Dr. Rojas: «La rehabilitación culmina cuando el sufrimiento de ese niño y su familia tiene un sentido»
Dr. Jorge Rojas Zegers, fundador de la Corporación de Ayuda al Niño Quemado
La Corporación de Ayuda al Niño Quemado (Coaniquem) ha reducido casi a la mitad el número de menores quemados en Chile. Esta obra de repercusión continental en América Latina tiene dos elementos característicos: Comenzó en Bechí (Castellón), durante unos ejercicios espirituales con el obispo Cases, y en el centro de sus instalaciones tiene un santuario. Su fundador es el Dr. Jorge Rojas Zegers, que junto con su esposa, María Ester Goldsack -subraya que tienen 7 hijos y 20 nietos- participaron en el 50 aniversario de los Grupos de Oración y Amistad (GOA), fundados por mons. José María Cases, en junio.
- ¿Cómo comenzó Coaniquem?
- Nació el 19 de abril de 1979 por una decisión tomada en la casa de espiritualidad de Bechí, durante unos ejercicios con Mons. José María Cases. Ahí tomé la decisión de hacerlo. Soy médico especialista en cirugía pediátrica de reconstrucción, y estaba realizando una formación en el Hospital de la Vall d’Hebrón de Barcelona, compaginándola con otra de musicología en la Abadía de Montserrat. En ese momento conocí y me integré en un Grupo de Oración y Amistad (GOA) para mantener mi vida espiritual. Ese grupo ya funcionaba desde hacía ya diez años. Me hablaron del retiro que predicaba su fundador, el Obispo Cases, y así vine a los ejercicios.
- Una obra como esta no es espontánea. ¿Qué preparó tal decisión?
- María Ester y yo nos casamos el año 1974. Habíamos acabado nuestros estudios de medicina -mi esposa es cardióloga-, y yo completé mi formación en el Hospital Roberto del Río, sobre cirugía pediátrica y de reconstrucción. Trabajaba en la sección de cirugía plástica de quemados. En ese departamento pasaron dos hechos que son la causa de Cuaniquem. Noté que eran muchos los quemados y que el perfil de los pacientes estaba entre los más pobres y con menos recursos que el resto: Hay una relación entre pobreza y quemaduras, porque el más pobre tiene peor vivienda y educación, y en una vivienda en malas condiciones el riesgo de quemarse es más alto. Por otra parte, en el hospital solo podíamos salvar la vida, pero no volvíamos a ver al paciente nunca más para poder prevenir y solucionar complicaciones posteriores.
- ¿Qué consecuencias tienen las cicatrices de una quemadura?
- El niño crece, las cicatrices se retraen, y con los años los niños se deforman. Ese es el problema que aparece después, sobre todo teniendo en cuenta que el 70% de los niños que se queman son menores de 5 años, de modo que a los 20 años sufrirá un grave problema de deformidad.
- Y así llegó a Bechí y el famoso retiro con el Obispo Cases.
- Antes de venirme a España ya estaban escritos los estatutos para comenzar, pero requería la valentía, decidir que mi vida va por aquí y no va por allá; Y esa decisión se tomó en Bechí. Durante el retiro hice una conversión profunda. Me pregunté ¿qué me pide Dios? Y surgió claramente que me pedía desprenderme de una serie de posibilidades de éxito profesional para dedicarme por una cosa que no tenía ningún glamour, ni sabía cómo hacerlo, sin padrinos que sostuviesen económicamente… solo tenía la convicción de que se tenía que hacer. Al compartirlo con mi esposa, los dos llegamos a la firme convicción de que debíamos fundar Cuaniquem.
- Volvió a Chile con una doble misión: comenzar Cuaniquem y, también, impulsar los GOA.
- Es muy importante la relación entre Cuaniquem y los GOA. Al regresar invitamos a varios conocidos en casa de mis padres. Llegaron 50 personas y en ese acto nacieron siete grupos. Ahora los GOA están extendidos por todo Chile. Por tanto vamos unidos: 40 años de Cuaniquem y 40 años de los Goa.
- ¿Cómo influyó el carisma de los GOA en la creación de Cuaniquem?
- No hay ninguna duda que la vida de oración centrada en Jesucristo ha sido el canal por el que la gracia nos ha ayudado a tirar adelante una obra que humanamente era imposible. Pero a diferencia de los bienes materiales que menguan cuando los compartes, los espirituales se incrementan. Al compartir nuestra experiencia hemos crecido, y hemos podido llegar a un continente. Es importante porque esta lógica nace de una concepción espiritual: abrirse a compartir sin límites, lleva a crecer sin límites. Es un valor evangélico.
- Usted afirma que los quemados son uno de los colectivos olvidados.
