Frater Castellón, ha participado en el Sínodo, desde sus primeros pasos, con ilusión y muchas horas de dedicación, EN EL GRUPO ESPECIAL PARA LA Discapacidad, creado por la secretaría del Sínodo.
Sus aportaciones no solo han sido escuchadas, sino que además Frater España va a formar parte del Equipo que va a continuar el trabajo para que la discapacidad tenga el lugar que le corresponde en esta reflexión de la Iglesia Universal. El 22 de septiembre a las 10.00 horas en las instalaciones del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida tendrá lugar una sesión especial de escucha sinodal «La Iglesia es vuestra casa».
Enrique Alarcón, Presidente de Frater España está entre los miembros de este equipo internacional, que tiene como misión debatir y aprobar la Síntesis que se entregará al Sínodo de los Obispos. Además tendrá la oportunidad de saludar al papa Francisco en un breve encuentro que tendrá lugar después de la audiencia general del Santo Padre en la Plaza de san Pedro.
Frater Internacional, y particularmente Frater Castellón tiene puestas en este proceso sinodal muchas expectativas. Somos conscientes del cambio de actitud que supone escuchar a los propios afectados y abrirse a sus necesidades y esperanzas para ir superando juntos una pastoral, no exenta de dolorismo y paternalismo, todavía presente en muchos ambientes eclesiales. Participar como Movimiento de laicos en este encuentro es para nosotros un reconocimiento que anima nuestro seguimiento de Cristo y nuestra tarea evangelizadora del mundo de la discapacidad.
El director de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, Juan Manuel Aragonés, en su calidad de miembro del Consejo General de Cáritas Española, ha asistido a la audiencia del Papa Francisco a los máximos representantes de la entidad con motivo del 75 aniversario de su fundación
Se trata de uno de los últimos actos oficiales de Juan Manuel Aragonés como director de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, ya que el próximo 24 de septiembre, a petición propia y tras 14 años de una dilatada trayectoria de vocación y servicio, dejará su puesto y será sustituido por Paco Mir.
El Papa Francisco ha recibido este lunes en audiencia al Consejo General de Cáritas Española con motivo del 75 aniversario de su fundación. Durante el encuentro, que ha tenido lugar en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Santo Padre recordó que “la Caridad, el Amor con mayúsculas, es el rasgo más esencial del ser humano y por ello el lenguaje que más nos acomuna”.
“Si Cristo nos llama a la comunión con Dios y con el hermano, vuestro esfuerzo se encamina precisamente a reconquistar esa unidad a veces perdida en las personas y en las comunidades”, aseguró. En su breve mensaje de felicitación, Francisco reflexionó sobre los principales retos que se ha planteado la institución en estos tres cuartos de siglo: “trabajar desde las capacidades y las potencialidades acompañando procesos”, “realizar acciones significativas” y “ser cauce de la acción de la comunidad eclesial”.
Escucha a Juan Manuel Aragonés
“Entregar la propia vida”
Sobre el primero de estos desafíos, el Papa indicó que “no son los resultados los que nos mueven”, sino “ponernos delante de esa persona que está rota, acogerla y abrir para ella caminos de restauración, de modo que pueda encontrarse a sí misma, siendo capaz, a pesar de sus limitaciones y las nuestras, de buscar su sitio y de abrirse a los demás y a Dios”. “El único momento en que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudarla a levantarse”, subrayó.
En relación al esfuerzo de Cáritas por “realizar acciones significativas”, el Santo Padre invitó a “entregar la propia vida”, ya que la Caridad no trata de “gestos que buscan salir del paso”, sino de ofrecer a las personas “una puerta abierta hacia una vida nueva”. “El Señor nos propone ser fermento de un reino de justicia, de amor y de paz”, apuntó.
