Queridos diocesanos:
En unos días comienza mayo, el mes especialmente dedicado a la Virgen María. Durante treinta días le mostramos nuestro cariño con flores y cantos, le agradecemos su presencia en nuestra vida personal, familiar y eclesial, invocamos su protección y damos gracias a Dios por tan buena Madre.
Ya el día 4 de este mes de mayo celebraremos con gratitud, alegría y emoción el Centenario de la coronación de la imagen de Nuestra Señora la Virgen de Lledó, Patrona de Castellón. Durante todo un Año Jubilar nos venimos preparando para esta efeméride y los últimos días lo hemos hecho con la visita de la imagen de la Virgen a todas las parroquias de la ciudad, a colegios, al albergue, al centro penitenciario y al cementerio. Su acogida numerosa y fervorosa muestra que la devoción a la Mare de Déu del Lledó sigue muy viva entre nosotros. No queremos que el Centenario se quede en el recuerdo de un hecho del pasado, sino que con este motivo se intensifique nuestra devoción a la Virgen de Lledó, para que, llevados de su mano, nos encontremos con Jesús, su Hijo, y se avive nuestra fe y vida cristiana personal y comunitaria.
Porque ¿qué significa haber coronado la imagen de la Virgen? Con este gesto hemos proclamado a la Virgen Maria como nuestra Reina. Reconocemos así que la Virgen de Lidón es la Madre de Jesús, el Rey mesiánico, cuyo reino no tendrá fin (cfr. Lc 1, 33). A María la proclamamos Reina, porque, ella, la llena de gracia de Dios, fue unida íntimamente a Cristo y asociada a su obra redentora, y nos lleva a la fuente de la Gracia (cfr. Jn 19, 26-27). Y a María la aclamamos como Reina, porque ya participa plenamente de la gloria de su Hijo en cuerpo y alma en el cielo: ella ha recibido ya la corona merecida (cfr. 2Tm 4,8), la corona de gloria que no se marchita. María es por ello esperanza nuestra (cfr. 1Pe 5, 4).
No deberíamos separar nunca a la Virgen María de su Hijo. Su grandeza y realeza radican en ser la criatura agraciada y elegida por Dios para ser Madre de su Unigénito, el Mesías y Rey. María nos da y nos lleva en todo momento a Cristo. Ella es la Madre de Dios y nuestra Madre, la Madre de todos los creyentes; como buena Madre acompaña con su protección maternal a los creyentes de todos los tiempos en nuestro peregrinaje por los caminos de la historia hacia la casa del Padre. Generación tras generación, los creyentes experimentamos su cercanía y protección maternal; por ello la invocamos con confianza, la llamamos bendita entre todas las mujeres y la proclamamos Reina.
Al hacerlo le pedimos que ella reine en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestras comunidades parroquiales y en nuestra Ciudad de Castellón. Ella nos invita a volver nuestra mirada a Dios, a su Hijo Jesucristo, el Redentor y Salvador de todos los hombres, el único que tiene palabras de vida eterna: Cristo Jesús, el Señor resucitado, es nuestra Esperanza. Acudimos a María porque ella alumbra nuestro camino terrenal hacia la casa del Padre, como modelo de fe, de esperanza y de caridad. Todo su gozo está en darnos y llevarnos a Jesús para que nos dejemos encontrar, amar, sanar, curar y salvar por Él. Quien se acerca a María se acerca también al Salvador. El mayor gozo de la Virgen es que de sus manos nos encontremos personalmente con Cristo vivo, que lo amemos, conozcamos y acojamos en nuestra vida, lo sigamos y demos testimonio de Él.
Como la Virgen María abramos de par en par nuestro corazón a Cristo Jesús. El camino de la necesaria renovación de nuestra Iglesia, de nuestras comunidades, de nuestras familias y de cada uno de nosotros es Cristo y nuestra conversión a Él y a su Evangelio. La Virgen de Lledó será de verdad Reina nuestra si, como ella, nuestro pensar, sentir y actuar son según Dios. Volvamos nuestra mirada a Aquella que nos entregó como regalo a su propio Hijo.
Nuestra Señora de Lledó ha sido en el pasado y sigue siendo hoy para los católicos de Castellón un signo y medio permanente de la bondad de Dios para con todos. Ella es la madre solícita y amorosa, mediadora de todo don y de toda gracia. Fue la experiencia secular de la cercanía maternal de la Mare de Déu de Lledó, la que condujo a pedir su patrocinio y coronación. Esta misma experiencia nos mueve hoy al celebrar el centenario de la coronación de su imagen. A ella le cantamos “de l’amor nostre, Senyora, Mare de Deú del Lledó”.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón