La comunidad de Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido celebró ayer la fiesta de su fundadora, Santa Teresa de Jesús, la primera Doctora de la Iglesia, con una Eucaristía presidida por el Obispo de la Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente, en el monasterio del Sagrado Corazón.
Durante la homilía, el Obispo recordó que la Iglesia está inmersa en un Sínodo que comenzó en 2021 bajo el lema «Comunión, Participación y Misión», subrayando la relevancia de estos tres pilares en la vida de la Iglesia. La comunión resalta la unidad entre todos los miembros y con Dios, mientras que la participación promueve una inclusión activa de todos en la toma de decisiones, asegurando que diversas voces sean escuchadas. Por último, la misión enfatiza la responsabilidad de la Iglesia de llevar el mensaje del Evangelio al mundo, no solo a través de la palabra, sino también mediante acciones concretas que reflejen amor y esperanza.
Mons. Casimiro también destacó que la vida de Santa Teresa de Jesús nos invita a cuidar varios aspectos esenciales para todo cristiano: amar desinteresadamente al prójimo, desprenderse de todo, cultivar una gran humildad y la importancia de la oración. Todo ello es fundamental en nuestro camino hacia la perfección, que consiste en vivir en unidad como hermanos en el amor de Dios.
Para concluir, el Obispo animó a todos a orar por la priora, la Hna. María José de Cristo, quien fue elegida el pasado mes de agosto para servir a la comunidad durante los próximos tres años.
El pasado martes 13 de agosto, la comunidad de Carmelitas Descalzas del Monasterio del Sagrado Corazón, en Alquerías del Niño Perdido, llevó a cabo la elección de su nueva priora, siguiendo las normas de la Constitución de la Orden, que establece un mandato de tres años para este cargo.
La elección se realizó en presencia de D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada y Visitador Episcopal de las monjas de clausura en la Diócesis. Con la guía del Espíritu Santo, las hermanas eligieron a la Hna. María José de Cristo, quien asumirá este servicio durante los próximos tres años.
El Vicario General de la Diócesis, D. Javier Aparici, ha escrito una carta a todos los sacerdotes de Segorbe-Castellón solicitando que continúen apoyando a todas las comunidades contemplativas, que son, gracias a la oración y a su vida entregada al Señor y a la Iglesia, las que “mantienen y alientan la fe en la Diócesis”.
En esta ocasión, anima a colaborar de un modo especial con las Monjas Carmelitas Descalzas de Caudiel, comunidad que fabrica obleas para la Misa. “Es su modus vivendi, la manera de ganarse la vida uniendo el trabajo a la oración que las caracteriza”, explica.
Las formas para consagrar son de diferentes medidas. Además, “también hacen formas para celíacos y de medidas especiales para custodias”.
Las parroquias y comunidades pueden solicitar sus encargos a las Carmelitas de Caudiel a través del teléfono 964 144 105, llegando el pedido en menos de 48 horas.
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, presidió ayer la Misa de profesión de votos solemnes y toma de velo de la hermana Teresita de Jesús y de la Santa Faz, en el convento de Nuestra Señora de Gracia y San José de las Madres Carmelitas Descalzas de Caudiel.
Junto al Obispo concelebraron el párroco de San Juan Bautista de Caudiel, D. Eloy Villaescusa y el Cabildo Catedral, D. Federico Caudé, así como el Secretario, D. Ángel Cumbicos. Además, acompañaron a la hermana, vecinos y fieles del municipio, así como el alcalde.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía del Obispo puso de relieve la trayectoria vocacional de la hermana desde que sintió la primera llamada hasta la tarde de ayer en que se consagraba a Dios a través de la ceremonia de profesión de votos. D. Casimiro destacó cómo el Señor ha elegido a la hermana y la ha ido colmado de dones «acompañándote en las dificultades porque su misericordia y su bondad es manifiesta».
Recordó cómo, arropada por su familia, se formó en la fe cristina creciendo espiritualmente hasta sentir el deseo de ser monja carmelita. Puso de relieve que, habiendo tenido una primera experiencia que no le convenció demasiado, el Señor ha ido guiando sus pasos hasta llevarla al convento de Caudiel, lejos de su procedencia peruana, para dar un si definitivo al Señor: “aquí estoy señor para hacer tu voluntad” .
Como Pastor de la Iglesia de Segorbe-Castellón, le exhortó «a seguir confiando en el Señor, para que su amor siga creciendo en ti, y la bondad y la misericordia del Buen Pastor te acompañen todos los días de tu vida, culminando la historia de amor de Dios contigo en la vida consagrada».
Se refirió también al proceso vocacional como «hilo conductor que está sellado por el amor», más si cabe, «cuando ha estado fraguado en el ambiente familiar», dijo poniendo en valor el necesario acompañamiento de las familias.
