Ante la reapertura de los templos
Queridos diocesanos todos:
Todos esperábamos poder reabrir este lunes, 11 de mayo, nuestros templos e iglesias, cerrados a causa de la pandemia del Covid-19. Así se nos venía anunciando y prometiendo; la misma Generalitat Valenciana afirma que se cumplen los requisitos requeridos. Pero la autoridad sanitaria nacional ha decido este viernes que en el territorio de nuestra Diócesis no se puede comenzar aún la llamada Fase 1. Tendremos que esperar aún un tiempo, que por desgracia desconocemos a día de hoy; quizá no lo sepa ni la misma autoridad sanitaria. Confiamos que la toma de esta decisión se haya basado sólo en motivos científicos objetivos. Ya sabemos que en esta fase se suprimirán algunas medidas que restringen la libertad ciudadana de movimientos y que afectan también a la libertad religiosa y de culto: a la libertad para reunirnos como comunidad cristiana en los templos para celebrar la Eucaristía y el resto de los sacramentos, y para tener otras actividades pastorales presenciales. Esperamos que pronto podamos reabrir los templos y que poco se vayan suprimiendo todas las medidas restrictivas para volver a la normalidad sin adjetivos.
La reapertura de las iglesias será una muy buena noticia y un motivo de alegría para todos. En primer lugar, porque gracias a Dios, al trabajo de muchos y la responsabilidad de la mayoría será una prueba de que se va controlando la pandemia. Además, porque nos permitirá recuperar, aunque sea poco a poco, la actividad ordinaria en nuestras parroquias y comunidades. Y, sobre todo, porque nos podremos reunir como pueblo de Dios para escuchar su Palabra, celebrar de nuevo presencialmente la santa Misa y recibir la sagrada Comunión, centro y fuente de la vida de todo cristiano y de toda comunidad cristiana. También los familiares de los fallecidos en este tiempo, podrán finalmente celebrar el funeral por sus seres queridos, que con mucho dolor no pudieron hacerlo en su día. Podremos también celebrar los sacramentos del Bautismo, Confirmación o del Matrimonio. Sé que durante este tiempo muchos estáis sufriendo por la falta de la Eucaristía, que es fundamental para nuestra vida de fe cristiana. Gracias porque habéis sabido llevar con resignación este ayuno de Eucaristía; se nos pide a todos un poco más de paciencia.
Tengo que confesar que para mí será motivo de gran alivio y de profundo gozo poder decidir finalmente la reapertura de iglesias y templos. Fue muy doloroso ordenar hace casis dos meses su cierre. Ciertamente que el decreto del estado de alarma no me obligaba directamente a ello. Si lo decidí, fue movido por la caridad cristiana y porque el quinto mandamiento de la ley de Dios nos obliga a todos a cuidar de la vida humana, ajena y propia. Después de larga oración, reflexión y previa consulta, creí que como Iglesia debíamos contribuir a frenar la expansión de este virus letal. Es la única razón que me movió a ello. Sé que la mayoría lo habéis entendido; algunos, sin embargo, no habéis estado de acuerdo con esta medida. Pido perdón a Dios y a quien haya ofendido, por el mal que haya podido causar. No era mi intención. Por mi parte, quedan perdonados, quienes se han manifestado en contra, a veces, de un modo poco justo y caritativo.
Personalmente –y también nuestros sacerdotes- estamos sufriendo al ver nuestras iglesias vacías y nuestras actividades pastorales presenciales suspendidas. En particular ha sido muy doloroso tener que celebrar la Semana Santa, el Triduo Pascual, la Pascua o la Eucaristía dominical o diaria sin la presencia física de vosotros, nuestro pueblo de Dios. Ofrezcamos todos a Dios nuestro dolor y sufrimiento por los fallecidos y sus familiares, y por los contagiados y los sanitarios; ofrezcámoslo también por nuestra Iglesia diocesana para que salgamos purificados y fortalecidos en la fe y vida cristiana, en nuestra tarea pastoral y en nuestra misión evangelizadora. Dispongámonos para retomar con más fuerza la vida en nuestras parroquias y comunidades. La celebración de la fe cristiana no es virtual, sino presencial y comunitaria.
Cuando se reabran las iglesias, no podemos olvidar que el coronavirus sigue propagándose entre nosotros. Ante este hecho todos deberemos ser muy prudentes. Todos tenemos la grave responsabilidad moral, como cristianos y como ciudadanos, de prevenir la enfermedad poniendo los medios necesarios para evitar contagiar y ser contagiados. Por ello, todos hemos de observar las medidas establecidas con este fin: entre otras, que es limitado el número de personas que puedan entrar al templo para una misma celebración, o que hemos de mantener la distancia física entre las personas y cumplir el resto de medidas higiénicas de prevención.
Por la limitación del número de fieles en cada celebración, he pedido a los sacerdotes que prevean aumentar el número de Misas los domingos y días de precepto, allí donde sea necesario y posible. De este modo se facilitará la participación en la Santa Misa evitando aglomeraciones. También invito de nuevo a las personas mayores, enfermas o en situación de riesgo a que sigan la Santa Misa desde sus casas a través de la TV y otros MCS, dedicando un rato a la lectura de la Palabra de Dios y a la oración; pido a los sacerdotes que les ofrezcan y les lleven, si así lo desean, la sagrada Comunión a sus domicilios, tomando las medidas de prevención establecidas.
Sigamos rezando a Dios por el fin de la pandemia y para que pronto podamos reabrir los templos e iglesias; recemos también por los fallecidos y sus familiares, por los contagiados, los sanitarios y el resto de personal de servicios, por los empresarios y por los trabajadores. Y recemos también por nuestros gobernantes y políticos para que todos se unan en la búsqueda conjunta del bien común, del bien de todos los ciudadanos y las familias, en especial de los necesitados, y por el bien de las instituciones y de la sociedad; es la hora de dejar personalismos, ideologías e intereses partidarios; es la hora de remar justos.
El domingo, día 17, celebramos la fiesta de San Pascual, patrono de nuestra Diócesis. Pido a Dios que el ejemplo de este amante de la Eucaristía aumente en nosotros el deseo participar en la Santa Misa y de recibir la Sagrada Comunión después de este tiempo de ayuno de Eucaristía. ¡Que a ejemplo de Pascual aprendamos a adorar con fe viva y humilde el Santísimo Sacramento y a vivir la caridad, en especial con los más pobres y necesitados!
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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