El Domingo de la Palabra de Dios
Queridos diocesanos:
Este veintiséis de enero celebraremos por primera vez el Domingo de la Palabra de Dios. Así lo estableció el Papa Francisco el pasado 30 de septiembre con su Carta Apostólica, titulada Aperuit illis; estas palabras están tomadas del Evangelio de Lucas, donde se narra que Jesús, el Señor resucitado, antes de su Ascensión se aparece a los discípulos reunidos, parte el pan con ellos y “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24,45).
Esta Jornada, que celebraremos todos los años el III Domingo del Tiempo Ordinario, estará dedicada a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios (n. 3). El Papa desea, sobre todo, que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado con sus discípulos que abre también para nosotros –sus discípulos de hoy- el tesoro de su Palabra para que comprendamos y podamos anunciar por todo el mundo su riqueza inagotable; porque “si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura” (n. 1). La Palabra de Dios, contenida en la Biblia, es una palabra viva y siempre eficaz. Es la Palabra del Dios vivo que nos sigue hablando y actuando aquí y ahora: cuando la leemos, proclamamos, estudiamos, meditamos o contemplamos es el Señor resucitado quien nos habla y actúa en nosotros y para nosotros. Tampoco el Antiguo Testamento se hace viejo: sigue latiendo en el Nuevo, transformado por el único Espíritu Santo que ha inspirado a ambos. La Sagrada Escritura se hace eficaz en aquel que la escucha, trata de compartirla con otros y hacerla vida para vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.
Ahora bien: si no conocemos la Sagrada Escritura, no conoceremos a Cristo, sus palabras y sus obras, su muerte y su resurrección, que dan luz a nuestro caminar, perdonan y salvan, sanan y liberan; y, en consecuencia, tampoco conoceremos la misión de su Iglesia en el mundo. Ya san Jerónimo, gran estudioso de la Sagrada Escritura, dejó escrito: “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”. Y desconocer la Sagrada Escritura significa no conocer en profundidad la riqueza de la vida cristiana y de la vida y misión de la comunidad de los discípulos de Jesús. Por eso, el Papa quiere que este domingo dedicado a la Palabra de Dios haga crecer en todo el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, y que la comunidad cristiana se centre en el gran valor iluminador, sanador y salvador que tiene la Palabra de Dios en su existencia cotidiana.
La Palabra de Dios es para todos. Cuando Cristo Jesús predica no se dirige a un grupo privilegiado o de especialistas; cuando Jesús habla, lo hace en las calles y en las plazas; nadie está excluido de sus palabras y de sus obras. Desde el Concilio Vaticano II se han llevado a cabo entre nosotros muchas iniciativas con el fin de difundir, conocer y estudiar la Sagrada Escritura y orar con ella. Deberíamos retomar e intensificar iniciativas en este sentido en nuestras parroquias, comunidades, movimientos y asociaciones. En ningún hogar cristiano debería faltar la Sagrada Escritura y ocupar un lugar destacado en la casa. Debemos animar a nuestros fieles a leer, conocer, escuchar y orar con frecuencia la Palabra de Dios. Esta Jornada nos puede ayudar a este fin.
Cristo Jesús, el Señor resucitado, se hace presente a través de las Sagradas Escrituras, especialmente cuando se proclaman en los sacramentos y sobre todo en la Eucaristía. Esta presencia de Cristo resucitado es la que se quiere resaltar con el Domingo de la Palabra de Dios. El Domingo es el día del Señor, el día de la Eucaristía y también el día de la Palabra de Dios. Las Sagradas Escrituras son inseparables de la Eucaristía. El Concilio Vaticano II recuerda que son como “dos mesas” que, juntas, alimentan a los creyentes: la mesa de la Palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo (DV 21). Es Cristo resucitado quien en la Eucaristía parte y reparte la Palabra y el Pan eucarístico en la comunidad de los creyentes. Cristo sigue hablando y actuando en la historia de la salvación, en la vida de la Iglesia y en la vida de los cristianos.
Para resaltar la presencia viva y eficaz de Cristo en la Palabra de Dios pido que en la procesión de entrada de las Misas de este Domingo se lleve solemnemente el Libro de los Evangelios (o del Leccionario), acompañado, si es posible, por ministros con velas e incienso. Y que al llegar al presbiterio sea solemnemente entronizada la Palabra de Dios en el ambón, adornado con flores e iluminado con los cirios. Muchas gracias.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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