Sobre la misión de Cáritas de “ser cauce de la acción eclesial”, Francisco recordó que la Caridad “no es simplemente una gestión ordenada de los recursos, o un espacio en el que poder descargar la responsabilidad de esta delicada misión eclesial”, sino ser “esa mano tendida que es Cristo cuando nosotros la ofrecemos al que nos necesita, y a la vez nos permite aferrar a Cristo cuando Él nos interpela en el sufrimiento del hermano”.
“Ejemplo de solidaridad”
El presidente de Cáritas Española, Manuel Bretón, agradeció a Francisco su “ejemplo de solidaridad, lucha por la justicia y el cuidado de la casa común”. “Una vez más quiero agradecerle en nombre de todos los que formamos Cáritas Española su compromiso por seguir alentando y manteniendo nuestra institución”, aseguró.
Bretón expresó gratitud al Santo Padre por su “apoyo” a “todas las personas que se acercan a Cáritas en busca de una vida mejor, de aquellos que no llegan a conseguirla y los que lejos de las fronteras de nuestro país siguen luchando para alcanzar condiciones dignas que les permita cubrir sus necesidades básicas”.
En su mensaje, recordó que a lo largo de estos 75 años Cáritas ha tenido que afrontar tiempos difíciles. “Nos hemos tenido que adaptar, como el mundo entero a las secuelas de una pandemia y a una guerra cercana a las puertas de Europa, sin olvidar todas las que siguen abiertas en el mundo”, apostilló.
Pese a un escenario de creciente inestabilidad, Bretón recordó que “la esperanza, el tesón, la fe y el apoyo incondicional de los obispos, las instituciones, donantes privados y empresas han sido un gran aliciente para intentar estar a la altura de la confianza depositada en Cáritas, como Iglesia en su acción socio caritativa”.
Omella, junto al Consejo General
En la audiencia estuvieron presentes el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella; el presidente de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social y obispo responsable de Cáritas, monseñor Jesús Fernández; el vicepresidente Enrique Carrero; la secretaria general, Natalia Peiro; el delegado episcopal Vicente Martín, y los presidentes de las Cáritas regionales de Andalucía, Aragón, Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Extremadura, Galicia, Madrid, País Vasco y Navarra, Comunidad Valenciana y Murcia.
Junto a ellos se encontraban también los consejeros por designación episcopal, la presidenta de la Asociación San Vicente de Paúl y los directores de la Cáritas Castrense y de las diocesanas de Barcelona, Madrid, Burgos y Málaga, además de los responsables de las áreas de Cooperación, Comunicación, Administración, Acción Social, Desarrollo Institucional y los miembros del Gabinete de presidencia.
Cáritas Española es la confederación oficial de entidades de acción caritativa y social de la Iglesia católica. Instituida en 1947 por la Conferencia Episcopal Española, tiene por objeto la realización de la acción caritativa y social, a través de sus miembros confederados.
Las 70 Cáritas Diocesanas repartidas por toda España promueven el desarrollo integral de las personas y los pueblos, especialmente de los más pobres y excluidos. Desarrolla su acción gracias a la financiación pública y privada, transformando estas aportaciones en cifras valiosas, aquellas que hablan de desarrollo, justicia y esperanza.
Durante el año 2021, Cáritas invirtió un total de 403.158.987 euros, de los cuales el 69% procedió de aportaciones privadas de donantes, participantes, empresas, instituciones, entidades de economía social y herencias y legados, mientras que el 31% restante resultó de aportaciones de las administraciones públicas.
Este mes de septiembre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intenciónpor la abolición de la pena de muerte: “Recemos para que la pena de muerte, que atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona, sea abolida en las leyes de todos los países del mundo”.
263. Hay otra manera de hacer desaparecer al otro, que no se dirige a países sino a personas. Es la pena de muerte. San Juan Pablo II declaró de manera clara y firme que esta es inadecuada en el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal. No es posible pensar en una marcha atrás con respecto a esta postura. Hoy decimos con claridad que «la pena de muerte es inadmisible» y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo.