En este sentido la exhortó a agradecer a sus padres, su abuela y su familia en general «la importante transmisión de la fe» a cuantos han guiado los pasos de la hermana carmelita, no olvidando que «la familia es el lugar donde se crece en la fe». Así dio gracias a Dios por tantas familias que, como la de la Hermana Teresita han acogido la vocación de sus hijos y han asumido la fe de acompañarles ese crecimiento de la vida cristiana.
En la celebración de ayer tarde, Sor Teresita del niño Jesús consagró su vida al Señor siendo bendecida por ÉL «para vivir de por vida entregada a Cristo Jesús en la obediencia, la castidad y en la pobreza, y en el camino espiritual que ha marcado nuestra Santa Madre, Santa Teresa». D. Casimiro la animó a dedicar su vida al Señor sabiendo que «como Buen Pastor, te ama, cuida de ti, sana tus heridas y sobre todo te da la vida, una vida en abundancia porque te ha concedido la gracia de responder a su llamada para vivir una vida gozosa con Él».
La profesión religiosa solemne expresa el acto de abrazar el estado religioso hasta la muerte mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia, a imitación de Cristo, casto, pobre y obediente. Además, las Carmelitas Descalzas son religiosas de vida contemplativa, donde sus votos son perpetuos y solemnes, significando una entrega total a Dios.
Ante la crisis vocacional que presenciamos, también en la vida religiosa, la celebración de ayer fue un motivo de inmensa alegría y de esperanza para toda la Iglesia de Segorbe-Castellón, que celebra cómo una hermana responde con generosidad y con alegría a la llamada del Señor para hacer su voluntad, dispuesta a entregarle a Él su vida.
Las religiosas de la comunidad del Convento de Carmelitas Descalzas de Caudiel reeligieron ayer a la Priora, la Hna. Rosa Rivera Ortiz (Madre Regina del Carmelo), habiendo vencido el periodo para el que fue elegida.
La nueva elección se realizó según la regla y constituciones de las Carmelitas Descalzas, aceptando la Priora el cargo ante el Obispo, D. Casimiro López Llorente; y el Visitador Episcopal, D. Joaquín Guillamón.
En la homilía de la Eucaristía que celebraron, el Obispo exhortó a la comunidad de Carmelitas a “acudir siempre a la Santa Misa, centro de nuestra vida y de nuestra misión”, y les indicó tres cualidades, tres dones a cultivar por la comunidad y en la vida de todo cristiano: la unidad, la complementariedad y la caridad.
En la Iglesia, todos los cristianos estamos llamados a formar un solo cuerpo, una sola comunidad, indicó, pues vivimos unidos a Cristo, “que es la cabeza, el que une, el que salva, el que alienta, el que da la vida”. Además, cada miembro de este cuerpo tiene su importancia, su valor, cada uno con sus dones, “todos somos diferentes pero complementarios”.
Por otra parte, también en el contexto de la celebración del Año Jubilar diocesano, animó al crecimiento en la caridad, en “el amor a Dios y a los hermanos”, señalando que los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios y a los demás, y puso como ejemplo a Santa Teresa del Niño Jesús: «En el corazón de la Iglesia yo seré el amor».
Cabe recordar que en octubre del pasado año se llevaron a cabo distintos actos con el fin de celebrar el 350 Aniversario del Convento de Ntra. Sra. de Gracia y de San José.
Las ocho religiosas de la comunidad del Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas de Castellón han elegido esta mañana a la nueva Priora, la Hna. Mª Soledad Ortigosa. Lo será por un periodo de tres años, habiendo vencido el periodo para el que fue elegida su antecesora, la Hna. Ana María Ortigosa.
Después de la celebración de la Eucaristía, presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, se han reunido las ocho hermanas para realizar la elección de la nueva Priora, un acto al que también ha asistido el Visitador Episcopal, D. Joaquín Guillamón.
En la homilía, el Obispo ha exhortado a la comunidad de Carmelitas a acudir a Dios, “a afianzar nuestra fe en Dios y a poner la confianza en Él”, ante las dificultades y ante la falta de vocaciones a la vida consagrada, al sacerdocio y al matrimonio, pues es “un Dios que nunca nos abandona”.
“Cristo Jesús ha resucitado, nos ha enviado su Espíritu, y Él sigue presente en nuestra Iglesia – les decía – y está en nosotros acoger esa presencia y ese aliento que nos da para seguir caminando según la vocación que cada uno hemos recibido, para cumplir con la misión que Él nos ha confiado”.
También ha animado a las hermanas a vivir con alegría, “la alegría de saberse siempre amados por Dios, nunca abandonados por Él, y esa es la razón de nuestra paz, de nuestra alegría y de nuestra esperanza”. “Una monja triste es una triste monja, y un cristiano triste es un triste cristiano”, añadía.
