el testimonio de los sacerdotes ayude a que broten nuevas vocaciones al sacerdocio y los jóvenes respondan a la llamada de Dios”.
Estamos viendo estos días el gran papel que sacerdotes, religiosos y consagrados están llevando a cabo en esta situación lacerante de pandemia. La importancia de su presencia se ha visto subrayada por tantos testimonios de entrega y acompañamiento en nuestra diócesis y en el mundo entero. En muchos casos, sacerdotes y consagrados han entregado su vida por atender a los contagiados por el coronavirus.
Hemos de rezar con fe e insistencia a Dios para que muchos jóvenes escuchen la voz de Dios, acojan la llamada del Señor a seguirle y entreguen su vida al servicio del Evangelio y de los hermanos, en el sacerdocio o en la vida consagrada. Jesús mismo, el Buen Pastor, nos pide orar por las vocaciones: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Jesús mismo, antes de llamar a los apóstoles, pasa la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de la oración confiada e insistente al ‘Señor de la mies’, sea en la oración personal o de las comunidades parroquiales, de las familias cristianas o de los grupos de oración.
Este mes de febrero se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por las parroquias: “Oremos para que las parroquias, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados”.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Santo Padre dice lo siguiente:
«28. La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión».
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los pobres, los marginados, los migrantes, los desplazados por las guerras y conflictos, los que pasan hambre o cualquier otro tipo de necesidad, para que no seamos indiferentes ante su sufrimiento y puedan encontrar siempre en la Iglesia una mirada compasiva y una mano tendida”.
En su carta del 17 de noviembre del 2018, titulada “Escuchar y responder al grito de los pobres”, nuestro Obispo, D. Casimiro, nos decía:
«Con frecuencia se crea una distancia social en torno a los pobres, que sufren el rechazo, la marginación y la indiferencia de quienes pasan a su lado ignorando su presencia. Actuando así, sin darnos cuenta nos alejamos también del Señor Jesús, quien jamás los rechaza sino que los llama, los consuela y los atiende. Es más: El Señor, como Él mismo nos dijo, se identifica y sale a nuestro encuentro en los pobres y en los necesitados, en el que pasa hambre y sed, en que sufre injusticia y exclusión».
En este primer mes del año 2023, el Papa nos pide que oremos por los educadores: “Oremos para que los educadores sean testigos creíbles, enseñando la fraternidad en lugar de la confrontación y ayudando especialmente a los jóvenes más vulnerables”.
Si queremos un mundo más fraterno, debemos educar las nuevas generaciones «reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite». El principio fundamental del “conócete a ti mismo” siempre ha orientado la educación, pero es necesario no olvidar otros principios esenciales: “conoce a tu hermano”, para educar a la acogida del otro; “conoce la creación”, para educar al cuidado de la casa común y “conoce el Trascendente”, para educar al gran misterio de la vida. Para nosotros significa mucho una formación integral que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida.
Desde siempre las religiones han tenido una estrecha relación con la educación, acompañando las actividades religiosas con las educativas, docentes y académicas. Como en el pasado también hoy, con la sabiduría y la humanidad de nuestras tradiciones religiosas, queremos estimular una renovada acción educativa que pueda hacer crecer en el mundo la fraternidad universal.
Si en el pasado las diferencias nos han puesto en contraste, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el respeto recíproco.
Por tanto, la educación nos compromete a no usar nunca el nombre de Dios para justificar la violencia y el odio hacia otras tradiciones religiosas, a condenar cualquier forma de fanatismo o de fundamentalismo y a defender el derecho de cada uno a elegir y actuar según su propia conciencia.
Si en el pasado, también en nombre de la religión, se han discriminado las minorías étnicas, culturales, políticas o de otro tipo, hoy nosotros queremos defender la identidad y la dignidad de cada persona y enseñar a las nuevas generaciones a acoger a todos sin discriminación. Por tanto, la educación nos compromete a acoger al otro tal como es, no como yo quiero que sea, como es, y sin juzgar ni condenar a nadie.
Si en el pasado los derechos de las mujeres, de los menores, de los más débiles no han sido respetados siempre, hoy nos comprometemos a defender con firmeza esos derechos y enseñar a las nuevas generaciones a ser voz de los sin voz. Por tanto, la educación nos pide repudiar y denunciar cualquier violación de la integridad física o moral de cada individuo. Y la educación nos debe hacer comprender que el hombre y la mujer son iguales en dignidad, que no haya discriminaciones.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por la Iglesia, para que de palabra y de obra siga realizando su misión evangelizadora y contribuya a la paz del mundo y al reconocimiento de la dignidad de todos los hombres y mujeres”.
En su carta semanal del 30 de septiembre del 2019, con motivo del mes misionero extraordinario, D. Casimiro nos acercaba la Carta Apostólica Maximum Illud del Papa Benedicto XV, con la que quiso dar un nuevo impulso al compromiso misionero de anunciar el Evangelio en todo el mundo:
“La Iglesia de Dios es católica y propia de todos los pueblos y naciones” escribió; ante el desastre de la guerra, el Papa exhortaba a la misión; a la vez, rechazaba cualquier forma de búsqueda de un interés ajeno a la misma, ya que su única razón está sólo en el anuncio y la caridad del Señor Jesús, que se difunden con la santidad de vida y las buenas obras. “Quien predica a Dios, sea hombre de Dios”, exhortaba Benedicto XV.
Aprovechando esta circunstancia, el papa Francisco nos invita a todos los bautizados a orar y reflexionar sobre la missio ad gentes, es decir, sobre la misión que Jesús nos ha encomendado a todos los cristianos de todos los tiempos. Como antaño, Jesús nos dice hoy: “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). El Señor nos llama aquí y ahora a anunciar el Evangelio a todos los que aún no conocen a Cristo; y esto vale no sólo para continentes lejanos, sino también aquí, en nuestra tierra, en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.
Esta misión de Jesús es lo que nos identifica como cristianos, como comunidades cristianas y como Iglesia diocesana. En palabras de san Pablo VI: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (EN 14).
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