8º video del diálogo del Papa con las familias en el «Año de la Familia» Amoris Laetitia
A partir de los capítulos de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Santo Padre, con la ayuda de algunas familias, nos está invitando mensualmente a releer el documento papal y a redescubrir el valor y la belleza de la familia.
En este octavo video de diálogo del Santo Padre con las familias se nos invita a la reflexión del capítulo séptimo de la Exhortación Apostólica que se refiere a la educación de los hijos. En este sentido, el Papa Francisco advierte que «la familia tiene una vocación natural de educar a los niños» y nos invita a no renunciar a tener hijos por miedo a no poder educarlos y prepararlos para afrontar los retos y responsabilidades de la vida, «la crianza de los hijos requiere amor y el deseo de sacar al otro lo mejor de sí mismo».
El testimonio de dos familias misioneras acompañan el mensaje del Santo Padre. Para Javier y Araceli (de misión en Rusia) es fundamental «transmitirles la fe y enseñarles a vivir como cristianos porque así han aprendido a vivir con Dios desde muy pequeños, han aprendido que pueden perdonarse, que pueden amar de una manera diferente, como Dios ama, que pueden descubrir una manera diferente de vivir».
Massimo y Patrizia (de misión en Holanda) han hecho partícipes a sus hijos desde pequeños, de la fe que ellos viven «llevándolos con nosotros a la Eucaristía, rezando con ellos por la mañana y por la noche, antes de las comidas haciendo una oración, y especialmente los domingos haciendo una celebración en casa muy festiva, en la que el padre de familia pregunta a cada uno de ellos: “¿Cómo ilumina tu vida la Palabra de Dios?». Y es a través de este diálogo, cómo los hijos se acostumbran a crecer sabiendo que « Dios está presente en su historia y que actúa en ella », afirma Patrizia.
Cabe recordar que cada video va acompañado de unsubsidio pastoral que puede ser utilizado de manera flexible tanto por las familias como por las distintas realidades eclesiales (diócesis, parroquias, comunidades). Cada subsidio, además, está subdividido en 4 partes, cada una de las cuales puede ser utilizada para profundizar en la familia o la comunidad, incluso en momentos diferentes.
Séptimo vídeo del Año de la familia «Amoris Laetitia»
«No basta con una preocupación genérica por la familia en los grandes proyectos pastorales. Necesitamos un nuevo impulso misionero: no podemos quedarnos en las teorías, sino comprometernos con los problemas concretos de las personas. La preparación de los jóvenes para el matrimonio es un pilar para la evangelización a través de las familias». Con estas palabras el Santo Padre nos habla de la llamada a la misión eclesial de la familia, en el séptimo de los 10 vídeos en los que aparece el Papa Francisco junto a familias de diferentes partes del mundo.
Este vídeo se refiere al capítulo seis de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia: «Algunas perspectivas pastorales». Acompaña a las palabras del Santo Padre el testimonio de la familia Dobo, una familia africana de la República Democrática del Congo. Los Dobo aseguran que «es deseable que los agentes de pastoral reciban una formación sobre los principales cambios y cuestionamientos que afectan a la familia hoy en día; una formación que responda de manera concreta a estos cuestionamientos y cambios».
En los «10 videos Amoris Laetitia», a partir de los capítulos de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, el Santo Padre, con la ayuda de algunas familias, nos invita a releer el documento papal y a redescubrir el valor y la belleza de la familia.
Cada video va acompañado de un subsidio que puede ser utilizado de manera flexible tanto por las familias como por las distintas realidades eclesiales (diócesis, parroquias, comunidades). Cada subsidio, además, está subdividido en 4 partes, cada una de las cuales puede ser utilizada para profundizar en la familia o la comunidad, incluso en momentos diferentes.
Este recurso pastoral es una iniciativa del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en colaboración con el Dicasterio para la Comunicación, en el marco del Año “Familia Amoris Laetitia”.
El Centro de Orientación Familiar (COF) de Castellón Domus Familiae celebró el pasado fin de semana una Jornada de inicio de curso con una Eucaristía, presidida por su capellán, D. Rafael Manzaneque, en el convento de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, Benicàssim.
Se trata de una Jornada que todos los años celebran los voluntarios y profesionales que integran el COF, a excepción de estos dos últimos años a causa de la pandemia. Tras la Eucaristía tuvo lugar una reunión con el fin de realizar una revisión del funcionamiento actual del Centro, así como de la búsqueda de mejoras para poder prestar el mejor servicio a aquellas familias que necesiten de sus servicios.
