Iguales en dignidad y derechos
Queridos diocesanos:
En este mes de febrero tiene lugar la Campaña anual de Manos Unidas, que este año celebra su 60º Aniversario: son sesenta años de compromiso tenaz en la lucha contra el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios, como decían en su primer manifiesto. Ya desde un primer momento, Manos Unidas vio, si embargo, que la negación de los derechos humanos está en la base y es una de las causas fundamentales de la pobreza y la exclusión que sufren cientos de millones de personas en nuestro mundo. De ahí que su compromiso cristiano por el reconocimiento efectivo y el trabajo continuado a favor de los derechos humanos de todos, en especial de los más pobres y desfavorecidos y entre ellos de las mujeres y de las niñas, han estado siempre presentes en la misión de Manos Unidas y vuelvan a estar en el punto de mira de la Campaña de este año al celebrar este Aniversario
Hablar de derechos humanos significa, ante todo, poner en el centro de la mirada, del corazón y de la acción la dignidad de toda persona humana, como hace Manos Unidas. Por el sólo hecho de haber sido querido y creado por Dios a su imagen y semejanza, todo ser humano tiene una dignidad innata e inalienable, con independencia de sexo, raza, lengua, país, religión, edad o condición social; una dignidad que merece ser reconocida, respetada y promovida por parte de todos. La dignidad de todo ser humano es el fundamento de los derechos humanos, que son universales e indivisibles: son universales, porque corresponden a toda persona por el hecho de serlo y, en consecuencia, deben ser reconocidos a todos; y son indivisibles porque no pueden ser aplicados por partes separadas, porque se corre el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana. Estos derechos fueron declarados para eliminar los muros de separación que dividen a la familia humana y los pueblos, y para favorecer el desarrollo humano integral, que significa “promover a todos los hombres y a todo el hombre […] hasta la humanidad entera” (Pablo VI, Populorum Progressio, 14); porque una visión reduccionista de la persona humana abre el camino a la propagación de la injusticia, de la desigualdad social y de la corrupción.
Es cierto que se ha avanzado mucho en este terreno. La afirmación de la dignidad de la persona humana es hoy un hecho prácticamente universal. También lo es el reconocimiento teórico de los derechos humanos en la mayoría de los Estados. Pero no es menos cierto que aún queda mucho por hacer para que su ejercicio y disfrute sea efectivo y real para todos. Fiel a su origen, Manos Unidas pone de nuevo el foco en la defensa de los derechos humanos “promoviendo los derechos con hechos”, para que lo escrito en los textos legales sea real en la vida de las personas y para que millones de seres humanos, hermanos nuestros, sobre todo los más vulnerables, puedan disfrutar de esos derechos y puedan vivir con la dignidad de hijos e hijas de Dios.
Y lo quiere hacer siguiendo en su lucha para erradicar el hambre en el mundo, porque, a pesar del enorme incremento de alimentos y todo el trabajo realizado 821 millones de personas pasan hambre y cada día mueren unas 25.000 personas por causas relacionadas con la pobreza. Es un verdadero escándalo que exige nuestro compromiso en favor del derecho a la alimentación, como un imperativo de nuestra fe y de nuestra responsabilidad con la construcción del bien común. El hambre es contrario al plan de Dios. En la raíz aparece siempre el egoísmo, la avaricia y la insolidaridad de los países más ricos.
En su lucha contra la pobreza y el hambre, y por los derechos humanos se quieren fijar también en el derecho a la educación, a la salud y al agua, que están entrelazados entre sí. Y porque los derechos humanos corresponden a todos –sea hombre o mujer- seguirán luchando para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos: educación, atención médica, trabajo decente, reconocimiento social o la representación en las decisiones políticas y económicas.
Apoyemos con generosidad a la organización católica Manos Unidas en su lucha a favor de la justicia y a una vida digna para todos, necesarias para el desarrollo integral de “todos los hombres y de todo el hombre”.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón