La adecuación de la ermita de los Santos Patronos de Sot de Ferrer
La adecuación de la ermita de los Santos Patronos de Sot de Ferrer. Humilde Iglesia interina del pueblo durante la construcción de su gran templo parroquial (1778-1787)
Ubicada en la entrada a la Diócesis de Segorbe-Castellón subiendo desde Valencia y Sagunto, por el Camino Real, a nadie escapa que Sot es una población visualmente pintoresca, sobre todo por la presencia de la gigantesca mole parroquial clasicista en el costado de un entorno urbano perfectamente ortogonal, de entramado sencillo con un caserío de escasas alturas y un fondo escenográfico de un monte escalado por el serpenteante y encalado camino del Calvario, con su hilera de estaciones que desembocan, en las alturas, en la ermita de San Antonio, una joya del barroco valenciano documentada desde 1681.
A nadie se le escapa que la población fue lugar de moriscos, perteneciendo a Hurtado de Lihori cuyo palacio, que aún conserva hermosos testimonios de ventanas, bóvedas aristadas y techumbres de época, junto a la Iglesia es, todavía, emblema y plasmación medieval de un pasado floreciente. Pasando, más tarde la población a dominio del Marqués Valdecarzana, su apellido de Sot del Gobernador, fue alterado en el siglo XVI, en honor de Jaime Ferrer, uno de los personajes que ostentó tal cargo de gobernante.
Si bien la primera Iglesia del pueblo correspondía a una capilla ubicada en el interior del Palacio del señor, donde debió estar ubicada la magnífica tabla de la Inmaculada de Juan de Juanes del siglo XVI, el primer templo parroquial fue bendecido, poco después de la expulsión de los citados moriscos, el 2 de septiembre del año 1621. Un edificio bien conocido por los planos del mismo, planta y sección, conservados en el archivo parroquial (Montolío, 2013) y por los restos de dicho edificio barroco, por la parte del coro, que aún pueden verse empotrados en los muros del exterior del costado este del palacio, en el patio de separación con el actual templo. Un humilde edificio de una sola nave con capillas entre contrafuertes.
No obstante, pese a todo, pronto quedó pequeña la construcción para albergar a todo el pueblo en los días importantes, por lo que la situación movió a los marqueses de Sot a plantear a sus vasallos una nueva edificación, dedicada a la Purísima Concepción. Un nuevo edificio cuyo proyecto no contaba con el beneplácito del Obispo diocesano.
El prelado segobricense fue uno de los más tempranos seguidores de la aplicación de las reales circulares de 23 y 25 de noviembre de 1777 dirigidas a los prelados de todo el Reino. Éstas, establecían la obligación de presentar a la Real Academia de San Fernando de Madrid todo tipo de edificios religiosos proyectados para proceder a su aprobación por la Institución. Así lo hizo con los planos de Mauro Minguet para nuestra Iglesia, maestro personal del señor marqués, siendo desaprobado por personajes de la altura de Miguel Fernández, Pedro Arnal, José Moreno o el propio Ventura Rodríguez.
El proyecto finalmente admitido, de los dos que se habían planteado desde Madrid a instancias del prelado, fue el probablemente realizado por el arquitecto Miguel Fernández (1778), director de dicha Academia, conocido en Roma por Alonso Cano y autor de las trazas para la Iglesia del Temple de Valencia (1761-1785). Consumado entre 1778 y 1787, concurriendo como maestro de obras Francisco Marzo. En el interior es de nave única de aire y decoración académica con crucero y cúpula, con frescos de José Vergara Ximeno (1726-1799) en las pechinas, representando las mujeres fuertes del Antiguo Testamento.
El templo nuevo resultó el ejemplo más monumental y trascendente de los tiempos clasicistas del academicismo ilustrado en nuestra diócesis. Una magnífica construcción de corte clasicista, resultado y expresión del pensamiento del Obispo Alonso Cano Nieto (1770-1780), muy contraria en sus planteamientos a los esquemas acostumbrados de su tiempo en las diócesis valencianas, presentando una gran fachada que bien recordaba los modelos de San Pedro del Vaticano o San Lorenzo del Escorial, articulada con órdenes clásicos de pilastras gigantes, campaniles, entablamento, ático y dos torres gemelas en los flancos, la situada al este original reaprovechada y redecorada del edificio anterior, entre las que se asoma la monumental cúpula.
La ermita de los Santos Patronos y la Iglesia interina
Sin embargo, no es muy conocida la adecuación de la antigua ermita de los Santos Patronos para recibir el Santísimo Sacramento y albergar los oficios durante las obras. Alzada en 1723 y bendecida el día de Santa Bárbara de 1724, en la actual plaza de la Iglesia, fue remodelada en 16 días en 1777 para servir como Iglesia interina del pueblo tras el derrumbe programado del templo barroco y la finalización del gran conjunto neoclásico definitivo. Para dicho servicio, se le colocaron sendos tramos al pequeño ermitorio primitivo para albergar un espacio diferenciado a hombres y mujeres, con accesos independientes, tal y como se aprecia en los planos del Libro de Fábrica.
Como era una obra que iba a estar en activo muy poco tiempo, la ampliación se realizó con materiales muy perecederos, sin ningún tipo de cimientos, salvo el mismo suelo de la plaza, con puntales de madera en lugar de pilares de piedra y tejados dispuestos sobre troncos de chopo, cañizos y teja. Todo ello dio como resultado un edificio muy inestable, nada impermeable e inundable y muy propicio a ser un horno en verano y una nevera en invierno. Además, su acusada pequeñez le hacía impracticable para los oficios más solemnes.
En definitiva, una curiosa y temporal «solución» que, prácticamente a pie de obra, emplazaba diariamente a todos los fieles de Sot a la sombra del nuevo gran edificio parroquial, cual templo de Jerusalén, mientras asistía a las celebraciones en una popular choza improvisada y efímera que, aún desaparecida hasta de la memoria, nos ha parecido interesante reconstruir y contar parte de su pequeña historia, como escalón imprescindible, aunque humilde, del devenir de la fe de todo un pueblo.
David Montolío Torán
José Cebrián Cebrián
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