Cabe recordar que el COF acaba de estrenar nueva web, www.cofcastellon.es, como una ayuda “Al servicio de la persona, del matrimonio y de la familia”.
La web www.cofcastellon.esse estrena haciendo gala del lema “Al servicio de la persona, del matrimonio y de la familia”, ya que la misión principal del COF, que lleva trabajando 21 años en la Diócesis, es ser una auténtica ayuda efectiva a los matrimonios y a las familias, como un servicio especializado de atención integral a los problemas familiares en todas sus dimensiones.
Por ello, la nueva página incorpora varios apartados, entre los que destaca el formulario de contacto “¿Podemos ayudarte?”, gracias al cual, cualquier persona que lo solicite tiene la opción de comunicarse con todo un equipo formado en Ciencias del Matrimonio y la Familia, colaborando todos ellos como voluntarios para ofrecer escucha, orientación y acompañamiento personal. La web también incorpora varios documentos, como exhortaciones y encíclicas, relacionados con la familia.
Cabe recordar que el COF es un servicio gratuito, especializado en el apoyo integral de la persona y en el buen desarrollo de su estructura familiar cuya misión es dar respuesta a las múltiples causas que provocan crisis matrimoniales y familiares.
Entre los servicios que ofrece y de los que informa en la misma página está la orientación matrimonial a familias en crisis, formación y atención en técnicas de regulación de la fertilidad, formación familiar para la educación a niños y adolescentes, atención a mujeres en riesgo de exclusión social, orientación y atención al anciano frágil, a personas con diversidad funcional y con alto riesgo de exclusión social, atención a personas con trastornos de salud mental y psicoeducación a sus familiares.
En este Año de la Familia que estamos celebrando, con la web del COF se responde a varias de las propuestas y sugerencias realizadas por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida para llevar a cabo una pastoral familiar a la luz de la exhortación apostólica del Papa Francisco «Amoris Laetitia».
Las mujeres y hombres del apostolado Emaús se sumaron, el pasado sábado, al «Año de la Familia» convocado por el Papa Francisco a través de una Convivencia con las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret (Benicàssim) para profundizar en la Exhortación Apostólica «Amoris Laetitia». Con esta Convivencia, pretendemos, dicen desde este apostolado parroquial «afianzar la misión que, como miembros de nuestra propia familia y de la gran familia que es Emaús, Dios nos encomienda a cada uno de nosotros para enfrentar con alegría cada una de las circunstancias que se nos presentan siguiendo el ejemplo de la Familia de Nazaret».
La jornada se desarrolló en la Casa-Convento de las Hermanas de Nazaret, donde el Delegado diocesano para la Pastoral de la Familia y Defensa de la Vida, Luis Oliver, explicó las tres claves fundamentales que trata de trasladarnos el Papa Francisco a través de la Exhortación Apostólica «Amoris Laetitia». El corazón de esta exhortación es que «hemos sido creados por amor y para amar», pero «el amor humano está herido», dijo Luis Oliver, «y a partir de este diagnóstico (estamos enfermos de amor), el Santo Padre nos exhorta a tratar esa herida para sanarla». El Delegado diocesano de Familia y Vida explicó cómo, a través de Emaús, se puede contribuir a «vivir la belleza y la alegría del amor» de la que habla el Santo Padre invitándonos al «acompañamiento, el discernimiento y la integración». En este sentido, dijo, «estas tres claves se dan en el camino hacia Emaús donde Jesús sale a nuestro encuentro».
El «acompañamiento», aseguró, «supone ponerse en los zapatos del otro, escuchar, y comprender», y esto, «requiere mucho sacrificio y mucho amor, pero es necesario crear espacios de acompañamiento, como en Emaús, donde la escucha y la comprensión son fundamentales». Es necesario el «discernimiento, es decir, ayudar al otro a buscar los posibles caminos de encuentro con Dios y de crecimiento en medio de las pruebas para que sepan que, en medio del sufrimiento, no estamos solos». Por último, aludió a la «integración pues la llamada y vocación principal de la persona es el conocimiento de Dios y la comunión plena con Él». «Esa es la misión fundamental de cada uno de vosotros en Emaús», advirtió, pues con alegría y siguiendo al Señor aún en las circunstancias que Dios ha querido para cada uno de vosotros, sois testigos de su amor».
