Superar la indiferencia ante los más desfavorecidos
Queridos diocesanos:
Cada mes de febrero, Manos Unidas presenta su campaña anual contra el hambre y la pobreza en el llamado tercer mundo, es decir entre los más desfavorecidos de la tierra. Ya desde 1959 esta Asociación de la Iglesia Católica en España trabaja contra el hambre en el mundo en sus más distintas manifestaciones: el hambre de pan, de cultura y de Dios. Desde entonces, viene escribiendo una rica historia de solidaridad y caridad cristianas con los hambrientos y empobrecidos de la tierra. Durante todo el año, pero sobre todo en la estos días de febrero, Manos Unidas no cesa de denunciar el drama humano de los más pobres y de los excluidos de la tierra, de tocar nuestras conciencias ante el escándalo del hambre y la pobreza en el mundo.
La Campaña 2022, presentada el día 11 en nuestra Diócesis, tendrá su momento central en todas la Eucaristías de este fin de semana, sábado 13 y domingo 14 de febrero. En todas las parroquias e iglesias abiertas al culto pediremos a Dios por las intenciones de Manos Unidas y realizaremos la colecta para contribuir en sus proyectos para acabar con el hambre en el mundo. Redoblemos, si cabe, nuestra generosidad, a pesar del tiempo de pandemia y de las estrecheces económicas a causa de la crisis laboral y empresarial, derivadas de la crisis sanitaria.
El lema elegido para es este año reza: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”. Está inspirado en unas palabras del Papa Francisco con motivo de la primera Jornada mundial de los pobres, en las que califica la indiferencia como el mayor pecado de omisión contra los pobres. Cuando una persona y hermano pasa necesidad, la indiferencia, el mirar para otro lado, el pensar que a mí no me concierne o que no es nuestro problema, es un pecado de omisión. El mismo Papa indica que la indiferencia mata. “Para aniquilar a un hombre basta ignorarlo. La indiferencia mata. Es como decir a la otra persona: ‘Tú estás muerto para mí’, porque tú lo has matado en tu corazón. No amar es el primer paso para matar; y no matar es el primer paso para amar” (Audiencia de 17.10.2018). Cuando nuestra mirada solo gira alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, nos hacemos indiferentes a las de los demás. Y la noche cae en nuestro corazón. Comenzamos a quejarnos de todo, y a sentirnos víctimas de los otros, de las estructuras y de la sociedad. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás.
Desde hace dos años el mundo entero está golpeado por la pandemia de la Covid-19, que ha cambiado nuestra forma de vida. El coronavirus no solo ha puesto en jaque la salud, la economía y tantas otras dimensiones de la vida, sino que además ha agravado la desigualdad y el número de personas con hambre aguda en el planeta. Hemos centrado los esfuerzos en la superación de la crisis sanitaria y otras crisis añadidas entre nosotros, en nuestro país; pero con frecuencia olvidamos a los más desfavorecidos en otros países y sin medios. La actual crisis social y sanitaria, empujará a otros 500 millones de personas a la pobreza. Y, si no hacemos algo urgente, el hambre podría alcanzar a más de mil millones de personas en los próximos años.
Pero más importante aún es que estas cifras esconden millones de rostros de seres humanos. Con nuestros comportamientos y actitudes egoístas, con nuestro olvido e indiferencia los condenamos y marginamos. No podemos seguir ignorando esta dura realidad de millones de personas en el mundo. Cada día se están volviendo más invisibles y más olvidados a causa de nuestra indiferencia.
Hoy damos gracias a Dios por el don que supone Manos Unidas para nuestra Iglesia diocesana y para nuestra sociedad en favor de los más pobres y en la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo. De modo especial le agradecemos su llamada en esta Campaña a superar nuestra indiferencia ante los más desfavorecidos de la tierra. Es un fuerte aldabonazo a nuestras conciencias, a nuestra comunidad diocesana, a la sociedad y a nuestros gobiernos. Agradecemos también el trabajo entregado de tantas personas voluntarias, sobre todo mujeres, en toda España y en nuestra Iglesia diocesana y la aportación generosa de tantos y tantos a lo largo de los años. Es cierto que se ha hecho mucho. Pero aún queda mucho por hacer.
Apoyemos a Manos Unidas, acojamos su llamada y seamos generosos en la colecta de estos días. No seamos indiferentes ante los más desfavorecidos. No los olvidemos. Hay millones de personas que están mucho peor que nosotros.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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