El Obispo exhorta a la conversión y a la renovación en el retiro de Cuaresma para sacerdotes
Los sacerdotes de la Diócesis han acudido esta mañana al Centro Sagrada Familia de Castellnovo de la comunidad de Hijas de la Caridad, para participar en el retiro de Cuaresma, organizado por la Vicaría para el Clero, y que ha tenido como predicador al Obispo, que ha realizado dos ponencias centradas en la llamada a la conversión y renovación desde el encuentro con Cristo vivo.
“Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc. 1,15)
En su meditación, D. Casimiro ha exhortado a la conversión, una llamada que en este tiempo de Cuaresma se vuelve más apremiante, y para ello la Iglesia nos ofrece con más intensidad la Palabra de Dios, la gracia del sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía. “La vida de un cristiano consiste en convertirse continuamente” ha dicho, “es un proceso constante y necesario”.
Tal y como dice el Papa Francisco, los sacerdotes “siempre tenemos necesidad de una nueva conversión, de más contemplación y de un amor renovado. Estas tres fases se entrecruzan y vuelven a aparecer. Nada une más con Dios que un acto de misericordia, y esto no es una exageración: nada une más con Dios que un acto de misericordia, ya sea que se trate de la misericordia con que el Señor nos perdona nuestros pecados, ya sea de la gracia que nos da para practicar las obras de misericordia en su nombre. Nada ilumina más la fe que el purgar nuestros pecados y nada más claro que Mateo 25, y aquello de «Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia», para comprender cuál es la voluntad de Dios, la misión a la que nos envía”.
“Convertirse equivale a renovarse”, ha subrayado, es “dejarnos transformar en hombres nuevos y mujeres nuevas”, se trata de una “conversión a fondo, de una renovación desde el corazón”, pues estamos llamados a una “conversión personal, espiritual, pastoral y misionera “, aceptando “a Jesucristo como único Señor y centro de nuestra vida y misión”.
Nuestro Obispo también ha advertido de varias tentaciones, pecados y peligros en la vida personal y ministerial:
- “De ponerse en lugar de Dios y de su voluntad”: para lo que ha invitado a reflexionar sobre el puesto que ocupa Jesús en la vida y en el ministerio.
- “La pérdida de fervor y entusiasmo misionero”: lo que está íntimamente relacionado con el individualismo y con las crisis de identidad, llevando a vivir como si Dios, los pobres y los demás no existieran.
- “La acedia egoísta y paralizante”: no teniendo motivación para hacer las cosas, lo que lleva a la ruptura de la relación espiritual con Dios, a la pereza y a la mediocridad.
- “El pesimismo estil y paralizante”: invitando a analizar cómo se reacciona ante el desierto espiritual, la indiferencia religiosa y la secularización. A ello se puede reaccionar escudándose en la dificultad y buscando excusas, lo que paraliza la búsqueda de nuevos caminos y lleva a la inacción, o se puede reaccionar confiando en el Espíritu, teniendo en cuenta que el triunfo cristiano es siempre el triunfo de la cruz, pero una cruz que es al mismo tiempo signo de victoria.
- “El aislamiento de la comunidad”: cerrarse en uno mismo es un peligro muy grande, pues estamos llamados a la relación, a abrirnos y salir de nosotros mismos. Además, “los sacerdotes estamos llamados a vivir como comunidad”, “no podemos ir por libre” porque “quien se aísla suele terminar mal, personal y ministerialmente”.
- “La mundanidad espiritual”: “que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, y busca, en lugar de la gloria del Señor, la propia gloria humana y el bienestar personal”. Quien cae en ello “mira a los demás desde arriba y desde lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien le quiera cuestionar, incluso ayudar u ofrecer la corrección fraterna, y destaca constantemente los errores de los demás”.
- “Las guerras entre nosotros y la falta de fraternidad sacerdotal”: en un mundo tan dividido, y herido por el individualismo, “la mundanidad espiritual lleva a algunos a estar en guerra con los que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, o de seguridad”. Además, “algunos dejan de vivir con cordialidad, con amor, su pertenencia a la Iglesia”, y “más que pertenecer a la Iglesia, que es rica en diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente o especial”. Ante ello, “el Papa nos pide un testimonio de comunión fraterna”, “que todos puedan admirar como nos queremos unos a otros, y admirar como nos cuidamos unos a otros, como nos acompañamos, como nos perdonamos”.
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