Cristo resucitado, vida y esperanza para el mundo
Queridos diocesanos:
Un año más, en la mañana de Pascua resuena el anuncio antiguo y siempre nuevo: “¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!”. También hoy en medio del sufrimiento y del dolor por la pandemia del coronavirus –y si cabe hoy más que nunca- hemos de proclamar y acoger esta buena noticia: Cristo Jesús vive porque ha resucitado. Jesús ya no está en la tumba, en el lugar de los muertos. Su cuerpo roto, enterrado con premura el Viernes Santo ya no está en el sepulcro frío y oscuro, donde las mujeres lo buscan al despuntar el primer día de la semana. Ya “no está aquí. Ha resucitado” les dice el Ángel (Mc 16, 6). El Ungido ya perfuma el universo y lo ilumina todo con nueva luz.
Jesús, al “que mataron colgándolo de un madero” (Hech 10, 39) ha resucitado verdaderamente, triunfando sobre el poder del pecado y de la muerte. Jesús ha pasado de esta vida terrena a la vida gloriosa de Dios. Este paso es un acontecimiento real e histórico: Jesús, el que padeció, fue crucificado y murió bajo el poder de Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesús vive ya glorioso y para siempre. La resurrección de Jesús no es una invención o fruto de una experiencia mística, no es una historia piadosa o un mito; es un acontecimiento real que sobrepasa la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas del dolor, de la enfermedad y de la muerte; una luz que ha traído al mundo el esplendor de Dios.
La Pascua de Cristo, su paso a través de la muerte a la vida gloriosa, es la fuente de salvación para toda la humanidad y la razón de nuestra esperanza cristiana. Si Cristo no hubiera derramado su Sangre por nosotros y no hubiera resucitado, no tendríamos ninguna esperanza: la muerte para siempre sería inevitablemente nuestro destino. Pero no; Cristo ha resucitado y su resurrección lo ha cambiado todo: la resurrección es una nueva creación, es la nueva savia, capaz de regenerar toda la humanidad. Y por esto mismo, la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, a toda lucha por la vida humana y por todo progreso verdaderamente humano. La última palabra no la tienen ya la muerte, el pecado o el mal, sino la Vida y el Amor de Dios.
Cristo ha muerto y resucitado por todos nosotros, por todos los hombres. Su resurrección nos muestra que Dios es un Dios de vivos, y no de muertos. Dios llama al ser humano por amor a la vida y para la vida; Dios no se olvida de su creatura ni en el dolor, ni en la enfermedad ni tan siquiera en la muerte. Dios quiere que cuidemos la vida que Él nos ha dado –la ajena y la propia- y que luchemos por la salud en la enfermedad. Con la ayuda de Dios y entre todos podremos superar esta pandemia. Dios quiere el bien para su creatura; quiere que viva, y que, llegado a su ocaso natural, viva para siempre, más allá del umbral de la muerte.
En el Señor resucitado todo adquiere un sentido nuevo. La historia personal, de la humanidad y del mundo no están abocadas a un final fatal, a la nada o al caos. La vida gloriosa del Señor resucitado es un inagotable tesoro, destinado a todos, y que todos estamos invitados a acoger con fe para compartir y proclamar desde ahora. Dejémonos encontrar por el Resucitado, dejémonos llenar de la Vida, del Amor y de la Paz, que vienen de Dios y generan vida, amor, solidaridad y caridad entre los hombres. El encuentro con el Resucitado teñirá toda nuestra vida, nuestra relación con los demás y con toda la creación. Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Él lucha con nosotros en estos duros momentos de pandemia. Caminemos con la mirada puesta en el Cielo, pero fieles a nuestro compromiso con este mundo, y en especial en estos momentos de prueba.
Feliz Pascua de Resurrección a todos.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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