La Semana de la Caridad invita a compartir el viaje hacia un mundo mejor
En la homilía de Corpus del año pasado, el Papa Francisco se centró en el tema de la memoria: “El pan vivo que ha bajado del cielo es el sacramento de la memoria que nos recuerda, de manera real y tangible, la historia del amor de Dios por nosotros” (18 de junio de 2017). La memoria supera lo que a veces los sentidos pueden percibir. El político y escritor Benjamin Disraeli aseguraba que, como grande viajero, “recordaba más que lo que había visto”.
La Pastoral Caritativa-Social propone este año en la Semana de la Caridad compartir el viaje para que la caridad proveniente de la Eucaristía haga compartir el trayecto junto con las personas necesitadas. Porque como dijo Tim Cahill, deportista australiano, “un viaje se mide mejor en amigos que en millas”.
El escritor Mark Twain aseguraba que “viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. Así lo entiende Cáritas que se define por la “aceptación incondicional del otro, sin juzgar, movidos por el amor”. Desde 1957, Cáritas Diocesana “expresa la solicitud de la Iglesia por los necesitados y favorece la fraternidad humana a fin que se muestre, por medio de la caridad tanto espiritual como temporal, con obras y palabras, el amor de Cristo”.
La Obra Social Marillac, de las Hijas de la Caridad, es un hogar donde se “acompaña a las personas que tienen muchas capacidades pero pocas oportunidades para hacer el viaje de la vida en buenas condiciones”. Viven lo que reza un proverbio árabe: “Aquel que no viaja no conoce el valor de los hombres”. Desde el reconocimiento de cada persona, “acompañan a cada uno a su ritmo, sin forzar las decisiones, cada cual con el tiempo que necesita”. La meta es “conseguir llegar a un destino en el que se sientan mejor como personas y en el que hayan reconstruido su vida”.
Dar el primer paso
A veces las pruebas de la vida hacen creer que llegado a un punto todo se atasca, se encierra y no es posible seguir. Es la situación de muchos de los presos con los que la Pastoral Penitenciaria comparte el viaje. Su “método” para abrir horizontes es actuar como Jesús: “Mirar la persona directamente a su corazón, sin juzgarla por lo que ha hecho. Ir a la verdadera esencia que es donde uno tiene los sentimientos más puros”. El filósofo chino Lao Tsé decía que “un viaje de mil millas ha de comenzar con un simple paso”. Gracias a la pastoral penitenciaria y su labor de prevención, acompañamiento en la prisión y reinserción, muchas personas se atreven a retomar el camino de la vida.
El primer gran viaje de toda persona dura nueve meses y tiene por meta nacer. Cada año unas 200 adolescentes se quedan embarazadas en la provincia de Castellón y, cuando llega el momento de acoger a su hijo, a menudo se encuentran solas y rechazadas. El Proyecto Nazareth, de la Comunidad de las Bienaventuranzas, permite desde hace seis años que esas chicas y sus hijos puedan encontrar un ambiente familiar de apoyo, ayuda y experiencia del amor de Dios. Así, en el viaje de una vida transformada inesperadamente por la maternidad, pueden decir con el escritor José Saramago que “siempre llegamos al sitio donde nos esperaban”.
Antoine de Saint-Exúpery, autor de El Principito, decía que “aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero”. La cita podría ser también de San Francisco y su alegre vivencia de la pobreza. En ese espíritu la Joventut Antoniana de Vila-real ejerce desde hace 100 años “el ministerio de la caridad como un estilo de vida que consiste en acoger y atender a las personas que sufren situaciones de pobreza y necesidad para dar respuesta a estas situaciones”. De este modo, los voluntarios de la Joventut Antoniana son “compañeros de camino de los silencios de los más vulnerables, de sus miradas y de sus necesidades en consonancia con su identidad cristiana y franciscana”.
Sin fronteras
Según el escritor Geoff Duer, lo “ideal de un viaje es sentirse en casa en cualquier lugar”. Así hace La Sociedad San Vicente de Paúl con las personas que acoge porque su estilo de compartir el viaje es a través de la “cercanía con los pobres y el contacto personal”.
Si “el verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras sino mirarlas con nuevos ojos”, como afirmaba Voltaire, Manos Unidas lo realiza a través de la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, haciendo extensible el amor de Cristo hasta los confines de la tierra.
“Viajar y cambiar de lugar revitaliza la mente”, decía Séneca. Las Siervas de la Pasión y las Terciarias Capuchinas promueven desde su carisma propio y como institutos religiosos esa metanoia, cambio de mentalidad necesario para hacer un mundo mejor. Las primeras tienen como fin defender y mantener la vida de las madres y niños que se encuentran en peligro de muerte o exclusión social. Las Terciarias Capuchinas, en fidelidad a su carisma realizan su misión con la niñez y juventud en el campo de la educación, protección y asistencia a los enfermos y ancianos.
Viajar juntos a un mundo mejor
La Semana de la Caridad es un viaje en el que muchas personas de la Diócesis, a través de diversas entidades y comunidades eclesiales, comparten el trayecto implicando sus vidas. Poco importa si se es el voluntario o el usuario. Al final todos son hermanos que se han atrevido a no quedarse en las apariencias, la pereza o el desánimo. Como en un buen libro, hay que ir más allá de la portada, abrirlo, y dejarse llevar: “El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página”. (San Agustín)
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