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, presidió ayer la Misa de profesión de votos solemnes y toma de velo de la hermana María de Jesús Crucificado, en el convento de Nuestra Señora de Gracia y San José de Madres Carmelitas Descalzas de Caudiel.
Entre otros sacerdotes, la hermana estuvo acompaña por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón; por el párroco de San Juan Bautista de Caudiel, D. Eloy Villaescusa; y por D. Tomás Tomás, que ha sido capellán del convento durante muchos años. También por su madre, que acudió desde Perú, y por la comunidad cristiana del municipio. La Eucaristía estuvo cantada por la Capilla Musical de la Catedral bajo la dirección de D. David Montolío.
“Mi Amado es para mí y yo para mi Amador”, fue el lema elegido por la religiosa para esta celebración en la que expresó los votos solemnes y recibió el sagrado velo, que es de color negro y significa “perpetuidad”.
La profesión religiosa solemne expresa el acto de abrazar el estado religioso hasta la muerte mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia, a imitación de Cristo, casto, pobre y obediente. Además, las Carmelitas Descalzas son religiosas de vida contemplativa, donde sus votos son perpetuos y solemnes, significando una entrega total a Dios.
Ante la crisis vocacional que presenciamos, también en la vida religiosa, es este un motivo de inmensa alegría y de esperanza. Ver como una hermana nuestra responde con generosidad y con alegría a la llamada del Señor para hacer su voluntad, dispuesta a entregarle a Él su vida.
“Hoy es un día en que nuestra Iglesia diocesana alaba y da gracias a Dios porque una hija suya quiere consagrarse de por vida al Señor”, decía D. Casimiro en la homilía. “Tu existencia – le decía a la hermana – está marcada por el amor de Dios”, “dejándote llevar por Él viste que deseabas entregar tu vida como consagrada, en la vida contemplativa, según el carisma de Santa Teresa”.
Para descubrir ese amor, indicaba nuestro Obispo, “es necesario dejarse encontrar por el Señor resucitado”, “que sale a nuestro encuentro para que nuestro corazón se llene de alegría”, como sucedió con los discípulos: “se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz sea con vosotros». Y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20, 19-23).
D. Casimiro exhortó a “dejarnos guiar por el Espíritu, que nos enseña a profundizar en la Palabra del Señor; que nos enseña a dejarnos purificar por todo aquello que nos aparta de Él, que nos enseña a dejarnos transformar y ser hijos e hijas de Dios”.
Ayer tuvo lugar la Eucaristía de acción de gracias por el 350 Aniversario del Convento de Carmelitas Descalzas de Caudiel (21 de octubre de 1671 – 21 de octubre de 2021), presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro. Con esta celebración se concluyeron todos los actos de conmemoración que se han llevado a cabo entre los días 17 y 24 de octubre.
Los fieles de Caudiel, el Alcalde, D. Antonio Martínez, así como los benefactores quisieron acompañar a la comunidad de Madres Carmelitas en este día tan significativo para ellas. Como explicó el Obispo, era “una Eucaristía de acción de gracias por el pasado, que nos ayuda a vivir el presente y así afrontar el futuro de este Convento con esperanza”. Acompañó el Coro de la Catedral-Basílica de Segorbe y D. Augusto Belau al órgano.
Además, concelebraron varios sacerdotes: el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón; el Arcipreste de Jérica, D. Alexander Alzate; el Arcipreste de Segorbe, D. Federico Caudé; D. José Cebrián, Canónigo del Cabildo Catedral de Segorbe; D. Ángel Cumbicos, Secretario Particular; D. Héctor Gozalbo, Delegado diocesano para las Comunicaciones Sociales; y D. Tomás Tomás, que ha sido capellán del Convento durante muchos años.
“Lo primero que tenemos que hacer es – dijo D. Casimiro en la homilía – “dar gracias a Dios por estos 350 años de existencia de este Monasterio, y de presencia en Caudiel del carisma de Santa Teresa de Ávila durante todo este tiempo”. Recordó también al fundador del Monasterio, “D. Pedro Miralles, que después de ciertas dificultades comenzó su andadura en octubre de 1671”, cuando acudieron las primeras monjas. También a todos aquellos que, a lo largo de todos estos años, han contribuido y ayudado, de una manera u otra, al Convento y a la comunidad.
Pero “tenemos el peligro de quedarnos mirando al pasado”, advirtió, pues todos los aniversarios que estamos celebrando, así como los 775 años de la sede episcopal en Segorbe, “nos debe llevar a mirar nuestro presente”, “si queremos que Dios siga presente en nuestra historia debemos examinar en que medida acogemos ese legado, y si lo dejamos reavivar para seguir caminando como Iglesia peregrina del Señor”.