Durante la Convivencia los miembros de Emaús se acercaron más a la Sagrada Familia de Nazaret a través de las Hermanas de esta Congregación fundada por una religiosa polaca en Roma, en 1873, y que, en la actualidad, cuenta con 1.200 profesas en 14 países del mundo, explicó la Hermana Jana Zawieja que ofreció una charla sobre el carisma y la espiritualidad de la Orden, basada en «difundir el amor de Dios entre nosotras y los demás, convirtiéndonos en testigos de este amor y compartirlo». Su misión en España empieza «en esta misma casa, que es una casa abierta, porque lo es de acogida y de encuentro con Dios». Allí se reúnen «en oración y adoración ante el Señor a quien presentamos todas las intenciones y nos unimos en oración en comunión con nuestras hermanas en el resto del mundo para rezar por todas las familias».
Pero esta no es, únicamente, una misión de oración, ya que su actividad apostólica en nuestra Diócesis se ha consolidado, en apenas tres años, teniendo siempre como fundamento el acompañamiento a la familia. Y lo hacen, tal como expuso la Hermana Jana, «en comunión con nuestro Obispo, desde la Delegación diocesana de Familia y Vida, en el COF, en el oratorio del Mater Dei, en la pastoral juvenil en colaboración con la Delegación diocesana de Infancia y Juventud, visitando enfermos, colaborando con Cáritas parroquial y en las catequesis de la Parroquia de Benicàssm». Pero además han desarrollado una intensa actividad de cursos de formación gratuitos dirigidos a mujeres, jóvenes y matrimonios abriendo su casa al encuentro con Dios a todo el que lo desee, incluyendo la dirección espiritual.
Para animar a celebrar este «Año de la Familia«, exhortó a tener la certeza de que «Dios conoce a cada familia y no es ajeno a todo lo que sucede en el entorno de cada familia, de hecho Jesús mismo nace en el seno de una familia que no está exenta del sufrimiento». La misión de Jesús para cada uno es, «una misión de servicio en nuestra casa, en la Iglesia doméstica, y hacerlo desde el encuentro con Él a través de la Eucaristía porque recibiendo a Dios en nuestro corazón, construimos y fortalecemos nuestra fe». La fe es un don, advirtió, «y se fortalece cuando la compartimos con los demás, con nuestra familia primero, pero también con todas aquellas personas pone en nuestro camino porque nuestro testimonio de fe puede ser reparador para alguien pues tal vez la fe viva que tu le transmites sea el único Evangelio que esa persona escuche».
Es una misión «de alegría», porque «para contagiar el Evangelio y la Buena Nueva se necesita cristianos alegres»; es una misión «de bondad y de sensibilidad hacia los demás, especialmente hacia quienes sufren»; y es una «misión de dolor y sufrimiento», pero las lágrimas son una oración poderosa, dijo recordando las del Santa Mónica pues, «de no haber sido por su oración, tal vez San Agustín nunca hubiera sido santo».
La Convivencia concluyó unidos en oración ante el Santísimo expuesto y el Sacramento de la Confesión. Para finalizar compartieron un ágape que sirvió para fraternizar y despedir el curso, que se retomará de nuevo a finales de agosto.
Oración a la Sagrada Familia del Papa Francisco
Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.
En este nuevo vídeo, el Papa Francisco nos explica que «el matrimonio es un signo precioso, un icono del amor de Dios por nosotros. Esto no significa que el amor entre los cónyuges tenga que ser perfecto… Nadie lo es, pero el amor entre los cónyuges es un proceso dinámico, que continúa y mejora a lo largo de la vida. Por eso el matrimonio requiere fidelidad, el matrimonio es para siempre».
La reflexión del Santo Padre va acompañada del testimonio personal de los esposos italianos Donato y Francesca, que tienen 5 hijos y están casados desde hace 18 años. La experiencia de Donato es que «¡Dios es fiel a su plan de Amor, confía y apuesta por los matrimonios cristianos! El don de su Amor hace posible el “para siempre” de dos criaturas frágiles, limitadas y heridas, pero creadas a su imagen y semejanza y, por tanto, destinadas a la eternidad, esa eternidad que es el “para siempre” de Dios».