267. Quiero remarcar que «es imposible imaginar que hoy los Estados no puedan disponer de otro medio que no sea la pena capital para defender la vida de otras personas del agresor injusto». Particular gravedad tienen las así llamadas ejecuciones extrajudiciales o extralegales, que «son homicidios deliberados cometidos por algunos Estados o por sus agentes, que a menudo se hacen pasar como enfrentamientos con delincuentes o son presentados como consecuencias no deseadas del uso razonable, necesario y proporcional de la fuerza para hacer aplicar la ley».
268. «Los argumentos contrarios a la pena de muerte son muchos y bien conocidos. La Iglesia ha oportunamente destacado algunos de ellos, como la posibilidad de la existencia del error judicial y el uso que hacen de ello los regímenes totalitarios y dictatoriales, que la utilizan como instrumento de supresión de la disidencia política o de persecución de las minorías religiosas y culturales, todas víctimas que para sus respectivas legislaciones son “delincuentes”. Todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. […] La cadena perpetua es una pena de muerte oculta»
269. Recordemos que «ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante». El firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que, si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie, daré a todos la posibilidad de compartir conmigo este planeta a pesar de lo que pueda separarnos.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los migrantes y refugiados, para que encuentren la acogida que esperan, sea reconocida su dignidad y sean atendidos con amor en sus necesidades materiales y espirituales”.
En su carta del 26 de septiembre de 2020, con motivo de la Jornada Mundial de los migrantes y refugiados, nuestro Obispo, D. Casimiro, nos decía lo siguiente:
«Hoy también son miles las personas que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias. Jesús está presente en cada uno de ellos, obligados como Él a huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le agradeceremos haberlo conocido, amado y servido».
«Ante tantas personas afectadas por el fenómeno migratorio es necesario examinar sus causas y analizar los problemas de estos hermanos desde el punto de vista humano, económico, político, social y pastoral. Nos urge repensar nuestras actitudes personales, eclesiales, sociales y políticas, y redoblar nuestro compromiso real y efectivo con los emigrantes, los refugiados y sus familias, y en especial con los que llegan hasta a nosotros. No es un fenómeno más; no se trata de números; son ante todo personas con la misma dignidad sagrada que los autóctonos. Ellos nos interpelan en nuestro modo tradicional de vivir; a veces se encuentran por nuestra parte con sospechas, temores y prejuicios que hemos de analizar y superar. Como personas humanas que son, los migrantes y refugiados se merecen acogida, respeto y estima; ellos, a su vez, han de respetar y reconocer el patrimonio material y espiritual del país que los hospeda».
El Papa Francisco recibió en audiencia a más de 250 jóvenes, parejas y familias del movimiento “Equipos de Nuestra Señora”, entre ellos a 12 miembros de Ens Jóvenes en la Diócesis de Segorbe-Castellón, que estuvieron acompañados por el sacerdote D. Salvador Prades. Fue el sábado pasado, día 6 de agosto, en el marco del Encuentro Internacional.
“Querían oír de mis labios que la Santa Madre Iglesia los ama y cuenta con ustedes, y así es”, fueron las primeras palabras que les dirigió el Santo Padre, “se puede decir, por tanto, que cada joven es una esperanza para Jesús: la esperanza de la amistad, la esperanza de caminar juntos, la esperanza de salir juntos en misión. En consecuencia, cada uno de vosotros es también una esperanza para la Iglesia”.
Además, les indicó que no existe un cristiano sin Iglesia, exhortándoles a no caminar solos: “No permitan que el mundo les haga creer que es mejor ir solo. Solo, puedes conseguir algún éxito, pero sin amor, sin compañía, sin pertenecer a un pueblo, sin la experiencia impagable que es soñar juntos, arriesgar juntos, sufrir juntos y celebrar juntos”.
