El Obispo prioriza los Grupos Parroquiales de Matrimonios en la Jornada Diocesana de la Familia
La iglesia arciprestal de San Bartolomé y San Jaime de Nules estaba llena de fieles de todas las edades el domingo 29 de diciembre a las 19h. En el presbiterio del templo, Mons. Casimiro López Llorente presidía la Eucaristía de la Jornada de la Sagrada Familia, acompañado por los vicarios general, de pastoral y del clero, Javier Aparici, Miguel Abril y Marc Estela, respectivamente, el Delegado diocesana de familia, Luis Oliver, el párroco local, Manuel Agorreta, y otros sacerdotes. En la homilía, el Obispo ha presentado como una prioridad diocesana los Grupos Parroquiales de Matrimonios.
El próximo sábado 11 de enero se celebrará una reunión informativa sobre esta iniciativa que Mons. López Llorente presenta como un reto y una oportunidad para la Diócesis ya que “si los matrimonios son sólidos se beneficiarán las comunidades parroquiales y la iniciación cristiana”. Por ello, “pongo a los pies de la Sagrada Familia – rezaba el Obispo al final de la homilía – esta iniciativa de nuestra Iglesia Diocesana para que nos aliente y de fuerza de ofrecer estos grupos para bien de nuestras familias, parroquias, Iglesia y mundo”.
Un referente para los matrimonios es la Sagrada Familia: “Un hogar en el que cada uno de los integrantes pueden vivir la vocación a la que están llamados”. Ella representa la buena noticia de la belleza del matrimonio que es necesario transmitir a los jóvenes, aseguraba el Obispo al tiempo que mostraba la receta para una verdadera familia cristiana: “Poner a Jesucristo en el centro; así se amarán más y mejor, sabrán luchar, compartir, alegrarse, vivir la vocación que Dios les ha dado”.
Escuela y camino de santidad
La Jornada de la Sagrada Familia de este año lleva por lema “La familia, escuela y camino de santidad”. En la nota difundida por los Obispos de la subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, afirman que «la vida familiar cotidiana y concreta, con su increíble riqueza y variedad, ha de ser el contenido real de esa santidad a la que estamos llamados.
No podemos esperar un camino de santidad al margen de las exigencias y responsabilidades cotidianas de la vida familiar práctica, mezclada además con el complicado entramado de obligaciones, intereses y condicionantes que nos vienen del mundo profesional, económico, cultural y educativo. En ese camino concreto hemos de embarcarnos. Se habrá de ir llenando de acogida, de esfuerzo y entrega, de donación generosa, de trabajo y servicio generoso para poder así recorrer el camino de las Bienaventuranzas».
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