- Solo en Chile, cada año se quemaban 162.000 niños menores de 15 años. Gracias a Cuanimen y a las campañas de prevención, actualmente son 80.000. Sin embargo en América, desde Alaska hasta la Patagonia, se siguen quemando anualmente más de 6 millones de niños: ¡Solo en el continente americano! Y esto es un problema enorme que no está resuelto. No hay datos duros de estas cifras, ni siquiera en Estados Unidos; Y al no haber datos, no hay políticas previas, no hay recursos, y no se desarrolla una especialidad que se resuelva. Los datos que tenemos son de los niños que acuden a la consulta, per la mayoría no van al médico. Es un problema de América, pero hayq ue estar atento porque también ocurrirá en Europa con todos los emigrantes que llegan del tercer mundo.
- ¿Quién es José Contreras?
- En 1976 se impartió en Chile un curso internacional de quemaduras, y uno de los ponente fue el médico argentino Fortunato Benaín. El ponente explicó que para salvar la vida de un quemado tan grave que por extensión y profundidad está condenado a morirse, la solución estaba en realizar injertos de piel de cadáver. Esta conferencia fue el sábado. El domingo se incendió la casa de José Contreras, un niño de 6 años. Vivía en un barrio pobre de Santiago y se quemó el 78% del cuerpo. Cuando lo recibimos en el hospital vimos que no duraría más de 5 días, porque por las heridas salen los líquidos y entran los virus. Recordando la exposición del doctor Banaín, el lunes solicité la autorización de utilizar injertos de piel de cadáver. Conseguimos la autorización del director del hospital, y en 100 días José Contreras estaba de vuelta a su familia, vivo.
- ¡Providencial!
- Después yo me pregunté qué pasaría con ese niño al producirse la retresión de las cicatrices. En ese momento estaba comenzando también el tema de la rehabilitación de las quemaduras. La técnica era mantener la cicatriz comprimida durante 23h al día con mallas durante dos años. Así se evita en gran medida los efectos. Decidimos hacerlo, y lo logramos: primero salió con vida, y diluimos casi todas las secuelas. Quisimos entonces ofrecer esta técnica a todos los enfermos, pero la dirección del hospital me dijo que debía suspenderlo porque no había recursos. Entonces pensé crear una organización sin fines de lucro para hacer esa parte del tratamiento que no se ofrecía ni en el sistema público ni en el privado de Chile.
- ¿Qué ofrece en la actualidad Cuaniquem?
- Cuando comenzamos no había ningún gran padrino. Todo estaba por ver cómo hacerlo. Actualmente, el patrimonio es de más de 1.000 millones de euros sin que nunca se haya cobrado un peso a ningún paciente y con una aporte del Estado inferior al 40%. El resto proviene de pequeñas donaciones privadas. Esto nos ha permitido tener 135.000 pacientes rehabilitados de 20 países. Trabajan 600 personas, 200 en la atención a los enfermos y 400 en los programas para generar recursos para atender gratis a los enfermos.
- ¿Cómo llegan niños de otros países para ser tratados en Cuaniquem?
- No somos un hospital, sino un centro de rehabilitación. Entonces llega un niño, pongamos, de Bolivia: pasaje gratis – que a menudo nos los regalan la agencias de viajes- y tienen el alojamiento con un acompañante, colegio, alimentación y tratamiento gratis. Esto se realiza en la Casa Abierta, una residencia con colegio hospitalario para que el niño no falte a clase. Por cierto, actualmente la responsable es una catalana: María Boli.
- ¿Qué es lo que usted llama «la guinda de la torta»?
- La rehabilitación culmina, y aquí viene la clave, cuando el sufrimiento de ese niño y de esa familia tiene un sentido. Por eso en el complejo tenemos el Santuario de Cristo Flagelado y María Casusa de nuestra Alegría, dedicado al sentido redentor del sufrimiento. La acción pastoral ayuda a pasar del dolor a la plenitud, de la angustia a la esperanza, de la tristeza a la alegría, de la discapacidad a la rehabilitación íntegra: física, emocional y espiritual. El niño sana su herida desde su propia raíz de una forma muy simple: le regala a Jesucristo su sufrimiento y recibe de Jesucristo la paz profunda que necesita. Todo lleva a que el niño tome consciencia que su sufrimiento puede ser corredentor. Y esto es verdad.
- Esto es una dimensión terapéutica excepcional.
- Cuaniquem es un milagro basado en ver a Jesucristo en cada enfermo. Nuestro lema es todo por el Niño Quemado. Todo es todo. Y esta visión integral, absolutamente antagónica a la moda médica, es poner a Jesucristo en el centro de la curación. No esperando situaciones milagrosas, como si tuviera que salir por la otra puerta sano. Hay todo el trabajo médico, pero el milagro es que ese niño saldrá transfigurado y aprenderá que la fe religiosa es cierta porque viene acompañada de obras tangibles por ser el que es, y no por lo que tiene. Sin la fe uno podría caer en el orgullo o agotarse. Pero Cristo es quien te va purificando y va pidiendo más, porque nos urge a atender mejor a estos pequeños, a buscar cómo evitar que se quemen y también a que este bien espiritual se incremente.
Admirable causa abrazada por el.notable doctor Jorge Rojas y su equipo.