Francesca indica que el “para siempre” del matrimonio «es ante todo un don, y como pareja nos damos cuenta de ello sobre todo cuando luchamos por construir nuestra relación de amor, nuestra intimidad, nuestro diálogo, pero es precisamente ahí donde tenemos la oportunidad de ver la intervención de la Gracia. Nos ocurre, por ejemplo, cuando uno de los dos corazones se ablanda y se disculpa con el otro; o cuando una sonrisa es suficiente para disolver la frialdad que se ha creado en la relación. A veces ocurre que un hijo, con una intervención, una broma, un abrazo, consigue aliviar la tensión que se había creado entre nosotros, y aquí vemos que la Gracia actúa, porque el viaje vuelve a empezar…».
Este quinto vídeo, como los anteriores, viene acompañado de un Subsidio a modo de guía para ayudar a las familias en la reflexión y profundización de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, que te puedes descargar a continuación:
Custodios de nuestras raíces y transmisores de la fe
“Yo estoy contigo todos los días” (Mt. 28, 20) es el tema elegido por el Papa Francisco para la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que festejamos hoy, 25 de julio, cerca de la memoria litúrgica de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús. Con este tema se quiere expresar la cercanía del Señor y de la Iglesia en la vida de cada persona mayor, especialmente en este difícil momento de pandemia.
Según el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, este lema es también una promesa de cercanía y esperanza que jóvenes y mayores pueden expresarse mutuamente. De hecho, no sólo los nietos y los jóvenes están llamados a estar presentes en la vida de las personas mayores, sino que los mayores y los abuelos tienen también una misión de evangelización, de anuncio, de oración y de guía de los jóvenes a la fe.
Para facilitar la celebración de esta Jornada, nuestra Diócesis ha publicado el mensaje del Santo Padre para la ocasión, que está disponible para quien lo desee en todas las parroquias. También es posible encontrar algunas herramientas pastorales en la web www.amorislaetitia.va “Después de un año tan difícil hay una verdadera necesidad de celebrar, juntos, a abuelos y nietos, jóvenes y mayores”, dijo el Cardenal Farrell, Prefecto del Dicasterio.
A veces, hemos pensado que las personas mayores no son importantes en la vida de las familias, en la vida de la sociedad o de la Iglesia, y son descartadas, pudiéndose llegar en España, a causa de la aprobación de la Ley de la eutanasia, a la triste situación de los ancianos que huyen de Holanda o Bélgica por temor (en estos países existe la posibilidad de aplicar la eutanasia a enfermos a petición de los hijos o de los padres).
Pero podemos aprovechar esta preciosa ocasión para iniciar una nueva era de protagonismo de los ancianos, como escribió hace poco el Dr. Vittorio Scelzo, responsable de la pastoral de los ancianos del Dicasterio, “muchos de ellos han vivido aislados durante más de un año y hoy viven las consecuencias del virus Covid y de la soledad. El Papa nos invita a prometer a cada uno de ellos: «Yo estoy contigo todos los días»”.
Tras el rezo del Ángelus del domingo 31 enero, Francisco nos recordaba que “la vejez es un regalo y que los abuelos son el eslabón entre las generaciones, para transmitir a los jóvenes experiencias de vida y de fe”. “A menudo se olvida a los abuelos y nosotros olvidamos esta riqueza de preservar las raíces y transmitir”, subrayó. De aquí su decisión de instituir esta Jornada Mundial.
Hoy, más que nunca, los abuelos tienen un papel fundamental. ¿Cuántos abuelos mantienen las familias de sus hijos?, ¿cuántos se encargan de los nietos a diario?, y sin duda, ellos son testigos de la fe recibida y los primeros en transmitirla a las nuevas generaciones. Ya en el libro del Éxodo, la Biblia nos habla de la importancia de la transmisión de la fe por parte de nuestros mayores, cuando Dios ordena a los israelitas que den a conocer las maravillas del Señor: «…y para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo manejé a Egipto y los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis que yo soy el Señor».
Ellos son escuela de vida, y como puente que son entre niños y padres en cuanto a la experiencia de Jesús, son valiosos transmisores de la fe. Como subraya el Papa en su Mensaje, la vocación que tienen es «custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños». Y para ello «no importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos».
Pero no solo los abuelos tienen responsabilidad en esta relación, también la tienen los nietos, los jóvenes, con el deber de honrar y respetar a las generaciones mayores: «Igualmente los más jóvenes: someteos a los mayores. Pero revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes» (1ª Pedro 5, 5).