Este mes de agosto se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intenciónpor los pequeños y medianos empresarios: “Recemos para que los pequeños y medianos empresarios, duramente afectados por la crisis económica y social, encuentren los medios necesarios para continuar su actividad al servicio de las comunidades en las que viven”.
«El empresario es una figura fundamental de toda buena economía: no hay una buena economía sin un buen empresario. No hay buena economía sin buenos empresarios, sin vuestra capacidad para crear, crear trabajo, crear productos. […] Es importante reconocer las virtudes de los trabajadores y las trabajadoras. Sus necesidades —de los trabajadores y las trabajadoras— tienen que ver con el hacer bien el trabajo porque el trabajo hay que hacerlo bien. A veces se piensa que un trabajador trabaja bien sólo porque se le paga: esta es una grave desestima de los trabajadores y del trabajo, porque niega la dignidad del trabajo, que inicia precisamente en trabajar bien por dignidad, por honor. El verdadero empresario —intentaré dibujar el perfil de un buen empresario— el verdadero empresario conoce a sus trabajadores, porque trabaja junto a ellos, trabaja con ellos. No olvidemos que el empresario debe ser antes que nada un trabajador. Si él no tiene esta experiencia de la dignidad del trabajo, no será un buen empresario. Comparte las fatigas de los trabajadores y comparte las alegrías del trabajo, la solución de los problemas, crear algo juntos. Y si debe despedir a alguien es siempre una decisión dolorosa y no lo haría, si pudiese. Ningún buen empresario ama despedir a su gente —no, quien piensa resolver el problema de su empresa despidiendo a la gente, no es un buen empresario, es un comerciante, hoy vende a su gente, mañana vende la propia dignidad—, sufre siempre, y a veces de este sufrimiento nacen nuevas ideas para evitar el despido. Este es el buen empresario. Yo recuerdo, hace casi un año, un poco menos, en la misa en Santa Marta a las7 de la mañana, a la salida saludo a la gente que está ahí, y se acercó un hombre. Lloraba. Dijo: “he venido a pedir un favor: estoy al límite y debo hacer una declaración de quiebra. Esto significaría despedir unos 60 trabajadores, y no quiero, porque siento que me despido a mí mismo”. Y aquel hombre lloraba. Él era un buen empresario. Luchaba y pedía por su gente, porque era “suya”: “Es mi familia”. Están unidos…».
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los laicos, en particular por quienes participan en la Peregrinación Europea de la Juventud, para que sepan llevar la buena noticia del Evangelio, de palabra y de obra, a todos los ambientes de su vida”.
En su carta del 2 de noviembre de 2019, con motivo del Congreso Nacional de Laicos, nuestro Obispo D. Casimiro recordaba la misión de los laicos, imprescindibles para la urgente tarea de la nueva evangelización:
«Una vez más os recuerdo que la misión de la Iglesia corresponde a todos los bautizados según el carisma, el ministerio y la función que cada uno ha recibido. Las palabras de Jesús “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15), se dirigen a todos los bautizados. Ya el Concilio Vaticano II nos enseñó que también los fieles laicos, incorporados a Cristo y a la Iglesia por el bautismo, están llamados a participar, según su condición, en la misión evangelizadora de todo el pueblo de Dios. No es una concesión de los pastores, sino un don y una llamada, que han recibido del mismo Señor en el bautismo. Sin la implicación efectiva de los laicos no será posible la urgente tarea de la nueva evangelización de nuestra Iglesia y comunidades y menos aún de nuestra sociedad».
Con el inicio del mes de julio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por los ancianos: “Recemos por los ancianos que representan las raíces y la memoria de un pueblo, para que su experiencia y sabiduría ayude a los más jóvenes a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad”.
La “riqueza de los años” es la riqueza de las personas, de cada persona que tiene a sus espaldas muchos años de vida, experiencia e historia. Es el tesoro precioso que toma forma en el camino de la vida de cada hombre y mujer, sin importar sus orígenes, procedencia, condiciones económicas o sociales. Porque la vida es un regalo, y cuando es larga es un privilegio, para uno mismo y para los demás. Siempre, siempre es así.
