Orar por las vocaciones
Queridos diocesanos
Este IV Domingo de Pascua, llamado del Buen Pastor, la Iglesia universal nos pide orar por las vocaciones, y, en España, también por las vocaciones nativas en los ‘países de misión’. Este año no será posible celebrarlo en las parroquias en la forma acostumbrada a causa de la pandemia del coronavirus; sin embargo, todos los cristianos volvemos a estar llamados a rezar, allá donde nos encontremos, por todas las vocaciones de especial consagración en el mundo, y para que el Señor siga llamando a jóvenes y éstos puedan decir sí a la llamada.
Estamos viendo estos días el gran papel que sacerdotes, religiosos y consagrados están llevando a cabo en esta situación lacerante de pandemia. La importancia de su presencia se ha visto subrayada por tantos testimonios de entrega y acompañamiento en nuestra diócesis y en el mundo entero. En muchos casos, sacerdotes y consagrados han entregado su vida por atender a los contagiados por el coronavirus.
Hemos de rezar con fe e insistencia a Dios para que muchos jóvenes escuchen la voz de Dios, acojan la llamada del Señor a seguirle y entreguen su vida al servicio del Evangelio y de los hermanos, en el sacerdocio o en la vida consagrada. Jesús mismo, el Buen Pastor, nos pide orar por las vocaciones: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Jesús mismo, antes de llamar a los apóstoles, pasa la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de la oración confiada e insistente al ‘Señor de la mies’, sea en la oración personal o de las comunidades parroquiales, de las familias cristianas o de los grupos de oración.
Jesús, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino o viene a nuestro encuentro. “La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor” (Francisco, Carta a los sacerdotes, 4 agosto 2019). Por eso, se llega a descubrir y a abrazar la vocación cuando el corazón se abre a la gratitud y sabe acoger el paso de Dios en nuestra vida.
La respuesta a la propuesta de Jesús a seguirle es ardua: como a sus Apóstoles, Jesús invita también a niños, adolescentes y jóvenes a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra, a dejarse moldear por ella para vivir con Él y como Él. En la escuela de Jesus se aprende la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio; como a los Apóstoles, Jesús invita también hoy a salir de nosotros mismos y de la propia voluntad cerrada en sí misma, de nuestra idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella. Como dice el papa Francisco, “nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un “yo” aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto” (Mensaje para la Jornada de oración por las Vocaciones, 08.03.2020).
La llamada de Jesús a seguirle sólo se percibe en la oración y cuando ésta se hace con actitud de escucha, de apertura generosa del corazón y de confianza en el Señor. En la oración se pueden escuchar las palabras de Jesús a los Apóstoles, en la tempestad del lago, que ayudan a superar los miedos y confiar en Él: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” (Mt 14,27). Son los miedos a abandonar nuestras propias seguridades y la falta de confianza en el Señor, lo que a menudo impiden acoger el camino que Él nos señala en nuestra vida.
De ahí la importancia de la oración para la pastoral vocacional con nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Sólo en el encuentro silencioso, amoroso y confiado con el Señor se escucha su llamada, se aviva y se refuerza la amistad con Dios y se sienten ganas de seguir a Cristo para llevarlo a los demás. Hablar de oración es hablar de fe, pues la oración es la fe en acto. Por eso es necesario crear a lo largo y ancho de nuestra diócesis un clima de oración por las vocaciones.
Oremos al ‘Dueño de la mies’ para que nos conceda el don de nuevas vocaciones al ministerio ordenado y a la vida consagrada.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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