Desde estas líneas agradecemos a nuestros abuelos y a nuestros mayores todo lo que han hecho y hacen por nosotros, muchas veces desde el silencio, con cosas que no vemos, como por ejemplo sus oraciones, y también felicitar a todas las personas que realizan una honorable labor en el cuidado de los ancianos, ya sea en sus casas, residencias, hospitales…
Hoy hace justo un año que entrevistamos a la familia Rubio Millán, una familia de nuestra Diócesis que está en misión en Ucrania desde hace 10 años. Ahora hemos vuelto a hablar con ellos para que nos cuenten como están y como han vivido este año de misión allí.
Son el castellonense David Rubio (36 años) y la vallera María Millán (34 años), de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castellón, en la que desde hace 23 años forman parte de la 4ª comunidad del Camino Neocatecumenal, “donde estamos siendo formados en un itinerario de formación cristiana”, explican, y donde “hemos descubierto a Jesucristo y el amor de Dios, viviendo la fe en comunidad”. Eso es “lo que nos ha hecho partir, abandonar todo e ir a anunciar este amor”.
David y María tienen ocho hijos: Israel (14), Josué (13), David (10), Juan (9), Pablo (7), Francisco Javier (5), que es el único nacido en la misión, en Odesa, María (3) y Cecilia (1). Además, están de enhorabuena, pues están esperando a su novena hija, “que se llama Gloria, y que está previsto que nazca en dos semanas”.
Explican que estaban “dispuestos a ir a cualquier parte del mundo”, y en el año 2010 la Iglesia les envió y les dio como destino Ucrania. Allí fueron enviados en el 2011 por el Papa Benedicto XVI, y posteriormente por el Papa Francisco. Desde entonces, 9 años, han estado en la diócesis de Odesa-Simferópol, aunque este año han cambiado de diócesis, concretamente a la de Kiev-Zhytómyr.
La última vez que hablamos, hace justo un año, nos contabais que habían fallecido 1500 personas por coronavirus en Ucrania. ¿Cómo está actualmente el país?
Ha habido un cambio, porque ahora los datos dicen que hay más de 2 millones de contagios, y cerca de los 50.000 fallecidos. También hay que tener en cuenta que Ucrania no está dentro de la Unión Europea, y a diferencia de otros países europeos tienen dificultades en la contabilización de los contagios y en la gestión de la vacunación.
Realmente, los contagios y las muertes se han empezado a contabilizar bien más tarde, y seguramente hay mucha gente que ha muerto de Covid sin saberlo, en sus casas, sobre todo gente mayor, sabemos de algún caso. Y es que Ucrania tiene un sistema sanitario más precario y la sanidad cuesta dinero. A diferencia de España, por ejemplo, allí no se ha comenzado a vacunar en masa.
La Diócesis de Kiev, donde estamos nosotros, ha estado en zona roja en dos ocasiones en este año, lo que ha supuesto el cierre de los comercios, las clases para los mayores han sido online, los colegios han estado cerrados, con el uso obligatorio de la mascarilla… Y esta ha sido un poco nuestra realidad en este curso. Gracias a Dios no han cerrado las iglesias, puesto que la ley permitía la asistencia de una persona cada 5 m2, por lo que las iglesias grandes no han tenido problema, pero sí que se ha acudido un número menor de fieles a la parroquia por temor.
Rusia y Ucrania están en guerra desde el año 2014, ¿cómo vivís este hecho?, ¿os afecta?
Ahora la situación no es la que era en el año 2014. La guerra está muy localizada en la zona del Dombás, donde están las ciudades de Donetsk y Lugansk, que hacen frontera con Rusia. Ahí sí que hay conflicto, que en estos momentos está controlado gracias a la intervención de países como Francia y Alemania. De momento es un conflicto con cese al fuego, y es una guerra más política que otra cosa.
Al final, detrás de todas las guerras están los intereses económicos, y para Ucrania este conflicto supone una crisis económica, no puede prosperar y no puede entrar en la Unión Europea, como quieren los ucranianos.
En nuestro día a día no nos afecta para nada. El país sí que está preparándose por si tuviera que entrar en combate, hay una tensión política y ves muchos tanques por la calle, pero la realidad es que en el día a día no nos afecta. Gracias a Dios no es la misma situación que en el año 2014.
En la última entrevista nos hablasteis de vuestra misión allí, ¿sigue siendo la misma?, ¿ha habido cambios?