Cuando pensamos en los ancianos y hablamos de ellos, sobre todo en la dimensión pastoral, debemos aprender a cambiar un poco los tiempos de los verbos. No sólo hay un pasado, como si para los ancianos sólo hubiera una vida detrás de ellos y un archivo enmohecido. No. El Señor puede y quiere escribir con ellos también nuevas páginas, páginas de santidad, de servicio, de oración… Hoy quisiera deciros que los ancianos son también el presente y el mañana de la Iglesia. Sí, ¡son también el futuro de una Iglesia que, junto con los jóvenes, profetiza y sueña! Por eso es tan importante que los ancianos y los jóvenes hablen entre ellos, es muy importante.
La profecía de los ancianos se cumple cuando la luz del Evangelio entra plenamente en sus vidas; cuando, como Simeón y Ana, toman a Jesús en sus brazos y anuncian la revolución de la ternura, la Buena Nueva de Aquel que vino al mundo para traer la luz del Padre.
La vejez no es una enfermedad, es un privilegio. La soledad puede ser una enfermedad, pero con caridad, cercanía y consuelo espiritual podemos curarla. […] Dios tiene un pueblo numeroso de abuelos en todo el mundo. Hoy en día, en las sociedades secularizadas de muchos países, las generaciones actuales de padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva que los abuelos pueden transmitir a sus nietos. Son el eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe. Debemos acostumbrarnos a incluirlos en nuestros horizontes pastorales y a considerarlos, de forma no episódica, como uno de los componentes vitales de nuestras comunidades. No sólo son personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para custodiar sus vidas, sino que pueden ser actores de una pastoral evangelizadora, testigos privilegiados del amor fiel de Dios.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todos los que sufren, especialmente por los olvidados y descartados de nuestra sociedad, para que encuentren el consuelo de Dios y una manos tendida para ayudarles”.
En su carta del 10 de febrero del 2017, nuestro Obispo, D. Casimiro, nos exhortaba a fijarnos en la parábola del buen samaritano y a seguir el ejemplo de Jesús, para que podamos atender a los que sufren, a los olvidados y descartados, y a los enfermos:
«La parábola del buen samaritano es un referente permanente y siempre actual para toda la obra de la Iglesia y, de forma especial, para su servicio en el campo de la salud, de la enfermedad y del sufrimiento. En esta parábola, Jesús con sus gestos y palabras manifiesta el amor profundo, compasivo y misericordioso de Dios por cada ser humano, en especial por los enfermos y los que sufren. Al final de la parábola, Jesús concluye con un mandato apremiante: “Anda, y haz tú lo mismo”. Se trata de un mandato incisivo: Jesús nos indica cuáles deben ser también hoy la actitud y el comportamiento de todos sus discípulos con los que necesitan de sus cuidados. El samaritano, comentan muchos Santos Padres de la Iglesia, es el mismo Jesús. Mirando cómo actuaba Cristo podemos comprender el amor infinito de Dios, sentirnos parte de este amor y enviados a ser samaritanos y manifestarlo con nuestra atención y nuestra cercanía a todas las personas que necesitan ayuda porque están heridas en el cuerpo y en el espíritu».
Este domingo, 3 de julio, celebraremos en nuestra diócesis la festividad de san Pedro y san Pablo y el día del Papa; además se llevará a cabo la colecta del ‘Óbolo de san Pedro’. Lo hemos trasladado a este día porque el 29 de junio es laboral en nuestra comunidad autónoma. Queremos así facilitar su celebración considerando la devoción que existe entre nosotros a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y los sentimientos de afecto y adhesión que profesamos hacia el Santo Padre, cabeza visible de la Iglesia de Jesús.