El Obispo resaltó cuatro notas de la carta del Papa Francisco al Obispo de Ávila con motivo de la apertura del Año Jubilar Teresiano. “Para seguir las huellas de la Santa Madre es necesario vivir la alegría, desde la oración, haciendo fraternidad, en el mundo que nos toca vivir”. “La verdadera alegría brota de la santidad – indicó – porque brota de Dios mismo”, y “una santa triste es una triste santa, una monja triste es una triste monja”. Exhortó a las Hermanas a “mantener la alegría de vuestra vocación, en el día a día, para que realmente podáis ser faro luminoso en un mundo relativista”.
En segundo lugar, “donde se ha de alimentar esa alegría es en la oración, que es estar con Dios sabiendo que nos ama, para sentir su presencia y su amor”, “esa es la fuente de la alegría de todo cristiano”. La oración, debemos hacerla “desde el Señor, que se acerca al que sufre, al pobre, al necesitado de su sanación y de su cuidado”.
En tercer lugar, explicó, “la fraternidad desde aquel que nos une, que es Cristo Jesús Eucaristía, que es la fuente de la verdadera fraternidad”, y para ello son necesarias tres cosas, “amarse unos a otros como el Señor nos ama, desasirse de lo que se tiene, de los egoísmos, de querer estar siempre en el centro, y sobre todo mucha humildad para reconocer al otro como un don de Dios, y para reconocer nuestra faltas y pecados”.
Por último, “viviendo la realidad que nos toca vivir”. “El hecho de que viváis en la clausura no significa que olvidéis el mundo y sus necesidades, y las de nuestra Iglesia, y para ello debéis rogar al Señor”, les dijo.
Tras la celebración de la Eucaristía se presentó el libro “Convento de Monjas Carmelitas Descalzas Ntra. Sra. de Gracias y San José de la Villa de Caudiel”, que se acaba de publicar desde la Delegación de Patrimonio de la Diócesis con motivo de este Aniversario, con textos de D. David Montolío y de Dña. Sonia Cercós.
Este libro estará disponible en la papelería Agua Limpia de Segorbe y en el Palacio Episcopal de Castellón. Los donativos recaudados irán destinados al Convento y a las necesidades de la comunidad.
Ayer domingo, tuvo lugar en el Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, de Alquerías del Niño Perdido, la celebración de las Bodas de Oro de vida consagrada de la Hna. Juana María de la Cruz, y de las Bodas de Plata de la Hna. Francisca del Sagrado Corazón, Carmelitas Descalzas, en una ceremonia presidida por el Obispo, D. Casimiro.
Con la asistencia de la comunidad de carmelitas del Desierto de las Palmas, en la emotiva Eucaristía de acción de gracias, las dos religiosas renovaron sus promesas a la vida consagrada en este domingo dedicado a la Misericordia Divina.
El Obispo comenzó la homilía con palabras de agradecimiento a Dios, “dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal. 117), una misericordia que se nos manifiesta en la encarnación de su Hijo Jesucristo. “A Él le damos gracias por el don Pascual”.
También “por vosotras dos”, les decía a las Hermanas, pues “habéis sido destinatarias preferidas de la misericordia de Dios, de su don, de la vida cristiana y de la vida consagrada, que habéis podido vivir en fidelidad gracias a su misericordia”.
D. Casimiro realizó especial hincapié en tres palabras: encuentro, comunidad y amor. El encuentro de los discípulos con el Señor resucitado es “un encuentro tan fuerte que cambia su corazón”, pasando del miedo a la alegría, por lo que pudieron salir “a proclamar que Cristo Jesús había resucitado”.
Como le pasó a Tomás, con su incredulidad, “cuando uno se aleja de la comunidad, su fe en el Señor resucitado decae”, advirtió. “Es fundamental creer que Jesús no solo ha muerto, sino que también ha resucitado, es el fundamento de nuestra fe”, una fe “que se mantiene viva en un encuentro constante con el Señor, personal y en comunidad”.
El Señor resucitado “debe estar siempre en el centro de la vida de todo cristiano, de toda familia cristiana, de toda comunidad cristiana y de nuestra Iglesia”, recalcó. En la comunidad cristiana experimentamos su misericordia, lo que nos ayuda a “ser misericordioso con los demás, sabiendo comprender, sabiendo perdonar, sobrellevándoos”. “¡Mirad cómo se aman!”, dijo citando a Tertuliano, es el “signo de una comunidad centrada en el Señor”, que es el mejor testimonio de la resurrección del Señor.
Quien ama a Dios ama al prójimo, continuó el Obispo, “con el corazón misericordioso de Dios, que es fiel, está siempre dispuesto al perdón, que se compadece de las miserias humanas”. “Dios es amor, y cada uno de nosotros somos fruto de su amor”, creados por amor y para el amor, “esa es la vocación originaria”, “amar como Cristo nos ha amado”.
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