Sí que ha habido cambios. Este año hemos cambiado de diócesis. Hemos estado en la diócesis de Odesa-Simferópol durante 9 años, y este año hemos pasado a la de Kiev-Zhytómyr, donde hay una aceptación mucho mayor a los católicos.
Nuestra misión consiste en anunciar a Jesucristo resucitado. Somos parte de la missio ad gentes, una comunidad formada por varias familias, que en este caso son dos ucranianas, una polaca, otra española, de Valencia, tres chicas, y nosotros, que somos los responsables junto a un sacerdote y un seminarista. Formamos una comunidad cristiana y vivimos allí como lo hacían las primeras comunidades cristianas, encontrándonos para celebrar la Palabra, la Eucaristía y anunciar que Cristo ha resucitado. Este año, en la medida que hemos podido, hemos salido a la calle a anunciar que Cristo ha resucitado, y que ama a los ucranianos, un pueblo que ha sufrido mucho en su ser, en su alma, a causa del comunismo.
Otra parte de nuestra misión consiste en apoyar a la parroquia, que es la catedral, como catequistas, en la formación de comunidades cristianas. Durante este año hemos hecho catequesis y ha nacido una nueva comunidad cristiana. Ha sido un regalo de Dios poder participar de esta catequización. También nos hemos dedicado a acompañar a los jóvenes de la parroquia, realizando convivencias con ellos.
Y otra parte de la misión ha sido participar de un proyecto que se está realizando en la ciudad en la que vivimos ahora, Zhytomir, con la construcción de una casa en la que poder celebrar convivencias a nivel nacional, y en la que aquellas personas que vayan puedan sentirse amadas y queridas, encontrándose con Cristo, con el amor de Dios. Cuando esté terminada podrán alojarse hasta 500 personas, pero ahora mismo ya hay una parte que está habitada por seminaristas en formación, y también por chicos que tienen problemas de adicciones (drogas, pornografía, juego…).
Allí siempre hay un presbítero y un matrimonio en misión, y nosotros, que también participamos, ayudándoles a que tengan una estructura desde la oración, con las Laudes por la mañana, desde la celebración de la Eucaristía, y después trabajan en aquellas cosas en las que pueden ayudar, acabando el día con las Vísperas. Todo este ritmo de oración y de trabajo, y de mantener un contacto diario con seminaristas y con las familias en misión, les ayuda muchísimo. En este curso hemos visto milagros con chicos que tenían problemas muy serios, y en los que ahora ha habido un cambio, recuperando la dignidad de ser hijos de Dios.
¿Cómo viven vuestros hijos la misión?
D- Cada uno la vive de una forma. Nuestros hijos más mayores son más conscientes de lo que es la misión y son más participativos. Ellos la viven de una forma en la que, al igual que el matrimonio, se sienten llamados. Viven la misión con mucha fe, creyéndose de verdad los motivos por los que estamos allí, y forman parte de ella en el mismo grado que los padres, porque el carisma es `familia en misión´, no padres en misión o hijos en misión. También la viven con sufrimiento, por la adolescencia, por la persecución de este mundo, en el que ser cristiano es muy difícil, y tienen sus combates, pero saben y tienen grabado a fuego que son parte de esta misión. Por otra parte, es una maravilla ver a los niños más pequeños, que han crecido en misión y forman parte de ella. Ellos ya saben que nosotros estamos llamados a la misión y a anunciar a Jesucristo.
M- Mi opinión como madre es que viven la misión con alegría. Hay momentos difíciles, pero están contentos cuando están en la misión. Les ayuda muchísimo el contacto con la Palabra de Dios, el poder formar parte de su comunidad, el poder formar parte de un prevocacional en el que se escruta la Palabra, en el que celebran la Eucaristía, en el que tienen contacto con otros jóvenes que también se preguntan por su vocación. Los pequeños lo asocian todo con Dios y con su providencia, y todo esto es gracias a la misión. A veces hay gente que nos pregunta por los sufrimientos de los hijos en la misión, como si fuese algo que a ellos les coarte la libertad, o les haga vivir de una forma más precaria que otros niños, cuando ellos lo viven al revés, como una riqueza, en obediencia a sus padres, con alegría y sin rebeldía.
¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?
La oración, sin lugar a dudas. Nosotros dos rezamos juntos todos los días, las Laudes, a primera hora de la mañana, y esto es un pilar fundamental en el que nos apoyamos. Sin esta oración no podríamos ni siquiera estar juntos como matrimonio cristiano, ni estar en misión. Con ella lo que hacemos es poner a Dios lo primero cada día, y decir que `yo no soy Dios´, que `hay Otro que es Dios, que es el que me ama y que provee´.