El Papa es el sucesor de san Pedro. Los Apóstoles, testigos directos de las palabras, vida y obras de Jesús, fueron elegidos y enviados por Él mismo para enseñar en su nombre y ser testigos de su resurrección. Entre los Apóstoles, san Pedro tiene un puesto y significado especial por voluntad expresa de Jesús. Pedro fue elegido por Jesús para ser el apoyo firme de la fe de sus discípulos y el fundamento de su Iglesia. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18) y “yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 32), le dice Jesús a Pedro. Los Apóstoles reconocieron a Pedro la función de presidencia y de primacía. Después de ascender Jesús al Cielo, Pedro presidía la vida y las actividades de los Doce. Pedro es la piedra firme de la fe de todos los creyentes, sobre la que Jesús construye su Iglesia. El ministerio de Pedro es signo visible de la unidad de la Iglesia y de la verdad evangélica y apostólica.
Después de anunciar el evangelio en Jerusalén, Pedro va primero a Antioquia y luego a Roma, siendo su primer Obispo. Roma era el centro del mundo conocido. Situarse en Roma era una manera de manifestar la universalidad del Evangelio de Jesús y de impulsar la difusión de la fe cristiana por todo el mundo. Hay testimonios muy antiguos de que todos los Obispos de entonces se sentían vinculados a la tradición cristiana de Roma. La huella de Pedro ha dado a la Iglesia de Roma y a su Obispo el papel de referencia para todas las demás Iglesias, de ser garantía de la autenticidad de la fe y principio de la unidad católica de la fe y de la vida de todos los cristianos.
El ministerio de Pedro se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy en el Papa Francisco. El Santo Padre garantiza la unidad en la fe de todos los cristianos, de todos los Obispos y de todas las Iglesias diocesanas. Los cristianos católicos sabemos que nos encontramos dentro de la corriente viva de la fe de los Apóstoles, que arranca del mismo Cristo, si estamos en comunión en la fe con el sucesor de Pedro, con su persona y su doctrina. Esta es la garantía para saber que nuestra fe es auténtica, que somos verdaderos discípulos de Jesús y que pertenecemos a la Iglesia fundada de Jesucristo. Acojamos de corazón y vivamos con fidelidad las enseñanzas del Papa y caminemos por los senderos que él nos va marcando. Nuestra fe ha de ser personal, sí; pero también eclesial, apostólica y en comunión afectiva y efectiva con el Papa.
La persona y el ministerio del papa Francisco piden nuestro afecto filial y la acogida sincera de sus palabras. Como sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra, sus palabras nos confirman en la fe y renuevan nuestra esperanza. Hoy le damos gracias por su ejemplo claro de entrega desinteresada al servicio de la Iglesia y de la humanidad, en especial de los más pobres y desfavorecidos de la tierra. Acojamos cordialmente su llamada insistente a una ‘conversión pastoral y misionera’ de toda nuestra Iglesia, basada en la alegría del encuentro personal y transformador con Cristo vivo.
Oremos por la persona y por el ministerio del Santo Padre, siempre y en especial en este día del Papa. Su misión se ha hecho hoy particularmente difícil. En la primera hora de la Iglesia, cuando Pedro estaba en la cárcel, toda la comunidad oraba por él. Oremos especialmente para que el Señor le conceda el don de sabiduría y el discernimiento necesario para conducir a su Iglesia en estos tiempos de cambio de época; y para que le conceda el don de fortaleza para que su fe no decaiga y pueda confirmarnos en la fe a todos los creyentes, como encomendó Jesús a Pedro, (cf. Lc 22,31), para que se eviten cismas en marcha.
Este domingo haremos también la colecta del ‘Óbolo de San Pedro’ para colaborar con el Papa en su ayuda continua a los más necesitados del mundo. Seamos generosos. Muchísimas gracias,
Con el inicio del mes de junio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por las familias:“Recemos por las familias cristianas de todo el mundo, para que, con gestos concretos, vivan la gratuidad del amor y la santidad en la vida cotidiana”.
