Fr. Vicente Botella: “San Vicente Ferrer fue un hombre siempre abierto a la Palabra de Dios”
Fr. Vicente Botella Cubells es decano de la Facultad de Teología de Valencia. Este Padre Dominico nació en Quart de Poblet (Valencia) en 1962 y es doctor en Teología por la Universidad de Friburgo (Suiza). Estuvo destinado en la casa natalicia de San Vicente Ferrer durante 18 años, estancia que simultaneó con la tarea de profesor de Teología Dogmática en la Facultad de la que hoy es decano, y como superior de la Casa de Formación que los Dominicos tienen en El Vedat de Torrent. El pasado martes 23 de abril pronunció en la Iglesia de San Vicente Ferrer de Castellón la conferencia “San Vicente, hombre de la palabra y de palabra”, dentro de las actividades organizadas con motivo de la exposición que “La Llum de la Memòria” dedica al dominico universal en dicha parroquia hasta el próximo 15 de julio.
¿Qué significa que san Vicente fue un hombre de la palabra?
Que es un hombre que estuvo abierto siempre a Dios, que es quien ha creado todo por la Palabra. Por tanto, el hombre como ser creado por Dios posee una estructura verbal y tiene también la capacidad de escucharla y responder a través de la fe o de rechazarla. San Vicente Ferrer conecta precisamente con el proyecto de Dios e intenta, a través de su predicación, hacer llegar la palabra de Dios, diciéndola bien.
¿La respuesta que quiere suscitar san Vicente en sus interlocutores es una respuesta interior?
Dios busca una respuesta total y no solamente interior. Quiere que ésta también se manifieste en cómo vive el hombre, cómo se organiza, cómo se relaciona con los demás. Es una palabra integral, que abarca a la persona y al mundo entero. El mensaje de Jesucristo y, por tanto, el mensaje de San Vicente, no es únicamente espiritual en el sentido de intimista, sino que rebosa a través de las actividades humanas. Toca desde cómo se organiza un gremio o las relaciones ciudadanas entre distintos bandos hasta, incluso en la política, tratar de guiar el problema sucesorio de la Corona de Aragón.
¿Qué quiere decir cuando afirma que el dominico universal fue un hombre de palabra?
El hombre de Dios que acoge y sabe decir la palabra con esta dimensión integral, es un hombre de fiar, que suscita confianza, credibilidad. Por eso su palabra es escuchada. Por otra parte, su estilo de vida acredita aquello que dice y por eso es una persona influyente. Además, posee un matiz, que solemos subrayar, que es el taumatúrgico. San Vicente Ferrer ha pasado a la historia como un gran obrador de milagros. En su proceso de canonización, los testigos hablaron de más de 810. Más allá del número, lo importante es que el milagro es un signo que pone en valor lo que dice, lo que cree; en definitiva, corrobora que su palabra es la palabra de Dios.
¿Cómo recibió san Vicente el don de hacer milagros?
El milagro no es la escenificación de algo que quiere llamar la atención. No es mero espectáculo, sino que tiene que ver con la fe. Si no hay fe no hay milagro. Jesús no obraba milagros donde no encontraba fe. Es decir, donde no hay acogida de la palabra –que es la que suscita la fe- el milagro carece de sentido. Se trata de que quien acoge la palabra pueda comprobar la fuerza que tiene y que se manifiesta en ese signo extraordinario que surge de repente. El santo era consciente de que ese poder no iba unido a su persona, sino que procedía de lo alto, y que no se podía adueñar de él. Siempre puede haber una tentación en el predicador de apropiarse mediante la vanidad de un carisma que le viene dado, pero no fue el caso del dominico universal. No es la cantidad de milagros lo importante, sino que esta capacidad que Dios otorga a determinadas personas acompaña su trayectoria y lo convierte en un hombre de palabra.
«El milagro no es la escenificación de algo que quiere llamar la atención. No es mero espectáculo, sino que tiene que ver con la fe. Si no hay fe no hay milagro».
¿La dimensión social es parte integrante del carisma vicentino?
Sí lo es, pero siempre en relación con la transmisión de la Buena Noticia. El carisma de Vicente Ferrer es la predicación, que es el carisma de la orden dominica. El modelo de la predicación para un dominico es itinerante, porque Jesús y Santo Domingo fueron predicadores itinerantes. Sobre todo es al final, en los últimos veinte años de su vida, cuando san Vicente entiende que ha sido enviado como legado de Cristo para predicar de esta manera. Su predicación deja de ser netamente doctrinal, como dirigida desde la academia, y se vuelve más popular, en el sentido de que está dirigida al pueblo, a la conversión de la gente. No es que separe una predicación de la otra, sino que es una evolución que se produce en virtud del don recibido y que le permite adaptar el mensaje a un abanico amplio de personas. Eso solamente lo puede hacer alguien que está muy preparado y muy cerca de Dios.
Da la sensación de que las figura de san Vicente ha sido más entendida por el pueblo que por la jerarquía eclesiástica…
Yo no me atrevería a decir tanto. De hecho, en el último congreso internacional sobre la figura del dominico universal, una estudiosa norteamericana trataba de explicar que san Vicente Ferrer fue un santo que llegó al pueblo y que eso se nota en una serie de tradiciones que se siguen conservando porque fue un predicador de impacto; pero también decía que los jerarcas de la Iglesia lo escuchaban con gusto. Por tanto, su figura no ha sido tan descuidada por la jerarquía. Sí que existe una cierta visión negativa porque se le asocia con una predicación apocalíptica, como si respondiese a un momento histórico determinado, y que puede carecer de interés para los que tienen una visión más cultivada de la fe, que incluso pueden sentirse incómodos.
No cabe duda de que el impacto sobre la gente fue tremendo. Su predicación buscaba cambiar el corazón de los que escuchaban sus sermones; buscaba cambiar las costumbres, ayudar a reformar determinadas cosas, que es en definitiva el objetivo del evangelio. Por eso es importante resaltar la faceta de san Vicente como predicador de la Buena Noticia, el hombre que desde la palabra, vive la palabra y es un hombre de palabra.
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