Otro pilar es la sinceridad, el hablar el uno con el otro y contarnos nuestros sufrimientos, apoyándonos y pidiéndonos perdón cada vez que discutimos. Otro pilar es la mesa. En ella comemos juntos todos los días, con nuestros hijos, y la bendecimos antes de comer. Este momento es muy importante, porque es ahí donde hablamos con los niños y les preguntamos como están, y ellos nos cuentas como ha ido el día, los problemas que han tenido en el colegio…, y muchos días, cuando el Señor me lo inspira sacamos la Biblia y leemos alguna lectura durante la comida, y les explicamos la Palabra. Todo esto nos lo ha transmitido nuestra madre la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal.
Creo que para que una familia pueda manifestarse cristiana tiene que habitar Cristo en ella. Para que Cristo pueda habitar en la familia primero tiene que habitar en sus miembros, de tal forma que alguien que no es creyente, viendo a una familia cristiana pueda ver a Cristo.
Mi experiencia es que Cristo puede habitar en mí si yo no me separo de la Iglesia, si voy de su mano y vivo en comunión con ella, si voy de la mano de mis catequistas, si obedezco al Obispo, en la apertura a la vida, en tener los hijos que Dios quiera, en no vivir egoístamente el acto conyugal, en la forma de vestirse, en la forma de educar a los hijos, en la relación con las redes sociales…, Ahí el mundo puede ver que existe Cristo, cuando lo primero que se pone en la familia es a Él.
La transmisión de la fe a los hijos es un reto para todos, ¿cómo lo hacéis vosotros?
D- Es verdad que es un reto, pero es fundamental para la Iglesia, porque su futuro son los hijos, y si a ellos no les transmitimos la fe el futuro de la Iglesia está en riesgo. ¿Cómo lo hacemos nosotros?, como nos ha enseñado la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal. A través de la oración, rezando con ellos las Laudes todos los domingos. Eso ha sido muy importante en mi vida, porque es como mis padres me transmitieron a mí la fe desde pequeño, y así es como ahora María y yo se la transmitimos a nuestros hijos. Todos los domingos nos reunimos alrededor de la mesa y rezamos todos juntos, y después elegimos un personaje de la Biblia o un evangelio y lo leemos, y les damos una catequesis haciéndoles ver que en la Sagrada Escritura está su vida y la sabiduría de Dios, la riqueza del cristianismo, y les preguntamos cómo les ayuda esta palabra que les damos en su vida. Es una celebración preciosa, en la que los niños participan cantando, leyendo, nos cuentan como están, los sufrimientos que tienen, le piden aquello que necesitan al Señor, nos damos la paz, también los padres nos pedimos perdón delante de ellos, les hablamos de nuestra historia y de los milagros que ha hecho Dios en nuestra vida. Vivimos el domingo de una forma distinta. Es el día del Señor, el día que nos ha dado para descansar y para transmitir la fe a los niños, poniéndole a Él lo primero y haciendo una comida especial.
M- También los hijos ven como el domingo es el día del descanso, no de la pereza y de no hacer nada, sino al contrario. Nos levantamos temprano, nos vestimos de una forma elegante para ponernos de cara a Dios en la oración de las Laudes, y lo hacemos todo en familia. La transmisión de la fe no solo son momentos concretos como estos, sino que es algo diario, que tiene mucho que ver con el modo en el que vivimos nosotros, con el ejemplo que les damos a nuestros hijos. Creemos que una forma de transmitirles la fe es que vean que vamos a la celebración de la Palabra, a la Eucaristía, a las convivencias, poniendo siempre a Dios lo primero en nuestra vida. Eso es lo que ven y reciben, aun con precariedad y debilidad, pero poniéndole a Él lo primero todos los días. También es muy importante que ellos puedan conocer nuestra historia, porque en la historia se manifiesta Cristo resucitado, y en cada acontecimiento de muerte Él ha sacado vida.
D- Los hijos son muy inteligentes. Los padres les podemos contar, nos podemos saber muy bien la Biblia de memoria, podemos contarles la vida de los santos…, pero si ellos no ven en nosotros una coherencia y una sinceridad de lo que decimos con lo que hacemos, la fe no se transmite. Pero si ellos ven una concordancia entre lo que decimos y nuestra forma de vivir, la fe se pasa, se transmite.