A imitación de la Sagrada Familia, estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar, que debe fundamentarse en el amor que siempre regenera las relaciones abriendo horizontes de esperanza. En la familia se podrá experimentar una comunión sincera cuando sea una casa de oración, cuando los afectos sean serios, profundos, puros, cuando el perdón prevalezca sobre las discordias, cuando la dureza cotidiana del vivir sea suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios. De esta manera, la familia se abre a la alegría que Dios da a todos aquellos que saben dar con alegría. Al mismo tiempo, halla la energía espiritual para abrirse al exterior, a los demás, al servicio de sus hermanos, a la colaboración para la construcción de un mundo siempre nuevo y mejor; capaz, por tanto, de ser portadora de estímulos positivos; la familia evangeliza con el ejemplo de vida. Es cierto, en cada familia hay problemas, y a veces también se discute. “Padre, me he peleado…”; somos humanos, somos débiles, y todos tenemos a veces este hecho de que peleamos en la familia. Os diré una cosa: si nos peleamos en familia, que no termine el día sin hacer las paces. “Sí, he discutido», pero antes de que termine el día, haz las paces. Y sabes ¿por qué? Porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. No ayuda. Y luego, en la familia hay tres palabras, tres palabras que hay que custodiar siempre: “Permiso”, “gracias”, “perdón”. “Permiso”, para no entrometerse en la vida de los demás. Permiso: ¿puedo hacer algo? ¿Te parece bien que haga esto? Permiso. Siempre, no ser entrometidos. Permiso, la primera palabra. “Gracias”: tantas ayudas, tantos servicios que nos hacemos en la familia: dar siempre las gracias. La gratitud es la sangre del alma noble. «Gracias”. Y luego, la más difícil de decir: «Perdón”. Porque siempre hacemos cosas malas y muchas veces alguien se siente ofendido por esto: “Perdóname”, “perdóname”». No olvidéis las tres palabras: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Si en una familia, en el ambiente familiar hay estas tres palabras, la familia está bien.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por el ministerio del sucesor de Pedro y el de todos los obispos del mundo en comunión con él, para que, sirviendo fielmente al Pueblo de Dios, confirmen a sus hermanos en la fe y guíe sabiamente la nave de la Iglesia”.
En su carta del 26 de junio de 2021, nuestro Obispo, D. Casimiro, nos decía que «tenemos un recuerdo especial por el Papa como sucesor suyo en el ministerio que Jesús le confió al frente de su Iglesia. El ministerio de Pedro se perpetúa en el Obispo de Roma, hoy el Papa Francisco: él es el Vicario de Cristo en la tierra y el Primado de la Iglesia; él garantiza la unidad en la fe de todos los cristianos, de todos los Obispos y de todas las Iglesias diocesanas».
«En estos tiempos la misión del Papa se ha hecho particularmente difícil. Los últimos Papas, también Francisco, están siendo “bandera discutida”, como lo fue Jesús. Las críticas de unos y otros, los rechazos de su misión, las protestas en cualquier lugar de la Iglesia, las tempestades externas a la Iglesia y los graves pecados de sus miembros, en especial de miembros destacados de la jerarquía, cargan sobre sus hombros; y puede que consciente o inconscientemente nos afecten en nuestro afecto hacia el Papa». «Oremos por el Papa para que Dios le conceda especialmente el don de sabiduría para conducir a su Iglesia en estos tiempos de cambio de época y el don de fortaleza para que su fe no decaiga», nos pedía D. Casimiro.
Hoy, Solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, este año bajo el lema «Escuchar con los oídos del corazón».
La Comisión Episcopal para las Comunicaciones sociales, edita unos materiales para facilitar la celebración de esta Jornada, con la que la Iglesia «destaca el papel imprescindible de la comunicación para la vida plena: Hay una buena noticia que debe ser comunicada y conocida para el bien de todos», como recuerdan los obispos de esta Comisión en su Mensaje.
¿Cuál es el mensaje de los obispos?
«Se comunica de verdad cuando se escucha de corazón» es el título que encabeza el Mensaje de los obispos para esta Jornada en el que implican a todos en el papel de comunicar. «Todos compartimos esa misión, de un modo o de otro, porque vivir en relación es vivir en comunicación y es verdad que, solo por estar juntos, ya se produce un caudal de comunicación importante«, señalan.
A la vez que reclaman para esta comunicación la importancia tanto de hablar como de escuchar: «no se comunica quien sólo escucha, ni comunica quien sólo habla. De hecho, se precisan mutuamente; para escuchar es preciso que alguien hable, que alguien transmita, pero para hablar con fundamento es preciso antes haber escuchado. Sólo así se produce el diálogo que vivifica la sociedad y la hace crecer»
La escucha sinodal, referente para la sociedad
También en este contexto de «la escucha» sitúan el proceso sinodal. Y puntualizan, «no solo la escucha de quienes participan en la vida de la Iglesia, de los que son miembros, o de los que reciben su ayuda sino, más allá, la escucha de todos». Una escucha «con corazón abierto para encontrar en esas palabras los signos de los tiempos y la acción del Espíritu que quiere renovar la faz de la tierra».
Los obispos de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones sociales, además, invitan a unirse a lo toda la sociedad: «las organizaciones políticas y sociales, los debates parlamentarios, las relaciones internacionales pueden aprender de este camino sinodal que hace de la escucha y del discernimiento una cultura nueva para un tiempo nuevo». Pues «la propuesta de la Iglesia es, más que nunca, una escucha con el corazón que cuando habla no insulta, no calumnia, no engaña, no manipula, no viene a imponer ni a traicionar, sino que viene a aportar su grano de arena en la construcción del bien común», añaden.
A quién escuchar
En esta propuesta de la Iglesia para escuchar con el corazón, los obispos señalan «dos lugares imprescindibles: la escucha de Dios y la escucha de los tiempos, de la sociedad en que vivimos». Y aclaran, «la escucha de Dios no solo sostiene la vida personal, la ilumina, le da horizonte y sentido, la llena de esperanza y de futuro».
Mientas que «mirar el mundo, escucharlo con los oídos del corazón, lleva inevitablemente a poner en el centro a los que sufren, a quienes están solos, a los enfermos, a los tristes. Una escucha con el corazón no puede dejar pasar el dolor humano, lo acoge y lo acompaña».
En este sentido precisan que «en el mundo de la comunicación esta escucha se hace muy importante. Los comunicadores tienen como misión dar a conocer el sufrimiento para que pueda ser atendido. Por eso su lugar está tantas veces con los desfavorecidos y, en algunos casos, eso cuesta la vida».
Una escucha agradecida
La última parte de este mensaje se dedica a agradecer «con el corazón la escucha de aquellos comunicadores que, en el ejercicio de la profesión, también han escuchado con el corazón. Son aquellos que ofrecen un periodismo sin prejuicios, un periodismo que escucha con sinceridad la verdad, que se asoma a la vida cotidiana de las personas, que escucha la voz de la justicia que se hace presente en tantos acontecimientos y que, a través de ellos, es ofrecida y conocida».
Y también a recordar «con igual agradecimiento a todos aquellos muertos por comunicar, por ejercer la noble e imprescindible profesión del periodista, en Ucrania, en México y en los muchos conflictos olvidados de este mundo».
La Santa Sede hacía público el 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales, el mensaje del papa Francisco para esta 56º Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales.
«El año pasado -explica el Santo Padre- reflexionamos sobre la necesidad de “ir y ver” para descubrir la realidad y poder contarla a partir de la experiencia de los acontecimientos y del encuentro con las personas. Siguiendo en esta línea, «deseo ahora centrar la atención sobre otro verbo, “escuchar”, decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico».
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