El Papa presenta el X Encuentro Mundial de las familias
Se celebrará en Roma el próximo año, del 22 al 26 de junio en un momento que, en palabras del Papa Francisco, lo es » de esperanza y renacimiento». El evento, como también subrayó el Santo Padre, se desarrollará de forma inédita y multicéntrica, con iniciativas locales en las diócesis de todo el mundo, similares a las que tendrán lugar simultáneamente en Roma. Aunque Roma seguirá siendo la sede designada, cada diócesis podrá ser el centro de un encuentro local para sus propias familias y comunidades. Esto es para que todos se sientan protagonistas en un momento en el que todavía es difícil viajar debido a la pandemia.
El amor familiar: vocación y camino de santidad es el tema del X Encuentro Mundial, y se realizará en dos modalidades paralelas:
Roma, como sede principal, donde se celebrará el Festival de las Familias y el Congreso Teológico-Pastoral, ambos en el Aula Pablo VI; y la santa misa en la Plaza de San Pedro. En particular, participarán delegados de las conferencias episcopales y de los movimientos internacionales comprometidos con la pastoral familiar.
Cada una de las diócesis, donde los obispos podrán planificar iniciativas similares, partiendo del tema del Encuentro y utilizando los símbolos que la diócesis de Roma ha preparando.
Esta modalidad inédita, ha señalado el Papa Francisco, «es una oportunidad de la Providencia para realizar un evento mundial capaz de involucrar a todas las familias que quieran sentirse parte de la comunidad eclesial».
El cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha puesto de relieve cómo, a lo largo de los años, esta importante cita eclesial ha visto una participación cada vez mayor de las familias. «Los miles de personas que han participado en las últimas ediciones, con la riqueza de sus lenguas, culturas y experiencias, han sido un signo elocuente de la belleza de la familia para la Iglesia y para toda la humanidad. Tenemos que seguir por este camino, buscando la participación de un mayor número de familias en esta hermosa iniciativa».
Del mismo modo, el cardenal vicario Angelo De Donatis, ha señalado que este Encuentro, será «una oportunidad preciosa y única para reiniciar la pastoral familiar con renovado impulso misionero y creatividad, a partir de las indicaciones que nos da el Santo Padre en la exhortación Amoris Laetitia, es decir, con la implicación de los esposos, las familias y los pastores juntos».
Se celebrará en Roma del 22 al 26 de junio del próximo año
El logotipo diseñado para el X Encuentro Mundial de las Familias recuerda la forma elíptica de la columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro, lugar de identificación por excelencia de la Iglesia católica, y hace referencia a su significado original, que es el abrazo acogedor e inclusivo de la Madre Iglesia de Roma y su Obispo dirigido a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Las figuras humanas que se encuentran bajo la cúpula, apenas perceptibles, y la cruz en la parte superior, representan al marido, la mujer, los hijos, los abuelos y los nietos. Se trata de evocar la imagen de la Iglesia como “familia de familias” propuesta por Amoris Laetitia (AL 87) en la que “el amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia” (AL 88). La cruz de Cristo que se alza hacia el cielo y los muros que protegen parecen casi sostenidos por las familias, auténticas piedras vivas de la construcción eclesial. En el lado izquierdo, en la delgada línea de la columnata, se observa la presencia de una familia en la misma posición que las estatuas de los santos colocadas en las columnas de la plaza. Éstos nos recuerdan que la vocación a la santidad es una meta posible para todos. Quieren destacar cómo es posible vivir la santidad en la esencialidad de la vida ordinaria.
La familia de la izquierda, que aparece detrás de la línea de la columnata, indica también a todas las familias no católicas, alejadas de la fe y ajenas a la Iglesia, que miran desde fuera el acontecimiento eclesial que está teniendo lugar. A ellas la comunidad eclesial ha mirado siempre con atención. También se observa un dinamismo de las figuras que se mueven hacia la derecha. Se mueven hacia el exterior. Son familias en salida, testigos de una Iglesia no autorreferencial. Van en busca de otras familias para intentar acercarse a ellas y compartir con ellas la experiencia de la misericordia de Dios.
Los colores predominantes, amarillo y rojo, son una clara referencia al blasón de la ciudad de Roma, en una línea gráfica que quiere expresar un intenso vínculo con la comunidad.
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